lunes, 23 de febrero de 2009

¿HACIA EL FIN DEL PANAMERICANISMO?

Eduardo Mackenzie

A la luz de los últimos acontecimientos internacionales se puede concluir que hay un retorno sutil e inesperado, pero fuerte, de los intereses geoestratégicos europeos hacia Latinoamérica. El episodio mayor que confirma claramente ese fenómeno ocurrió en diciembre de 2008. En ese mes, el gobierno de Brasil firmó una alianza estratégica con Francia. Esa alianza había sido anunciada discretamente por Nicolas Sarkozy y Luis Inacio Lula da Silva once meses atrás. En virtud de esos acuerdos, el gobierno de Brasil le comprará al Estado francés cuatro submarinos de ataque Scorpène y uno más a propulsión nuclear. Esto último romperá la línea del mismo Brasil y de otros países, como Colombia, de mantener el continente latinoamericano alejado de las armas atómicas [1]. Brasil también adquirirá una treintena de helicópteros EC-725 para transportar tropas. Se habla igualmente, aunque sin mayores precisiones, de la compra de aviones de combate a Francia. Para resumir: la modernización de las fuerzas armadas brasileñas se hará esta vez con Francia y sin Estados Unidos.

Lula había puesto una condición para firmar esa compra de armamento: que Francia acepte la transferencia de la tecnología involucrada en ese plan de adquisiciones, y que París acepte que esas compras estén conectadas con la idea brasileña de crear una fuerte industria bélica para la exportación. Para alcanzar ese nivel de intimidad comercial-militar con la potencia emergente del continente latinoamericano, el gobierno de Nicolas Sarkozy aceptó esas cláusulas. La citada operación global aumentará considerablemente el peso político de Francia en el continente americano.

“Los franceses han ofrecido lo que estadounidenses y rusos no están dispuestos a dar: la instalación en Brasil de líneas de producción de aviones de combate de última generación, y la libertad para vender esa tecnología a terceros países”, subrayó el observador venezolano Edgar C. Otálvora. La nueva estrategia de defensa de Brasil no se limita, en todo caso, a temas como la defensa de la soberanía, sino que avanza en el terreno de la producción de armamentos con alta participación de la industria privada y del estamento militar.

Las compras de Brasil a Francia serán del orden de los 8,6 mil millones de euros (la cifra fue dada por el vespertino francés Le Monde). Por otra parte, el Congreso brasileño discute un nuevo plan, el segundo desde 2005, de refuerzo del presupuesto de las fuerzas militares de un 50%. Eso va de la mano con un esquema diplomático continental específicamente brasileño: crear nuevas instancias diplomáticas regionales (como Unasur y el Consejo Suramericano de Defensa) sin la presencia de Estados Unidos y con la participación directa de Cuba.

La evolución brasileña no puede dejar de ser cotejada con la que ocurre por el lado de Venezuela. Existe ya, de hecho, entre Caracas y Moscú una alianza estratégica aún más inquietante. El presidente Hugo Chávez no sólo invita al presidente Dimitri Medvedev a Caracas, y realiza maniobras marítimas con navíos de guerra rusos en el mar Caribe [2], sino que le compra armas a Moscú por valor de 4,5 mil millones de dólares [3]. Chávez también trata de reestructurar el sistema militar venezolano con apoyo ruso [4], mientras que los planes políticos-doctrinarios del gobierno “bolivariano” para la región latinoamericana, desde México a la Patagonia, son cada vez más ambiciosos y visibles. Todo ello pretende encontrar una coherencia con un plan político continental más vasto: introducir e instalar a Rusia, China e Irán en el mundo latinoamericano [5], mediante operaciones diplomáticas, militares y comerciales, tan desiguales como opacas, para minar la influencia política-económica y cultural del coloso Norteamericano y de Occidente en general, en el continente.

Tal proyecto en esa zona geográfica sólo tiene un antecedente, bastante desgraciado y fracasado por cierto: las actividades de penetración legal, subversiva y sangrienta de la ex URSS en Latinoamérica durante la Guerra Fría.

Junto con Brasilia, Caracas aspira, por otra parte, a crear varias instancias diplomáticas en el espacio latinoamericano, sin la presencia y más bien contra los intereses de la democracia estadounidense. En cambio, la participación de la dictadura cubana en los nuevos organismos será no solo requerida sino que se ve como algo obligatorio. La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), integrado por doce países, aunque su estatuto de base sólo ha sido aprobado sino por Venezuela y Bolivia, es junto con el Foro de Sao Paulo la instancia más activa. El Consejo Suramericano de Defensa fue creado en diciembre de 2008, durante la cumbre de Costa do Sauipe, Brasil, donde 33 mandatarios latinoamericanos y del Caribe se reunieron bajo la batuta de Lula. A ello se suman los cónclaves ya existentes como el Grupo de Río y Mercosur, más específicos y consolidados, que también hacen parte de alguna manera de esa ambición.

Lo de Costa do Sauipe fue la mayor cumbre hemisférica sin representación de Estados Unidos. Allí Raúl Castro fue recibido como un héroe. Algunos de los presidentes creyeron inaugurar ese día una “nueva era de independencia regional” de Washington.

Los planes continentales de Luis Inacio Lula da Silva y de Hugo Chávez tienen un elemento clave común: la destrucción del sistema interamericano, la demolición del ideal panamericano, que fue durante varias décadas la “póliza de seguros para la integridad de América”, como dijera en 1933 el diplomático chileno Nieto del Río. Gracias a ese sistema, ningún litigio inter-latinoamericano se prolongó en el tiempo, ni dio origen a largos conflictos bélicos. Empero, el propósito liquidador del panamericanismo avanza rápidamente, ante la aparente indiferencia de Washington y el conformismo de los gobiernos latinoamericanos, incluso de aquellos, como Colombia, Perú y México, contrarios al desafío subversivo del “socialismo del siglo XXI”.

Para resumir: tras las actividades de dos jefes de Estado latinoamericanos de izquierda, de dos izquierdas que todo el mundo dice diferentes, pero que tienen, ambas, excelentes relaciones con la dictadura cubana, se proyecta ahora la ambición de dos potencias europeas, que todo el mundo ve con destinos disímiles: Rusia y Francia.

Lo que viene ocurriendo en la Organización de Estados Americanos (OEA) es la consecuencia de esa evolución, pero también de la inercia de los gobiernos democráticos del continente. La OEA, organismo interamericano por excelencia, creado en abril de 1948 por la Novena Conferencia Panamericana de Bogotá, a pesar del golpe soviético que buscaba impedir esa creación [6], viene siendo objeto desde hace más de diez años de complicadas intrigas destinadas a obtener un control “bolivariano” del mismo. Lo que comenzó con la entronización en la secretaría general de la OEA del socialista chileno José Miguel Insulza, con el apoyo explícito del chavismo internacional, será continuado con una eventual candidatura para ese alto cargo de otro líder “bolivariano”, particularmente agresivo respecto de Colombia, el ex vicepresidente venezolano José Vicente Rangel, en el caso de que Insulza renuncie a la OEA y lance su candidatura presidencial en Chile.

La labor de Insulza al frente de la OEA ha sumido ese organismo en la parálisis y el descrédito. El deterioro de la democracia en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, bajo los golpes calculados y constantes del chavismo, encontraron en Insulza un observador pasivo. Insulza tampoco tuvo éxito en el arreglo del conflicto entre Colombia y Ecuador tras la muerte de un jefe de las Farc en Ecuador, ni en la solución de la crisis interna de Bolivia.

En ese contexto vale la pena preguntar: ¿La alianza estratégica de Brasil con Francia abre una nueva etapa, una etapa diferente, en los planes latinoamericanos de Brasil? ¿Brasil se alía de manera durable a Francia pues ve que la creciente imbricación de Rusia en el rearme de Venezuela constituye una amenaza a sus intereses regionales?

Los designios de Moscú en ese juego latinoamericano son más o menos previsibles, pues no difieren de los que tiene a nivel global: rehacer el espacio político-diplomático ruso-soviético que el derrumbe de la URSS había dejado en ruinas, creación de nuevas zonas de influencia rusa en Europa, Medio Oriente, África y América Latina [7]. Nadie ignora que las relaciones entre Rusia y Cuba han vuelto a ser “prometedoras”, según la fórmula escogida por Felipe Pérez Roque, ministro cubano de relaciones exteriores. Dos importantes delegaciones ministeriales rusas viajaron a La Habana en julio y septiembre de 2008. Una de éstas incluyó al general Nikolai Petrushev, secretario del Consejo de Seguridad ruso. “Nosotros aumentamos nuestra presencia en América Latina. Los países de la región lo piden. Hay una gran potencia al norte, ellos necesitan un contrapeso”, argumentó en septiembre Igor Lyakin-Frolov, vocero del ministerio ruso de Relaciones Exteriores. [8]

¿Qué busca Francia a largo plazo en América Latina? Los objetivos del París en América Latina, sobre todo tras la consolidación de su influencia en Brasil, son poco conocidos.

¿Qué hará París con esa poderosa palanca? ¿Fomentará el deterioro del panamericanismo y del sectarismo populista en el continente y, por lo tanto, el deterioro de la influencia de Estados Unidos en el continente americano? Por el momento París no tiene una respuesta al respecto.

Sería lamentable que Francia fomentara o fuera indiferente ante tales aventuras. Cometería un grave error respecto del continente americano y respecto de la misma Unión Europea. París requiere de la ayuda de Estados Unidos y de la Alianza Atlántica para hacerle frente a las ambiciones hegemonistas de la Rusia de Putin-Medvedev respecto de la Unión Europea, cristalizadas por el momento en la propuesta de un “pacto de seguridad pan-europeo”, propuesto por Medvedev a Alemania, en junio de 2008. Plan que en el fondo es la misma falacia que Moscú presenta a los latinoamericanos: como hay una potencia vecina de ustedes, ustedes necesitan el contrapeso ruso.

Por el momento el presidente Nicolas Sarkozy tiene una línea que no coincide del todo con los cálculos de Putin. La ampliación al Este de la UE y la propuesta de Sarkozy de Unión del Mediterráneo no le gustan nada a Moscú. Durante el encuentro de Evian, entre Nicolas Sarkozy y Dimitri Medvedev, en octubre de 2008, el mandatario francés le dijo a su interlocutor ruso que “la democracia y los derechos del Hombre son factores esenciales” para “una seguridad estable” del mundo. El mandatario francés fue incluso más lejos al exigir que se “renuncie definitivamente a la ambición de las esferas de influencia”, pues, recordó, el “extranjero próximo de Rusia es frecuentemente la misma Unión Europea”.


Otro buen signo: la UE decidió aplazar las negociaciones de un nuevo acuerdo UE-Rusia cuando las tropas rusas ocuparon Georgia. En julio de 2008, el presidente Sarkozy declaró: “Con más Francia en la OTAN, Europa podrá hacer oír mucho más su voz”. [9]

Sin embargo, la línea de fondo de la UE frente a Rusia está lejos de ser votada y de haber conquistado la unanimidad. Fuerzas políticas europeas, de derecha y de izquierda, algunas extremistas [10] y otras de centro, quieren imponer a los europeos una línea de alianza estratégica con Rusia, en lugar de un reforzamiento de la Alianza Atlántica, lo que inquieta sin duda a los Estados Unidos y a los países europeos que integraban hasta el verano de 1991 la llamada Europa del Este, como Polonia, Checoslovaquia, Ukrania, los países bálticos, etc. Los más ardientes defensores de esa idea se encuentran en Alemania y hasta ministros de Angela Merkel piensan en eso [11].

Hay pues un evidente regreso de Europa sobre el continente latinoamericano, después del fin de la guerra fría, y justamente en pleno comienzo de una nueva fase de tensión global que algunos ven como una “segunda guerra fría”. Ese regreso ocurre en momentos en que el ideal panamericano se halla debilitado y el desafío a las políticas liberales-democráticas en América del Sur es considerable. Ese regreso de Europa es incierto pues no contribuye a disipar las amenazas totalitarias que pesan sobre el continente americano. Rusia tiene la política que tiene y Francia no es especialmente activa en la crítica del modelo que preconizan Hugo Chávez y Fidel Castro. París fue especialmente dura con el gobierno del presidente Alvaro Uribe durante los seis años de cautiverio de Ingrid Betancourt, secuestrada por las Farc. Rusia no oculta su hostilidad ante los países occidentales y no vacila a acudir al expediente altamente explosivo del cambio unilateral de las fronteras de un Estado vecino. Lo ocurrido recientemente en Georgia, Ossetia del Sur [12] y Abkazia, es una muestra de ello.

La propagación de tales métodos puede tener efectos nefastos en Latinoamérica donde los regímenes autoritarios venezolano y ecuatoriano, clientes de Moscú, trabajan contra la estabilidad en Colombia. Por otra parte, el brusco manejo del asunto de las exportaciones de gas ruso a Ukrania y a Europa, muestra que los líderes moscovitas son capaces de ir lejos y hasta cortar brutalmente el suministro de gas no sólo a países que ellos había satelizado en el pasado, sino a los poderosos mercados de Europa occidental de los cuales depende el desarrollo de la industria de hidrocarburos rusos.

Toda pérdida de espacio de Estados Unidos en América Latina será interpretada por la ambición rusa y china como una invitación a actuar, con el pretexto de que Venezuela y Cuba lo “solicitan”. La aparente complicidad en esos planes del gobierno de Luis Inacio Lula da Silva no hace sino agravar la amenaza. Todo refuerzo del autoritarismo chavista, corriente decidida a acabar con el panamericanismo, es una mala noticia para las democracias liberales del mundo entero. Por eso será de capital importancia la actitud que Francia tome frente a la contienda en América Latina entre democracia representativa y totalitarismo. ¿Reforzará París el campo del sectarismo? ¿Ayudará, por el contrario, a la recuperación del terreno perdido por el sistema democrático en el continente?

Washington, por su parte, se muestra poco lúcido respecto de la evolución negativa en América Latina, vasto espacio que antes era una de sus prioridades estratégicas. De hecho, la influencia de Estados Unidos en Latinoamérica parece estar en su punto más bajo desde el fin de la Guerra Fría. El presidente George W. Bush, quien apoyó con determinación la lucha de Colombia contra el narco-terrorismo de las Farc, y quien visitó varias veces la región e invitó a varios presidentes latinoamericanos a la Casa Blanca, no le prestó la debida atención al accionar subversivo del castro-chavismo y a las escaramuzas del Foro de Sao Paulo.

Thomas A. Shannon Jr., el jefe de asuntos hemisféricos del Departamento de Estado, no parece inquieto ante la actual coyuntura. En diciembre pasado dijo: “Preferimos considerar estos acontecimientos [lo ocurrido en la cumbre de Costa do Sauipe] como escalones hacia una cumbre más grande, que es la Cumbre de las Américas [patrocinada por Estados Unidos] que se celebrará en abril, en la que sí estaremos presentes''. [13]

Coincidiendo con Shannon, el analista Andrés Oppenheimer tampoco pierde el sueño ante los avances del chavismo. El estima que “el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica es un fenómeno real, pero probablemente pasajero, que podría empezar a revertirse en la cumbre estadounidense-latinoamericana de abril”. [14]

Colombia no debería esperar hasta abril para dotarse de una visión de conjunto de la evolución en Latinoamérica y de sus remedios. Bogotá parece tener un plan de reforzamiento de sus relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos pero no exhibe la misma energía frente a la UE, ni ante sus aliados en América Latina, entre los cuales cuentan no sólo varios gobiernos democráticos sino los pueblos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Esa carencia no parece alarmar a la clase política colombiana. Todo parece como si hubiera sido dejado en el congelador a la espera de que el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, comience a ejercer su mandato y exteriorice una visión más precisa sobre América Latina y el continente europeo. Hasta el momento, Barack Obama no ha sido prolijo en anuncios sobre las perspectivas del continente latinoamericano, aunque ha dejado pensar que él podría cambiar la orientación de Washington frente al régimen cubano.

Los círculos oficiales en Colombia no tienen todavía una visión crítica de las opciones diplomáticas espúreas (Unasur, CSD, etc.) que se están formando, ni ante la degradación acelerada del ideal panamericano. Por el contrario, Bogotá da la impresión de querer acomodarse a los nuevos engendros como Unasur. Las dificultades que plantea Venezuela a Colombia en el terreno diplomático, comercial y político (sobre todo por la ayuda que Caracas le presta a las Farc), ha monopolizado la atención de los responsables colombianos. Ello explica en parte la actitud discreta y neutralista de Bogotá ante hechos como la llegada de la flota rusa al Mar Caribe, donde Colombia tiene jurisdicción y posesiones.

No sería un error si Colombia se plantea el tema de cuán actual puede ser pensar en un nuevo plan de modernización de sus fuerzas armadas. Hasta el momento, los sectores gobernantes consideran que esa modernización ya fue hecha con la importante ayuda norteamericana y gracias al Plan Colombia y al Plan Patriota. Los triunfos militares y políticos recientes de Bogotá contra las Farc hacen pensar a la clase política que esa amenaza contra la estabilidad está relativamente dominada. Sin embargo, el núcleo dirigente de las Farc sigue en pié, y el rearme venezolano y brasileño, y los otros desafíos que están surgiendo en el entorno geográfico más vasto, obligan a un replanteamiento de este tema. Tampoco sería inútil replantear el tema de la OTAN.

En años pasados, Colombia se mostró favorable a una participación en esa alianza. Pero ese expediente fue aparentemente soslayado. No obstante, en agosto de 2008, el presidente Alvaro Uribe reveló que la OTAN le había pedido a Colombia aportar su ayuda en Afganistán, no con tropas de combate, sino enviando un grupo de expertos en erradicación de minas antipersonales y en erradicación de cultivos ilegales.
Discretamente, Bogotá estudia esa propuesta. Si la acepta, contaría con el apoyo del contingente español en Afganistán. Si eso se realiza, Colombia sería el único país latinoamericano que haría parte del l'ISAF (International Security and Assistance Force), la coalición de 40 países que dispone de más de 50.000 hombres en Afganistán. Ante la llegada de armas y navíos de guerra rusos al continente latinoamericano, es hora de reabrir el tema de la OTAN y Latinoamérica.

En todo caso, Colombia cometería una falta si no reacciona rápidamente, junto con sus aliados hemisféricos, contra la degradación sistemática y artificial de la OEA y del sistema panamericano [15]. El trabajo que le queda por hacer a Colombia antes de la Cumbre de las Américas en abril próximo es voluminoso. ¿Se lanzará Bogotá a tiempo a esa empresa?

Notas

[1] Algunos estiman que un submarino con propulsión nuclear no es un submarino nuclear; que sólo cuenta la naturaleza de las ojivas que él porta. Otros piensan que sí, pues la propulsión de un submarino de combate es parte esencial de su sistema defensivo/ofensivo.

[2] Entre el 1 y 3 de diciembre de 2008, cuatro navíos de guerra rusos fueron recibidos con honores por la Armada venezolana. Se trata del crucero de propulsión atómica “Pedro el Grande”, el destructor “almirante Chabanenko”, el tanquero “Ivan Bubnov” y el remolcador “Nikolay Chiker”. La tripulación de esos navíos fue de 1 600 militares. Las maniobras fueron realizadas “en puerto” y en “alta mar” y en ella participaron 700 marineros venezolanos a bordo de tres fragatas, un transporte anfibio y ocho guardacostas. Algunos aviones Sukhoi de Venezuela participaron también en la maniobra.

[3] Entre 2005 y 2007 Venezuela firmó doce contratos de compra de armas con Rusia. Así pudo adquirir 24 cazabombarderos Sukhoi-30, 50 helicópteros MI-17, MI-26, MI-35, y cien mil fusiles Kalashnikov AK-103 y sistemas de defensa antiaéreos.

[4] Durante la visita de Dimitri Medvedev el presidente Chávez habló con él de la posibilidad de comprar un nuevo lote de armas rusas. El jefe del Comando Estratégico Operacional venezolano, mayor general Jesús Gregorio González González, declaró que Caracas compraría a los rusos tanques T-72 M, carros blindados de infantería BMP-3, lanzaderas de misiles de bocas múltiples, sistemas de defensa antiaérea TOR-1, así como un número no determinado de submarinos, aviones patrullas y nuevos helicópteros. En noviembre de 2008, Moscú y Caracas anunciaron que Rusia construirá una planta nuclear en Venezuela.

[5] En diciembre de 2006, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, viajó a Quito y asistió a la toma del poder del presidente Rafael Correa. Este estableció relaciones diplomáticas con la República Islámica de Irán. En diciembre de 2008, Rafael Correa reveló que está pidiendo asistencia militar a Irán para proteger la zona fronteriza con Colombia. El citado mandatario espera que Teherán le suministre a Quito, a precios políticos, equipos de comunicaciones, radares, visores nocturnos y medios de transporte.

[6] El 9 de abril de 1948, cuando comenzaban en Bogotá los debates de la Novena Conferencia Panamericana, un atentado mortal contra una figura política colombiana de primer plano, fue seguido de un intento de golpe de Estado contra el gobierno elegido de Mariano Ospina Pérez. Ello estuvo a punto de hacer fracasar la aprobación de la carta fundamental de la OEA. Agentes de la Internacional Comunista, así como un personaje cubano desconocido en esa época, Fidel Castro Ruz, actuaron en esos incidentes que destruyeron el centro histórico de Bogotá.

[7] Las maniobras de los rusos en el Caribe ocurrieron poco después de que el presidente Medvedev realizara una visita oficial a Brasil, Venezuela y Cuba. Al mismo tiempo, el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, quien firmó varios ''acuerdos estratégicos'' con Bolivia y Venezuela, se reunía en Teherán con el presidente ecuatoriano Correa.

[8] Ver el artículo de Jean-Michel Caroit, « Réchauffement des relations entre La Havane et Moscou », Le Monde, Paris, 23 de septiembre de 2008.

[9] Ver la entrevista concedida por Nicolas Sarkozy a la revista francesa Politique Internationale, N. 120, verano de 2008, página 15.

[10] En el partido de Jean Marie Le Pen, en Francia, hablan del “gran presidente Putin” y de la “santa” Rusia como el nuevo Norte para el continente europeo. Hay un auge de un cierto neo-estalinismo en sectores de la extrema derecha francesa, alimentado por su violento antiamericanismo.

[11] El ex canciller alemán Gerhard Schröder es el gran impulsor de la idea de una alianza estratégica de la Unión Europea con Rusia. El actual ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, prosigue esa política, a pesar de las reticencias de la canciller Angela Merkel. Lo mismo hace el ministro del Medio Ambiente, Sigmar Gabriel, partidario del abandono de la energía nuclear, lo que acentuaría la dependencia europea de los hidrocarburos rusos.

[12] Sólo el gobierno de Nicaragua, dirigido por Daniel Ortega, ha reconocido la “independencia” de la Ossetia del Sur, como lo desea Moscú.

[13] Ver el artículo de Andrés Oppenheimer en El Nuevo Herald, Miami, del 21 de diciembre de 2008. Sobre la presencia de Irán en Latinoamérica, Shannon le dijo a Oppenheimer: “Podemos lidiar con los chinos y con los rusos. Pero Irán, debido a las sanciones a las que está sometido por sus programas nucleares, debido a lo que Ahmadinejad dice sobre Israel, y debido a la conexión histórica de Irán con el terrorismo en las Américas, especialmente [el atentado de 1994] en Argentina, es algo preocupante''.

[14] Ibid.

[15] Colombia siempre hizo parte de los pilares de la OEA. Dos expresidentes colombianos, Alberto Lleras Camargo y César Gaviria, fueron secretarios generales de ese organismo.

AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE EN LA COYUNTURA ECONÓMICA INTERNACIONAL: ¿CÓMO SOBREVIVIRÁ LA REGIÓN?


Claudio M. Loser

El contexto económico internacional reciente

Tal como lo atestigua el World Economic Outlook (WEO) del FMI de octubre de 2008 y su actualización de noviembre,[2] la economía mundial se ha sumergido en una fuerte recesión, al enfrentarse con el shock más violento que haya afectado a los mercados financieros desarrollados desde los años 30. La recesión en Europa, EEUU y Japón es fortísima y se observa una fuerte caída en la tasa de crecimiento de las economías emergentes, con muy pocas excepciones. Solo puede preverse una recuperación no antes de la segunda mitad del año 2009. A su vez, aun cuando la caída en los precios de las materias primas en 2008 ha puesto un freno importante en las presiones inflacionarias de hace solo unos meses, en muchos casos la fuerte depreciación de monedas como la libra esterlina y las monedas de los países latinoamericanos contrarrestaron este efecto positivo en los precios.

Las causas de la crisis actual se centran en el deterioro de los mercados financieros, después de un período de fuerte crecimiento que hacía predecir que la economía internacional se encontraba en una etapa que entrañaba un nuevo paradigma económico. Los activos financieros y reales podían crecer sin límites perceptibles y los precios de las commodities habían cambiado en forma muy significativa y permanente. Sin embargo, este optimismo ocultaba crecientes desequilibrios entre las principales economías del mundo. EEUU, con una baja tasa de ahorro privado, financió su consumo con los superávit de los países exportadores de petróleo, China, Japón y Europa.

El shock financiero, que estalló con el derrumbe del mercado de hipotecas de alto riesgo (subprime mortgages) en EEUU en 2007, se agravó aún más en el segundo trimestre de 2008 y entró en una fase crítica a partir de septiembre. El impacto se extendió a todo el sistema financiero mundial, incluidos los mercados emergentes. Al explotar la burbuja inmobiliaria en EEUU y en Europa (el Reino Unido y España, entre otros), los inversores se movieron hacia las commodities, que alcanzaron sus precios máximos a mediados de 2008. Desde ese momento se comenzó a observar un derrumbe, con caídas subsiguientes de casi el 50% en los precios, e incluso aún más en el caso del petróleo y el cobre.

La creciente preocupación por la insolvencia dañó gravemente la confianza de los mercados y llevo a soluciones de emergencia de las principales instituciones oficiales de EEUU y Europa. En septiembre el proceso de desintermediación entró en una grave crisis de liquidez. Para responder a esta situación, las autoridades estadounidenses y europeas han adoptado medidas extraordinarias orientadas a estabilizar los mercados, como el suministro de liquidez en gran escala y la rápida intervención para resolver las dificultades de las instituciones debilitadas, con fuerte apoyo fiscal para lograrlo.

Estas operaciones de salvamento fueron seguidas con importantes transacciones de swaps entre la Reserva Federal de EEUU y otros países, incluyendo Brasil y México. Por otra parte, el Fondo Monetario Internacional anunció la creación de un nuevo mecanismo de préstamo a corto plazo a fin de afianzar la posición de liquidez de países que, por lo demás, han mantenido políticas macroeconómicas apropiadas. Por último, los integrantes del G-20, que representa a los principales países avanzados y emergentes, han acordado coordinar sus políticas de estimulo y de reforma de los organismos multilaterales a fin de reflejar mejor las economías emergentes.

El impacto regional de la crisis mundial

Después de un período de bajo crecimiento económico hasta la década de los 90, con crisis persistentes y alta volatilidad, América Latina sostuvo una fuerte recuperación en los últimos años. La inflación estuvo cayendo hasta muy recientemente, las cuentas fiscales y la política monetaria demostraron gran fuerza, el comercio internacional creció, la pobreza declinó y las cuentas externas mostraron una solidez que no había existido en décadas. La mejora fue atribuible en gran medida a la a tarea realizada por las autoridades económicas, tras muchas equivocaciones en el pasado. Sin embargo, el ímpetu fue apoyado por las condiciones muy favorables para las economías emergentes, particularmente en el precio de las materias primas, y por un fuerte aumento de remesas de inmigrantes.

Las condiciones imperantes a principios de 2008 auguraban un período de crecimiento robusto en las economías emergentes. Aun cuando se preveía una desaceleración en el crecimiento de la región, se esperaban tasas del 4,5%, con una inflación del 6,5% anual. Al cambiar las circunstancias, el crecimiento del producto en 2008 fue de menos del 4%, y la inflación se estima en cerca del 9% debido a los aumentos en precios de combustibles y alimentos en la primera parte de 2008 y la caída posterior.

Para 2009 el crecimiento de América Latina puede caer a cerca de 1,5%-2%, con una inflación de 7%. La caída de actividad en las economías avanzadas se verá agravado por la volatilidad en los mercados financieros. Los precios de las commodities están por debajo de los niveles de 2007, con un fuerte impacto sobre América Latina, que sigue siendo altamente dependiente de exportaciones de productos básicos. La pérdida por términos de intercambio puede significar el 2% del PIB en 2009, la cuenta corriente externa puede registrar un déficit por primera vez desde 2002, los ingresos tributarios se reducirían fuertemente y podrá esperarse también un deterioro importante en las cuentas fiscales.

El efecto adverso sobre la balanza de pagos y sobre las cuentas públicas podrá verse mitigado por la fuerte devaluación que se ha observado en los últimos meses. En relación al dólar estadounidense, la devaluación ha sido del orden de más del 50% desde mediados de año en Brasil, y del 33% en México. Solamente algunos de los países más grandes de la región registraron un cambio mucho menor (menos del 10% en Argentina) o no se modificaron, como fue el caso de Venezuela.

El impacto sobre la actividad económica también podrá verse mitigado por los paquetes de estimulo recientemente anunciados en la región: Chile y Perú (paquetes por el equivalente del 2% del PIB), y Argentina, Brasil y México (1% del PIB). Sin embargo, la capacidad de estos y otros países para instrumentar políticas de estimulo está limitada por sus niveles de deuda, el tamaño relativamente pequeño de los mercados financieros internos y la reducida disponibilidad de crédito externo.

En cuanto a los mercados financieros, las cotizaciones de las bolsas de valores han mostrado una fuerte caída, que ha excedido la de las bolsas en los países avanzados, aunque no ha sido necesariamente mayor que la observada en otras economías emergentes. Como ejemplo, desde mediados de 2008, el índice Bovespa en Brasil cayó en un 46%, y en México, la otra bolsa de importancia en la región, los valores cayeron un 40%. Inicialmente se pensaba que por las características de los mercados financieros latinoamericanos no había una alta presencia de activos financieros “tóxicos”. Sin embargo, en Brasil y México una serie de empresas invirtieron en instrumentos derivados, particularmente referidos al riesgo cambiario. La subsiguiente turbulencia llevó a que estas empresas sufrieran importantes pérdidas y generó fuertes presiones sobre el mercado cambiario.

Existe creciente preocupación acerca de la capacidad de estos países de renovar su deuda, aunque con menor intensidad que en el pasado. No obstante, el riesgo relativo percibido de las inversiones en la región ha resultado en un fuerte aumento en las primas de riesgo soberano para los países latinoamericanos, con aumentos particularmente marcados para Argentina, Ecuador y Venezuela debido a que son considerados muy débiles o con políticas deficientes. Solamente el mayor acceso al financiamiento multilateral podrá compensar esta situación. Ya el FMI, el BID, la CAF y otras instituciones regionales han puesto líneas especiales de crédito a disposición de los países de la región. Sin embargo, muchos países tendrán que modificar su previa postura de rechazo al FMI, que desarrollaron en la creencia que las crisis cíclicas habían sido superadas.

Los bancos comerciales, aunque no han invertido en grado significativo en instrumentos financieros “tóxicos”, están siendo golpeados por la contracción en el crédito externo. Mercados financieros nacionales relativamente pequeños y una supervisión y reglas prudenciales fuertes, herencia de las crisis de los últimos 15 años, también ayudan a proteger el sistema financiero de la región.[3] Así, los riesgos están concentrados en los flujos relacionados con el comercio internacional y con la inversión extranjera. Sin embargo, no pueden descartarse problemas adicionales si se diese un deterioro en las políticas económicas de países específicos.

En última instancia, la caída en el valor de la capitalización de los mercados financieros de América Latina, en conjunto con la reducción en los valores de bonos privados y los mayores costes del endeudamiento público, mas la depreciación de las monedas implican pérdidas de más del 60% del PIB en los mercados de capitales de la región. Con estas pérdidas y una caída de más del 2% del PIB por la reducción en términos de intercambio, el impacto sobre la demanda agregada interna y sobre el crecimiento será muy significativo, aun con paquetes de estimulo importantes. Más aún, con inversiones importantes en el exterior, ya sea en poder de individuos o compañías locales, la crisis internacional tendrá un impacto adicional debido a la reducción de valoración de los activos en el exterior.

Esta presentación está basada en generalizaciones acerca de la región. Sin embargo, existen diferencias importantes. Bajo el claro entendido que la visión presentada aquí no es unánimemente compartida, pueden calificarse los países de acuerdo a sus políticas macroeconómicas y en cuanto a su vulnerabilidad de la siguiente forma: Chile, con las mejores defensas institucionales; seguido por Perú, México y Brasil, con Colombia muy cercana; y, con los mayores problemas, Argentina y Venezuela.

La crisis latinoamericana y su posible impacto en España

¿Cuál será el impacto que la crisis en América Latina tendrá en España, más allá del impacto directo de los problemas internacionales? Deben distinguirse tres aspectos: (1) el comercio; (2) las inversiones españolas en la región; y (3) las presiones migratorias. El impacto de una mayor inmigración es el más difícil de medir. Al encontrarse España en recesión, el atractivo que pueda existir para emigrar de Centro y Sudamérica es claramente limitado. Más aún, la caída en actividad económica tendrá un impacto importante sobre las remesas y puede llevar al retorno desde Europa a los países de origen.

Las exportaciones de España a Latinoamérica (y viceversa) son relativamente pequeñas, ya que suman menos del 5% del total, y menos de 1% del PIB. Una reducción de exportaciones a la región no tendría un efecto muy significativo, aun cuando algunos sectores se puedan ver gravemente afectados. Las inversiones financieras de España en la región también son pequeñas –cerca de 7.000 millones de dólares, menos del 1% del total de inversiones–, por lo que el efecto también sería menor.

El área en el que España se vería fuertemente golpeada es el de la inversión extranjera directa. Las inversiones en América Latina constituían a fin de 2007 casi 100.000 millones de euros, o más del 20% del total. La caída en actividad y la devaluación de la mayoría de las monedas de la región podría llevar a perdidas de capital que sumarian no menos de 30.000 millones de euros, en reflejo de estas tendencias y la posible reducción en utilidades. Parte de esta pérdida ya está reflejada en las valoraciones de las compañías en los mercados accionarios, pero no por ello la suma de todos estos efectos deja de ser significativa para la economía española.

Conclusión

Los próximos 12 a 18 meses serán ciertamente difíciles. La percepción que la región se había desvinculado de los posibles problemas de las economías avanzadas ha sido penosamente refutada por los hechos, y como mínimo se espera una fuerte desaceleración en el crecimiento, o una recesión. Las cuentas externas están sufriendo las consecuencias de la caída en precios y en actividad económica, mientras que los flujos de capital se reducen drásticamente. Sin embargo, los principales países del mundo han aprobado importantes paquetes de estímulo, lo que ayuda en forma sustancial a la estabilidad internacional. Las autoridades nacionales ven con mayor realismo la situación y en general han reaccionado positivamente frente a la crisis. Sin embargo, cada país tendrá que recorrer un difícil camino en el que habrá que vencer la atracción de políticas populistas. En cada caso, aun con mejores defensas que en otros momentos de crisis en el pasado, la región deberá hacer frente a los retos económicos más graves en varias generaciones, lo que requiere gran esfuerzo y claridad de criterio.

Notas:

[1] Todas las opiniones vertidas en este artículo son a título personal y no representan los puntos de vista de las instituciones a las que pertenece o con las que estuvo asociado. Como tal todo posible error es su sola responsabilidad.

[2] Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook, Octubre 2008, y Revisión, Noviembre 2008

[3] El índice de desarrollo y estabilidad financiera, desarrollado por la consultora Centennial (a la que el autor pertenece) y presentado en Emerging Markets (octubre de 2008), muestra que los países de la región han desarrollado una significativa fortaleza institucional con índices de estabilidad que superan los valores esperados de acuerdo a su nivel de ingreso. Los índices de desarrollo (fundamentalmente determinados por la profundidad y extensión del sistema) tienden a ser menores de lo esperado, con la notable excepción de Panamá, un centro financiero internacional. En el otro extremo, Argentina y, en menor medida, México, Perú y Venezuela tienen sistemas financieros pequeños, principalmente como reflejo de crisis sufridas en los últimos 15 años

SUDAMÉRICA SE REARMA, ¿HAY MOTIVOS PARA UNA CARRERA DE ARMAMENTOS?


Antonio J. Candil Muñoz

A pesar de las apariencias fraternales, los viejos demonios familiares persisten en el continente sudamericano. Independientemente de una cierta resurrección de las izquierdas más radicales –situación no fácil de explicar-, quizás avivadas por las posturas irracionales y extremistas alentadas desde Venezuela, la realidad es indiscutible. Por mucho que los jefes de gobierno se reúnan y hablen, los países más prominentes de América del Sur están procediendo a un rearme real y notorio. Solamente en Centroamérica, el gasto dedicado a armamentos ha alcanzado la cifra de 38.000 millones de $ en 2007, incluyendo aquí a países como Méjico, los centroamericanos y los del Caribe. Los presupuestos militares de los compradores habituales de armamento –Brasil, Colombia, Chile y Venezuela-, han crecido mucho más, incluso. Brasil, en concreto, ha anunciado un aumento de un 50% en sus gastos de defensa para el período 2008 a 2011.

El pasado 23 de mayo último se constituyó en Brasilia la nueva Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), y en su marco –al margen de su actividad o enfoque comercial-, se discutió a propuesta de Brasil la creación de un Consejo Sudamericano de Defensa. Al parecer únicamente Colombia se mostró en desacuerdo con la propuesta.

Mientras tanto, y en tanto se llega a algo firme y sólido en esta línea, el rearme está en curso. Dos razones principales pueden justificar la tendencia en curso:

En primer lugar, los presupuestos militares en los países de América del Sur llevaban prácticamente congelados desde comienzos de los años 80, cuando los gobiernos dirigidos por militares comenzaron a desvanecerse. Los materiales y equipo eran ya obsoletos y en gran parte, hasta inexistentes. Su sustitución podría interpretarse hasta como un signo de normalidad. La excepción es, sin duda, Venezuela, en donde su jefe de gobierno procede precisamente del estamento militar y hasta actúa como un dictador militar más propio del pasado, al margen de su signo izquierdista y radical. La adquisición reciente de modernísimos aviones de combate Sukhoi Su-30 y helicópteros en Rusia puede entenderse como un signo de desafío a los Estados Unidos, si se quiere, pero también está dirigida a mantener contento al estamento militar.

La segunda razón no es otra que el incremento general de riqueza experimentado por muchos de los países considerados. En Chile, por ley, las fuerzas armadas perciben un 10% de los beneficios de la exportación del cobre que, con el alza de precios en el mercado mundial, ha arrojado ahora importantes beneficios y que se destinan a la modernización de los tres ejércitos. Así, en los últimos años, Chile ha procedido a la adquisición de más de 300 carros de combate Leopard 1 y 2, en Alemania y Holanda, de ocho fragatas de diverso tipo, dos nuevos submarinos diesel Scorpene adquiridos al consorcio franco-español DCN-Navantia, y una fragata británica, por un valor de 1,200 millones de dólares, y 28 cazabombarderos F-16 en los Estados Unidos y Holanda, además de interesarse seriamente por el nuevo avión de transporte militar europeo A400M.


Este rearme chileno no ha sido seguido con alegría ni desde Bolivia ni desde Perú, naciones que siguen manteniendo alguna reivindicación territorial con Chile. Sin embargo, no se puede decir que las relaciones con ambos países sean tensas o difíciles, sino más bien todo lo contrario. Perú contará en 2011 con un sistema de defensa operativo y disuasivo para afrontar cualquier amenaza a la seguridad interna y externa, como una manera de responder a las adquisiciones de armamento de Chile, y si Chile despliega F-16 cercanos a la frontera, no hay duda de que los MiG-29 peruanos estarán en La Joya, una base de la Fuerza Aérea del Perú instalada en Arequipa, localidad próxima a la frontera con Chile. El gobierno peruano destinará este año 2008 al menos 514 millones de dólares para modernizar y repotenciar sus equipos militares, una cifra sólo superada por el régimen de Alberto Fujimori en los años 90, cuando la compra de armamento se convirtió en la principal fuente de corrupción. La prioridad del ejército de tierra es reemplazar los carros de combate T-55 adquiridos en los años 70, por los T-72M1, que eventualmente serían vendidos por Rusia o Polonia. Con ambas naciones, Perú ha suscrito convenios de cooperación en el ámbito de la defensa en 2005 y 2008, respectivamente.

El caso de Brasil, por otra parte, no ha provocado excesiva atención por parte de sus vecinos. El rearme brasileño, que incluye planes para nuevos aviones de combate e incluso un submarino nuclear, se ve equilibrado por una estabilidad económica y crecimiento importantes, y una democracia cada vez mejor asegurada, lo que le ha permitido al gobierno ambicionar un cierto papel de potencia regional, si bien por medios pacíficos hasta ahora. Aunque en Brasil no se mira con agrado el apoyo militar de los Estados Unidos a Colombia, la amenaza más tangible contra los intereses brasileños reside ciertamente en Venezuela. Si bien las adquisiciones brasileñas pudieran justificarse por llevar a cabo una modernización de sus fuerzas armadas la realidad es que esta nación ha comprado recientemente cuatro aviones nuevos Mirage 2000, 12 Super Tucano, 46 cazas F-5E, 53 aviones de apoyo táctico AMX en Italia, y más de 200 carros de combate Leopard 1 y M60, en Alemania y Estados Unidos.

Las adquisiciones de armamento efectuadas por Venezuela en Rusia, han alarmado no solo a sus vecinos, sino también a los Estados Unidos y a otras naciones fuera del ámbito regional sudamericano. Las manifestaciones del presidente Chávez van ciertamente dirigidas contra los Estados Unidos, como una advertencia contra una posible injerencia, pero no están exentas de ciertas ambiciones regionales.

El principal objetivo de Venezuela en la región está, sin dudarlo, en Colombia, donde se ve una actitud y apoyo norteamericano insoportable para la mentalidad tercermundista del presidente Chávez. Hoy no hay dudas ya del apoyo prestado desde Venezuela a las guerrillas antigubernamentales colombianas, y la normalización del armamento del ejército venezolano con los mismos materiales utilizados por las FARC son una indicación clara de su motivación. Venezuela, además, según publicaciones internacionales, ha adquirido en Rusia, 40 helicópteros y 100.000 fusiles de asalto Kalashnikov. Entre las compras a Rusia figuran también, según informaciones recientes, 50 aviones de combate MiG-29, 3 submarinos diesel de nuevo diseño, y 4 corbetas y aviones de transporte.

El rearme en Colombia viene, sin duda, dictado por sus necesidades de autodefensa contra las guerrillas, pero está también dirigido a prevenir a Venezuela. Y quizás, como advertencia, se ha efectuado un pedido de aviones de combate Kfir a Israel que, aunque de segunda mano, son ciertamente mejores y más capaces que los actualmente en servicio con la fuerza aérea colombiana. Colombia estaría también interesada en adquirir en Suecia un sistema de alerta temprana de bajo coste, como el que posee la fuerza aérea sueca. Colombia por su parte recibirá para su ejército de tierra 5 helicópteros Mi-17 de Rusia y 15 Black Hawk de última generación, procedentes de los Estados Unidos. Para la fuerza aérea incorpora 12 helicópteros armados Bell 212, 3 aviones C-295, de EADS/CASA -como los que incorpora Brasil y que EEUU impidió que España venda a Venezuela- y 13 cazas Kfir, equipados como cazas de apoyo táctico. Las fuerzas navales recibirá 3 patrulleras y 2 lanchas rápidas más.

En este marco, llegan posiblemente los avispados de última hora como el Sr. Zapatero quien no tiene inconveniente en tratar de vender ahora a Argentina, los excedentes de cazas Mirage F1, en fase de retirada del servicio del Ejército del Aire español, cuando tan solo hace unos años bloqueó la venta de carros de combate AMX-30 y otros materiales a Colombia, pero sí quiso por todos los medios vender nuevos sistemas de armas a Venezuela.

Sea como sea, y aún tratando de justificar y razonar la tendencia, la realidad es que los presupuestos dedicados a la adquisición de armas en América del Sur han aumentado sensiblemente, sin que se perciba su necesidad, y cuando hay muchos otros capítulos por resolver y atender.