Rhys Jenkins
El rápido crecimiento de China y su cada vez mayor apertura al mundo durante el último cuarto del pasado siglo han llevado a su emergencia como un actor clave en la economía global de principios del siglo XXI. El PIB de China ha crecido más de un 9% anual durante las dos últimas décadas y actualmente es la cuarta economía del mundo en cuanto al PIB según los tipos de cambio oficiales (y la segunda en cuanto a los índices de paridad del poder adquisitivo). Su participación en el comercio mundial ha subido desde menos del 1% en 1980 hasta más del 6,5% en 2005, lo que la ha convertido en la tercera economía comercial del mundo. Y de acuerdo con las últimas tendencias podría convertirse en el mayor exportador del mundo a comienzos de la próxima década (OECD, 2005).
La cada vez mayor competitividad de China y su amplia presencia en los mercados mundiales están teniendo un gran impacto tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Si bien esto ha sido ampliamente analizado desde el punto de vista de los países desarrollados (Cass et. al., 2003; Prasad, 2004), es mucho menos lo que se sabe de las implicaciones que ello conlleva en América Latina. Hace una década, el comercio entre China y la región era limitado, pero esta situación ha cambiado espectacularmente. Las empresas chinas están ya empezando a invertir en América Latina. La existencia de estos nuevos vínculos económicos ha tenido su reflejo político en la visita que hizo el presidente chino Hu Jintao a la región en el año 2004 y en las a su vez que han realizado a Beijing varios líderes latinoamericanos. Si bien algunos autores han visto el crecimiento de China como una gran ayuda para América Latina –un “ángel” y no un “diablo”, como dice un artículo que se cita con frecuencia (Blázquez-Lidoy et. al., 2007)–, hoy existe un escepticismo cada vez mayor respecto al impacto que está teniendo China en la región. Hace unos meses el International Herald Tribune informaba de que los fabricantes textiles colombianos han visto caer sus exportaciones como consecuencia de la fuerte competencia china, y citaba al presidente del National Foreign Trade Council [Consejo Nacional del Comercio Exterior] de Washington que afirmaba: “Los países menos desarrollados de América Latina están muertos de miedo” (Murphy et. al., 2007).
Este artículo se propone describir el impacto económico que está teniendo el crecimiento de China en América Latina, y se centra particularmente en el comercio y en la inversión directa extranjera (IDE). Pone de manifiesto los diversos efectos que tiene China en la región y destaca los retos a los que tendrán que hacer frente los países latinoamericanos en un futuro próximo. Es importante tener en cuenta que, debido a las diferencias de tamaño, China es económicamente mucho más importante para América Latina y el Caribe, de lo que la región lo es para China. Esto es obviamente cierto por lo que respecta a los países considerados individualmente. Brasil, el mayor exportador latinoamericano a China, ocupa el catorceavo lugar entre los proveedores de China, con unas importaciones que representan el 1,5% del total, mientras que ningún otro país de la región se encuentra entre los veinte primeros países que son fuentes de importación para China. Los países latinoamericanos son aún menos importantes como destinos de las exportaciones chinas, y México, el más importante en este sentido, ocupa el vigésimo segundo lugar, con menos del 1% del total de las exportaciones chinas. Incluso tomando a América Latina y al Caribe en su conjunto, la región representa solamente el 3% de las exportaciones de China, y el 3,8 de sus importaciones. Por otro lado, China es uno de los cinco primeros mercados de exportación para Argentina, Brasil, Chile, Cuba y Perú, y es una de las cinco fuentes principales de las importaciones de estos países, así como de Colombia, México, Paraguay y Uruguay (CEPAL, 2005, tabla V.5).
Al analizar el impacto de China en la región es útil distinguir entre los efectos directos y los indirectos. Los efectos directos son aquellos que se derivan de la inversión y del comercio bilateral entre América Latina y China, los cuales abordaremos a continuación. Sin embargo, debido a la envergadura de China y a su creciente importancia en la economía global, también afecta al comercio mundial y a los flujos de inversión, así como a los precios mundiales en vías que tienen un impacto en América Latina. Tres de estos impactos indirectos se discutirán más adelante: la competencia para las exportaciones latinoamericanas con respecto a los mercados de terceros países; la competencia entre China y América Latina para atraer la inversión directa extranjera; y el impacto en la relación de comercio exterior (relación entre los índices de precios de exportación e importación). El hecho de que estos impactos sean positivos o negativos para las economías latinoamericanas depende de su naturaleza (competitiva o complementaria) y de la importancia relativa de los efectos en diferentes países. La última sección de este trabajo considerará los probables desarrollos en las relaciones económicas entre China y América Latina en el futuro inmediato, así como los retos que plantearán dichos desarrollos.
El impacto directo de China en América latina
China como mercado para las exportaciones latinoamericanas
Como se ha indicado más arriba, las exportaciones a China de América Latina han crecido espectacularmente en los últimos años. Si bien el comercio con China se fue desarrollando durante la mayor parte de la década de los noventa, el incremento realmente fuerte en las exportaciones de la región se ha producido desde 1999 (1). Dado que este patrón es válido para los principales países de América Latina que exportan a China, parece que la explicación debería buscarse en acontecimientos que se producen en China más que en los desarrollos que tienen lugar en los diversos países latinoamericanos. Una explicación es que la limitación de los recursos realmente empezó a dejarse sentir en China a finales de la década de los noventa. Este punto de vista se ve confirmado por el fuerte incremento en el déficit comercial neto de China en una serie de materias primas básicas que figuran de modo prominente en las exportaciones de América Latina, como el cobre, el mineral de hierro, el níquel y la soja, desde finales de la década de los noventa (UNCTAD, 2005: fig. 2.8). Además, la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el año 2001 y la subsiguiente liberalización del comercio pudieron haber constituido un impulso adicional para las exportaciones de la región.
Por lo que respecta a la composición de las exportaciones a China, el papel de la región es claramente el de proveedor de productos básicos y de materias primas manufacturadas con un grado relativamente bajo de elaboración. Esto representa aproximadamente las cuatro quintas partes del total de las exportaciones (Rosales y Kuwayama 2007: gráfico 8). Los principales productos exportados desde la región son la soja, el mineral de hierro, el cobre, la pasta de papel, el petróleo, la harina de pescado y el cuero (Rosales y Kuwayama 2007: tabla 11) (2). También vale la pena apuntar que, referente a los principales exportadores latinoamericanos a China, las exportaciones se concentran en una gama muy estrecha de productos. Más del 75% de las importaciones chinas procedentes de Argentina y de Chile son de soja y de cobre, respectivamente. Las dos terceras partes de las importaciones procedentes de Brasil son de soja, hierro y acero, mientras que un porcentaje similar de las importaciones procedentes del Perú son de cobre y de harina de pescado (CEPAL, 2005: cuadro V.6). De este modo, los principales exportadores latinoamericanos a China no han conseguido hasta ahora diversificar sus exportaciones más allá de unas cuantas mercancías básicas.
No todos los países latinoamericanos han participado igualmente en el boom de las exportaciones a China. Mientras que este país representó el 4,9% del total de las exportaciones de la región en 2006, los porcentajes correspondientes a los distintos países considerados individualmente oscilan entre el 1% o menos del total de las exportaciones en Colombia, Ecuador y varios países centroamericanos, hasta más del 10% en Costa Rica, Cuba y Perú.
¿Qué es lo que explica las principales diferencias en el grado en que distintos países latinoamericanos han aprovechado las ventajas que ofrecía el creciente mercado chino? Para examinar más a fondo esta cuestión, hemos elaborado una tabla con los datos de las exportaciones procedentes de 18 países latinoamericanos a China y Hong Kong para el período 1986-2004 (3). Se estableció un modelo tipo gravedad en el que el comercio bilateral entre dos países está en función de su PIB, y la distancia entre ellos era después estimada utilizando el método de mínimos cuadrados generalizados. Además, se incluyeron otras variables que podían haber influido en el flujo de las exportaciones durante dicho período. Las variables económicas consideradas, aparte del PIB, fueron la transparencia de las economías latinoamericanas al control de las diferencias en la orientación comercial entre países, a lo largo del tiempo, y el tipo de cambio real entre la divisa local y el yuan chino. Las variables geográficas incluidas, además de la distancia, fueron la variable cero [dummy variable] del modelo de gravedad estándar para los países sin salida al mar, y otra variable dummy para aquellos países que tenían costa en el Pacífico, ya que se pensaba que esto podía facilitar el comercio con China. En este tipo de modelos es corriente incluir países miembros de tratados comerciales y, en este caso, se incluyó una variable para la participación en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otra para el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Además, debido a que varios países latinoamericanos todavía reconocen a Taiwán y, por consiguiente, no tienen relaciones diplomáticas con la República Popular China, también este hecho se incluyó como variable dummy. Finalmente, también contó como variable independiente la existencia de lazos socioculturales, de los que era un indicio, por ejemplo, el tamaño de la comunidad étnica china respecto a la población total en diferentes países latinoamericanos (4).
Entre las variables económicas, tanto el PIB como el tipo de cambio real y el nivel arancelario promedio de China resultaron ser tan importantes como era de esperar. Sin embargo, no había pruebas de que las exportaciones a China se viesen afectadas por la apertura de las economías latinoamericanas. La única variable geográfica que era estadísticamente significativa fue la distancia relativa, definida como la ratio de la distancia a China respecto de la distancia a Estados Unidos. En otras palabras, cuanto más cerca estaba un país a Estados Unidos por comparación con China, menos probabilidades tenía de exportar a China. Sorprendentemente, ni el hecho de ser un país sin salida al mar ni el de tener costa en el Pacífico tenían un impacto significativo en las exportaciones de un país a China. También era sorprendente que ni la adhesión de China a la OMC ni la pertenencia común al APEC tenían un impacto perceptible en las exportaciones latinoamericanas (5). Sin embargo, y en contraste con ello, aquellos países que mantenían relaciones diplomáticas con Taiwán tenían un nivel significativamente más bajo del que podía esperarse en su actividad exportadora6. Finalmente, los lazos socioculturales con la diáspora china mostraron tener un impacto positivo en las exportaciones.
Las oportunidades de mercado que China representa para los exportadores latinoamericanos son un claro ejemplo de un efecto complementario en la región. Sin embargo, si bien no cabe la menor duda de que, a corto plazo, la demanda china de materias primas ha constituido un impulso para la región como un todo, existe la preocupación de que esto lleve a un énfasis excesivo en los sectores básicos menos dinámicos y que haya solamente oportunidades limitadas para incrementar el valor añadido y el cambio tecnológico (IDB, 2006; Mesquita Moreira, 2007).
Importaciones latinoamericanas desde China
Las importaciones chinas también han crecido significativamente en los últimos años, aunque no tan rápidamente como las exportaciones. Las importaciones chinas crecieron ininterrumpidamente desde comienzos de los años noventa, con un leve descenso en 1999, después de lo cual se recuperaron y crecieron rápidamente, particularmente desde 2003 en adelante.
Aunque la participación de China varía en función de los países, las diferencias no son tan notables como en el caso de las exportaciones (7). Por lo que respecta al tipo de mercancías importadas desde China, el patrón es el contrario del que se observa en las exportaciones latinoamericanas a China. Más del 90% de las importaciones son productos manufacturados y más del 85% son productos manufacturados no basados en recursos naturales (Lall y Weiss 2005: tabla 8). Casi la mitad de todas las importaciones procedentes de China son productos que requieren mucha mano de obra y de baja tecnología, pero el nivel tecnológico de las importaciones está aumentando con el tiempo (Lall y Weiss, 2005: tabla 8).
La composición de los productos manufacturados importados desde China varía en función de los países. Las importaciones de productos de baja tecnología solamente representaron en torno a un 20% del total de importaciones desde China a Argentina, Brasil y México en 2002, en comparación con el 45% de la región como un todo (Lall y Weiss, 2005: tabla 8 y Apéndice tabla A.6). El porcentaje de productos manufacturados basados en el trabajo de mano de obra no cualificada estuvo en torno al 20% del total de importaciones desde China a Brasil y México, pero fue mucho más elevado (entre el 40% y el 50%) en Bolivia, Nicaragua y Perú (Jenkins y Edwards, 2004: tabla A.5).
Un factor importante a la hora de determinar el impacto del aumento de las importaciones desde China en las economías latinoamericanas es si dichas importaciones desplazan a los productores locales o simplemente reemplazan a las importaciones procedentes de otros países. En este último caso, se produce una supuesta ventaja para la economía importadora debido al incremento en la oferta de manufacturas chinas baratas. Pero si los productos importados compiten directamente con los productores locales, deben tenerse en cuenta las pérdidas en el bienestar debidas a su desplazamiento.
Hasta ahora no ha habido estudios detallados sobre este tema en el caso de América Latina. Los casos de los que se tiene conocimiento, sin embargo, parecen indicar que durante las primeras fases del crecimiento de las exportaciones chinas a la región, el impacto lo sufrieron principalmente otros países exportadores, pero más recientemente han empezado a verse afectados los productores domésticos. Este parece haber sido el caso de Brasil, donde los empresarios industriales solamente empezaron a darse cuenta en 2005 de las dimensiones del reto que representaba China (Jenkins y Dussel, 2007: 13). En otros países latinoamericanos, igualmente, se han producido cada vez más quejas de los productores locales acerca del impacto de las importaciones chinas (Murphy et. al., 2007).
Inversión exterior directa
El papel de los flujos de IDE no es, ni con mucho, tan significativo como el del comercio en las relaciones entre China y América Latina. En 2005, los flujos de la IDE china a América Latina ascendieron a 659 millones de dólares, aunque esta cifra incluía la inversión en paraísos fiscales del Caribe como las Islas Vírgenes y las Islas Caimán, que representaban el grueso de la inversión (Ludning, 2006: 8). Aunque los flujos de salida de la IDE china han crecido rápidamente en los últimos años, lo han hecho partiendo de una base muy baja. La IDE china en América Latina es básicamente del tipo “búsqueda de recursos”, particularmente en petróleo y minerales. Geográficamente, esta inversión se ha dirigido sobre todo a Brasil, Chile, Perú y Venezuela (Funakushi y Loser, 2005; CEPAL, 2004: Cuadro V.5). También ha habido inversiones chinas en el sector industrial en México.
El modesto impacto de la inversión china en América Latina la confirman los datos relativos a los países latinoamericanos considerados individualmente. Según el Banco Central del Brasil, la inversión china en el país durante el período 2001-2004 ascendió a un total de 58 millones de dólares (principalmente en artículos de electrónica y telecomunicaciones), una cifra más bien modesta si se tiene en cuenta que la entrada total de IDE en Brasil durante este período fue de 78.000 millones de dólares. El año pasado, el anuncio de diversas inversiones importantes dio a entender que se produciría una mayor entrada de IDE. Por ejemplo, Shanghai Baosteel anunció unas inversiones de unos 2.000 millones de dólares en el sector siderúrgico en una joint venture con CVRD (la principal empresa minera brasileña). Sin embargo, la mayor parte de estas inversiones fueron posteriormente canceladas o postergadas. La inversión china en México fue igualmente limitada. En el período 1999-2005, la IDE china en México fue de 41 millones de dólares, un 1,2% de la IDE procedente de los países asiáticos, el 52,7% de los cuales en productos manufacturados y el 24,4% en servicios. 339 empresas con capital chino estaban registradas en México, lo que representaba el 1,1% de las empresas extranjeras que operaban en el país en 2005 (SE, 2005).
La IDE latinoamericana en China es aún menos importante. Procede principalmente del Brasil, han sido solamente un puñado de empresas brasileñas las que han decidido invertir en China. La precursora fue Embraco (compresores), que estableció una joint venture con una empresa china en 1995, y fue seguida por otras empresas como Embracer (aeronáutica), Weg (motores eléctricos), Sabo (componentes para automóviles) y Marcopolo (autobuses). El valor de la inversión de todas estas empresas combinadas fue de solamente 15 millones de dólares el año 2003 (esta es la última cifra disponible), sobre un total de una IDE externa en Brasil de 43.400 millones de dólares (Abreu, 2004; Fleury y Fleury, 2006). Recientemente, algunas empresas mexicanas también han empezado a invertir en China: Maseca ha encabezado este proceso con una inversión de 100 millones de dólares en 2006.
Impactos indirectos en América latina del crecimiento de China
Dos de las principales preocupaciones en América Latina respecto a la creciente importancia económica de China no surgen de los efectos directos de las relaciones económicas bilaterales con China, sino de los efectos indirectos sobre las relaciones de la región con terceros países. En el caso del comercio, algunos países consideran a China como una seria amenaza competitiva a sus exportaciones, particularmente a los mercados de los países desarrollados, mientras que en lo referente a la IDE existe la preocupación de que la inversión se desvía desde América Latina a China. En esta sección examinaremos estas dos amenazas. También consideraremos el posible impacto de China en la relación de intercambio de las economías latinoamericanas.
La amenaza a las exportaciones latinoamericanas
La amenaza potencial que representa China para las exportaciones latinoamericanas a terceros mercados ha sido uno de los aspectos más estudiados del impacto de China en la región. Estudios anteriores que han comparado América Latina con otras regiones han encontrado que, con la excepción de México, los países de la región están menos amenazados por las exportaciones chinas a terceros mercados de lo que lo están las economías asiáticas o las economías de transición de la Europa del Este (Blázquez-Lidoy et. al.., 2007; IDB, 2006: cap. 5; Meller y Contreras, 2003). El punto de vista optimista, tal como lo expresa un informe reciente del Banco Mundial, es que “hay pruebas de que se está produciendo una cierta sustitución entre las exportaciones de América Latina y el Caribe y las exportaciones chinas en varias empresas, pero estos efectos se limitan a unos cuantos países (principalmente México y, en menor medida, América Central) y a unos cuantos sectores industriales” (Lederman, Olarreaga y Perry, 2006: 26). También se ha dicho que con el tiempo “el patrón de especialización comercial de los países de América Latina y el Caribe se está volviendo cada vez más complementario respecto al patrón de especialización de China” (Lederman, Olarreaga y Rubiano, 2006: 17).
Sin embargo, hay motivos para creer que la amenaza a las exportaciones latinoamericanas es más importante de lo que da a entender esta afirmación tan optimista. La entrada de China en la OMC el año 2001 y posteriormente la reducción por etapas hasta la eliminación final el 1 de enero de 2005 de los cupos sobre los artículos textiles y de confección en virtud del Acuerdo sobre los Textiles y el Vestido (ATV) de la OMC tuvo como consecuencia un considerable aumento de la competencia de China en los mercados de los países desarrollados. También por lo que respecta a los países afectados, México no es ni mucho menos el único. Es muy probable que los países de América Central se vean negativamente afectados debido a que se han especializado en la exportación de productos manufacturados que requieren mucha mano de obra.
La mayor parte de los estudios hasta ahora realizados del impacto de China sobre las exportaciones latinoamericanas han utilizado varios tipos de índices para evaluar la semejanza entre la estructura exportadora de China y la de diferentes países latinoamericanos como forma de identificar la potencial amenaza que plantea China8. Aquí, sin embargo, trataremos de evaluar en qué medida los países latinoamericanos han perdido cuota de mercado en Estados Unidos con respecto a China en estos últimos años. Así, en vez de centrarnos en la amenaza potencial en el futuro, examinaremos el impacto real que ha tenido China en las exportaciones latinoamericanas en los últimos tiempos. La metodología utilizada para evaluar la pérdida de cuota de mercado con respecto a China es una extensión del tipo de análisis CMS (Constant Market Share o Cuotas de Mercado Constantes) desarrollado por Chami Batista (de próxima aparición). Las ganancias (pérdidas) de cuotas de mercado entre países se relacionan con sus índices de crecimiento relativo. En otras palabras, los países ganan respecto de aquellos otros cuyas exportaciones crecen más lentamente, y pierden con respecto a aquellos en los que las exportaciones crecen más rápidamente que las propias.
La pérdida de cuota de mercado por un país (H) con respecto a China (C), en un producto particular i, se define como: ΔkHci = ΔkHi*ktCi - Δ kCi* ktH (1)
Donde: kHi es la parte del país H en el total de importaciones del producto i por el mercado de destino; kCi es la parte de China en el total de importaciones del producto i por el mercado de destino, y el superíndice t representa el año inicial del período.
Adicionando todos los productos obtenemos la pérdida total de cuota de mercado con respecto a China: ΣΔkHci = ΣΔkHi*ktCi - ΣΔ kCi* ktHi (2)
Aunque esto nos proporciona una forma útil de atribuir pérdidas de cuota de mercado entre países, hemos de tener en cuenta que la descomposición se basa en identidades contables y que, por consiguiente, hay que tener mucho cuidado antes de extraer inferencias causales de ella.
La ecuación (2) se utilizó para calcular la pérdida de cuota de mercado de los países latinoamericanos respecto a China. El análisis que presentamos aquí se centra en Estados Unidos, ya que este ha sido el mercado más significativo por lo que respecta a la competencia entre China y América Latina9. Los datos proceden de la Comisión Internacional de Comercio de Estados Unidos (http://dataweb.usitc.gov/) y cubren las importaciones desde 18 países de la región y desde China y Hong Kong. Se utilizaron datos de producto al nivel de 5 dígitos del SITC (Rev.3) [Standard International Trade Classification, Revision 3]. Era importante que hubiera un elevado nivel de desagregación para tener la garantía de que los productos comparados eran realmente comparables. Se recopilaron los datos de cuatro años clave, 1996, 2001, 2004 y 2006. 1996 representa la situación existente un tiempo antes de que China se convirtiera en miembro de la OMC. 2001 es el momento inmediatamente anterior a su entrada en la OMC en diciembre de 2001. 2004 es el último año antes de la supresión final de las cuotas sobre productos textiles y prendas de confección del 1 de enero del 200610 y 2006 es el último año para el que se dispone de datos. El uso de estos cuatro años hace posible analizar cómo ha evolucionado en el tiempo la competencia entre China y América Latina en respuesta a estos cambios en el régimen comercial.
El primer punto que destaca la tabla 2 es el fuerte incremento del impacto de China en las exportaciones latinoamericanas a Estados Unidos durante el período posterior a su entrada como miembro de la OMC. Mientras que entre 1996 y 2001 el efecto acumulado en la región como un todo ascendió a 1.300 millones de dólares (el 1% de las exportaciones de 1996), durante los cinco años siguientes, el impacto ascendió a más de 18.000 millones de dólares (un 9,3% de las exportaciones del 2001). Esta es una prueba adicional a favor del punto de vista de que, lejos de reducirse con el tiempo, el impacto de la competencia china en América Latina ha ido en aumento.
Si nos fijamos en la experiencia de los países considerados individualmente, puede verse que solamente dos de ellos (Nicaragua y Perú) no han perdido exportaciones a Estados Unidos a consecuencia de la competencia china durante todo el período 1996-2006. Además de Nicaragua, otros países de América Central (El Salvador, Guatemala y Honduras) pudieron ganar cuota de mercado de China en el período anterior a la entrada de este último como miembro de la OMC. Sin embargo, en los tres países estas ganancias se vieron más que compensadas por las pérdidas habidas después de la entrada de China en la OMC. Estas pérdidas se concentraron especialmente en el período posterior al 2004, cuando incluso Nicaragua perdió parte de sus exportaciones con respecto a China.
En el período entre 1996 y 2001, los países más gravemente afectados fueron Bolivia, Paraguay y Uruguay, cuyas pérdidas estimadas con respecto a China representaron más del 5% del total de sus exportaciones a Estados Unidos. Entre 2001 y 2006, los más afectados fueron la República Dominicana, El Salvador, México y Guatemala, todos los cuales perdieron más del 10%. Como era de esperar, entre 2004 y 2006, los países que más perdieron en el período subsiguiente a la supresión progresiva de las cuotas fijadas por el ATC fueron la República Dominicana y los países de América Central que más fuertemente dependían de las exportaciones a Estados Unidos de productos textiles y prendas de confección. Los países que se han visto menos afectados en el período posterior a 2001 han sido los países del grupo andino cuyas exportaciones a Estados Unidos son principalmente de minerales y petróleo, y que, en consecuencia, no han tenido que hacer frente de una forma significativa a la competencia china.
La amenaza del desvío de la IDE a China
La segunda área de preocupación respecto a los efectos competitivos es que el aumento del atractivo de China como anfitrión de los inversores extranjeros ha reducido los flujos de IDE a América Latina y al Caribe. En comparación con la literatura existente sobre el comercio, ha habido relativamente pocos estudios sobre esto. El caso a primera vista más claro se basa en el rápido crecimiento de la IDE a China durante la década de los noventa, mientras que la inversión en América Latina y el Caribe se rezagaba11, aunque esto no indica necesariamente la existencia de una relación causal. Un punto de vista alternativo es el de que la IDE en China comporta el desarrollo de unas redes de producción globales y que, por tanto, es complementaria a los flujos de inversión a otros países, como se ha argumentado para el caso del Este de Asia (Chantasasawat et. al.., 2004).
Cuando se habla de inversión extranjera se suele distinguir entre diferentes tipos de IDE en función de su motivación –búsqueda de recursos naturales; búsqueda de mercado; búsqueda de eficiencia. El desvío tiene más probabilidades de producirse en el último de estos casos, aquel en el que la IDE puede reforzar los cambios en los patrones comerciales a medida que las empresas se trasladan a países en los que los costes son inferiores. Es menos probable allí donde la inversión es básicamente una búsqueda de recursos, dado que en este caso depende de la existencia de recursos naturales y es mucho menos móvil. Las inversiones de búsqueda de mercado ocupan una posición intermedia, por cuanto en este caso los inversores pueden considerar el atractivo relativo de diferentes mercados en función de su tamaño y crecimiento. Aunque una parte importante de la IDE a China puede considerarse como de búsqueda de eficiencia, esta es menos importante en América Latina y el Caribe, donde la IDE de búsqueda de mercado y recursos naturales ha dominado (CEPAL, 2004: tabla I.6).
A pesar del rápido crecimiento de la IDE desde comienzos de la década de los noventa, China representa solamente el 6% de los flujos de entrada de IDE. En conjunto, pues, aunque haya desvíos hacia China, los efectos en la disponibilidad de capital extranjero en otras regiones como América Latina y el Caribe son probablemente limitados. Sin embargo, si los mercados de capital son imperfectos es posible que se produzcan efectos en los flujos de determinados sectores y países (IDB, 2006: cap. 6). Algunos datos estilizados sugieren que no es probable que los desvíos a China hayan sido muy significativos. Para empezar, por lo que respecta a las fuentes de IDE, la inversión en América Latina y el Caribe procede principalmente de Estados Unidos y de la Unión Europea, mientras que la IDE en China procede sobre todo del Este de Asia. De modo parecido, la distribución sectorial de la IDE también es diferente. La IDE norteamericana en China va sobre todo a la industria manufacturera, mientras que en América Latina dominan otros sectores (IDB, 2006: cap. 6). Aunque esto hace que los desvíos sean improbables para la región como un todo, la situación varía según los países. Igual que en el caso del comercio, México parece ser el país más amenazado por la competencia china.
Cuatro estudios econométricos han intentado verificar la tesis del desvío de la IDE de un modo más sistemático, con resultados desiguales. Chantasasawat et. al. (2004) concluyen que la IDE en China no tiene ningún efecto en el nivel de IDE en América Latina, y que es significativa, en cambio, en la participación de los países latinoamericanos en la IDE total de los países en desarrollo (aunque no es el factor determinante principal). Eichengreen y Tong (2005), utilizando un modelo tipo gravedad, no encontraron pruebas de que hubiera un desvío de IDE de América Latina a China en 1988-2002. García Herrero y Santabárbara (2007) distinguen dos períodos temporales: uno (1984-2001) en el que, al igual que Chantasasawat et. al., encuentran que no hay un desvío significativo de la IDE a China, y otro (1995-2001), en el que hallan que se produce un claro efecto negativo sobre la IDE en México (y en menor medida en Colombia). Finalmente, Cravino et. al. (2006b) encuentran un impacto positivo de la IDE en China sobre el total de la inversión exterior en América Latina, lo que sugiere que existe una complementariedad más que una competencia por el capital extranjero. Sin embargo, no detectan ninguna relación en el sector de la industria manufacturera, en el que es más fácil que se den las cuotas de producción.
Estos estudios adolecen de una serie de limitaciones. El período temporal del análisis puede ser importante, y aunque es posible que en el pasado no hubiera un desvío importante de IDE a China, esto no es ninguna garantía de que no vaya a producirse en el futuro. Las conclusiones de García Herrero y Santabárbara (2007) respecto a los efectos sobre diferentes países latinoamericanos también indican que los datos de conjunto sobre la región como un todo pueden ocultar impactos significativos en países individuales. También es posible que haya efectos sectoriales específicos que no se hayan detectado en el tipo de estudios de conjunto que se han llevado a cabo hasta ahora. Esto apunta a la necesidad de seguir trabajando en este tema, especialmente en lo relativo al impacto sobre aquellos países y sectores individuales en los que es más probable que se produzca un desvío.
El impacto de China en la relación de intercambios y en las economías latinoamericanas
El rápido crecimiento de China y su cada vez mayor apertura al mundo durante el último cuarto del pasado siglo han llevado a su emergencia como un actor clave en la economía global de principios del siglo XXI. El PIB de China ha crecido más de un 9% anual durante las dos últimas décadas y actualmente es la cuarta economía del mundo en cuanto al PIB según los tipos de cambio oficiales (y la segunda en cuanto a los índices de paridad del poder adquisitivo). Su participación en el comercio mundial ha subido desde menos del 1% en 1980 hasta más del 6,5% en 2005, lo que la ha convertido en la tercera economía comercial del mundo. Y de acuerdo con las últimas tendencias podría convertirse en el mayor exportador del mundo a comienzos de la próxima década (OECD, 2005).
La cada vez mayor competitividad de China y su amplia presencia en los mercados mundiales están teniendo un gran impacto tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Si bien esto ha sido ampliamente analizado desde el punto de vista de los países desarrollados (Cass et. al., 2003; Prasad, 2004), es mucho menos lo que se sabe de las implicaciones que ello conlleva en América Latina. Hace una década, el comercio entre China y la región era limitado, pero esta situación ha cambiado espectacularmente. Las empresas chinas están ya empezando a invertir en América Latina. La existencia de estos nuevos vínculos económicos ha tenido su reflejo político en la visita que hizo el presidente chino Hu Jintao a la región en el año 2004 y en las a su vez que han realizado a Beijing varios líderes latinoamericanos. Si bien algunos autores han visto el crecimiento de China como una gran ayuda para América Latina –un “ángel” y no un “diablo”, como dice un artículo que se cita con frecuencia (Blázquez-Lidoy et. al., 2007)–, hoy existe un escepticismo cada vez mayor respecto al impacto que está teniendo China en la región. Hace unos meses el International Herald Tribune informaba de que los fabricantes textiles colombianos han visto caer sus exportaciones como consecuencia de la fuerte competencia china, y citaba al presidente del National Foreign Trade Council [Consejo Nacional del Comercio Exterior] de Washington que afirmaba: “Los países menos desarrollados de América Latina están muertos de miedo” (Murphy et. al., 2007).
Este artículo se propone describir el impacto económico que está teniendo el crecimiento de China en América Latina, y se centra particularmente en el comercio y en la inversión directa extranjera (IDE). Pone de manifiesto los diversos efectos que tiene China en la región y destaca los retos a los que tendrán que hacer frente los países latinoamericanos en un futuro próximo. Es importante tener en cuenta que, debido a las diferencias de tamaño, China es económicamente mucho más importante para América Latina y el Caribe, de lo que la región lo es para China. Esto es obviamente cierto por lo que respecta a los países considerados individualmente. Brasil, el mayor exportador latinoamericano a China, ocupa el catorceavo lugar entre los proveedores de China, con unas importaciones que representan el 1,5% del total, mientras que ningún otro país de la región se encuentra entre los veinte primeros países que son fuentes de importación para China. Los países latinoamericanos son aún menos importantes como destinos de las exportaciones chinas, y México, el más importante en este sentido, ocupa el vigésimo segundo lugar, con menos del 1% del total de las exportaciones chinas. Incluso tomando a América Latina y al Caribe en su conjunto, la región representa solamente el 3% de las exportaciones de China, y el 3,8 de sus importaciones. Por otro lado, China es uno de los cinco primeros mercados de exportación para Argentina, Brasil, Chile, Cuba y Perú, y es una de las cinco fuentes principales de las importaciones de estos países, así como de Colombia, México, Paraguay y Uruguay (CEPAL, 2005, tabla V.5).
Al analizar el impacto de China en la región es útil distinguir entre los efectos directos y los indirectos. Los efectos directos son aquellos que se derivan de la inversión y del comercio bilateral entre América Latina y China, los cuales abordaremos a continuación. Sin embargo, debido a la envergadura de China y a su creciente importancia en la economía global, también afecta al comercio mundial y a los flujos de inversión, así como a los precios mundiales en vías que tienen un impacto en América Latina. Tres de estos impactos indirectos se discutirán más adelante: la competencia para las exportaciones latinoamericanas con respecto a los mercados de terceros países; la competencia entre China y América Latina para atraer la inversión directa extranjera; y el impacto en la relación de comercio exterior (relación entre los índices de precios de exportación e importación). El hecho de que estos impactos sean positivos o negativos para las economías latinoamericanas depende de su naturaleza (competitiva o complementaria) y de la importancia relativa de los efectos en diferentes países. La última sección de este trabajo considerará los probables desarrollos en las relaciones económicas entre China y América Latina en el futuro inmediato, así como los retos que plantearán dichos desarrollos.
El impacto directo de China en América latina
China como mercado para las exportaciones latinoamericanas
Como se ha indicado más arriba, las exportaciones a China de América Latina han crecido espectacularmente en los últimos años. Si bien el comercio con China se fue desarrollando durante la mayor parte de la década de los noventa, el incremento realmente fuerte en las exportaciones de la región se ha producido desde 1999 (1). Dado que este patrón es válido para los principales países de América Latina que exportan a China, parece que la explicación debería buscarse en acontecimientos que se producen en China más que en los desarrollos que tienen lugar en los diversos países latinoamericanos. Una explicación es que la limitación de los recursos realmente empezó a dejarse sentir en China a finales de la década de los noventa. Este punto de vista se ve confirmado por el fuerte incremento en el déficit comercial neto de China en una serie de materias primas básicas que figuran de modo prominente en las exportaciones de América Latina, como el cobre, el mineral de hierro, el níquel y la soja, desde finales de la década de los noventa (UNCTAD, 2005: fig. 2.8). Además, la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el año 2001 y la subsiguiente liberalización del comercio pudieron haber constituido un impulso adicional para las exportaciones de la región.
Por lo que respecta a la composición de las exportaciones a China, el papel de la región es claramente el de proveedor de productos básicos y de materias primas manufacturadas con un grado relativamente bajo de elaboración. Esto representa aproximadamente las cuatro quintas partes del total de las exportaciones (Rosales y Kuwayama 2007: gráfico 8). Los principales productos exportados desde la región son la soja, el mineral de hierro, el cobre, la pasta de papel, el petróleo, la harina de pescado y el cuero (Rosales y Kuwayama 2007: tabla 11) (2). También vale la pena apuntar que, referente a los principales exportadores latinoamericanos a China, las exportaciones se concentran en una gama muy estrecha de productos. Más del 75% de las importaciones chinas procedentes de Argentina y de Chile son de soja y de cobre, respectivamente. Las dos terceras partes de las importaciones procedentes de Brasil son de soja, hierro y acero, mientras que un porcentaje similar de las importaciones procedentes del Perú son de cobre y de harina de pescado (CEPAL, 2005: cuadro V.6). De este modo, los principales exportadores latinoamericanos a China no han conseguido hasta ahora diversificar sus exportaciones más allá de unas cuantas mercancías básicas.
No todos los países latinoamericanos han participado igualmente en el boom de las exportaciones a China. Mientras que este país representó el 4,9% del total de las exportaciones de la región en 2006, los porcentajes correspondientes a los distintos países considerados individualmente oscilan entre el 1% o menos del total de las exportaciones en Colombia, Ecuador y varios países centroamericanos, hasta más del 10% en Costa Rica, Cuba y Perú.
¿Qué es lo que explica las principales diferencias en el grado en que distintos países latinoamericanos han aprovechado las ventajas que ofrecía el creciente mercado chino? Para examinar más a fondo esta cuestión, hemos elaborado una tabla con los datos de las exportaciones procedentes de 18 países latinoamericanos a China y Hong Kong para el período 1986-2004 (3). Se estableció un modelo tipo gravedad en el que el comercio bilateral entre dos países está en función de su PIB, y la distancia entre ellos era después estimada utilizando el método de mínimos cuadrados generalizados. Además, se incluyeron otras variables que podían haber influido en el flujo de las exportaciones durante dicho período. Las variables económicas consideradas, aparte del PIB, fueron la transparencia de las economías latinoamericanas al control de las diferencias en la orientación comercial entre países, a lo largo del tiempo, y el tipo de cambio real entre la divisa local y el yuan chino. Las variables geográficas incluidas, además de la distancia, fueron la variable cero [dummy variable] del modelo de gravedad estándar para los países sin salida al mar, y otra variable dummy para aquellos países que tenían costa en el Pacífico, ya que se pensaba que esto podía facilitar el comercio con China. En este tipo de modelos es corriente incluir países miembros de tratados comerciales y, en este caso, se incluyó una variable para la participación en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otra para el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Además, debido a que varios países latinoamericanos todavía reconocen a Taiwán y, por consiguiente, no tienen relaciones diplomáticas con la República Popular China, también este hecho se incluyó como variable dummy. Finalmente, también contó como variable independiente la existencia de lazos socioculturales, de los que era un indicio, por ejemplo, el tamaño de la comunidad étnica china respecto a la población total en diferentes países latinoamericanos (4).
Entre las variables económicas, tanto el PIB como el tipo de cambio real y el nivel arancelario promedio de China resultaron ser tan importantes como era de esperar. Sin embargo, no había pruebas de que las exportaciones a China se viesen afectadas por la apertura de las economías latinoamericanas. La única variable geográfica que era estadísticamente significativa fue la distancia relativa, definida como la ratio de la distancia a China respecto de la distancia a Estados Unidos. En otras palabras, cuanto más cerca estaba un país a Estados Unidos por comparación con China, menos probabilidades tenía de exportar a China. Sorprendentemente, ni el hecho de ser un país sin salida al mar ni el de tener costa en el Pacífico tenían un impacto significativo en las exportaciones de un país a China. También era sorprendente que ni la adhesión de China a la OMC ni la pertenencia común al APEC tenían un impacto perceptible en las exportaciones latinoamericanas (5). Sin embargo, y en contraste con ello, aquellos países que mantenían relaciones diplomáticas con Taiwán tenían un nivel significativamente más bajo del que podía esperarse en su actividad exportadora6. Finalmente, los lazos socioculturales con la diáspora china mostraron tener un impacto positivo en las exportaciones.
Las oportunidades de mercado que China representa para los exportadores latinoamericanos son un claro ejemplo de un efecto complementario en la región. Sin embargo, si bien no cabe la menor duda de que, a corto plazo, la demanda china de materias primas ha constituido un impulso para la región como un todo, existe la preocupación de que esto lleve a un énfasis excesivo en los sectores básicos menos dinámicos y que haya solamente oportunidades limitadas para incrementar el valor añadido y el cambio tecnológico (IDB, 2006; Mesquita Moreira, 2007).
Importaciones latinoamericanas desde China
Las importaciones chinas también han crecido significativamente en los últimos años, aunque no tan rápidamente como las exportaciones. Las importaciones chinas crecieron ininterrumpidamente desde comienzos de los años noventa, con un leve descenso en 1999, después de lo cual se recuperaron y crecieron rápidamente, particularmente desde 2003 en adelante.
Aunque la participación de China varía en función de los países, las diferencias no son tan notables como en el caso de las exportaciones (7). Por lo que respecta al tipo de mercancías importadas desde China, el patrón es el contrario del que se observa en las exportaciones latinoamericanas a China. Más del 90% de las importaciones son productos manufacturados y más del 85% son productos manufacturados no basados en recursos naturales (Lall y Weiss 2005: tabla 8). Casi la mitad de todas las importaciones procedentes de China son productos que requieren mucha mano de obra y de baja tecnología, pero el nivel tecnológico de las importaciones está aumentando con el tiempo (Lall y Weiss, 2005: tabla 8).
La composición de los productos manufacturados importados desde China varía en función de los países. Las importaciones de productos de baja tecnología solamente representaron en torno a un 20% del total de importaciones desde China a Argentina, Brasil y México en 2002, en comparación con el 45% de la región como un todo (Lall y Weiss, 2005: tabla 8 y Apéndice tabla A.6). El porcentaje de productos manufacturados basados en el trabajo de mano de obra no cualificada estuvo en torno al 20% del total de importaciones desde China a Brasil y México, pero fue mucho más elevado (entre el 40% y el 50%) en Bolivia, Nicaragua y Perú (Jenkins y Edwards, 2004: tabla A.5).
Un factor importante a la hora de determinar el impacto del aumento de las importaciones desde China en las economías latinoamericanas es si dichas importaciones desplazan a los productores locales o simplemente reemplazan a las importaciones procedentes de otros países. En este último caso, se produce una supuesta ventaja para la economía importadora debido al incremento en la oferta de manufacturas chinas baratas. Pero si los productos importados compiten directamente con los productores locales, deben tenerse en cuenta las pérdidas en el bienestar debidas a su desplazamiento.
Hasta ahora no ha habido estudios detallados sobre este tema en el caso de América Latina. Los casos de los que se tiene conocimiento, sin embargo, parecen indicar que durante las primeras fases del crecimiento de las exportaciones chinas a la región, el impacto lo sufrieron principalmente otros países exportadores, pero más recientemente han empezado a verse afectados los productores domésticos. Este parece haber sido el caso de Brasil, donde los empresarios industriales solamente empezaron a darse cuenta en 2005 de las dimensiones del reto que representaba China (Jenkins y Dussel, 2007: 13). En otros países latinoamericanos, igualmente, se han producido cada vez más quejas de los productores locales acerca del impacto de las importaciones chinas (Murphy et. al., 2007).
Inversión exterior directa
El papel de los flujos de IDE no es, ni con mucho, tan significativo como el del comercio en las relaciones entre China y América Latina. En 2005, los flujos de la IDE china a América Latina ascendieron a 659 millones de dólares, aunque esta cifra incluía la inversión en paraísos fiscales del Caribe como las Islas Vírgenes y las Islas Caimán, que representaban el grueso de la inversión (Ludning, 2006: 8). Aunque los flujos de salida de la IDE china han crecido rápidamente en los últimos años, lo han hecho partiendo de una base muy baja. La IDE china en América Latina es básicamente del tipo “búsqueda de recursos”, particularmente en petróleo y minerales. Geográficamente, esta inversión se ha dirigido sobre todo a Brasil, Chile, Perú y Venezuela (Funakushi y Loser, 2005; CEPAL, 2004: Cuadro V.5). También ha habido inversiones chinas en el sector industrial en México.
El modesto impacto de la inversión china en América Latina la confirman los datos relativos a los países latinoamericanos considerados individualmente. Según el Banco Central del Brasil, la inversión china en el país durante el período 2001-2004 ascendió a un total de 58 millones de dólares (principalmente en artículos de electrónica y telecomunicaciones), una cifra más bien modesta si se tiene en cuenta que la entrada total de IDE en Brasil durante este período fue de 78.000 millones de dólares. El año pasado, el anuncio de diversas inversiones importantes dio a entender que se produciría una mayor entrada de IDE. Por ejemplo, Shanghai Baosteel anunció unas inversiones de unos 2.000 millones de dólares en el sector siderúrgico en una joint venture con CVRD (la principal empresa minera brasileña). Sin embargo, la mayor parte de estas inversiones fueron posteriormente canceladas o postergadas. La inversión china en México fue igualmente limitada. En el período 1999-2005, la IDE china en México fue de 41 millones de dólares, un 1,2% de la IDE procedente de los países asiáticos, el 52,7% de los cuales en productos manufacturados y el 24,4% en servicios. 339 empresas con capital chino estaban registradas en México, lo que representaba el 1,1% de las empresas extranjeras que operaban en el país en 2005 (SE, 2005).
La IDE latinoamericana en China es aún menos importante. Procede principalmente del Brasil, han sido solamente un puñado de empresas brasileñas las que han decidido invertir en China. La precursora fue Embraco (compresores), que estableció una joint venture con una empresa china en 1995, y fue seguida por otras empresas como Embracer (aeronáutica), Weg (motores eléctricos), Sabo (componentes para automóviles) y Marcopolo (autobuses). El valor de la inversión de todas estas empresas combinadas fue de solamente 15 millones de dólares el año 2003 (esta es la última cifra disponible), sobre un total de una IDE externa en Brasil de 43.400 millones de dólares (Abreu, 2004; Fleury y Fleury, 2006). Recientemente, algunas empresas mexicanas también han empezado a invertir en China: Maseca ha encabezado este proceso con una inversión de 100 millones de dólares en 2006.
Impactos indirectos en América latina del crecimiento de China
Dos de las principales preocupaciones en América Latina respecto a la creciente importancia económica de China no surgen de los efectos directos de las relaciones económicas bilaterales con China, sino de los efectos indirectos sobre las relaciones de la región con terceros países. En el caso del comercio, algunos países consideran a China como una seria amenaza competitiva a sus exportaciones, particularmente a los mercados de los países desarrollados, mientras que en lo referente a la IDE existe la preocupación de que la inversión se desvía desde América Latina a China. En esta sección examinaremos estas dos amenazas. También consideraremos el posible impacto de China en la relación de intercambio de las economías latinoamericanas.
La amenaza a las exportaciones latinoamericanas
La amenaza potencial que representa China para las exportaciones latinoamericanas a terceros mercados ha sido uno de los aspectos más estudiados del impacto de China en la región. Estudios anteriores que han comparado América Latina con otras regiones han encontrado que, con la excepción de México, los países de la región están menos amenazados por las exportaciones chinas a terceros mercados de lo que lo están las economías asiáticas o las economías de transición de la Europa del Este (Blázquez-Lidoy et. al.., 2007; IDB, 2006: cap. 5; Meller y Contreras, 2003). El punto de vista optimista, tal como lo expresa un informe reciente del Banco Mundial, es que “hay pruebas de que se está produciendo una cierta sustitución entre las exportaciones de América Latina y el Caribe y las exportaciones chinas en varias empresas, pero estos efectos se limitan a unos cuantos países (principalmente México y, en menor medida, América Central) y a unos cuantos sectores industriales” (Lederman, Olarreaga y Perry, 2006: 26). También se ha dicho que con el tiempo “el patrón de especialización comercial de los países de América Latina y el Caribe se está volviendo cada vez más complementario respecto al patrón de especialización de China” (Lederman, Olarreaga y Rubiano, 2006: 17).
Sin embargo, hay motivos para creer que la amenaza a las exportaciones latinoamericanas es más importante de lo que da a entender esta afirmación tan optimista. La entrada de China en la OMC el año 2001 y posteriormente la reducción por etapas hasta la eliminación final el 1 de enero de 2005 de los cupos sobre los artículos textiles y de confección en virtud del Acuerdo sobre los Textiles y el Vestido (ATV) de la OMC tuvo como consecuencia un considerable aumento de la competencia de China en los mercados de los países desarrollados. También por lo que respecta a los países afectados, México no es ni mucho menos el único. Es muy probable que los países de América Central se vean negativamente afectados debido a que se han especializado en la exportación de productos manufacturados que requieren mucha mano de obra.
La mayor parte de los estudios hasta ahora realizados del impacto de China sobre las exportaciones latinoamericanas han utilizado varios tipos de índices para evaluar la semejanza entre la estructura exportadora de China y la de diferentes países latinoamericanos como forma de identificar la potencial amenaza que plantea China8. Aquí, sin embargo, trataremos de evaluar en qué medida los países latinoamericanos han perdido cuota de mercado en Estados Unidos con respecto a China en estos últimos años. Así, en vez de centrarnos en la amenaza potencial en el futuro, examinaremos el impacto real que ha tenido China en las exportaciones latinoamericanas en los últimos tiempos. La metodología utilizada para evaluar la pérdida de cuota de mercado con respecto a China es una extensión del tipo de análisis CMS (Constant Market Share o Cuotas de Mercado Constantes) desarrollado por Chami Batista (de próxima aparición). Las ganancias (pérdidas) de cuotas de mercado entre países se relacionan con sus índices de crecimiento relativo. En otras palabras, los países ganan respecto de aquellos otros cuyas exportaciones crecen más lentamente, y pierden con respecto a aquellos en los que las exportaciones crecen más rápidamente que las propias.
La pérdida de cuota de mercado por un país (H) con respecto a China (C), en un producto particular i, se define como: ΔkHci = ΔkHi*ktCi - Δ kCi* ktH (1)
Donde: kHi es la parte del país H en el total de importaciones del producto i por el mercado de destino; kCi es la parte de China en el total de importaciones del producto i por el mercado de destino, y el superíndice t representa el año inicial del período.
Adicionando todos los productos obtenemos la pérdida total de cuota de mercado con respecto a China: ΣΔkHci = ΣΔkHi*ktCi - ΣΔ kCi* ktHi (2)
Aunque esto nos proporciona una forma útil de atribuir pérdidas de cuota de mercado entre países, hemos de tener en cuenta que la descomposición se basa en identidades contables y que, por consiguiente, hay que tener mucho cuidado antes de extraer inferencias causales de ella.
La ecuación (2) se utilizó para calcular la pérdida de cuota de mercado de los países latinoamericanos respecto a China. El análisis que presentamos aquí se centra en Estados Unidos, ya que este ha sido el mercado más significativo por lo que respecta a la competencia entre China y América Latina9. Los datos proceden de la Comisión Internacional de Comercio de Estados Unidos (http://dataweb.usitc.gov/) y cubren las importaciones desde 18 países de la región y desde China y Hong Kong. Se utilizaron datos de producto al nivel de 5 dígitos del SITC (Rev.3) [Standard International Trade Classification, Revision 3]. Era importante que hubiera un elevado nivel de desagregación para tener la garantía de que los productos comparados eran realmente comparables. Se recopilaron los datos de cuatro años clave, 1996, 2001, 2004 y 2006. 1996 representa la situación existente un tiempo antes de que China se convirtiera en miembro de la OMC. 2001 es el momento inmediatamente anterior a su entrada en la OMC en diciembre de 2001. 2004 es el último año antes de la supresión final de las cuotas sobre productos textiles y prendas de confección del 1 de enero del 200610 y 2006 es el último año para el que se dispone de datos. El uso de estos cuatro años hace posible analizar cómo ha evolucionado en el tiempo la competencia entre China y América Latina en respuesta a estos cambios en el régimen comercial.
El primer punto que destaca la tabla 2 es el fuerte incremento del impacto de China en las exportaciones latinoamericanas a Estados Unidos durante el período posterior a su entrada como miembro de la OMC. Mientras que entre 1996 y 2001 el efecto acumulado en la región como un todo ascendió a 1.300 millones de dólares (el 1% de las exportaciones de 1996), durante los cinco años siguientes, el impacto ascendió a más de 18.000 millones de dólares (un 9,3% de las exportaciones del 2001). Esta es una prueba adicional a favor del punto de vista de que, lejos de reducirse con el tiempo, el impacto de la competencia china en América Latina ha ido en aumento.
Si nos fijamos en la experiencia de los países considerados individualmente, puede verse que solamente dos de ellos (Nicaragua y Perú) no han perdido exportaciones a Estados Unidos a consecuencia de la competencia china durante todo el período 1996-2006. Además de Nicaragua, otros países de América Central (El Salvador, Guatemala y Honduras) pudieron ganar cuota de mercado de China en el período anterior a la entrada de este último como miembro de la OMC. Sin embargo, en los tres países estas ganancias se vieron más que compensadas por las pérdidas habidas después de la entrada de China en la OMC. Estas pérdidas se concentraron especialmente en el período posterior al 2004, cuando incluso Nicaragua perdió parte de sus exportaciones con respecto a China.
En el período entre 1996 y 2001, los países más gravemente afectados fueron Bolivia, Paraguay y Uruguay, cuyas pérdidas estimadas con respecto a China representaron más del 5% del total de sus exportaciones a Estados Unidos. Entre 2001 y 2006, los más afectados fueron la República Dominicana, El Salvador, México y Guatemala, todos los cuales perdieron más del 10%. Como era de esperar, entre 2004 y 2006, los países que más perdieron en el período subsiguiente a la supresión progresiva de las cuotas fijadas por el ATC fueron la República Dominicana y los países de América Central que más fuertemente dependían de las exportaciones a Estados Unidos de productos textiles y prendas de confección. Los países que se han visto menos afectados en el período posterior a 2001 han sido los países del grupo andino cuyas exportaciones a Estados Unidos son principalmente de minerales y petróleo, y que, en consecuencia, no han tenido que hacer frente de una forma significativa a la competencia china.
La amenaza del desvío de la IDE a China
La segunda área de preocupación respecto a los efectos competitivos es que el aumento del atractivo de China como anfitrión de los inversores extranjeros ha reducido los flujos de IDE a América Latina y al Caribe. En comparación con la literatura existente sobre el comercio, ha habido relativamente pocos estudios sobre esto. El caso a primera vista más claro se basa en el rápido crecimiento de la IDE a China durante la década de los noventa, mientras que la inversión en América Latina y el Caribe se rezagaba11, aunque esto no indica necesariamente la existencia de una relación causal. Un punto de vista alternativo es el de que la IDE en China comporta el desarrollo de unas redes de producción globales y que, por tanto, es complementaria a los flujos de inversión a otros países, como se ha argumentado para el caso del Este de Asia (Chantasasawat et. al.., 2004).
Cuando se habla de inversión extranjera se suele distinguir entre diferentes tipos de IDE en función de su motivación –búsqueda de recursos naturales; búsqueda de mercado; búsqueda de eficiencia. El desvío tiene más probabilidades de producirse en el último de estos casos, aquel en el que la IDE puede reforzar los cambios en los patrones comerciales a medida que las empresas se trasladan a países en los que los costes son inferiores. Es menos probable allí donde la inversión es básicamente una búsqueda de recursos, dado que en este caso depende de la existencia de recursos naturales y es mucho menos móvil. Las inversiones de búsqueda de mercado ocupan una posición intermedia, por cuanto en este caso los inversores pueden considerar el atractivo relativo de diferentes mercados en función de su tamaño y crecimiento. Aunque una parte importante de la IDE a China puede considerarse como de búsqueda de eficiencia, esta es menos importante en América Latina y el Caribe, donde la IDE de búsqueda de mercado y recursos naturales ha dominado (CEPAL, 2004: tabla I.6).
A pesar del rápido crecimiento de la IDE desde comienzos de la década de los noventa, China representa solamente el 6% de los flujos de entrada de IDE. En conjunto, pues, aunque haya desvíos hacia China, los efectos en la disponibilidad de capital extranjero en otras regiones como América Latina y el Caribe son probablemente limitados. Sin embargo, si los mercados de capital son imperfectos es posible que se produzcan efectos en los flujos de determinados sectores y países (IDB, 2006: cap. 6). Algunos datos estilizados sugieren que no es probable que los desvíos a China hayan sido muy significativos. Para empezar, por lo que respecta a las fuentes de IDE, la inversión en América Latina y el Caribe procede principalmente de Estados Unidos y de la Unión Europea, mientras que la IDE en China procede sobre todo del Este de Asia. De modo parecido, la distribución sectorial de la IDE también es diferente. La IDE norteamericana en China va sobre todo a la industria manufacturera, mientras que en América Latina dominan otros sectores (IDB, 2006: cap. 6). Aunque esto hace que los desvíos sean improbables para la región como un todo, la situación varía según los países. Igual que en el caso del comercio, México parece ser el país más amenazado por la competencia china.
Cuatro estudios econométricos han intentado verificar la tesis del desvío de la IDE de un modo más sistemático, con resultados desiguales. Chantasasawat et. al. (2004) concluyen que la IDE en China no tiene ningún efecto en el nivel de IDE en América Latina, y que es significativa, en cambio, en la participación de los países latinoamericanos en la IDE total de los países en desarrollo (aunque no es el factor determinante principal). Eichengreen y Tong (2005), utilizando un modelo tipo gravedad, no encontraron pruebas de que hubiera un desvío de IDE de América Latina a China en 1988-2002. García Herrero y Santabárbara (2007) distinguen dos períodos temporales: uno (1984-2001) en el que, al igual que Chantasasawat et. al., encuentran que no hay un desvío significativo de la IDE a China, y otro (1995-2001), en el que hallan que se produce un claro efecto negativo sobre la IDE en México (y en menor medida en Colombia). Finalmente, Cravino et. al. (2006b) encuentran un impacto positivo de la IDE en China sobre el total de la inversión exterior en América Latina, lo que sugiere que existe una complementariedad más que una competencia por el capital extranjero. Sin embargo, no detectan ninguna relación en el sector de la industria manufacturera, en el que es más fácil que se den las cuotas de producción.
Estos estudios adolecen de una serie de limitaciones. El período temporal del análisis puede ser importante, y aunque es posible que en el pasado no hubiera un desvío importante de IDE a China, esto no es ninguna garantía de que no vaya a producirse en el futuro. Las conclusiones de García Herrero y Santabárbara (2007) respecto a los efectos sobre diferentes países latinoamericanos también indican que los datos de conjunto sobre la región como un todo pueden ocultar impactos significativos en países individuales. También es posible que haya efectos sectoriales específicos que no se hayan detectado en el tipo de estudios de conjunto que se han llevado a cabo hasta ahora. Esto apunta a la necesidad de seguir trabajando en este tema, especialmente en lo relativo al impacto sobre aquellos países y sectores individuales en los que es más probable que se produzca un desvío.
El impacto de China en la relación de intercambios y en las economías latinoamericanas
Hasta ahora, este trabajo ha considerado el impacto de China como socio de América Latina en el comercio bilateral y en la inversión, y como competidor en los mercados de exportación y por la IDE. Sin embargo, debido a que China es una economía tan grande, su emergencia tiene impactos en los precios mundiales que también afectan indirectamente a las economías de América Latina y el Caribe mediante los cambios que se producen en su relación de intercambios.
Uno de los aspectos más comentados ha sido el impacto de China sobre los mercados de materias primas. En los últimos años, China ha representado un porcentaje significativo en la demanda mundial de algunas de las principales materias primas exportadas desde América Latina. En 2003 representó una tercera parte del consumo mundial de estaño, casi el 30% de mineral de hierro y zinc, y más del 20% de cobre y aluminio (Winters y Yusuf, 2007: tabla 1.4). El crecimiento de la demanda china de zinc entre el 2002 y el 2005 fue mayor que el incremento total en el consumo mundial, y representó casi la totalidad del aumento de la demanda mundial de estaño, casi la mitad del aumento de la de aluminio, cobre y acero, y casi una tercera parte del aumento de la demanda de petróleo (IMF, 2006: tabla 5.3). China también representó más del 30% del incremento en la demanda total de petróleo entre el 2003 y el 2004 (UNCTAD, 2005: 74). Como consecuencia, los precios de muchas materias básicas exportadas desde América Latina han aumentado de un modo significativo. Los precios del petróleo subieron un 157% entre el 2002 y el 2006, mientras que el índice de metales del Fondo Monetario Internacional subió todavía más, un 180% (IMF, 2006). Si bien es difícil estimar en qué medida estos incrementos de precio han sido consecuencia del crecimiento de la demanda en China, hay un acuerdo general en que este ha sido uno de los principales factores (UNCTAD, 2005: cap. II; IMF, 2006; Gottschalk y Prates, 2005).
El otro aspecto del impacto de China en los precios mundiales es el efecto que tiene en los productos que exporta, particularmente en aquellos artículos que requieren mucha mano de obra y que han sido convertidos en productos básicos. Los precios mundiales de exportación de los productos manufacturados han caído desde finales de la década de los noventa, y esto se ha hecho especialmente evidente en aquellos productos que exporta China (Kaplinsky, 2005). Aquellos países que son importadores de estos productos se benefician claramente de una mejora en su relación de intercambios, mientras que los exportadores se ven perjudicados. Identificar estos efectos es más difícil en este caso que en el de las materias primas, ya que los productos manufacturados tienden a ser menos homogéneos. También es menos claro de qué modo afectarán los cambios en los precios mundiales a los precios domésticos, en los que tanto las políticas proteccionistas como el grado de subrogación abren una brecha entre los precios mundiales y los locales. Los efectos combinados del incremento de precios de las materias primas y del descenso de los precios de las importaciones de muchos productos manufacturados han llevado a una mejora en la relación de intercambios de la mayoría de las principales economías latinoamericanas y del Caribe en los últimos años. Argentina, Brasil, Chile, Perú y Venezuela han experimentado mejoras en su relación de intercambios desde el 2002 (UNCTAD, 2005: figura 3.4). Las únicas grandes economías de la región en las que la relación de intercambios no ha mejorado han sido México y Colombia (UNCTAD, 2005: figura 3.3)12.
Cuando las fuentes de las variaciones en la relación de intercambios son identificadas, las razones de estas diferencias entre países se clarifican. Chile y Perú se han beneficiado del incremento de precios en metales y minerales; Venezuela del incremento de los precios del petróleo, y Argentina del incremento de los precios de los combustibles y productos agrícolas. Brasil se ha beneficiado algo menos porque, en su calidad de importador, el incremento de precios en otros productos se ha visto parcialmente compensado por el incremento en el precio del petróleo. En el caso de México, a pesar de la subida de los precios del petróleo, el efecto negativo en los precios de los productos manufacturados exportados ha significado que la relación de intercambios no ha mejorado significativamente (UNCTAD, 2005: figura 3.4)13. Esto sugiere que, aunque en conjunto el impacto del crecimiento de China en la relación de intercambios de las economías de América Latina y el Caribe ha sido positivo, al nivel de los países individuales ha habido ganadores y perdedores. El que un país esté en el campo de los ganadores o en el de los perdedores depende de si compite con China o de si tiene una economía complementaria de la economía china en cuanto a su estructura de importaciones y exportaciones. También es importante situar estos desarrollos en la relación de intercambios en un contexto a largo plazo. La duración del reciente incremento ha sido hasta ahora bastante breve y, a pesar de esta mejora, la relación de intercambios de la región es un 30% inferior de la que era en 1980 (UNCTAD, 2005: figura 3.2).
Los retos a los que se enfrenta América latina
De los análisis presentados en este trabajo se desprende claramente que la emergencia de China plantea una serie de retos a América Latina como un todo y a determinados países de la región en particular. Esto no significa que no haya también oportunidades surgidas a consecuencia del crecimiento de la economía china, pero hasta ahora la región solamente ha podido beneficiarse de ellas en un grado muy limitado. Al mismo tiempo, es importante tener en cuenta que las relaciones económicas con China son aún mucho menos significativas para la región, tanto en conjunto como para los países individuales que la forman, que las que mantiene con los países de la OCDE. El primer reto para los países de América Latina es el de cómo responder al creciente poder competitivo de China. Esto no vale solamente para aquellos países como México y los países de América Central que tienen que hacer frente a la competencia china en los mercados de exportación, sino para todos los países, dado que sus mercados domésticos se ven cada vez más sujetos a competir con las importaciones chinas. Los países que compiten con China en los mercados de exportación, especialmente en Estados Unidos, gozan de un acceso preferencial al mercado norteamericano a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN-NAFTA) y del Tratado de Libre Comercio firmado entre la Republica Dominicana, América Central y Estados Unidos (DR-CAFTA). Sin embargo, estas preferencias hacen poco más que dar un ligero respiro a los exportadores latinoamericanos, que están sufriendo la erosión de la liberalización multilateral del comercio. La única ventaja a largo plazo de que gozan estos países respecto a China es su proximidad al mercado norteamericano. Esto sugiere que serán más competitivos en aquellos productos que tengan unos costes de transporte más elevados, o que requieran unos tiempos de iniciación menores.
En el caso de los países en los que la principal preocupación es la competencia china en el mercado doméstico, se da una fuerte tentación de recurrir a medidas proteccionistas, como ilustran los recientes acontecimientos en Argentina14. Sin embargo, como también ilustra el caso argentino, aquellos países que son exportadores importantes a China y que son muy dependientes del mercado chino, corren el riesgo de ser objeto de unas medidas de represalia que reflejan su desigual poder de negociación en relación a China. También existe el riesgo de que el recurso al proteccionismo no haga sino disfrazar el problema e impedir que se aborde problemaza cuestión subyacente de la competitividad.
Un segundo reto consiste en cómo diversificar la muy estrecha gama de materias primas actualmente exportadas a China, e incrementar el grado de procesamiento de los productos exportados. El patrón de las relaciones comerciales entre China y América Latina es claramente el patrón tradicional del tipo centro-periferia, con China exportando productos manufacturados a cambio de la exportación de materias primas por parte de América Latina. Aunque varios países latinoamericanos se han beneficiado del boom en el precio de las materias primas, al que el crecimiento económico de China ha hecho una contribución considerable, existe el peligro de que, como ha sucedido en ocasiones anteriores, este boom vaya seguido de un período de caídas en los precios a medida que entren en funcionamiento nuevas fuentes de suministro y se encuentren nuevos sustitutos para las materias primas de precio más elevado.
Un tercer reto es el de cómo tratar los efectos del “síndrome holandés” (Dutch disease) en el boom de las materias primas. Existe el peligro de que el crecimiento en China lleve a una posterior desindustrialización en América Latina si se produce un cambio en la estructura productiva hacia los productos y servicios básicos. Es probable que esto limite el potencial de América Latina para el cambio tecnológico y para la puesta al día de la producción local, que ha desempeñado un papel tan importante en el éxito económico de la propia China.
El reto final es el de extender los beneficios procedentes del crecimiento de China a los países de América Latina. Actualmente estos beneficios están muy concentrados.
Cinco empresas representan más del 60% de las exportaciones chilenas, y más del 50% de las exportaciones argentinas a China, mientras que en Costa Rica, la empresa Intel es responsable del 85% de las exportaciones del país a China. En el otro extremo de la escala, parece probable que los pobres se estén beneficiando muy poco o incluso que se estén viendo afectados negativamente. Como ha dicho recientemente Guillermo Calvo, antiguo inspector económico del Banco Interamericano de Desarrollo, “si por desarrollo se entiende una mejor distribución de las rentas, no estoy seguro de que China sea un factor positivo. Porque, cuando China importa soja, minerales, esta clase de cosas, esto no mejora necesariamente las condiciones de vida en América Latina. No mejora la calidad de vida de la mayoría de la población” (Calvo, 2007). Son efectivamente muchas las cuestiones planteadas, desde un punto de vista económico, social y medioambiental, acerca de la sostenibilidad de la configuración actual de las relaciones económicas entre China y América Latina.
Notas:
1. Los datos utilizados cubren 19 países latinoamericanos. Se incluye el comercio con Hong Kong así como el comercio con la China continental. Esto está justificado porque, aunque los datos comerciales de uno y otra se presentan por separado en las estadísticas internacionales, Hong Kong está de nuevo bajo el Gobierno chino desde 1997. Además, buena parte del comercio chino, particularmente durante los primeros años del crecimiento de sus exportaciones pasó por Hong Kong.
2. Las únicas exportaciones cuantitativamente importantes de productos manufacturados desde la región a China son los circuitos integrados, la mayor parte de los cuales los produce Intel en Costa Rica.
3. Cuba no ha sido incluida debido a la falta de datos en diversas variables fundamentales.
4. Rauch y Trindade (2002) han utilizado un modelo tipo gravedad para analizar el impacto de las redes étnicas chinas en el comercio internacional.
5. En el caso de la pertenencia de China a la OMC, esto puede haber sido debido a que era relativamente reciente y a que el impacto podía haber sido parcialmente oscurecido por la variable de los aranceles.
6. Costa Rica ha reconocido recientemente a la RPCh y ha roto relaciones con Taiwán. Esto no se refleja en la recolección de los datos, que terminó antes de que tuviera lugar dicho reconocimiento. Sin embargo, como ya se ha indicado más arriba, Costa Rica había ya alcanzado un nivel importante en sus exportaciones a Chiba, si bien casi enteramente por medio de una sola compañía, antes de que esto sucediera. Esto sugiere que podría ser que la causación estuviese invertida y que fuesen las exportaciones lo que llevase a las relaciones diplomáticas y no al revés, como parece implicar el modelo.
7. Aparte de Cuba, el porcentaje mayor de mercancías chinas en el total de importaciones se da en Panamá y Paraguay. Es sabido que estos dos países son los canales por donde pasan las mercancías chinas que luego son exportadas (legal o ilegalmente) a otros países vecinos.
8. Para un examen más detallado de estos estudios y una crítica de la metodología empleada en ellos, véase Jenkins (2007).
9. Un tema emergente es la competencia creciente con China en el mercado latinoamericano, pero esto es relativamente reciente y no lo examinaremos aquí. Para una discusión de la competencia entre China y Brasil en el mercado argentino, véase Sica (2007).
10. Aunque debe tenerse en cuenta que posteriormente Estados Unidos impuso nuevas restricciones a la importación de artículos textiles y de confección procedentes de China.
11. Cravino et. al. (2006a) señalan que el retraso se produjo principalmente durante el período 1990-1997, y que desde 1997 América Latina ha tenido unos resultados bastante buenos respecto a China a la hora de atraer IDE.
12. Algunas de las economías más pequeñas de América Central y del Caribe, como Honduras, Haití y Jamaica no han participado en esta mejora en la relación de intercambios (UNCTAD, 1005: figura 3.3).
13. UNCTAD (2005) no proporciona un detalle similar de los factores subyacentes a los cambios en la relación de intercambios global de otros países latinoamericanos, pero parece probable que la tendencia negativa en la relación de intercambios de algunas de las economías de América Central y del Caribe refleje parcialmente su especialización en una estrecha gama de productos manufacturados que requieren mucha mano de obra, así como su dependencia del petróleo importado.
14. En agosto de 2007, el presidente Kirchner anunció una serie de medidas encaminadas a limitar las importaciones de China y otros países asiáticos de productos como neumáticos, prendas de vestir, juguetes, artículos de piel, zapatos, productos textiles y bicicletas. El gobierno chino se opuso a estas medidas y al mismo tiempo demoró la entrega de tres cargamentos de soja de Argentina, sometiendo a los barcos que los transportaban a una minuciosa inspección fitosanitaria.
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