martes, 10 de marzo de 2009

UN TRATADO DE LIBRE COMERCIO ESTADOS UNIDOS-COLOMBIA: EL FORTALECIMIENTO DE LA DEMOCRACIA Y EL PROGRESO EN AMÉRICA LATINA


Daniel T. Griswold y Juan Carlos Hidalgo

Introducción

Probablemente, el voto más importante y controvertido del año en el Congreso, en lo que respecta al comercio internacional, sea el tratado de libre comercio (TLC) que firmó Estados Unidos con su vecino y aliado sudamericano, Colombia. En su informe del 28 de enero de 2008, el presidente Bush exhortó al Congreso a aprobar el tratado este año. El Presidente describió a Colombia como “un amigo de Estados Unidos que enfrenta la violencia y el terror, y lucha contra narcotraficantes”, y advirtió al Congreso que “si no aprobamos este tratado, fortaleceremos a los que propician el falso populismo en nuestro hemisferio. De modo que debemos unirnos, aprobar este tratado y demostrarles a nuestros vecinos de la región que la democracia lleva a una vida mejor”. (1)

El tratado, que firmaron ambos gobiernos en noviembre de 2006, eliminaría la mayor parte de los aranceles y barreras al comercio entre los dos países. El TLC entre Estados Unidos y Colombia es el último de una serie de tratados —negociados por la administración Bush y aprobados por el Congreso— con cinco países de América Central, la República Dominicana, Chile y Perú.

El actual congreso demócrata aprobó el TLC con Perú a fines de 2007, después de que se modificaron las secciones ambientales y laborales, pero los líderes demócratas aseguraron una y otra vez que el TLC con Colombia no será sometido a voto hasta que el país no logre un progreso aún no definido en el tratamiento de la violencia contra líderes sindicales. Las organizaciones de trabajadores de Estados Unidos, en especial la Federación Americana de Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés) —un electorado clave del Partido Demócrata—, hicieron del fracaso del tratado con Colombia una de sus metas políticas principales.

Rechazar un tratado de libre comercio con Colombia debido a la persistente violencia que padece ese país sería un error irresponsable del Congreso. Implicaría sacrificar nuestro interés nacional en un hemisferio estable, pacífico y próspero en pos de intereses ideológicos y partidistas faltos de perspectiva. Más allá de sus beneficios económicos, un TLC con Colombia recompensaría e institucionalizaría el espectacular progreso logrado por el gobierno del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, en los últimos cinco años y medio.

Por qué los representantes demócratas se oponen a un tratado comercial con ColombiaEn una declaración realizada el 29 de junio de 2007, la presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi y otros líderes del partido demócrata anunciaron su oposición al TLC con Colombia. Manifestaron que “existe una preocupación generalizada en el Congreso por el nivel de violencia en Colombia, la impunidad, la falta de investigaciones y juicios, y el papel de los paramilitares”. “Consideramos que, primero, debe contarse con pruebas concretas de resultados sostenidos en Colombia, y los miembros del Congreso continuarán trabajando con todas las partes interesadas para lograr este objetivo antes de considerar cualquier TLC. En consecuencia, no podemos apoyar el TLC con Colombia en este momento”. (2)

La violencia es un problema real para los sindicalistas colombianos. Desde 1991, más de 2.200 sindicalistas fueron asesinados, la mayoría por paramilitares de derecha. Según señala una reciente publicación de la AFL-CIO, Colombia es el país más peligroso para ser miembro de un sindicato. (3)

Y, en la mayoría de los casos, el sistema judicial fracasa: por todos estos asesinatos, sólo hubo 37 condenas (4). Sin embargo, los líderes del partido demócrata y sus aliados sindicales no reconocen el espectacular progreso logrado por el gobierno colombiano, a pesar de las sombrías expectativas de hace apenas unos años.

La verdadera novedad en Colombia no es el nivel actual de violencia sino su drástica disminución en un período relativamente corto, y el crédito que merece el gobierno colombiano por esa mejora. La cantidad de asesinatos de sindicalistas en Colombia cayó abruptamente desde 2001, un año antes de que asumiera el presidente Álvaro Uribe. De aproximadamente 200 asesinatos por año en 2001 y 2002, la cifra cayó a la mitad en 2003 y, desde entonces, continúa bajando. La AFL-CIO asegura que 38 sindicalistas fueron asesinados en 2007, mientras que el Ministerio de la Protección Social de Colombia contabiliza 25. Incluso si se acepta la cifra más alta de la AFL-CIO, esto marcaría una caída en picada de más del 80% en los asesinatos de sindicalistas durante el mandato del presidente Uribe; la caída sería de casi el 90% si se tomara la cifra del Ministerio de la Protección Social. Ambos porcentajes representan un progreso notable y meritorio durante el gobierno del presidente Uribe.

Las muertes de sindicalistas también deben considerarse en el contexto de una sociedad que fue, durante décadas, una de las más azotadas por la violencia en el mundo. Desde que se independizó de España en 1819, el país se vio sumido en conflictos civiles que costaron cientos de miles de vidas. En la década de 1960, dos grupos marxistas armados, las FARC y el ELN, iniciaron una guerra de guerrillas contra el gobierno de Colombia. Más tarde, en la década de 1980, poderosos carteles se batieron con las autoridades y entre sí en las calles de ciudades importantes como Medellín y Cali. Hasta hace unos años Medellín era la ciudad con más asesinatos por habitante del mundo. A principios de la década de 1990, se formaron grupos paramilitares de derecha, conformados por terratenientes, para combatir a las guerrillas de izquierda. Poco después, estos mismos grupos se convirtieron en fuerzas criminales autónomas.

A mediados de la década de 1990, una vez desmantelados los carteles, tanto las guerrillas como los grupos paramilitares pasaron al negocio de los narcóticos. La accidentada geografía de Colombia la vuelve un lugar ideal para la producción de cultivos ilegales como la marihuana y la coca. Se estima que el 90% de la cocaína en polvo que se consume en Estados Unidos proviene de Colombia (5). Esto representa un negocio multimillonario que las fuerzas armadas ilegales explotan desde hace más de una década.

En este contexto sórdido, la administración Uribe tomó medidas decisivas. El gobierno instauró un programa de protección para los grupos vulnerables de la sociedad. Actualmente, 1.504 sindicalistas están inscriptos en el programa, un número que supera a los de todos los otros grupos de la sociedad civil. En un trabajo conjunto con la Organización Internacional del Trabajo, Colombia creó una unidad especial, presidida por el Fiscal General, para investigar casos prioritarios de violencia contra militantes sindicales (6). Los asesinatos de sindicalistas siguen ocurriendo, pero representan menos de uno de cada diez asesinatos de civiles a manos de grupos armados ilegales (7). Otros grupos que son blanco de violencia son, por ejemplo, los maestros, los periodistas, los líderes empresarios y los políticos, la mayoría de los cuales son miembros del propio partido de Uribe.

La AFL-CIO siempre cita la cifra de los 2.245 sindicalistas asesinados en Colombia desde 1991 como el argumento central en contra de la aprobación del tratado de libre comercio. Pero la mayor parte de los asesinatos ocurrieron al comienzo del período considerado, dado que más de cuatro de cada cinco asesinatos ocurrieron antes de la asunción del presidente Uribe. En lugar de reconocer el mérito de Uribe en la drástica caída de los crímenes, la AFL-CIO insiste en sancionar al presidente actual, y a quienes lo eligieron, por los fracasos de gobiernos anteriores.

Por desgracia, algunos grupos colombianos de izquierda se confabularon con intereses sindicales en Estados Unidos para convencer al la cúpula demócrata del Congreso de que este TLC debe fracasar debido a razones humanitarias. Esta oposición al tratado se debe más a la ideología que una preocupación real por los sindicalistas de Colombia. Por ejemplo, Gustavo Triana, un funcionario de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la mayor federación de trabajadores de Colombia, sostiene que “El libre comercio nos mata tanto como las balas” (8). La equiparación del comercio pacífico y voluntario con balas asesinas es una comparación burda que revela los intereses ideológicos que yacen detrás de gran parte de la oposición al TLC.

Un país complicado, un presidente notableEl presidente Álvaro Uribe es una rareza en la política de América Latina. Después de cinco años en el gobierno, su popularidad sigue siendo muy alta, hoy en día es mayor al 80%. Fue reelegido en 2006 con un impresionante 62% de los votos. Los motivos de la popularidad de Uribe están claros para cualquiera que haya seguido los acontecimientos en Colombia a lo largo de la última década. Sus políticas generaron más seguridad y oportunidades económicas para los ciudadanos colombianos.

Desde que asumió el cargo, en 2002, el presidente Uribe avanzó notablemente en la erradicación de la violencia en su país, no sólo la violencia contra sindicalistas. Su gobierno incrementó la presencia policial en todas las principales ciudades y regiones del país. Más de 30.000 paramilitares retornaron a la vida civil (9). Gracias a una vigilancia policial y una acción militar más agresivas contra los insurgentes, el nivel de violencia cayó de manera drástica. Desde 2002, los homicidios cayeron un 40%, los secuestros, un 82%, y los ataques terroristas, un 77% (10).

Antes del mandato de Uribe, se consideraba que Colombia estaba al borde de convertirse en un “estado fallido”. Las guerrillas marxistas que habían librado una guerra contra el gobierno colombiano durante casi 40 años controlaban un área del tamaño de Suiza. Miles de secuestros y asesinatos hacían de Colombia uno de los países más violentos del mundo. Como señaló Otto Reich, ex subsecretario de estado para asuntos del hemisferio occidental, “Hace apenas cinco años, el gran debate del gobierno de Estados Unidos se centraba en cuánto tiempo podría sobrevivir el Gobierno de Colombia” (11).

Las políticas de Uribe cambiaron a Colombia. El Presidente adoptó una política dura contra las guerrillas marxistas fortaleciendo la presencia del ejército en las zonas rurales y empujando a las FARC fuera de la Colombia central. Además, abogó por un controversial plan para persuadir a los grupos paramilitares de desarmarse a cambio de penas reducidas e incentivos para reincorporar ex paramilitares a la fuerza laboral. Este proceso fue objeto de críticas. Muchos aseguran que la desmovilización de paramilitares constituyó una amnistía a criminales confesos. Otros señalan que muchos paramilitares desmovilizados pasaron a ser criminales comunes. Sin embargo, los números indican claramente que durante el gobierno de Uribe el crimen cayó en picada. Hoy, Medellín tiene una tasa de homicidios per cápita más baja que Baltimore. Colombia sigue siendo un país muy violento, pero los críticos pierden la perspectiva cuando observan los datos del crimen sin tomar en cuenta las tendencias de los últimos cinco años.

Durante la presidencia de Uribe, no sólo mejoraron las cifras del crimen sino que también los indicadores económicos y sociales presentan un progreso notorio. Se estima que la economía, cuyo crecimiento se mantuvo en un promedio del 5% en los últimos cuatro años, creció casi un 7% en 2007. La inversión extranjera directa se incrementó de 2.100 millones de dólares en 2002 a 6.300 millones en 2006 (un aumento del 200%). La pobreza cayó 11,9 puntos porcentuales a 45% en el mismo período (12). La tasa de desempleo bajó del 15% al 11% (13). Una combinación de políticas que propician el crecimiento y mayor seguridad redundó en mejores condiciones de vida para millones de colombianos.

Un amigo en una región de enemigos

La importancia de Colombia aumentó en los últimos años debido a la batalla ideológica que se libra en la región andina. Con la llegada al poder de presidentes populistas de izquierda en América del Sur, el presidente Uribe constituye el aliado más cercano a Estados Unidos en América Latina. Más aún, hoy Colombia está rodeada por dos presidentes antiestadounidenses que tienen lazos o simpatizan con las guerrillas marxistas: Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador.

La situación es especialmente preocupante en el caso de Chávez. El presidente de Venezuela intentó una y otra vez exportar su revolución “bolivariana” (socialista) a otros países de América Latina, aprovechando una ganancia inesperada en los ingresos generados por petróleo de cerca de 300.000 millones de dólares desde que llegó al poder (14). El presidente Chávez apoyó abiertamente las campañas de los candidatos de izquierda en la región, como Evo Morales (Bolivia), Shafik Handal (El Salvador), Daniel Ortega (Nicaragua), Ollanta Humala (Perú) y Rafael Correa (Ecuador). Además, en los últimos cuatro años, Chávez gastó 4.000 millones de dólares en armamento (15).

Los vínculos de Chávez con las guerrillas son bien conocidos. Venezuela se convirtió en un refugio para las FARC y otros grupos terroristas. El Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos 2006 sostiene que “las organizaciones guerrilleras colombianas (…) se trasladan por Venezuela sin una interferencia significativa de las fuerzas de seguridad venezolanas” (16). Recientemente, Chávez declaró que las guerrillas eran “verdaderos ejércitos” cuyo proyecto político era respetado por el gobierno de Venezuela.

El hecho de que el aliado más cercano de Estados Unidos sea su vecino inmediato fue siempre un motivo de irritación para Chávez. La relación entre él y el presidente Uribe se malogró recientemente por un intento infructuoso de mediación del presidente venezolano para que las guerrillas colombianas liberaran a decenas de rehenes que esos grupos mantienen retenidos desde hace más de cinco años. Los líderes intercambiaron reproches, y Chávez sostuvo que Uribe es “un triste peón del imperio [estadounidense]” (17).

Venezuela es el segundo mercado más grande para las exportaciones colombianas, y muchos temen que la crisis diplomática entre ambos países pueda derivar en un bloqueo venezolano —algo con lo que Chávez ya amenazó varias veces— que podría tener graves consecuencias para la economía de Colombia.

El TLC Estados Unidos-Colombia El tratado comercial con Colombia propuesto surgió de las políticas de vinculación de Estados Unidos con Colombia desde principios de la década de 1990. En 1991, un congreso demócrata aprobó la Ley de Preferencia Comercial Andina. La ley, que contó con el apoyo de ambos partidos y deberá renovarse en 2008, permite que el 90% de las exportaciones colombianas ingresen en Estados Unidos libres de impuestos. Desde fines de la década de 1990, en una iniciativa promovida por el entonces presidente Bill Clinton, el Congreso destina más de 5.000 millones de dólares en asistencia al “Plan Colombia”, un programa del gobierno colombiano cuyo objetivo es combatir a los insurgentes violentos y erradicar la producción de drogas ilegales.

El tratado de libre comercio con Colombia se diseñó para fortalecer la sociedad civil de Colombia y, al mismo tiempo, generar oportunidades económicas para que los productores estadounidenses vendan sus productos a los 44 millones de consumidores colombianos, que gozan de una movilidad ascendente y ven con buenos ojos a Estados Unidos.

Al igual que otros tratados similares que Estados Unidos ya negoció en la región, éste derribaría barreras a las exportaciones estadounidenses. Más del 80% de las exportaciones de Estados Unidos a Colombia de productos dirigidos a la industria y a los consumidores se volverían libres de impuestos si se promulgara el tratado, y los aranceles restantes se eliminarían progresivamente a lo largo de los próximos diez años. Para los productores agrícolas de Estados Unidos, el TLC permitiría un acceso inmediato libre de impuestos para la carne vacuna de alta calidad, el algodón, el trigo, la harina de soja y las principales frutas y verduras (como las manzanas, las peras, los duraznos y las cerezas), y muchos alimentos procesados, como las papas fritas y galletas. El tratado mejoraría el ingreso de las exportaciones de carne de cerdo, carne vacuna, maíz, carne de ave, arroz y lácteos (18).

Además, el TLC fortalecería la protección de las inversiones de las empresas estadounidenses que intentaran llegar a los consumidores colombianos mediante una presencia directa. El tratado garantizaría los derechos no discriminatorios a las empresas de Estados Unidos en su presentación en licitaciones para obtener contratos con una gran variedad de ministerios, organismos, y gobiernos regionales de Colombia, así como un mejor acceso para los proveedores estadounidenses de servicios de telecomunicaciones. Este TLC supera a otros tratados bilaterales con el propósito de satisfacer las siempre cambiantes exigencias de los críticos de los tratados comerciales en lo que respecta al cumplimiento de determinadas normas laborales y ambientales dentro de Colombia (19).

El comercio bilateral entre Colombia y Estados Unidos ascendió a 15.900 millones de dólares en 2006 e iba camino a superar los 17.000 millones en 2007. Este valor es similar al del comercio bilateral con Chile, otro país con el que existe un TLC, y casi el doble de nuestro comercio con Perú, que se convirtió en socio comercial en 2007 (20).

Debido a que los aranceles de Estados Unidos ya son o bajos o nulos para la mayoría de las importaciones provenientes de Colombia, el tratado no debería generar la oposición de intereses especiales locales. El petróleo y el carbón representan más de la mitad de los 9.300 millones de dólares en importaciones de Estados Unidos provenientes de Colombia en 2006. Otro sexto de nuestras importaciones de ese país corresponde a productos agrícolas, fundamentalmente granos de café y flores. La indumentaria y el calzado representan cerca del 6% de nuestras importaciones, menos de 500 millones de dólares (21).

En 2006, las exportaciones más competitivas de Estados Unidos a Colombia, que comprenden más del 40% de los bienes estadounidenses vendidos allí, fueron productos manufacturados, entre ellos equipamiento para perforación y para yacimientos petrolíferos, maquinaria para excavación, computadoras y accesorios, equipos de telecomunicaciones y equipos médicos. Otras categorías importantes de exportaciones de Estados Unidos fueron los productos químicos y agrícolas, estos últimos liderados marcadamente por el maíz (22). A lo largo del tiempo, el tratado acabaría eliminando el 11,3% promedio de aranceles de Colombia sobre los productos agrícolas estadounidenses, en comparación con el arancel promedio de 0,1% de Estados Unidos, correspondiente los programas de preferencia vigentes (23). Un estudio realizado en diciembre de 2006 por la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos estimó que el tratado incrementaría las exportaciones estadounidenses en 1.100 millones de dólares (24). Dado que los exportadores colombianos ya gozan de un acceso virtualmente libre de impuestos al mercado de Estados Unidos, un tratado de comercio permitiría la igualdad de condiciones que a los escépticos del comercio no dejan de exigir.

Las consecuencias de decir que noUn tratado de comercio abarcador también beneficiaría a Colombia, además, con la apertura de su mercado a una mayor competencia de importaciones, lo que estimularía la inversión extranjera y fortalecería sus lazos con la mayor economía del mundo. Si el Congreso rechazara este tratado, ocasionaría un grave perjuicio a la economía y a los trabajadores colombianos. Un estudio reciente realizado por la Universidad de Antioquia demuestra que la no aprobación del TLC reduciría la inversión en Colombia un 4,5%. Más aún, de no aprobarse el tratado, el desempleo aumentaría un 1,8%, lo que representaría una pérdida neta de 460.000 empleos. El PIB caería un 4,5%, y el nivel de pobreza aumentaría 1,4 puntos porcentuales (25).

A Estados Unidos no le conviene perjudicar de esta manera la economía de un aliado en la región andina. Como puede verse con claridad en los países vecinos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, la pobreza y la falta de oportunidades alimenta al populismo de izquierda. Las instituciones democráticas fuertes se sustentan en el desarrollo económico. Estados Unidos debe promoverlo. Eso está muy claro para los colombianos. En palabras de Sergio Fajardo, el popular alcalde de Medellín, “¿Para qué están los amigos? ¿Para empeorar los problemas? Nuestros amigos deberían ayudarnos a mejorar las cosas” (26).

También debemos considerar la importancia política de rechazar el TLC, que ya fue aprobado por el Congreso de Colombia y que cuenta con el apoyo de una mayoría de sus ciudadanos. El presidente Uribe ya dejó en claro que la relación con Estados Unidos se vería afectada de rechazarse el TLC. Durante una reciente visita a Washington, dijo que su país no será parte de “una relación en la que Estados Unidos es el amo y Colombia es el siervo” (27). Es difícil interpretar el verdadero sentido de las palabras de Uribe, pero no hay duda de que, de rechazarse el TLC, el presidente de Colombia cooperará menos con Estados Unidos.

Un punto más que debería tomarse en cuenta es el de las consecuencias institucionales de una decisión así. Uno de los errores más graves de la política exterior estadounidense en los últimos 60 años fue reducir las relaciones bilaterales con países a relaciones personales con un líder determinado. Cuando ese líder ya no está, la relación diplomática con ese país vuelve a foja cero y, en algunos casos, incluso empeora. Existe un riesgo importante de que Estados Unidos esté cometiendo el mismo error en Colombia con el presidente Uribe. Cuando él se vaya, nadie sabe quién vendrá ni cuál será su actitud respecto de Washington. Por ello, es imperativo para Estados Unidos institucionalizar su relación con Colombia mediante un tratado de comercio bilateral que una a ambos países en un lazo económico permanente.

Conclusión

Desde hace algunos años, Colombia es un fuerte aliado de Estados Unidos. También es una nación desgarrada por conflictos civiles y una violencia despiadada. Sin embargo, bajo el liderazgo del presidente Álvaro Uribe, el país logró notables mejoras en la mayoría de los indicadores socioeconómicos.

El presidente Uribe invirtió mucho de su capital político en conseguir un Tratado de Libre Comercio con el aliado más cercano de Colombia. No obstante, acicateada por la oposición del sindicalismo de Estados Unidos, la mayoría demócrata del Congreso amenazó con frustrar la aprobación del tratado con el argumento de que Colombia es el país más peligroso del mundo para el movimiento sindical. Si bien esto es cierto, los demócratas no reconocen que Colombia es un país violento en general y que los asesinatos de sindicalistas se redujeron significativamente durante la administración del presidente Uribe.

Cegada por intereses estrechos de miras, la mayoría demócrata del Congreso tampoco entiende la importancia de Colombia en una región en la que los líderes de izquierda antiestadounidenses están accediendo al poder con programas populistas, como por ejemplo, Hugo Chávez en Venezuela. Según escribió Mary O’Grady en el Wall Street Journal, “O bien los demócratas tienen un criterio muy deficiente en lo que en lo que respecta a la política exterior o bien tienen simpatía por el diablo” (28). No obstante, no todos los demócratas caen en el mismo error de cálculo. Una carta abierta redactada por prominentes funcionarios de la administración Clinton y ex miembros demócratas del Congreso sostiene que “sería el colmo de la ironía hablar de ‘perder’ a América Latina mientras nos rehusamos a tomar medidas que apoyarían directamente relaciones e intereses fundamentales en la región” (29). Stephen Harper, Primer Ministro de Canadá, ofreció un cordial y sabio consejo cuando escribió que “Si Estados Unidos le da la espalda a Colombia, el revés que sufriríamos sería mayor de lo que ningún dictador latinoamericano podría aspirar conseguir” (30).

En un estudio exhaustivo realizado el pasado noviembre, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington concluyó que el gobierno y el pueblo de Colombia, con el presidente Uribe, no sólo evitaron un desastre:

Replegaron la influencia de paramilitares e insurgentes, establecieron una presencia estatal en cada municipio del país por primera vez en la historia, revirtieron drásticamente los niveles de violencia y crimen, mejoraron la observancia de los derechos humanos, aumentaron la capacidad del estado de gobernar más democráticamente y pusieron la economía en marcha en una dirección muy positiva (31).

Aprobar un tratado de libre comercio con Colombia es apoyar una democracia de mercado en una región en la que los valores liberales están en peligro. Es ser un socio confiable en tiempos turbulentos. Es, también, construir instituciones duraderas que contribuyan a la prosperidad económica y la democracia de millones de colombianos.

Notas:

1. La Casa Blanca, “President Bush Delivers State of the Union”, Transcript, 28 de enero de 2008, www.whitehouse.gov/stateoftheunion/2008/.

2. Oficina de la Presidenta de la Cámara de Representantes, “Pelosi, Hoyer, Rangel, and Levin Statement on Trade,” 29 de junio de 2007, speaker.house.gov/ newsroom/pressreleases?id=0235.

3. Federación Americana de Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales, “Workers’ Rights, Violence and Impunity in Colombia”, 9 de enero de 2008, www.aflcio.org/issues/jobsecono my/globaleconomy/upload/colombia_briefing.pdf.

4. “Getting to a Colombia Trade Deal”, New York Times, editorial, 29 de mayo de 2007.

5. David J. Lynch, “Colombia Works to Escape Its Past”, USA Today, 4 de octubre de 2007.

6. Peter DeShazo, Tanya Primiani y Phillip McLean, “Back from the Brink: Evaluating Progress in Colombia, 1999–2007”, Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, noviembre de 2007, p. 29.

7. Ministerio de Defensa Nacional de Colombia.

8. Lynch.

9. DeShazo, Primiani y McLean, p. 14.

10. Ministerio de Defensa Nacional de Colombia.

11. Otto Reich, “Support Colombia with FTA”, Latin Business Chronicle, 3 de julio de 2007, disponible en: http://www.latinbusinesschronicle.com/app/article.aspx?id=1425.

12. The Economist Intelligence Unit, “Colombia Country Report”, 9 de octubre de 2007.

13. R. Nicholas Burns, subsecretario de estado para asuntos políticos, Departamento de Estado de Estados Unidos, discurso en el Consejo de las Américas, 22 de octubre de 2007.

14. Gustavo Coronel, ex miembro del consejo de directores de Petróleos de Venezuela (1976–79), www.lasarmasdecoronel. blogspot.com. Para obtener cifras actualizadas hasta 2006, véase también Coronel, “Corruption, Mismanagement and Abuse of Power in Hugo Chavez’s Venezuela”, Development Policy Analysis no. 2, Cato Institute, 27 de noviembre de 2006, p. 5.

15. Íbidem, p. 9.

16. Departamento de Estado de Estados Unidos, Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley, Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos, vol. I, marzo de 2006, p. 123.

17. “Sad Pawn Sent to Freezer”, The Economist, 1 de diciembre de 2007, p. 50.

18. Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, “Free Trade with Colombia”, Trade Facts, junio de 2007.

19. Íbidem.

20. Oficina del Censo de los Estados Unidos, “Trade in Goods (Imports, Exports and Trade Balance) with Colombia,” www.census.gov/foreign-trade/balance/c3010.html#2007.

21. Oficina del Censo de los Estados Unidos, estadísticas de comercio exterior, “End-Use Data: Country by 5-digit End-Use Code, Annual totals for Colombia”, www.census.gov/foreign-trade/statistics/product/ index.html.

22. Íbidem.

23. Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos.

24. James Stamps, “U.S.-Colombia Trade Promotion Agreement: Potential Economy-wide and Selected Sectoral Effects”, Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos, publicación no. 3896, diciembre de 2006, p. iii.

25. Jesus A. Botero, et al., “El TLC con Estados Unidos: Efectos de su aprobación y costos de no aprobarlo”, Universidad de Antioquia, 4 de junio de 2007, pp. 78–80.

26. Citado en Lynch.

27. Citado en “Trade Double-Cross”, Opinion Journal, Wall Street Journal, 5 de julio de 2007.

28. Mary Anastasia O’Grady, “The Democrats’ Colombia Agenda”, Wall Street Journal, 9 de julio de 2007, p. A14

29. Leon Panetta et al., “Open Letter to Congressional Democrats”, Latin Business Chronicle, 24 de septiembre de 2007, www.latinbusinesschronicle.com/app/article.aspx?id=1663.

30. Stephen Harper, “U.S. Must Support Colombia”, Latin Business Chronicle, 1 de octubre de 2007, www.latinbusinesschroni cle.com/app/article.aspx?id=1670.

31. DeShazo, Primiani y McLean, p. 1.

CUBA: EL FRACASO DE SU REVOLUCIÓN DE 50 AÑOS


Por los firmantes que aparecen al final

En enero se cumplen 50 años del triunfo de una revolución que se propuso cambiar Cuba. El Movimiento 26 de julio de Fidel Castro derrocó la dictadura de Fulgencio Batista, porque deseaba construir “una nación más democrática, más próspera, más independiente y más justa”.

En estos años la sociedad cubana ha atravesado por cambios de gran trascendencia. Tras medio siglo en el poder hoy Cuba es gobernada por un régimen que ha remplazado al autoritario Batista, por uno totalitario; es decir, de partido único, ideología comunista y economía estatizada, donde se reprime a quien piensa distinto y se impide la autonomía de la sociedad civil.

Esta vez, las celebraciones estarán encabezadas por Raúl Castro, confirmado como Jefe de Estado y de Ministros el 24 de febrero de 2008, tras la enfermedad de su hermano a fines de julio de 2006. Algunos analistas pensaron que con su llegada al poder podría iniciarse una época de cambios económicos en la atribulada sociedad cubana. Ese criterio se basaba en el pragmatismo del menor de los Castro, así como en la calamitosa situación social en que recibió el país.

Sin embargo, ¿Se puede hablar de cambios en Cuba cuando todavía hay prisioneros políticos? ¿Se puede hablar de cambio si nadie ha hablado de transformar ni un solo aspecto relacionado con los derechos civiles y políticos?

La conmemoración de los 50 años de la revolución es una buena fecha para hacer un balance de las consecuencias de la revolución cubana, no obstante, lo difícil que es acceder a información confiable sobre Cuba. El presente documento suscrito por los intelectuales e instituciones que abajo firman busca realizar de manera objetiva y rigurosa ese balance. Para hacerlo nos hemos basado en investigaciones publicadas en revistas con consejos editoriales o estudios realizados por instituciones de reconocido prestigio.

La Constitución de la República de Cuba (1992 y 2002) señala en su artículo 1º que:

“Cuba es un Estado socialista de trabajadores, independiente y soberano, organizado por todos, como república unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana”.

Comparando estos ideales de libertad política, justicia social, y bienestar individual y colectivo establecido por la propia revolución con la realidad que viven los cubanos, realizaremos esta evaluación.

Libertad Política

Hoy no existe en Cuba libertad política. Se ha instaurado una dictadura totalitaria con un Estado que controla todo y una sociedad civil muy débil. El gobierno cubano erradicó o neutralizó instituciones que fueron determinantes para la transición a la democracia en Europa del Este. Además de barrer con la oposición, desde el comienzo el modelo castrista encubrió bajo fórmulas de "respuestas populares revolucionarias" la represión de opositores. Se atravesó la sociedad con una red de control integrada de organizaciones afines al gobierno (1), que se extiende verticalmente: desde un nivel nacional a uno municipal y son responsables ante la dirección suprema del Partido Comunista.

Durante casi cinco décadas, Cuba ha restringido prácticamente todas las vías de oposición política. Los ciudadanos cubanos se han visto sistemáticamente impedidos de ejercer sus derechos fundamentales de libertad de expresión, privacidad, asociación, reunión, circulación y debido proceso legal. Entre las diferentes tácticas empleadas para imponer la voluntad del régimen se encuentran las amenazas policiales, la persecución penal, la vigilancia, las detenciones temporales, las restricciones para viajar y el despido laboral por razones políticas (Human Right Watch, 18 de febrero 2008).

Amnistía Internacional ha mostrado también gran preocupación por los casos recientes de "actos de repudio", en los que grupos de partidarios del Gobierno insultan, intimidan y a veces ofenden físicamente a quienes consideran "contrarrevolucionarios" (2). Estos actos suelen realizarse en convivencia con las fuerzas de seguridad, y en ocasiones participan en ellos los Comités de Defensa de la Revolución o los Destacamentos Populares de Respuesta Rápida (Amnistía internacional, 17 de marzo de 2006).

Durante el régimen cubano miles de personas han sido ejecutadas y otras miles sometidas arbitrariamente a juicios y sumarios sin acceso a recursos legales apropiados por no existir un Poder Judicial independiente ni Estado de Derecho.

Cuba tiene las tasas más altas de encarcelamiento por ofensas políticas que cualquier otro país en el mundo. Según Freedom House (2000-2001) hay varios miles de prisioneros políticos, la mayoría en celdas con criminales peligrosos y muchos convictos con cargos poco claros como: “diseminación de propaganda enemiga” o “peligrosidad”. Hay reportes confiables de tortura de disidentes en prisión y en instituciones psiquiátricas, donde se encuentra una cantidad de arrestados en los años recientes.

Cuba también es el líder en el hemisferio occidental en la práctica de la pena capital, sólo sobrepasado en el mundo por Irán y la República Democrática de El Congo. Según la “Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional”, la cifra de personas condenadas a muerte desde 1959 oscilaría entre los 5.000 y 6.000, esto a pesar de que durante los últimos años se redujeron sustancialmente. Desde el año 2000 funcionó una moratoria de hecho que se rompió en el 2003 (Ravsberg, 2004).

Según el “Proyecto Verdad y Memoria” ha habido aproximadamente 4.038 ejecuciones, 1.292 asesinatos extrajudiciales, 1.219 balseros muertos o desaparecidos y, según el Miami Herald (23/04/06) 13.403 cubanos fallecidos en misiones internacionales, sobre todo durante los 15 años de guerras africanas en Etiopía y Angola. Lo que van a dejar los hermanos Castro es un legado de sangre e injusticia.

El régimen de Fulgencio Batista era autoritario, había surgido de un golpe violento, sin embargo existían suficientes libertades públicas como para que circularan más de 120 publicaciones, para que existieran partidos legales de oposición, estaciones de radio y canales de televisión independientes del Estado, y para que los ciudadanos pudieran entrar y salir libremente (Rojas, 2008).

Cincuenta años después, Cuba es otra. Como señala el Informe de Freedom House (2008), Cuba se convirtió en la mayor cárcel para periodistas de la región y el único país del continente que prohíbe expresamente el libre ejercicio del periodismo.

A partir del índice de Libertad de Prensa que publica anualmente Freedom House (3), Venezuela y Cuba son los únicos países de América Latina "sin libertad de prensa", situándose a un nivel más bajo que Irak.

La única libertad de expresión que no se reprime es la que coincide con el Partido Comunista. Poco después del ascenso de Castro al poder, todos los medios de difusión masiva fueron confiscados y puestos al servicio del Partido y del Gobierno. La radio, la televisión, los periódicos, las revistas y el cine, tienen como función única la divulgación de la ideología comunista.

A los cubanos también les está prohibido ver la televisión extranjera o escuchar la radio de onda corta. A su vez, para el acceso a Internet, la posesión de máquinas de fax y de computadoras, deben dar una “razón válida” y firmar un contrato de utilización, con cláusulas restrictivas. Igual que para conseguir la instalación de un teléfono, se evalúa los méritos del demandante.

En Cuba la Constitución reconoce el derecho de los ciudadanos de profesar y practicar cualquier credo religioso dentro del marco del respeto a la ley. Sin embargo, en la ley y en la práctica el gobierno ha puesto restricciones a la libertad de religión.

Por lo general, los grupos religiosos que no están inscritos siguieron experimentando la interferencia, el hostigamiento y la represión oficiales en grados diversos. Sigue sin cambios la política del gobierno cubano de permitir que las actividades religiosas apolíticas tengan lugar en lugares autorizados por el gobierno.

En Cuba no existen derechos políticos. El Partido Comunista, único permitido, ejerce el monopolio de todas las actividades políticas de la isla asistido por las llamadas "organizaciones de masas". Y la población está prácticamente obligada a pertenecer a una o varias de estas organizaciones políticas, o resignarse a quedar marginada de empleos, oportunidades de estudiar y hasta de obtener artículos de consumo (Martel, 2005).

En Cuba no hay elecciones libres. Además, están prohibidas todo tipo de organizaciones políticas fuera del partido único (Freedom House, 2001-2002). Por lo tanto, no se puede ser un disidente, de ahí la alta tasa de Presos políticos —entre ellos, 48 jóvenes por recoger firmas para un referéndum, 23 periodistas por escribir artículos contra el régimen y 18 bibliotecarios por prestar libros prohibidos— (Montaner, 2007).

Según el índice Freedom in the world, Cuba es el único país que se ha clasificado como no libre de América Latina. Para llegar a esa conclusión, se analizan los derechos políticos y las libertades civiles, al igual que en el resto de los países:


Justicia Social

Frecuentemente los defensores del régimen castrista argumentan el modelo cubano destacando sus logros sociales (Ciem, 1999; González, 1999). Ellos señalan que “los indicadores sociales han permitido alcanzar un grado de equidad mediante la aplicación de la planificación económica centralizada y la intervención estatal en todos los sectores relacionados con la política social” (Ciem, 1999: 54). Destacando que las tasas de esperanza de vida, de mortalidad infantil así como la de desempleo están a la cabeza de América latina.

Sin embargo, se debe tener cuidado al extraer conclusiones con respecto a las bondades del modelo. Los indicadores sociales muestran que Cuba en 1958 era una de las sociedades más prósperas e igualitarias de América. De acuerdo con los indicadores sociodemográficos sólo era superada por Argentina y Uruguay. Mientras que los indicadores sociales y económicos se asemejaban de manera notable a las de los países menos desarrollados de Europa en ese entonces, como España y Portugal (Noriega, 2007).

Entre 122 países analizados Cuba ocupaba el rango 22 en materia sanitaria, con 128,6 médicos y dentistas por 100.000 habitantes, por delante de países como Francia, Reino Unido y Bélgica. Además la tasa de mortalidad de Cuba era de las más reducidas del mundo (5,8 anuales por 1.000 habitantes; Estados Unidos 9,5) y el nivel de alfabetización de la Isla era del 80%, semejante al de Chile y Costa Rica, y superior al de Portugal.

En tal sentido, resulta equivocado pensar que Cuba antes de la revolución era un país de fuertes contrastes y de bajo nivel de desarrollo, sino que en la década de las cincuenta era una nación con índices crecientes de progreso económico y social: ocupando lugares de avanzada dentro del concierto latinoamericano, junto a Argentina, Chile, Uruguay y Venezuela.

Es así como las condiciones previas a la revolución eran propicias para un avance sostenido en materia social. Ello no ocurrió como se puede apreciar en el siguiente cuadro:

Los indicadores demuestran cambios tras cinco décadas de revolución. La baja tasa de desempleo se ha logrado con empleo artificial en el gobierno. En tanto los salarios y las pensiones han disminuido.

El salario real en 2007 estaba 76% por debajo del nivel de 1989 (Mesa-Lago, 2008: 18). Raúl Castro reconoció en su discurso del 26 de julio que “el salario es claramente insuficiente para satisfacer las necesidades” y prácticamente ha dejado de cumplir su papel de asegurar el principio socialista de que cada cual aporta según su capacidad y reciba según su trabajo, por lo tanto, abogó por un mejor ajuste de los salarios a los precios.

Desde 1962, mediante decreto, se asigna una cuota mensual fija de productos alimentarios de la canasta. Cada cubano recibe una canasta que contiene comida (excluyendo carnes rojas), útiles de aseo y limpieza, pero que sólo les alcanza para unos 15 días del mes. Para lo cual deben comprar en el mercado negro, porque en el mercado subvencionado no podrán adquirir nada suplementario, porque además de asistido, es racionado y no venden productos adicionales.

Entre los resultados favorables destaca la disminución de la mortalidad infantil, que es la más baja del hemisferios después de Canadá. Pero ese logro hay que clarificarlo, ya que esa tasa ya era muy baja en 1958 cuando alcanzaba a 40,0 por cada mil niños nacidos vivos. En este año poseía índices en este indicador superiores a Francia (41,9), Japón (48,9), e Italia (52,8). Sin embargo, en 2007, Cuba había reducido este indicador a 5,3. Siendo superior a las registradas por esas mismas naciones (Francia 4,2; Japón 3,2 e Italia 5,0).

Aún cuando es positivo, requiere la asignación cuantiosa de recursos muy escasos a un problema ya resuelto, mientras que hay necesidades mucho más urgentes y severas, como mejorar la infraestructura de agua potable, la alimentación, las bajas pensiones y la vivienda (Mesa-Lago, 2005: 197).

Esta última es una de las realidades más dramáticas. Mientras que la población se duplicó entre 1959-2007, el número de viviendas construidas fue menor que las destruidas por falta de reparaciones y mantenimiento. La edificación no ha compensado estas pérdidas y las producidas por cinco huracanes y tormentas en los últimos años (Mesa-Lago, 2008:19-20). Así las viviendas por 1.000 habitantes cayeron en 25 por ciento entre 1989 y 2007.

Por otra parte, el proceso de nivelación social que ha sido utilizado como bandera de lucha por la dirigencia castrista, en la práctica tampoco se ha cumplido. No hay estadísticas oficiales de distribución del ingreso, pero estimaciones cubanas y extranjeras indican que esa distribución se ha vuelto más desigual (Noguera, 2005; Mesa-Lago, 2005; Espina, 2008). Los mercados segmentados y la recepción de remesas por parte de la población han ayudado a aumentar la desigualdad.

Como se indica en el cuadro, la desigualdad subsistió y se ha ido acentuando con el transcurso del tiempo. El coeficiente de Gini aumentó de 0,22 en 1986 a 0,407 en 1999 y que la razón entre el quintil más rico y el quintil más pobre de ingreso creció de 3,8 a 13,5 en 1989-1999. Mientras que en ese mismo periodo en América latina la razón entre el quintil más rico y el quintil más pobre de ingreso creció de 11,90 a 19,91.

En la práctica, el índice no es muy diferente del existente en el resto de América Latina. Sin embargo, entre 1986-1999, en Cuba la razón entre el quintil más rico y el quintil más pobre creció 3,85 veces, mientras que América latina lo hizo 1,67 veces (4).

Finalmente, otra elocuente demostración de la vulnerable situación que sufren los cubanos es la emigración. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), Cuba cerró el año 2006 con 3.000 habitantes menos que el año precedente. Las dos causas citadas por los demógrafos para explicar ese fenómeno son la baja tasa de natalidad y la emigración.

Como señala Montaner (1999:16) desde el inicio de la República en 1902, y hasta la llegada al poder de Castro, Cuba fue una tierra receptora de trabajadores del mundo entero —especialmente de España—, pero a partir de la mítica revolución el fenómeno se ha invertido: más de un millón de cubanos ha escapado de ese país por cualquier medio disponible, mientras prácticamente nadie —ni siquiera los más fervientes nostálgicos del comunismo avecindados en Europa Oriental y Rusia— se anima a instalarse en la Isla.

Bienestar individual y colectivo

En pos del desarrollo bajo una concepción socialista Cuba puso en práctica un modelo de economía altamente centralizado, en donde el Estado es el propietario de prácticamente todos los medios de producción y dirige el proceso productivo y de distribución en forma centralmente planificada.

Cuba se fue transformando gradualmente en una economía totalmente dependiente de la Unión Soviética y basada en la monoproducción de azúcar. El fracaso y colapso de la URSS la obligó a buscar una mayor diversificación de su economía pero las ineficiencias de su modelo, que desconoce el derecho de propiedad privada y las bondades en una economía de mercado libre y abierta no le han permitido el progreso. El siguiente cuadro muestra indicadores más recientes (5), y confiables sobre la economía cubana:


Como se puede apreciar el PIB de Cuba aumentó entre 1981-1989 a una tasa anual de 2,9%. Sin embargo, el crecimiento disminuyó en el periodo 1991-20036 donde estimó una tasa media anual de –0,5%. El bajo crecimiento ha provocado que el PIB por habitante en el 2003 estaba 17% por debajo del nivel de 1989 (Mesa-Lago, 2005: 186).

Desde una perspectiva de más largo plazo se puede comprobar el fracaso del modelo cubano para producir bienestar, al ver el cuadro (6). Este muestra la posición relativa del ingreso por habitante de 7 países: Cuba, Venezuela, Argentina, España, Portugal, México y Chile. Cuba era el tercer país de este ranking en 1957 y cayó al último lugar el año pasado.


Las modestas reformas orientadas al mercado en 1993-1996 lograron una recuperación parcial, pero luego se paralizaron y se han revertido a partir del 2003. Los indicadores sociales mejoraron después de 1994, pero en 2003 varios de ellos no recuperaban aún el nivel de 1989 y la pobreza y la desigualdad habían aumentado (Mesa-Lago, 2005).

Hoy en día, la balanza comercial cubana es una de las más desfavorables del planeta. El pobre desempeño agrícola ha requerido importaciones masivas de alimentos que junto a los combustibles y medicamentos han mantenido una participación mayor al 60% en el total de las importaciones y toman el 80% de los ingresos en divisas, sin posibilidad en el corto plazo de cambiar esta situación.

Estas cifras ratifican la debilidad de la economía cubana, especialmente cuando ya no recibe los préstamos a largo plazo y con bajísimo interés que la URSS le otorgaba automáticamente para cubrir el déficit comercial anual. Cuba ha incumplido pagos con África del Sur, Bélgica, Canadá, Chile, España, Francia, Japón, México, el Reino Unido y otros. A fines de 2007, la deuda externa total de Cuba se estimó en 37.905 millones de dólares, equivalente a 3.410 dólares por habitante, tres veces el promedio latinoamericano de 1.173 dólares (Mesa-Lago, 2008:14).

Como señala Oppenheimer (2008), el Gobierno cubano culpa de sus problemas económicos al embargo comercial de Estados Unidos. Sin embargo, tiene tantos agujeros que difícilmente se le puede culpar por el bajo nivel de vida en la isla. Estados Unidos es ya el principal exportador de productos alimenticios a la isla y muchos otros productos estadounidenses entran a Cuba a través de terceros países.

Conclusión

La revolución deseaba una Cuba democrática, donde los ciudadanos disfrutaran de libertad política, justicia social, y bienestar individual y colectivo tal como lo afirman en el art.1 de la Constitución de 1992 y posteriormente en 2002.

Cincuenta años después del triunfo del Movimiento 26 de julio queda en evidencia el fracaso de ese objetivo. El precio que han pagado los cubanos en libertades básicas perdidas es enorme, el Gobierno decide lo que van a estudiar, donde pueden trabajar, donde pueden comprar hasta si pueden viajar al exterior. En Cuba no hay libertad política ni de expresión. En Cuba, no hay justicia social, sino que el estándar de vida de la población ha empeorado visiblemente. No pueden seguir viviendo con una canasta —si bien subvencionada— que dura como máximo dos semanas. Cuba es hoy un país cada vez más pobre, dependiente de la ayuda exterior y menos libre.

En 50 años, la que era la cuarta economía de América Latina ha descendido a los últimos lugares en la región. Esta nación otrora receptora de migrantes europeos durante la primera mitad del siglo XX, hoy se ha convertido en una comunidad con un potencial migratorio de medio millón de habitantes.

Con la asunción al poder de Raúl Castro se esperaban cambios a un modelo que es insostenible. Sin embargo, tras dos años, se ha aferrado en el poder y ha mostrado pequeños signos de reforma, que siguen siendo insuficientes. Raúl Castro que no posee el carisma de su hermano, ha debido enfrentar una creciente desafección de la población en general y la juventud en particular. Los resultados de una encuesta recientemente publicada indican que la mitad de los cubanos perciben la situación de su país como “mala” o “muy mala” (7). Los cubanos afirmaron que se sienten personalmente afectados por el alto costo de la vida y la falta de vivienda. El nivel de servicio público tampoco cumple con las expectativas del pueblo. Sin embargo, a pesar de las penurias que tienen que enfrentar, los cubanos declaran que el área prioritaria de mejoramiento para ellos es la organización de elecciones libres.

Los cambios económicos que aparentemente se vienen efectuando son necesarios, pero están lejos de ser suficientes para garantizar el crecimiento económico y el bienestar social. Adicionalmente, hacen falta cambios en las leyes que garantizan las libertades fundamentales que rigen en una sociedad libre y democrática. Es necesario que el pueblo cubano pueda expresar libremente sus ideas sin necesidad de que un presidente le diga que pueda hablar sin temor a represalias, especialmente cuando han esperado décadas para ello.

Al régimen revolucionario cubano se atribuye grandes avances en la salud pública y la educación, así como en el auspicio de la cultura y los deportes, especialmente en la etapa en que duró su relación con la Unión Soviética. Sin embargo, ese desarrollo tiene como base los logros alcanzados por la República pre-castrista, visible en estadísticas de la ONU, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Internacional del Trabajo. Por otra parte, el precio que Cuba ha tenido que pagar en materia de represión política, violaciones de los derechos humanos, ausencia de libertades fundamentales y sometimiento de la soberanía cubana a los intereses del bloque soviético, así como el hecho de que alrededor del 20% de la población cubana vive fuera de Cuba, es demasiado alto como para creer que la revolución de los hermanos Castro se ha justificado.

Esta es la verdad del momento cubano. Si el objetivo sigue siendo alcanzar la libertad política, la justicia social, y el bienestar individual y colectivo ¿cuál es la mejor receta? La democracia y el libre mercado.

Notas

1. Hay en la red cubana órganos de vanguardia (el Partido Comunista), organizaciones de masas (Comités de Defensa de la Revolución, Federación de Mujeres Cubanas, Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, etc.), agencias gubernamentales (Ministerios e institutos paraministeriales); sistema de educación, difusión y reafirmación de la cosmovisión oficial (escuelas, universidades y medios de comunicación) y tribunales de justicia.

2. Los lectores que desconocen la naturaleza de estos hechos pueden consultar en: http://www.cubademocraciayvida.org/web/article.asp?artID=1375, donde aparece un artículo de Eloy A. González titulado “¿Qué es un acto de repudio?”.

3. Annual Survey of Press Freedom 2002, elaborado por The Freedom House, es una encuesta que abarca 187 países y se viene realizando desde 1979. "El grado en el que cada país permite el flujo libre de información determina la clasificación de sus medios con Libre, Parcialmente Libre, No Libre". En este caso los países con puntajes del 0 al 30 son calificados como Libres en términos de libertad de prensa, los que reciben entre 31 y 60 puntos son Parcialmente Libres y los que reciben más de 61 puntos son no Libres.

4. El promedio de distribución del ingreso en América Latina, la razón entre el quintil más rico y el quintil más pobre año 1986, fue elaborado en base a Argentina, Bolivia, Costa Rica, Honduras, Perú y República Dominicana; para el año 1999, en base a Bolivia, Brazil, Colombia, Honduras, Jamaica y Paraguay, únicos países disponibles. Fuente CEPAL (2007).

5. La tabla comprende los años 1989, 1993 y 2003 dado que los datos para estos años son los más completos. Tabla obtenida de Mesa-Lago (2005: 185).

6. Un serio obstáculo para evaluar la evolución del PIB en 1989-2003 es el cambio en 2001 del año base para el cálculo a precios constantes: de precios de 1981 a precios de 1997. La nueva serie de la Oficina Nacional de Estadística (ONE, 2002 y 2003) sólo muestra el período 1996-2003 y, cuando es comparada con los mismos años de la serie anterior (ONE, 1998 y 2001), resulta en un incremento anual sistemático de 60% en el valor del PIB, sin que las autoridades hayan dado una explicación de esta anomalía. Como la nueva serie no se retrotrae a 1989, es imposible comparar el PIB en las dos series en 1989-1995 (Mesa-Lago y Pérez-López, 2005).

7. Encuesta Voz de La Habana, realizada a finales de 2007, incluyó a 150 ciudadanos de Cuba en la Capital de La Habana. Encuesta cuantitativa en la que participaron residentes de 15 municipalidades de La Habana y donde contestaron casi 100 preguntas acerca de variados temas (infraestructura del Estado, derechos humanos, efectividad del Gobierno, corrupción, salud y educación) (Van de Aar et al 2008: 8-9).

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Firmantes:

Carlos Alberto Montaner (Cuba)
Internacional Liberal

Á lvaro Vargas Llosa (EE.UU.)
Independent Institute

Enrique Ghersi (Perú)
CITEL

Ian Vásquez (EE.UU.)
Fundación Internacional para la Libertad

Carlos Ball (Venezuela)
AIPE

Lorenzo Bernaldo de Quirós (España)
Freemarket

Gerardo Bongiovanni (Argentina)
Fundación Libertad

Rocío Guijarro (Venezuela)
CEDICE

Cristián Larroulet (Chile)
Libertad y Desarrollo

Dora de Ampuero (Ecuador)
Instituto de Economia Política

LA DESIGUALDAD ECONÓMICA TERRITORIAL EN ARGENTINA


Víctor J. Elías

La desigualdad económica es un fenómeno de larga data. Territorialmente, se observa en diversos países, en regiones dentro de un mismo país y también entre sus habitantes. De los distintos tipos de desigualdad, la personal es más fuerte que ninguna otra. Actualmente, si se compara el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, se percibe una diferencia territorial mundial de, por lo menos, setenta veces entre el país de mayor ingreso con respecto al de menor ingreso. En el caso de América Latina, la diferencia entre el país más rico y el país más pobre es sólo de cinco veces. Cuando se consideran las desigualdades regionales dentro de cada país y las que existen entre los distintos países, resulta que la región de mayor ingreso está alejada 350 veces del área de menor ingreso. Y, por último, si se considera el ingreso personal, esta diferencia es de 2 000 veces, por lo menos. La U invertida de Kuznets parece caracterizar también a la relación entre desigualdad territorial y nivel de ingreso.

La descomposición de estos desequilibrios se puede hacer de varias maneras. La primera consiste en desagregar el PIB per cápita en el salario por persona y la cantidad de activos o capital por persona. Si bien hay variaciones en el salario individual entre países y regiones, lo más importante es la diferencia que existe en el capital por persona. La segunda descomposición trataría de distinguir entre el nivel de productividad o tecnológico y la cantidad de insumos per cápita. En este caso, una vez más, lo importante es la diferencia en la cantidad de insumos per cápita y no las desigualdades tecnológicas. Si, por ejemplo, se compara a América Latina con los países más desarrollados, resulta evidente que los contrastes se deben, en gran parte, a las diferencias en la cantidad de insumos per cápita. Incluso cuando América Latina se acercó levemente a los países más avanzados, esto sucedió en el momento en que se dio un ligero acercamiento en la cantidad de insumos per cápita y no en el nivel tecnológico.

La diferencia que existe en la cantidad de insumos per cápita se debe, básicamente, a las variaciones en la tasa de ahorro, en el crecimiento poblacional y en la acumulación de capital humano. Algunas de estas variables, a su vez, favorecen que las desigualdades tiendan a aumentar o a reducirse. El aspecto territorial como determinante de estas diferencias tiene que ver con factores como la distancia, la concentración industrial, la complementariedad entre productos e insumos y la ubicación geográfica.

El comercio internacional, resultado de la movilidad de productos a través de países y regiones como sustituto de la movilidad internacional de factores (capital y trabajo), podría haber suavizado las desigualdades territoriales. Pero, en general, esto no ocurrió, salvo en el caso de Europa gracias al mercado común. La movilidad de factores también fue sólo parcial, por lo que no pudo compensar la falta de movilidad de productos. Parece ser que la migración entre regiones de un mismo país fue más efectiva para disminuir los contrastes territoriales en los países más avanzados; en cambio, parece haberla acentuado en los países menos desarrollados.

La desigualdad personal se encuentra en cualquier país o región y, por lo tanto, el aspecto territorial desempeña un papel menor. A diferencia de las disparidades entre países y regiones, en la desigualdad personal influyen mucho más los desequilibrios salariales. Por otro lado, estas diferencias en salarios dependen, básicamente, de las características personales de educación, edad, género, ocupación, experiencia y sector económico, entre otras. Este tipo de desigualdad ha sido muy persistente a través del tiempo, a pesar de la constante movilidad social, y debido a que gran parte de los incrementos en los ingresos se producen en la misma ocupación.

Las diferencias señaladas y sus diversos componentes sirven para evaluar el papel que pueden desempeñar las políticas públicas para suavizarlas o disminuirlas drásticamente. Muchas de estas disparidades son el resultado de decisiones individuales, por lo que las políticas públicas pueden ser más efectivas en el caso de las desigualdades promedio entre países y en las regiones, y no tanto en las desigualdades personales.

La desigualdad económica territorial en Argentina

Medida por el producto bruto geográfico per cápita (PBG pc), la desigualdad económica territorial ha sido un fenómeno persistente en Argentina durante todo el siglo XX. Si se toma en consideración sólo a las regiones más pobladas, pueden notarse diferencias de hasta el doble. Incluidas todas las regiones, las divergencias pueden multiplicarse hasta por seis o por siete. Estas desigualdades fueron disminuyendo muy lentamente a través del tiempo, de forma que, en algunos casos, hicieron falta unos 200 años para que una región de menor nivel económico alcanzara un nivel económico superior.

La desigualdad económica territorial de Argentina es una de las más profundas de América Latina. Sin embargo, algunos indicadores, como el índice de fragmentación geográfico de la población, le dan un valor de 0.60, similar al de América Latina, pero mucho mayor de lo que se observa en los países industrializados, que tienen un valor de 0.35. Por otro lado, algunas estimaciones del índice de polarización indican que fue aumentando en los últimos 20 años. Todo esto sugiere que la desigualdad económica territorial en Argentina se ha convertido en un importante desafío de política pública.

Si bien las diferencias económicas territoriales de Argentina son altas con respecto al resto de América Latina, el país tiene una menor desigualdad económica entre sus habitantes. En casi toda América Latina, la participación en el ingreso nacional que corresponde al máximo decil está en el orden del 40%, y sólo el 2% le corresponde al decil más bajo. Esto agrega una dificultad adicional para la disminución de la desigualdad territorial.

Argentina está compuesta por veinticuatro provincias que pueden agruparse en cinco regiones: Pampeana, Patagonia, NOA (Noroeste), Cuyo y NEA (Noreste). Si bien esta clasificación es muy ilustrativa, en algunos casos, dentro de la propia región, existen muchas diferencias. La región de Patagonia, por ejemplo, es la que presenta el mayor PBG pc; luego siguen la Pampeana, Cuyo, NOA y NEA. Esto se ilustra en el mapa de la siguiente página.

Para entender los determinantes de estas diferencias territoriales, es importante utilizar otros indicadores de desigualdad. Un indicador social muy utilizado es el de esperanza de vida, que brinda una medida del nivel de salud pública. Cuando se utiliza este indicador, se aprecia que las diferencias entre regiones son menores y, a la vez, presenta una convergencia mucho mayor. A pesar de que se observan grandes variaciones en el gasto público por habitante a través de las diversas regiones, y considerando que dicho gasto se podría interpretar como un mecanismo de política pública para disminuir las desigualdades territoriales, es muy poco lo que se ha logrado en Argentina en los últimos 100 años.

Como el PBG es más un indicador de la producción que del ingreso, puede distorsionar la verdadera desigualdad o sus fuentes. El ingreso puede descomponerse en salarios y ganancias que surgen del capital físico. Si se analiza así, esto llevaría a precisar mejor las fuentes de las desigualdades territoriales de Argentina. En consecuencia, se podriá ver que las regiones con menores ingresos por habitante tienen, a su vez, menores salarios y menor capital físico por habitante. Estas desigualdades salariales se deben básicamente a las diferencias en capital humano por habitante, y no a diferencias salariales regionales para personas de igual capacidad. De allí que resulte interesante preguntarse por qué las regiones de menor nivel económico tienen el empleo menos capacitado y menor capital físico por empleado.

En el siglo XIX, tuvo lugar una gran expansión territorial, especialmente en la región pampeana, que, en muy poco tiempo, prácticamente triplicó su extensión. Esta ampliación territorial no estuvo acompañada de un aumento poblacional inmediato, sino que la población creció posteriormente por la llegada de inmigrantes europeos. A esto se sumó la formación de nuevos mercados. A partir de entonces, se generó un sector agropecuario pujante en esta región que, en consecuencia, pudo liderar el crecimiento en Argentina. Cabe destacar que este desarrollo no fue homogéneo dentro de la región Pampeana.

A finales del siglo XIX y a comienzos del XX, Argentina recibió grandes flujos migratorios, principalmente provenientes de Europa. En este período, el país experimentó una gran expansión en el PIB, debido al incremento de la población y al uso de la tierra (por ejemplo, mediante la privatización de 150 millones de hectáreas públicas, sólo en los primeros 10 años del siglo XX), lo cual se complementó con una gran expansión de los medios de transporte. Una gran parte de la inmigración se estableció en la región Pampeana, que pasó del 42% al 70% del total de la población. Esta distribución se mantiene más o menos hasta la fecha, tras haber ocurrido concentraciones dentro de cada provincia, comparables a lo observado entre ellas. A finales del siglo XX, también desaparecieron numerosos pueblos rurales. La concentración urbana, a pesar de haber bajado en los últimos 50 años, aún está en el orden del 40%, cifra muy superior a la de los países industrializados que tienen el 26% de población urbana.

Cuando uno divide el siglo XX en dos medios siglos, es interesante ver que ambos períodos se diferencian básicamente por el crecimiento poblacional: el PIB per cápita crece a tasas parecidas del 1.5 % anual, y el crecimiento poblacional se desacelera. A escala mundial se observa, sin embargo, que el segundo período registra una aceleración, tanto en el crecimiento poblacional como en el PIB per cápita. Esto llevó a que Argentina perdiera su posición relativa en cuanto a nivel económico.

Determinantes de la desigualdad

El ingreso por habitante se compone básicamente del salario, de la cantidad de activos y de los rendimientos que generan esos activos. Un cuarto componente sería la cantidad de horas por año que trabaja una persona. De allí que las diferencias territoriales se deben básicamente a diferencias en estos cuatro componentes del ingreso por habitante. Si se empieza por el salario, cabe decir que, en general, las diferencias que existen entre distintas personas se deben a las características de su capacidad productiva, y no responden a diferencias por falta de eficiencia en la asignación de recursos entre regiones. De estas características, las más importantes son el nivel educativo, el grado de entrenamiento y la experiencia. Por eso, para explicar las desigualdades territoriales en los salarios, habrá que explicar por qué existen diferencias en la educación, el entrenamiento y la experiencia entre las distintas regiones.

La migración de las personas más preparadas a los lugares en donde hay gente más preparada lo explica en parte. Por otro lado, al tener la región Pampeana ciudades mucho más grandes que las otras, se produce un crecimiento mayor del porcentaje de personas preparadas con respecto a las no preparadas. En la Tabla 1 puede verse que, en la columna de salarios, salvo por la región Patagónica, los salarios relativos entre las regiones siguen el mismo comportamiento que el PBG per cápita. Estas observaciones llevan a pensar que las desigualdades territoriales responden al mismo problema que el de la distribución personal del ingreso, si se considera al país como una sola región.

En el caso de Argentina, esta distribución manifiesta una mayor concentración, quizá debido a diferenciales territoriales que son mucho mayores a aquellos de los países más desarrollados. Tal vez por eso el problema de la desigualdad sea más fácil de resolver potencialmente, aunque la evidencia histórica muestre que es un fenómeno añejo.

El diferencial de salarios entre las diversas regiones se comporta de forma similar para todas las actividades económicas. Si se toma sólo Buenos Aires como valor base de 1, las diferencias fluctúan entre 2 y 0.55. Las regiones mantienen una variación similar en todas las actividades.

Por otro lado, el diferencial de activos o de capital por persona entre las diversas regiones debería ser el principal determinante de las desigualdades territoriales. Esto se ha constatado cuando se comparan los niveles económicos de diferentes países. En el ámbito regional, para el caso argentino, no hay estimaciones que sirvan para corroborar esta aseveración. Suponiendo que el mismo fenómeno ocurre a nivel regional, habría que explicar por qué existe una gran desigualdad territorial en los activos por habitante. Esto tiene que ver con el nivel de ahorro y con el destino del mismo entre regiones. El tercer determinante que acompaña a los activos por habitante es la tasa de rendimiento de los activos. En este sentido, es de esperar que las diferencias en tasas de rendimiento al capital entre regiones sean mucho menores que las diferencias en la cantidad de activos por habitante.

Las regiones con mayores ingresos per cápita presentan también mayores exportaciones per cápita y mayor densidad poblacional. Algunos trabajos recientes sostienen que, en la actividad de exportación, las empresas son mayores y más productivas, lo cual podría explicar en parte las desigualdades territoriales. Sin emabrgo, para Argentina, algunas evidencias indican que eso no es lo que está ocurriendo. Es interesante destacar, por ejemplo, que el transporte de los bienes hacia los puertos de exportación en Argentina cuesta, por lo menos, un 40% más que en Estados Unidos. Si se homogeneizaran los bienes transportados por su calidad, esta diferencia sería aún mayor. A su vez, las regiones más alejadas de los puertos exportan a destinos más lejanos que las regiones pampeanas, más cercanas a éstos. Esto estaría indicando que las regiones de menores ingresos exportan bienes que pueden absorber un mayor costo de transporte.

Así, las regiones con mayores ingresos tienen, por lo tanto, dos poderes de atracción: los productos de exportación que podrían atraer a empresas más dinámicas y zonas más pobladas que podrían atraer al personal más calificado. Por otro lado, parece ser que los acuerdos de integración económica que firmó Argentina con los países de la región no son los más apropiados para lograr una mayor convergencia económica regional, como sí ocurrió en los países europeos. Para obtener un beneficio más generalizado de la integración económica, a Argentina le convendría tener un concepto más amplio que incluya países de otros continentes.

Además, la política pública no ha logrado mejorar la infraestructura necesaria para que las regiones de menores ingresos tengan menos desventajas, a pesar de las grandes diferencias que existen en el gasto público per cápita (Tabla 1). El responsable pudo haber sido tanto el gobierno central como el provincial. El sistema de coparticipación fiscal en Argentina se expresa más en el nivel de grandes agregados, sin poner énfasis en la eficiencia de los gastos. En los países avanzados, existen programas de coparticipación basados en criterios de matching del Estado con las provincias, lo cual puede ser más efectivo. También puede observarse que los proyectos comunes entre provincias de una misma región son escasos. Tampoco se observa una disciplina fiscal provincial: la presión tributaria es muy diferente entre regiones.

Sin duda, la red de caminos es un factor importante para disminuir la desigualdad territorial. Si se compara lo realizado en Argentina con el caso de Estados Unidos, corrigiendo las diferencias económicas y de extensión territorial, destaca que Estados Unidos tiene una red caminera siete veces mayor que la de Argentina. Esto puede explicar, en parte, la alta convergencia lograda en Estados Unidos y la muy baja conseguida en Argentina. Por otro lado, si se analiza la distribución de la red nacional de caminos pavimentados en Argentina (que representa solamente el 16% del total de la red), corrigiendo el tamaño del territorio en las regiones, se nota un sesgo pronunciado a favor de la región Pampeana. Es preocupante que los diversos planes públicos para el desarrollo de obras de infraestructura estén más orientados hacia la región Pampeana; esto es más evidente en los proyectos de caminos rurales, autopistas y aeropuertos.

Asimismo, la calidad de la tierra varía mucho entre las diversas regiones. Mientras que en la región Pampeana, la de mayor ingreso, el 30% de la tierra disponible para el sector agropecuario es del tipo I y II (mejores condiciones climáticas, drenaje, profundidad efectiva, textura superficial, salinidad, alcalinidad, materia orgánica, pendiente y pedregosidad), en las regiones de menores ingresos (NOA y NEA) esta clase de tierra ocupa sólo el 6% del total del terreno disponible para uso agropecuario. Esto provoca que las regiones con menores ingresos necesiten mayores inversiones en el sector agropecuario para hacer rentable la producción. Un desarrollo más apropiado de la infraestructura podría compensar, en parte, estas desventajas. Semejante esfuerzo se ha visto frustrado parcialmente porque a veces se han brindado incentivos para el desarrollo de infraestructuras poco convenientes en las regiones alejadas de Buenos Aires, en detrimento de las más apropiadas. Un caso importante es el del transporte, en el que el papel del ferrocarril disminuyó mucho más de lo que hubiera ocurrido con políticas más neutrales.

Argentina es uno de los países que registra más períodos de crisis a lo largo del siglo XX. Gran parte de estas crisis se debieron a problemas de déficit fiscal sostenido. Las consecuencias de estas crisis, así como las fluctuaciones cíclicas de la economía, no fueron similares para todas las regiones. Las de menores ingresos, en general, mostraron períodos de recesión más prolongados y caídas más profundas, al igual que expansiones menos fuertes. Éste puede ser uno de los factores más importantes que explique la baja convergencia económica regional. Por lo tanto, habría que mantener una política fiscal más apropiada que evite esta volatilidad: las políticas macroeconómicas, además de su papel para el agregado de la economía, pueden ayudar a disminuir las desigualdades territoriales en Argentina. El alto índice de inflación que mantuvo Argentina durante toda la segunda mitad del siglo XX llevó a muchas provincias a emitir su propio “dinero”, lo que profundizó las dificultades para lograr una mayor convergencia regional.

Algunos factores microeconómicos provienen del funcionamiento del mercado laboral. Existen importantes discrepancias en los salarios unitarios entre regiones, entre sectores económicos y en el premium que se paga por la mayor capacidad o productividad. Como consecuencia, se observa en el mercado laboral mayor búsqueda de trabajo, menor matching entre la calidad de trabajo que se demanda y la ocupación final (personas con nivel de educación superior que desempeñan tareas que necesitan menor nivel educativo) y un costo de despido más alto debido a las regulaciones laborales “efectivas”. Estas diferencias entre los mercados laborales de las regiones pueden ser muy importantes, porque neutralizan los efectos potenciales de las políticas públicas.

Algunos desafíos de políticas públicas

Existen diversas políticas públicas que pueden ayudar a disminuir considerablemente la desigualdad económica territorial. Esto podría implicar acciones directas del Estado o bien la generación de mecanismos que ayuden a hacer más eficiente la asignación de recursos a lo largo y ancho de las regiones. Es muy importante generar incentivos correctos para que los distintos agentes económicos reaccionen. Esto puede ser muy útil para el desarrollo de la infraestructura necesaria, así como para mejorar el capital humano de los trabajadores.

La calidad de las infraestructuras y del capital humano se ha vuelto un elemento muy importante para la mayoría de los países desarrollados y en vías de desarrollo. En algunos casos, la calidad importa más que la cantidad. Algunos países ya iniciaron este desafío, pero, en el caso de Argentina, aún falta elegir el buen camino.

Los avances tecnológicos plantean un gran desafío para que puedan convertirse en un factor que contribuya al desarrollo regional. Si bien la diferencia en el capital personal es el principal determinante de la desigualdad territorial, el desarrollo tecnológico puede incentivar nuevas inversiones. La clave estará en generar los incentivos, aunados a una mayor descentralización en las decisiones, para que haya un avance en la productividad. La coparticipación fiscal Estado-provincia requiere cambios importantes para su instauración. Por eso, deben crearse bases más estables que permitan ejecutar proyectos de largo plazo.

Vientos favorables recientes

A mediados del Siglo XX, las regiones de NOA, NEA y Cuyo sufrieron los efectos de la crisis de sus principales agroindustrias, que las atrasó por muchos años. Algunas de estas regiones, como el caso de Cuyo, se reconvirtieron mediante la mejora de la calidad de su producto y la ampliación del mercado exportador. Otras hicieron inversiones para mejorar su productividad y responder así a la disminución de los precios externos de sus productos. Todo esto, más el gran repunte reciente del precio de algunos productos agropecuarios, llevó a estas economías a alcanzar una recuperación tal que hubiera podido acercarlas más al nivel económico de las otras regiones. La experiencia argentina, como la de un mal navegante, parece indicar que los vientos favorables no son bien aprovechados para lograr efectos de mayor crecimiento equilibrado en el largo plazo.