lunes, 23 de febrero de 2009

SUDAMÉRICA SE REARMA, ¿HAY MOTIVOS PARA UNA CARRERA DE ARMAMENTOS?


Antonio J. Candil Muñoz

A pesar de las apariencias fraternales, los viejos demonios familiares persisten en el continente sudamericano. Independientemente de una cierta resurrección de las izquierdas más radicales –situación no fácil de explicar-, quizás avivadas por las posturas irracionales y extremistas alentadas desde Venezuela, la realidad es indiscutible. Por mucho que los jefes de gobierno se reúnan y hablen, los países más prominentes de América del Sur están procediendo a un rearme real y notorio. Solamente en Centroamérica, el gasto dedicado a armamentos ha alcanzado la cifra de 38.000 millones de $ en 2007, incluyendo aquí a países como Méjico, los centroamericanos y los del Caribe. Los presupuestos militares de los compradores habituales de armamento –Brasil, Colombia, Chile y Venezuela-, han crecido mucho más, incluso. Brasil, en concreto, ha anunciado un aumento de un 50% en sus gastos de defensa para el período 2008 a 2011.

El pasado 23 de mayo último se constituyó en Brasilia la nueva Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), y en su marco –al margen de su actividad o enfoque comercial-, se discutió a propuesta de Brasil la creación de un Consejo Sudamericano de Defensa. Al parecer únicamente Colombia se mostró en desacuerdo con la propuesta.

Mientras tanto, y en tanto se llega a algo firme y sólido en esta línea, el rearme está en curso. Dos razones principales pueden justificar la tendencia en curso:

En primer lugar, los presupuestos militares en los países de América del Sur llevaban prácticamente congelados desde comienzos de los años 80, cuando los gobiernos dirigidos por militares comenzaron a desvanecerse. Los materiales y equipo eran ya obsoletos y en gran parte, hasta inexistentes. Su sustitución podría interpretarse hasta como un signo de normalidad. La excepción es, sin duda, Venezuela, en donde su jefe de gobierno procede precisamente del estamento militar y hasta actúa como un dictador militar más propio del pasado, al margen de su signo izquierdista y radical. La adquisición reciente de modernísimos aviones de combate Sukhoi Su-30 y helicópteros en Rusia puede entenderse como un signo de desafío a los Estados Unidos, si se quiere, pero también está dirigida a mantener contento al estamento militar.

La segunda razón no es otra que el incremento general de riqueza experimentado por muchos de los países considerados. En Chile, por ley, las fuerzas armadas perciben un 10% de los beneficios de la exportación del cobre que, con el alza de precios en el mercado mundial, ha arrojado ahora importantes beneficios y que se destinan a la modernización de los tres ejércitos. Así, en los últimos años, Chile ha procedido a la adquisición de más de 300 carros de combate Leopard 1 y 2, en Alemania y Holanda, de ocho fragatas de diverso tipo, dos nuevos submarinos diesel Scorpene adquiridos al consorcio franco-español DCN-Navantia, y una fragata británica, por un valor de 1,200 millones de dólares, y 28 cazabombarderos F-16 en los Estados Unidos y Holanda, además de interesarse seriamente por el nuevo avión de transporte militar europeo A400M.


Este rearme chileno no ha sido seguido con alegría ni desde Bolivia ni desde Perú, naciones que siguen manteniendo alguna reivindicación territorial con Chile. Sin embargo, no se puede decir que las relaciones con ambos países sean tensas o difíciles, sino más bien todo lo contrario. Perú contará en 2011 con un sistema de defensa operativo y disuasivo para afrontar cualquier amenaza a la seguridad interna y externa, como una manera de responder a las adquisiciones de armamento de Chile, y si Chile despliega F-16 cercanos a la frontera, no hay duda de que los MiG-29 peruanos estarán en La Joya, una base de la Fuerza Aérea del Perú instalada en Arequipa, localidad próxima a la frontera con Chile. El gobierno peruano destinará este año 2008 al menos 514 millones de dólares para modernizar y repotenciar sus equipos militares, una cifra sólo superada por el régimen de Alberto Fujimori en los años 90, cuando la compra de armamento se convirtió en la principal fuente de corrupción. La prioridad del ejército de tierra es reemplazar los carros de combate T-55 adquiridos en los años 70, por los T-72M1, que eventualmente serían vendidos por Rusia o Polonia. Con ambas naciones, Perú ha suscrito convenios de cooperación en el ámbito de la defensa en 2005 y 2008, respectivamente.

El caso de Brasil, por otra parte, no ha provocado excesiva atención por parte de sus vecinos. El rearme brasileño, que incluye planes para nuevos aviones de combate e incluso un submarino nuclear, se ve equilibrado por una estabilidad económica y crecimiento importantes, y una democracia cada vez mejor asegurada, lo que le ha permitido al gobierno ambicionar un cierto papel de potencia regional, si bien por medios pacíficos hasta ahora. Aunque en Brasil no se mira con agrado el apoyo militar de los Estados Unidos a Colombia, la amenaza más tangible contra los intereses brasileños reside ciertamente en Venezuela. Si bien las adquisiciones brasileñas pudieran justificarse por llevar a cabo una modernización de sus fuerzas armadas la realidad es que esta nación ha comprado recientemente cuatro aviones nuevos Mirage 2000, 12 Super Tucano, 46 cazas F-5E, 53 aviones de apoyo táctico AMX en Italia, y más de 200 carros de combate Leopard 1 y M60, en Alemania y Estados Unidos.

Las adquisiciones de armamento efectuadas por Venezuela en Rusia, han alarmado no solo a sus vecinos, sino también a los Estados Unidos y a otras naciones fuera del ámbito regional sudamericano. Las manifestaciones del presidente Chávez van ciertamente dirigidas contra los Estados Unidos, como una advertencia contra una posible injerencia, pero no están exentas de ciertas ambiciones regionales.

El principal objetivo de Venezuela en la región está, sin dudarlo, en Colombia, donde se ve una actitud y apoyo norteamericano insoportable para la mentalidad tercermundista del presidente Chávez. Hoy no hay dudas ya del apoyo prestado desde Venezuela a las guerrillas antigubernamentales colombianas, y la normalización del armamento del ejército venezolano con los mismos materiales utilizados por las FARC son una indicación clara de su motivación. Venezuela, además, según publicaciones internacionales, ha adquirido en Rusia, 40 helicópteros y 100.000 fusiles de asalto Kalashnikov. Entre las compras a Rusia figuran también, según informaciones recientes, 50 aviones de combate MiG-29, 3 submarinos diesel de nuevo diseño, y 4 corbetas y aviones de transporte.

El rearme en Colombia viene, sin duda, dictado por sus necesidades de autodefensa contra las guerrillas, pero está también dirigido a prevenir a Venezuela. Y quizás, como advertencia, se ha efectuado un pedido de aviones de combate Kfir a Israel que, aunque de segunda mano, son ciertamente mejores y más capaces que los actualmente en servicio con la fuerza aérea colombiana. Colombia estaría también interesada en adquirir en Suecia un sistema de alerta temprana de bajo coste, como el que posee la fuerza aérea sueca. Colombia por su parte recibirá para su ejército de tierra 5 helicópteros Mi-17 de Rusia y 15 Black Hawk de última generación, procedentes de los Estados Unidos. Para la fuerza aérea incorpora 12 helicópteros armados Bell 212, 3 aviones C-295, de EADS/CASA -como los que incorpora Brasil y que EEUU impidió que España venda a Venezuela- y 13 cazas Kfir, equipados como cazas de apoyo táctico. Las fuerzas navales recibirá 3 patrulleras y 2 lanchas rápidas más.

En este marco, llegan posiblemente los avispados de última hora como el Sr. Zapatero quien no tiene inconveniente en tratar de vender ahora a Argentina, los excedentes de cazas Mirage F1, en fase de retirada del servicio del Ejército del Aire español, cuando tan solo hace unos años bloqueó la venta de carros de combate AMX-30 y otros materiales a Colombia, pero sí quiso por todos los medios vender nuevos sistemas de armas a Venezuela.

Sea como sea, y aún tratando de justificar y razonar la tendencia, la realidad es que los presupuestos dedicados a la adquisición de armas en América del Sur han aumentado sensiblemente, sin que se perciba su necesidad, y cuando hay muchos otros capítulos por resolver y atender.

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