lunes, 23 de marzo de 2009

¿EL FIN DE LA RELACIÓN PRIVILEGIADA? LAS RELACIONES COLOMBO-ESTADOUNIDENSES EN EL 2008 Y LAS NUEVAS PERSPECTIVAS


Fescol

Introducción

Durante el 2008 Colombia fracasó de nuevo en su intención de lograr un tratado de libre comercio con Estados Unidos, y presenció cómo su gran aliado en la Casa Blanca se desmoronaba. En su caída, George W. Bush arrastró no sólo a John McCain en su intento por sucederlo, sino a su partido, que perdió en forma aplastante las elecciones para el Congreso. El nuevo Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no solo se opuso a la aprobación del acuerdo de libre comercio con Colombia, sino que ha sido uno de los firmantes de las declaraciones criticando las políticas de derechos humanos en Colombia. El 20 de enero de 2009 comienza una nueva era en Estados Unidos y, muy posiblemente, también para la relación con Colombia, por ello, el grupo de trabajo sobre Estados Unidos de Fescol presenta este anuario de las relaciones entre Estados Unidos y Colombia, donde se revisan los principales acontecimientos que marcaron la relación durante el año que termina y se intentan sacar las conclusiones más relevantes para avanzar en una nueva dinámica constructiva que adapte las políticas de los dos países a la nueva realidad de acontecimientos mundiales en los cuales se desenvolverá el nuevo gobierno demócrata.

La revisión contemplada en este policy paper no se limita a un resumen descriptivo de los acontecimientos sino que incluye un elemento analítico que busca entender los procesos y extraer las lecciones más importantes para una relación entre dos países que se ha mostrado mutuamente productiva y de la cual obviamente Colombia ha sido el gran beneficiario. Durante los últimos años, especialmente aquellos que caracterizaron la convivencia en el poder del líder republicano George W. Bush al frente de la Casa Blanca y Álvaro Uribe al frente de los destinos de Colombia, el alineamiento de las políticas de ambos países en torno a la causa común de la lucha contra el terrorismo permitió que la ayuda internacional del Plan Colombia fuese usada para la gestión militar en Colombia contra las guerrillas y se convirtiera en el punto de inflexión del conflicto colombiano.

Gracias al apoyo militar y financiero se logró no sólo detener el avance evidente que la guerrilla había logrado durante la última década del siglo XX, sino que se invirtió la correlación de fuerzas colocando al Estado colombiano a la ofensiva y en una posición de superioridad frente al desafío subversivo. La gran pregunta que se cierne sobre 2009 y los años venideros es si Estados Unidos modificará su análisis de la situación colombiana o persistirá en una estrategia que privilegia el contenido militar sobre las consideraciones políticas en torno al conflicto.

El futuro de la relación implica, como se verá en este documento, un ejercicio que permita reconocer con realismo los errores y equivocaciones cometidas, tanto como el diseño de una nueva fase que permita a los Estados Unidos contar con un aliado central en una región que durante la administración Bush se tornó crecientemente hostil hacia las políticas norteamericanas y que tuvo la capacidad de generar una alianza política en los Andes con el propósito de erigir una propuesta alternativa al liderazgo norteamericano. De tal forma que la relación bilateral no sólo tendrá como elemento central los contenidos en las políticas internas de Colombia, sino el indispensable rol que hasta ahora el país ha jugado como parte de los equilibrios regionales.

Las lecciones del TLC, el futuro del Plan Colombia, el rol de Colombia en la campaña norteamericana, la nueva agenda de la Casa Blanca y los desafíos y posibilidades de la nueva etapa, constituyen los temas más relevantes en la relación Colombia Estados Unidos y a partir de los cuales se desarrollará el documento.

El TLC: un fracaso anunciado

En el Policy Paper Nº 30 «Con el viento en contra» se analizaron los errores cometidos en el año 2007 y como los mismos condujeron no sólo a la postergación de la aprobación del TLC, sino a deteriorar la relación con el partido demócrata. Se advirtió sobre la obligación de revisar la estrategia y, sobre todo, la imperiosa necesidad de reconstruir la relación con el partido demócrata. Pese a ello, el gobierno colombiano insistió en las mismas estrategias fallidas creyendo que de ese modo podría obtener resultados diferentes en el 2008. Aunque era claro que en un año electoral las posibilidades de conseguir la aprobación del TLC se iban a reducir, el gobierno colombiano no logró tender puentes con las nuevas jerarquías demócratas; además, con su actitud exacerbó el rechazo y consiguió justamente lo contrario, una postergación indefinida. En estas circunstancias, el Partido Demócrata hizo de la no aprobación del TLC con Colombia un elemento de su estrategia de campaña, no sólo por parte de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sino de sus dos principales figuras presidenciales, Hillary Clinton y Barack Obama, con tan mala suerte que este último consiguió convertirse en el Presidente electo y la primera será la Secretaria de Estado.

De la mano de la administración republicana se fueron cometiendo una serie de errores que postergaron de forma definitiva el TLC y que acrecentaron la distancia con el Partido Demócrata. La estrategia republicana, secundada por el gobierno colombiano, consistió en tratar de dividir al Partido Demócrata consiguiendo los votos necesarios para la aprobación del TLC con la sumatoria de congresistas de ambos partidos. Los funcionarios nacionales encargados de manejar el tema señalaron recurrentemente que Colombia tenía los votos para lograr la aprobación del tratado. Ante dicha táctica, la respuesta de los líderes del Partido Demócrata fue evitar a toda costa que la votación se produjese pues para ellos era fundamental mostrar un partido unido y con claridad en la oferta electoral que le haría a los norteamericanos. Evidentemente, la mecánica política republicano-colombiana chocaba directamente con los intereses electorales demócratas, quienes ante todo buscaban conseguir la Casa Blanca y aumentar sus mayorías en el
Congreso, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.

La dinámica de la campaña llevó a que el tema del acuerdo con Colombia cobrara inusitada importancia. La mecánica de las elecciones primarias obligó a los candidatos demócratas a tener un mensaje consistente para su electorado partidario, una gran parte del cual está ligado a organizaciones sindicales, dicho mensaje se centraba en la protección de los empleos de los norteamericanos y la redefinición de unas reglas comerciales que no dieran ventajas a países que no sólo remuneran mal a sus trabajadores, no preservan estándares ambientales sino que además violaban los derechos humanos, este último hecho se exacerbó en el caso colombiano dado el asesinato de miembros de organizaciones sindicales ocurridos a lo largo de muchos años y que en la mayoría de casos se encuentra en la impunidad.

Así pues, a comienzos del año (los días 24 y 25 de enero) Condoleezza Rice, secretaria de Estado y 10 representantes demócratas visitaron Medellín. Allí se entrevistaron con sindicalistas, paramilitares, desmovilizados, campesinos desplazados por la violencia y con el presidente Uribe, buscando promocionar la conveniencia del acuerdo y con seguir el respaldo del Congreso. Este hecho fue seguido por declaraciones del propio presidente George W. Bush, quien durante su discurso sobre el Estado de la Unión, el 28 de enero, recalcó la importancia y abogó por la aprobación del TLC. Bush se refirió a Colombia como nación amiga en la lucha contra la violencia, el terror y el narcotráfico, enmarcando esta alianza en el contexto de los avances de otras fuerzas en la región señalando explícitamente que «si fracasamos en aprobar este acuerdo de libre comercio, fortaleceremos a los promotores de falsos populismos».

Pese a este esfuerzo, en el mes de febrero los candidatos demócratas Hillary Clinton y Barack Obama se declaran renuentes a apoyar TLC con Colombia dadas sus preocupaciones en temas como las investigaciones adelantadas sobre los nexos entre políticos y paramilitares y la violencia contra el sindicalismo (1). La administración republicana ahondó en la importancia del acuerdo con Colombia como parte del nuevo ajedrez regional que se vivía en los Andes y calificó el tratado no sólo como un asunto de interés nacional sino como un elemento central para proteger la seguridad de Estados Unidos y promover la estabilidad de América Latina.

El gobierno colombiano, por su parte, insistió en la reciprocidad esperada para un gobierno que se había mostrado como un claro y decidido aliado en la región. La respuesta del Congreso fue aprobar la extensión del Andean Trade Preference and Drug Eradication Act (Atpdea) por 10 meses más, mostrando de esta manera que no se pretendía ni castigar ni deteriorar la relación con Colombia y que las relaciones comerciales seguirían rigiéndose por un acuerdo que claramente había resultado benéfico para Colombia durante los últimos años.

Durante el mes de febrero la administración republicana continuó su estrategia de conseguir votos en el Congreso para el TLC. El secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez, acompañado de la Secretaria de Trabajo, Elaine L. Chao, y del administrador de la Agencia Federal para el Desarrollo de la Pequeña Empresa, Steven C. Preston, junto con una delegación de siete congresistas visitaron a Medellín. El objetivo de esta visita fue promover el acuerdo exponiendo el progreso del país en los temas que preocupan a los miembros del Congreso y funcionarios de Estados Unidos. El mes de abril fue determinante para el futuro del acuerdo. Pese a la advertencia de la representante Nancy Pelosi a Bush de no enviar el TLC con Colombia al Congreso, el 7 de abril Bushformalizó su decisión de enviar el acuerdo al legislativo, a pesar de la oposición de la mayoría demócrata y en uso de las facultades otorgadas al Presidente para obligar una votación de un tratado comercial en menos de 90 días. La respuesta demócrata, el jueves 10 de abril, fue congelar el tratado modificando las normas del fase track, aprobando una resolución que elimina el plazo obligatorio de 90 días legislativos para votar un tratado comercial. Con una votación de 224 votos a favor y 195 en contra, la Cámara de Representantes suspendió la votación y puso en el congelador el acuerdo con Colombia.

Evidentemente la estrategia había fallado, pues de los 224 votos congelando el tratado 118 eran demócratas y 6 republicanos, mientras que en favor de someter el tratado a votación se manifestaron 185 republicanos y 10 demócratas. A la hora de escoger entre su propio partido y Colombia, las cosas fueron claras. La consecuencia adicional de este fracaso fue sepultar definitivamente la teoría de que la relación con Colombia gozaba de un acuerdo bipartidista. Justamente esa concepción equivocada había llevado a que durante los años de la administración Uribe se privilegiara el dialogo con la administración republicana y se socavara la relación con los demócratas. Para el gobierno colombiano, erróneamente, bastaba con tener un dialogo fluido con los republicanos para que los temas nacionales fluyeran y, efectivamente, fluyeron, pero sólo hasta cuando el Partido Demócrata consiguió la mayoría en el Congreso y demostró con sus acciones que no existía tal consenso en torno a Colombia.

Aunque el acuerdo fue congelado, el gobierno colombiano siguió insistiendo en sus tácticas fallidas. Si bien la continuación de las visitas tiene sentido, dado que se necesita seguir ampliando los apoyos para una futura votación del tratado, y en todo caso, para una mejor comprensión de la situación del país, la insistencia en buscar una votación siguió deteriorando las relaciones entre el gobierno Uribe y la cúpula demócrata. Durante la campaña, el gobierno colombiano quedó claramente alineado con la campaña republicana, tanto que a comienzos del mes de julio el candidato John McCain visitó Colombia y dio una rueda de prensa conjunta con el presidente colombiano. En contraste con lo sucedido con la visita de Obama a Europa, donde los jefes de Estado se cuidaron de no parecer interviniendo en la campaña norteamericana, el jefe de Estado colombiano cometió el error de actuar en dicha rueda de prensa.

En su visita, McCain buscó resaltar su experiencia en temas de seguridad, e incluso mostrar que una administración republicana sería un aliado más confiable para América Latina. Igualmente, reiteró su apoyo y compromiso con el Plan Colombia, la lucha contra el narcotráfico, y destacó la validez de los enfoques republicanos en la lucha contra el terrorismo; finalmente, abogó por la aprobación del TLC con Colombia como una muestra de que Estados Unidos es agradecido con sus aliados.

Pese a que debía cuidarse de no mostrar una imagen tan cercana a los republicanos, durante su visita a la reunión de Naciones Unidas en Nueva York, en septiembre, el presidente Uribe sostuvo una reunión con la candidata vicepresidencial Sarah Palin y, en cambio, no consiguió ninguna reunión con la cúpula demócrata, solo una llamada telefónica con el candidato Obama en la cual este reiteró su oposición al TLC. Luego de la elección del 4 de noviembre, tanto la administración Bush como la administración Uribe buscaron que en el periodo de sesiones de noviembre el Congreso abordara la discusión del TLC. Si bien esta era la última carta que los republicanos podían jugar para buscar la votación, no tenía mucho sentido que Colombia, conocedora de la posición demócrata y de que los resultados le habían permitido ampliar su mayoría en Cámara y Senado, insistiera en una votación que contradecía cuanto habían dicho durante la campaña.

Pese a que todos los hechos muestran el deterioro de esta relación, el canciller colombiano, Jaime Bermudez, insistía en que la relación con los demócratas no tenía ninguna dificultad, en respuesta a las declaraciones del ex presidente Andrés Pastrana, quien resaltaba la necesidad de reconstruir dicha relación (2). Mientras el gobierno colombiano no reconozca los errores cometidos durante los dos años pasados en torno a la discusión del tratado de libre comercio no será posible diseñar una política correctiva que parta de una premisa distinta a la supuesta existencia de un acuerdo bipartidista sobre la política norteamericana hacia Colombia o el ejercicio de una política de menudeo con el Partido Demócrata. Una evaluación equivocada sobre este tema sólo conducirá a una mayor fractura con el partido ahora gobernante en la Casa Blanca y en mayoría absoluta en el Congreso. La ausencia de correctivos muy probablemente conducirá a consecuencias que se extenderán a otras áreas de la relación bilateral, especialmente aquellas relacionadas con la ayuda (Plan Colombia) y en torno a temas críticos como los derechos humanos.

Las perspectivas de aprobación del TLC son bastante complicadas en el futuro cercano. Por un lado la crisis económica que afronta Estados Unidos obliga a la nueva administración a enfocarse en corregir dicha situación y pone este tipo de tratados en un segundo plano de la agenda económica. Muy probablemente sólo hasta cuando se consiga la reactivación económica y se asegure a los norteamericanos la recuperación de la dinámica laboral será posible volver a incluir este tema en la agenda política norteamericana. Más aún, dado el carácter global de la crisis es muy probable que la nueva agenda económica incorpore una revisión de fondo sobre el papel del libre comercio. Lo recomendable para Colombia será entonces esperar con paciencia, no presionar al nuevo gobierno y resarcir las relaciones con la cúpula demócrata.

El Plan Colombia: ¿cambio de rumbo?

En medio de la campaña electoral norteamericana, y con la atención centrada en el TLC, los temas relativos a la ayuda norteamericana conocidos como Plan Colombia pasaron a un segundo plano de la agenda, en tanto todos los actores optaron por una estrategia incrementalista sobre la situación colombiana. En febrero de este año la administración republicana presentó su paquete de ayuda a Colombia, en el marco del presupuesto general de esa nación, consistente en $545 millones para 2009, cifra prácticamente igual a la que había sido aprobada para 2008. Sin embargo, la composición propuesta volvió a privilegiar el componente militar al solicitar $402,823 millones para interdicción, entrenamiento y educación militar así como fumigaciones y asistencia antiterrorista. La propuesta incluyó $142,366 millones de dólares en fondos para el desarrollo (3).

La solicitud de fondos, junto con todo el paquete presupuestal de 2009, fue negada por el Congreso, y por el contrario, se paso una «Resolución de continuidad» mediante la cual se permite a la administración una prórroga del presupuesto anterior, esto es, el aprobado en 2008 hasta el momento en que el Congreso decida estudiar el presupuesto. Se asume que el nuevo Congreso estudiará el presupuesto de 2009 hacia el mes de abril y que las solicitudes de fondos realizadas por la administración Bush se modificarán para que reflejen mejor los enfoques y prioridades demócratas. En ese sentido, resultará muy probable que el presupuesto finalmente aprobado consulte más las líneas adoptadas en el Plan Colombia 2008, con más énfasis en los temas sociales y más equilibrios en los temas militares y de desarrollo.

Más importante que esto resultó la publicación del informe sobre el Plan Colombia dado a conocer el 5 de noviembre por la agencia de control de cuentas del gobierno norteamericano, adscrita al Congreso de ese país. La Government Accountability Office (GAO) terminó su informe en octubre de 2008, pero no lo dio a conocer sino hasta que concluyó la campaña electoral con el propósito de evitar una interferencia en el desarrollo de dicha contienda, especialmente dado que dicho informe había sido solicitado por el senador Joseph Biden en su calidad de presidente del Comité de Relaciones Internacionales, en julio de 2007, pero en el año en el cual se realizó la investigación Biden se convirtió en el candidato vicepresidencial por el Partido Demócrata.

El informe resume en su titulo los principales hallazgos del mismo al señalar que la reducción de drogas no se ha alcanzado completamente, pero la seguridad ha mejorado. Al mismo tiempo el informe hace un llamado para encontrar una estrategia que permita la reducción de la asistencia (Drug reduction goals were not fully met, but security has improved; U.S agencies need more detailed plans for reducing assistance) (4).

El primer elemento importante del informe es que permite aclarar las cifras de inversión del Plan Colombia. Se señala que desde el año 2000 hasta el 2008 (siendo la cifra para este último año estimada) se han invertido $6.130 millones de dólares. De esta cifra, la gran mayoría se ha destinado a la estrategia antinarcóticos y de mejoramiento de la seguridad, $4.859,5 millones mientras que $1.031,8 millones se ha dedicado a promover justicia económica y social, finalmente $238,7 millones han sido dedicados a promover el Estado de derecho. El principal hallazgo del estudio está en señalar la no consecución de las metas en relación con la estrategia antinarcóticos. El estudio se cuida de no usar la palabra fracaso y, en su lugar, habla de que las metas en esta materia no se han cumplido completamente.

El informe empieza por reconocer la reducción de producción de opio y heroína en cerca de 50 por ciento, pero en relación con la coca las cifras que revela son contundentes: entre el año 2000 y el 2006 el cultivo de coca se incrementó en un 15 por ciento hasta llegar a alcanzar un área de 157.000 hectáreas. El Plan Colombia se había trazado la meta de reducir en un 50 por ciento la producción de cocaína en Colombia. Se señala en el informe que la producción decayó entre 2001 y 2005, pero que para 2006 la producción superó en 4 por ciento a la de 2000 cuando se inició la ejecución del Plan. El estudio señala las dificultades metodológicas de la medición dado que los instrumentos con los cuales se capta el área cultivada se han ido perfeccionando y por tanto hoy son mucho mejores que siete años atrás, en particular el informe señala que el área investigada se incrementó entre 2004 y 2006 de 10,9 millones de hectáreas a 23,6 millones de hectáreas. Se señala, finalmente, que aunque se reconozcan reducciones de la producción en Colombia, estas no han detenido el flujo de coca hacia Estados Unidos debido a la recuperación de cultivos en otros países (Perú y Bolivia).

Dado que el principal objetivo del plan ha sido la lucha antinarcóticos, surgen preguntas que deberían ser analizadas tanto por autoridades estadounidenses como colombianas en torno a la eficacia de los enfoques y los métodos utilizados hasta ahora. Por supuesto, también cabe la pregunta contrafactual y es qué hubiese pasado de no existir la ayuda norteamericana que, en todo caso, permitió controlar la expansión de la producción de cultivos ilícitos. Cuando menos resulta necesario reconocer que la ayuda ha permitido mejorar la capacidad del Estado colombiano para controlar dicha expansión que había alcanzado 300 por ciento en relación con la coca y 75 por ciento en relación con opio durante los siete años anteriores al inicio del Plan Colombia.

El segundo punto que el informe recalca es el relacionado con los avances en seguridad conseguidos en Colombia durante el periodo de ayuda. El estudio señala que Colombia mejoró su clima de seguridad a través de la estrategia antinarcóticos, las acciones militares y policiales así como otros esfuerzos tales como los programas de desmovilización y deserción, los cuales han debilitado la capacidad operativa de las FARC y otros grupos armados ilegales. El resultado de estos esfuerzos ha sido la reducción del número de asesinatos y secuestros, al menos, en un tercio entre 2000 y 2007, asimismo los ataques a oleoductos se redujeron a casi cero. El informe advierte que estos avances en seguridad no son irreversibles y que, de acuerdo con sus fuentes (oficiales de la Embajada de Estados Unidos), solo cuando las FARC y otros grupos ilegales dejen de ser una amenaza para el gobierno central y se conviertan en un problema de control por parte de fuerzas del orden locales (policía), se podrá considerar que la seguridad se ha consolidado.

La principal preocupación del informe se relaciona con lo que se denomina la «nacionalización » de los esfuerzos del Plan Colombia, esto es, la apropiación por parte del gobierno colombiano de las responsabilidades que hasta ahora se han llevado con recursos provenientes de ayuda norteamericana. En respuesta a una directiva congresional de 2005 y los recortes ordenados por el Congreso a partir del año fiscal 2008, el Departamento de Estado y otras agencias han acelerado la transferencia de programas y de responsabilidades de financiación al gobierno colombiano, empezando por programas de ayuda militar y a la aviación de la Policía Nacional, que forman el corazón de la estrategia. Se destaca que un programa de aviación ha sido nacionalizado, dos programas se encuentran en transición y dos programas más carecen de calendario para la nacionalización. Se advierte que existe aún dependencia clara en varias áreas con respecto al apoyo norteamericano, no sólo en términos financieros, sino también en términos de necesidades de asistencia técnica y entrenamiento, lo cual es particularmente preocupante dada la evolución de la actividad del narcotráfico.

En relación con los programas de desarrollo alternativo encomendados a USAID se resalta la necesidad de que los mismos se relacionen con la reducción de los cultivos ilegales y la necesidad de que contengan claros mecanismos de sostenibilidad una vez la ayuda norteamericana no esté presente. La principal recomendación del informe consiste en señalar la necesidad de que el Departamento de Estado coordine una estrategia de transferencia de responsabilidades al gobierno colombiano, en la cual participen autoridades colombianas, así como diferentes órganos del gobierno norteamericano incluidos la Secretaría de Defensa, la Fiscalía General y la administración de USAID. Dicho plan debe incluir una definición clara de roles y responsabilidades para todos los departamentos y agencias norteamericanas participantes, los requisitos financieros, las prioridades de gasto y la capacidad de proveer fondos adicionales; el plan debe incluir una evaluación detallada de la situación fiscal del gobierno de Colombia.

El plan debe definir los elementos claves para completar la transición. El informe recalca que si bien el Departamento de Estado se manifestó de acuerdo con este estrategia no realizó ninguna acción para llevar a cabo la misma, pero se insiste en la necesidad de que se lleve a cabo. El informe, no resulta de menos resaltarlo, obedece a una evaluación del Plan Colombia desde la perspectiva norteamericana, lo cual es completamente comprensible. Sin embargo, en aras de construir una nueva relación a partir de 2009 es necesario tener clara cuál es la perspectiva colombiana sobre el tema y sobre todo que en dicha perspectiva no intervenga solo el ejecutivo colombiano, sino también otros sectores. Si el gobierno colombiano insiste en un acuerdo bipartidista sobre Colombia, sería lógico que en Colombia se promoviera un acuerdo similar sobre el Plan Colombia. La intervención amplia de sectores políticos y sociales en la transición y nacionalización del plan resulta un elemento fundamental para lograr la sostenibilidad de los esfuerzos y la legitimidad que dicha «nacionalización» requiere.

Resulta paradójico el énfasis del gobierno colombiano para que los temas colombianos gocen de consenso en Estados Unidos y el poco esfuerzo para que los temas norteamericanos gocen del mismo consenso en Colombia. La gran pregunta que tendrá que resolverse en 2009 es cuál será el futuro del Plan Colombia bajo la administración demócrata. El estudio de GAO señala que los esfuerzos que se vienen realizando deben tener continuidad como mínimo hasta 2013, cuando los problemas colombianos alcancen niveles manejables.

En principio existen tres alternativas claras para el gobierno de Obama, la primera es la continuidad de los esfuerzos del Plan Colombia en los términos manejados por Bush y Uribe durante los últimos años, esto es, un claro predominio del énfasis militar y una conjunción de los elementos de lucha contra narcóticos y conflicto interno en torno a la lucha contra el terrorismo. Esta estrategia resulta poco probable, dada la oposición de la bancada demócrata en años anteriores al enfoque puramente militarista de los esfuerzos en Colombia. La segunda opción es una modificación de los ejes contenidos en el Plan Colombia; esto implica que se siga avanzando en un mayor equilibrio entre los esfuerzos sociales y los esfuerzos militares, tal como quedó reflejado en el presupuesto para el plan que fue aprobado en el 2007 cuando la mayoría demócrata aprobó un plan con 45 por ciento de ayuda social y 55 por ciento de ayuda militar en lugar de una composición que daba 76 por ciento a la ayuda militar, tal como había sido presentado por el gobierno Bush. La última opción consiste en un replanteamiento del plan que permita una redefinición de objetivos y actividades en el marco del mismo. Esta redefinición puede implicar una reconceptualización de la lucha contra el terrorismo para comprender la situación política del conflicto colombiano y buscar más alternativas y salidas.

De estos tres escenarios, es muy probable que la segunda opción tenga más probabilidad, pues el gobierno norteamericano no puede arriesgar los avances conseguidos y tiene que ser muy cuidadoso de no debilitar a un gobierno que se ha consolidado como un aliado en medio del creciente anti-norteamericanismo de gobiernos vecinos al colombiano.

Colombia en la campaña

Sin duda el acontecimiento central del 2008 en Estados Unidos fue el resultado de la campaña electoral. Una campaña que cada vez adquiere más resonancia global, y que en esta ocasión en particular, enfrentó dos modelos de relaciones con el mundo. El modelo de George W. Bush, encarnado en las propuestas de continuidad por parte del candidato republicano John McCain; y las propuestas de cambio, encarnadas por el primer afroamericano en conseguir la Casa Blanca, Barack Obama, centradas en un modelo distinto de relación con el mundo: más dispuesto a la diplomacia y al multilateralismo y mucho más comprometido a restablecer la autoridad moral y el liderazgo de Estados Unidos en el mundo. Curiosamente, Colombia llegó a convertirse en parte de esa campaña, que también tocó otros puntos del globo, especialmente con la gira de Barack Obama a Oriente Medio y Europa. El punto más alto del involucramiento del tema colombiano en la agenda de campaña se produjo cuando John McCain visitó Colombia el 1 de julio de 2008. La intención de McCain era demostrar la eficacia de la política internacional de George W. Bush y evidenciar el éxito de la lucha contra el terrorismo en el caso colombiano.

McCain aprovechó para señalar que él apoyaba el TLC con Colombia puesto que no sólo creía en las bondades del libre comercio, sino que consideraba que Estados Unidos no podía darle la espalda a un país amigo. La visita de McCain puso al gobierno colombiano en una situación difícil. Por un lado no podía desconocer la importancia del hecho y los más altos dignatarios concurrieron a recibir al ilustre huésped. Por el otro, debía evitar que estuviera tomando partido en la campaña presidencial, lo cual intentó hacer mediante el uso de un lenguaje moderado y objetivo, pero no pudo conseguir, pues el solo hecho de una rueda de prensa conjunta hizo parecer al presidente colombiano como un aliado de la campaña republicana. La situación fue particularmente complicada dado que el día de la partida de McCain para México fueron liberados los tres norteamericanos secuestrados. Por supuesto el gobierno colombiano informó a McCain de la operación, pero este continuó su periplo sin tomar ventaja política alguna del hecho.

El equilibrio que intentó mostrar el gobierno con la visita de McCain se vio socavado con la visita que el presidente Uribe hizo al presidente Bush y la reunión que sostuvo con Sarah Palin, candidata vicepresidencial, el 23 de septiembre, con ocasión de la visita a la Asamblea Anual de Naciones Unidas. A tan solo 40 días de las elecciones, las reuniones fueron consideradas un desacierto por la mayor parte de los analistas colombianos, máxime cuando era claro que el candidato demócrata era el más firme sucesor de Bush. Este tipo de acciones cimentaron la idea de que el gobierno de Colombia estaba alineado con la candidatura republicana. Quizás esto sea un poco injusto con el gobierno, que dadas las circunstancias no podía hacer nada distinto a aceptar las solicitudes republicanas, pero la falta de visibilidad de una relación similar con el equipo demócrata mostraba la debilidad de la posición colombiana frente al competidor y posterior ganador.

Más aún, durante este mismo periplo, el presidente Uribe logró hablar telefónicamente con el candidato Obama, pero evito dar detalles sobre el contenido de la charla. A renglón seguido, la campaña demócrata ratificó que dicha conversación había tenido lugar y que en la misma el candidato había reiterado su oposición a la aprobación del TLC.

Los resultados electorales no solo llevaron a la presidencia de Estados Unidos al primer afroamericano en ocupar ese cargo, sino que ampliaron de manera significativa la mayoría demócrata en la Cámara y en el Senado. Barack Obama obtuvo el 52,8 por ciento de la votación nacional, mientras que McCain consiguió el 45,8 por ciento de los votos de sus compatriotas. La diferencia de siete puntos porcentuales en favor de Obama le permitió conseguir 365 votos del colegio electoral, frente a 173 de su contendor. La amplia victoria de Obama no sólo le otorgó un mandato diáfano por parte del pueblo norteamericano, sino que empujó al Partido Demócrata para recuperar Estados claves y consolidar su mayoría en el Congreso. En el Congreso los demócratas ganaron siete sillas en el Senado, al obtener 58 frente a 41 (una silla continúa en disputa). En la Cámara de Representantes su ventaja se amplió en 19 posiciones al obtener un total de 255 escaños frente a 175 republicanos (cinco sillas aún se encuentran en disputa). Los demócratas no llegarán a la super mayoría de 60 sillas que buscaban para evitar el filibusterismo, pero no hay que descartar que varios republicanos moderados apoyen las iniciativas de Obama, máxime cuando el presidente electo ha mostrado gran habilidad para tender puentes con sus adversarios. Este resultado en el Congreso es lo que va a generar más dificultades a la relación entre Colombia y Estados Unidos dado que quienes ayer hacían críticas desde la oposición, en 2009 lo harán desde la mayoría oficialista. Durante los últimos años, diversos estamentos colombianos, empezando por el propio gobierno, han construido una relación sólida con funcionarios del Departamento de Estado. Estos últimos suelen hablar de Colombia como un caso ejemplar de éxito norteamericano, argumentando que antes de la decidida intervención del Plan Colombia el país se encontraba al borde de lo que se consideraba un Estado fallido.

Luego de ocho años de gestión, Colombia no sólo mejoró su capacidad para recuperar la seguridad sino que se halla en la senda del crecimiento con base en una economía de mercado. Esta red de aliados en el Departamento de Estado siempre ha sido una barrera de contención frente a las críticas que con cierta frecuencia surgen del sector demócrata del Congreso. Ahora que ese sector es mayoría y que posiciones claves serán ocupadas por figuras demócratas es muy posible que el dique de contención no funcione tan bien y que, por el contrario, tenga que cambiar su defensa acérrima del gobierno por una perspectiva más matizada de la realidad colombiana. La situación de derechos humanos, el incremento de las llamadas bandas emergentes, la incapacidad para derrotar el narcotráfico y la salida a la situación de conflicto interno aparecerán en la agenda de la nueva mayoría del Congreso cuando decidan ocuparse de la situación colombiana. Es muy probable que si antes se veía el vaso medio lleno, ahora se tenderá a verlo medio vacío. En todo caso, esta nueva situación no implica que se vaya a producir un giro en la relación con Colombia, por el contrario, no hay que descartar que la relación se reafirme, pero con nuevos elementos tales como los derechos humanos y la consolidación del Estado de derecho y la democracia.

Una nueva agenda en la Casa Blanca

Aunque la campaña presidencial abrió la perspectiva de numerosos cambios en la agenda gubernamental de Estados Unidos, es necesario reconocer que no todos esos cambios ocurrirán al mismo tiempo, y que no todos avanzarán a la misma velocidad. La capacidad del nuevo presidente de implementar su agenda tiene que ver no sólo con su visión, la cual fue compartida por sus electores, sino con otros elementos, tales como las demandas y nuevas realidades que surjan en el camino, la negociación que se establezca con otras contrapartes en torno a las propuestas norteamericanas y, por supuesto, el equipo humano que tenga a su cargo la tarea de desarrollar los programas del presidente electo.

En un análisis de este tipo, es necesario entender que las energías del presidente que iniciará el próximo 20 de enero de 2009 tendrán que enfocarse en la solución de la crisis económica interna, máxime cuando se ha hecho oficial que la economía de Estados Unidos se encuentra en recesión. La recesión económica lleva un año, de acuerdo con la Oficina Nacional de Investigación Económica (5). Los datos que muestran el declive económico señalan que el último trimestre de 2007 el PIB tuvo una contracción de -0,2 y que durante el 2008 sus resultados han sido precarios con un crecimiento de 0,9 en el primer trimestre, 2,8 en el segundo trimestre y -0,5 en el tercer trimestre. La recesión y la crisis financiera son las demandas acuciantes en las cuales deberá concentrar su energía la próxima administración.

Ahora bien, es muy difícil que una solución integral y sostenible a la actual situación económica sea posible con la adopción de medidas internas. Por el contrario, la forma en que el nuevo gobierno maneje la superación de este desafío será el primer test internacional para una política multilateral, anunciada como parte central de la estrategia del presidente electo. Los efectos de las decisiones económicas tomadas por Estados Unidos se sienten en la economía global y por tanto sería impensable que el nuevo presidente y su equipo adopten medidas que no tengan en cuenta los efectos de las mismas.

Más aún, la expectativa es que se ejerza un nuevo liderazgo que permita que la economía global cuente con instituciones globales y para ello es de esperarse una convocatoria a una discusión que no sólo permita superar la crisis interna, sino establecer las bases para una etapa de prosperidad con mayores equilibrios tanto regionales como sociales. Aun cuando el tema económico será la prioridad, es claro que, como el propio Barack Obama dijo durante su campaña, el presidente de los Estados Unidos tiene que tener la capacidad de manejar agendas simultaneas y crisis paralelas. Por esta razón, luego de anunciar su equipo económico, su segundo anuncio ha sido la conformación de su equipo de seguridad.

Al frente de este grupo ha colocado, como secretaria de Estado, a su más enconada rival durante la campaña demócrata, la senadora Hillary Clinton. La prioridad en esta área será, de acuerdo con el presidente electo, restaurar la credibilidad internacional de los Estados Unidos (6). Como parte de su estrategia internacional, el presidente Obama mantuvo su promesa de retirar las tropas norteamericanas de Iraq en un periodo de 16 meses, asunto que fue altamente controvertido por su rival republicano durante la campaña, pero que ha sido secundado por el propio gobierno iraquí. Al mismo tiempo, Obama se ha comprometido a reforzar la seguridad en Afganistán y luchar decididamente contra la amenaza que resurge de los talibanes y Al Qaeda en dicho país.

La designación del equipo de seguridad nacional, en el cual, además de Hillary Clinton se ha ratificado a Robert Gates como secretario de Defensa, demostrando que su gabinete será bipartidista, se compone también del ex comandante de la OTAN, General James L. Jones, quien ocupará el cargo de consejero de Seguridad Nacional; de la gobernadora de Arizona, Janet Napolitano, a cargo del Departamento de Seguridad Interna y de Eric Holder como nuevo Fiscal General.

En su equipo internacional estará también el ex Gobernador del Estado de Nuevo México, y ex candidato presidencial, Bill Richardson, como Secretario de Comercio. Richardson viene de padres latinos y se convierte en el latino de más alta figuración en el gabinete de Obama. Será Richardson quien tenga que retomar las riendas del TLC con Colombia. La fortaleza del equipo envía una señal clara en torno a que el uso de la diplomacia como mecanismo privilegiado de la nueva administración no se hará en forma ingenua, sino a partir de asegurar la fortaleza de los Estados Unidos. «Fortaleceremos nuestra capacidad para derrotar a nuestros enemigos y apoyar a nuestros aliados» dijo Obama al presentar su equipo.

Su nuevo equipo se compone de figuras de amplio recorrido y con gran apoyo en el congreso, elementos claves para una gestión eficaz. La gran pregunta que empieza a cernirse sobre el horizonte es si con este equipo realmente se producirán los cambios que el mundo espera y que los norteamericanos votaron. La mejor explicación que se puede dar es que es mejor hacer cambios viables con equipos conocedores, en lugar de intentar cambios avezados en manos inexpertas. Así, por ejemplo, será Gates, un respetado republicano, quien tenga que organizar el retiro de las tropas norteamericanas de Iraq.

Para América Latina, el nuevo presidente prometió una renovación de la relación y la reconstitución del Consejero para las Américas, figura que existió durante la presidencia de Bill Clinton. Los países que parecen centrales en la agenda serán México, Brasil y, adicionalmente, el tema cubano y venezolano. México ocupa el primer lugar de la agenda, por cuanto allí se concentran varios temas centrales en la relación: los temas migratorios, la posible revisión del Nafta, el crecimiento del desafío del narcotráfico y la estabilidad económica de una de las nuevas potencias emergentes. Con Brasil, el gran tema tiene que ver con las negociaciones del libre comercio en el marco de la Ronda de Doha, así mismo, la preocupación sobre la estabilidad económica del país que lidera las economías emergentes en América Latina.

Frente al tema cubano, el presidente electo ha señalado que no levantará el embargo sin un plan para avanzar en la democratización de Cuba, pero que no hará más onerosa la carga que cubanos y cubano americanos han tenido que soportar con las prohibiciones de viajes y de giro de recursos, las cuales se han endurecido en años recientes. Es de esperarse que sin la presión de la migración cubana, que ha tenido de rehén de sus políticas al Partido Republicano, se pueda avanzar en los próximos años en un agenda constructiva para dejar atrás una política que no ha funcionado y que en cambio si ha tenido grandes repercusiones contra las posibilidades de los cubanos.

En torno al tema venezolano, durante su campaña Obama mencionó la posibilidad de reunirse, cumplidas ciertas condiciones, con el presidente Hugo Chavez. Esta opción va a tener muchos más chances dada la debilidad del presidente Chavez, producto en primer lugar de la caída en los precios del petróleo y, en segundo lugar, de los avances conseguidos por la oposición en las elecciones locales del 23 de noviembre. Cabe recordar que Chávez, si bien ha sido agresivo en su vocabulario, ha sido cuidadoso de no tocar los intereses norteamericanos, especialmente los suplementos de petróleo que hacen de Estados Unidos y Venezuela altamente interrelacionados.

Las iniciativas de Chávez para balancear el poder norteamericano en la región han estado apalancadas por su gran capacidad económica pero, socavado su poder económico, sus opciones de liderazgo regional se ven reducidas y se abren otras opciones independientes, pero más centristas, como la de Brasil, adquieren mayores posibilidades. Colombia debería tratar de ayudar en la tarea de recomponer las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, dado que un avance en esta dirección le resulta altamente beneficioso considerando que se trata de sus dos principales socios comerciales.

Desafíos y posibilidades en la nueva etapa

La principal preocupación de Colombia en su relación con los Estados Unidos, a partir de la llegada al poder del Partido Demócrata será evaluar si las condiciones que permitieron al presidente Uribe ubicarse en la categoría de aliado privilegiado de los Estados Unidos continúan existiendo o si, por el contrario, se han desvanecido. En otras palabras, ¿podrá Uribe seguir contando con el respaldo casi incondicional brindado por el ejecutivo norteamericano a su gestión durante los últimos años? En favor de la continuidad de la relación en términos similares a los mantenidos con George W. Bush, se encuentra en primer lugar la consideración sobre la situación regional, especialmente la alianza entre Chávez, Correa y Morales en torno a iniciativas como el Alba y críticas a la política antidrogas de Estados Unidos en la región, entre otros elementos. Mientras esta situación subsista, la relación con Colombia debería preservarse y fortalecerse.

En segundo término, la lucha contra el terrorismo seguirá siendo una prioridad dentro de las políticas de seguridad de Estados Unidos, esto significaría que mientras la Casa Blanca comparta la premisa de la seguridad democrática del gobierno de Uribe, en el sentido de que no existe un conflicto interno, sino una amenaza terrorista, continuará apoyando la lucha contra la guerrilla en Colombia. Máxime cuando es clara la relación entre ese grupo y los cultivos de coca.

De otra parte, existen también elementos poderosos para considerar un posible replanteamiento de la relación, no hasta llegar a un giro radical, pero sí para construir una relación sobre premisas tanto nuevas como complementarias.

En primer lugar, existe una percepción muy acendrada en sectores del Partido Demócrata en torno a la laxitud del gobierno de Uribe para castigar a quienes han perpetrado violaciones de derechos humanos y a aquellos que se aliaron con estos. Esta percepción, en manos de una bancada mayoritaria, puede poner contra las cuerdas al mandatario colombiano y obligar a modificar determinadas políticas en torno a las cuales el gobierno carece de credibilidad internacional. Entre ellas, vale la pena mencionar, la reparación a las víctimas de violaciones de derechos humanos, la atención integral a los desplazados, el fortalecimiento de la capacidad de investigación judicial y la purificación de las prácticas políticas, entre otras. Estos temas, que han sido compensados con las ganancias en tópicos de seguridad, pueden emerger con gran fuerza, especialmente a partir de las voces críticas del Congreso norteamericano.

En segundo lugar, la necesidad de una estrategia de salida, que permita poner fin a la iniciativa concebida como el Plan Colombia genera posibilidades para diseñar distintas opciones que permitan terminar exitosamente lo hecho en el país. Terminar el plan con indicadores de producción de coca que no ceden, una guerrilla que no está derrotada y el crecimiento de bandas emergentes asociadas al cuidado y cultivo de coca no parece una salida exitosa luego de casi una década de intenso esfuerzo político, financiero y militar. Es muy probable que tal como sucedió con el primer diseño del Plan Colombia, los contenidos de una estrategia de salida provengan de una evaluación desapasionada de la situación colombiana, reconociendo los logros alcanzados pero generando presión no sólo para «nacionalizar los programas» sino para explorar nuevas alternativas. Entre dichas alternativas no debe descartarse la opción por una vía negociada como mecanismo para finalizar el conflicto, en lugar de un énfasis puramente militar.

Finalmente, una opción deseable para el diseño de la estrategia de salida sería la sostenibilidad democrática de los esfuerzos realizados. Esto es, que en lugar de seguir manteniendo un enfoque de fortalecimiento estatal (state building) se pase a un enfoque de fortalecimiento de la institucionalidad democrática (democracy building). Esto es, que no sólo se privilegie la necesidad que el Estado provea seguridad, sino que se priorice dotar a Colombia de la institucionalidad democrática necesaria para que los colombianos puedan hacerse cargo de sus problemas en el marco de un Estado de derecho fortalecido. Así, en lugar de preocuparse por los avances en la lucha antiterrorista que se ha logrado con los recursos del Plan, se trasladaría la preocupación hacia la posibilidad de que los colombianos encuentren una salida a los problemas de criminalidad, narcotráfico, violencia y conflicto interno mediante opciones repetidas y hasta ahora condenadas al fracaso.

Notas

1 «La violencia contra los sindicatos en Colombia ridiculizaría las mismas protecciones laborales que hemos insistido se incluyan en ese tipo de acuerdos», dijo Obama mientras hacía campaña en la ciudad de Filadelfia, Pensilvania mientras se llevaba a cabo la convención anual de la confederación de sindicatos de Estados Unidos AFLCIO. [http://www.semana.com/noticias-on-line/obamamantendra-oposicion-tlc-colombia/110659.aspx . Abril 2 de 2008].

2 El canciller Bermúdez defiende la estrategia de gobierno, la cual considera bipartidista. «Lo hemos hecho. Entre enero a septiembre de este año, hicimos 346 citas con congresistas de Estados Unidos, más de una por día. Han sido 166 con demócratas y 71 con republicanos en la Cámara; y en el Senado 72 con demócratas y 37 con republicanos. Mire, más de la mitad son demócratas». Resaltando igualmente que sí existen indicadores claros que demuestren la estrategia bipartidista, «No se puede decir que Colombia haya descuidado la relación con los demócratas, cuando estas cifras son contundentes». [http:// www.eltiempo.com/colombia/politica/no-abandonamos-alos- democratas-respondio-el-canciller-jaime-bermudez-al-expresidente- pastrana_4655249-1. Noviembre 10 de 2008].

3 https://lists.tni.org/pipermail/dd-es/2008-February/ 022690.html.

4 http://www.gao.gov/new.items/d0971.pdf.

5 It’s Official: Recession Started One Year Ago. http:// www.nytimes.com/2008/12/02/business/02markets.html).

6 Obama Unveils His National Security Team. http:// www.nytimes.com/2008/12/02/us/politics/02obama.html.

A LA SEGUNDA VA LA VENCIDA: ¿CHÁVEZ RUMBO A 2021?


Manuel Hidalgo

Antecedentes

En Venezuela, el tema de la reelección presidencial indefinida cobró importancia durante la campaña electoral de 2006. Antes de sancionarse la reciente enmienda, la Constitución sólo permitía una reelección inmediata. De ahí que el previsible triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de dicho año planteara muchas dudas e incertidumbres sobre la suerte del proyecto chavista a medio plazo, ya que el presidente no podía concurrir a las elecciones de 2012. Consciente de ello, no escondió su intención de convocar un referéndum a principios de 2010 para que los venezolanos se pronunciaran sobre su continuidad y la posibilidad de que pudiera reelegirse para un nuevo período. Incluso, a comienzos de 2006, había amenazado con proponer un referéndum en caso de que la oposición, imitando el comportamiento seguido en las elecciones parlamentarias de 2005, boicoteara los comicios presidenciales, lo que finalmente no sucedió. Después de su amplia victoria en las elecciones presidenciales –62,84% frente al 36,90% del candidato opositor– se dedicó a impulsar una reforma constitucional que, aunque proponía ciertos cambios radicales, tenía como eje fundamental la reelección presidencial indefinida.

Por un estrecho margen, los electores la rechazaron en de 2007. La derrota de la propuesta presidencial se debió básicamente a que muchos de los ciudadanos que le habían apoyado un año antes, en esta ocasión se quedaron en casa por razones diversas: no entender algunos de los cambios propuestos, no desear establecer el socialismo, rechazar la reelección o estar descontentos con la gestión chavista. Mientras la alianza chavista acudió dividida a la consulta, debido a diferencias internas en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y entre éste y otras fuerzas que respaldan al presidente, los grupos opositores supieron aglutinarse y desplegar una campaña eficaz en la que el movimiento estudiantil afín jugó un papel destacado.

Después de la primera derrota del chavismo tras una década en el poder, se abrió un compás de espera, sobre éste y otros asuntos, debido a la celebración de elecciones regionales y locales en noviembre de 2008. Pocos días después de su realización, el presidente volvió a colocar con celeridad la cuestión de la reelección presidencial indefinida en el centro de la agenda política. Al menos dos factores deben tenerse en cuenta. Primero, el PSUVreafirmó su supremacía político-electoral (obtuvo el 53% de los votos, consiguiendo 17 gobernaciones de 22 en juego y 264 alcaldías de 326 en disputa). No obstante, la alianza opositora logró unos buenos resultados: ganó en cinco de los siete estados más poblados e importantes política y económicamente (Miranda, Carabobo, Nueva Esparta, Zulia y Táchira). Además, se hizo con el control de Maracaibo (la segunda ciudad más grande), la Alcaldía Mayor de Caracas, y retuvo tres de las alcaldías (de cinco) que componen la capital a las que sumó una cuarta, Sucre, municipio que contiene el barrio más grande de América Latina.

La oposición penetró en zonas populares que le parecían vedadas hasta fechas recientes. Sus victorias adquirían mayor significado político y simbólico al ser derrotados tres de los candidatos más representativos del chavismo(Diosdado Cabello, Aristóbulo Istúriz y Jessie Chacón). Los avances se realizaron en un contexto poco propicio ante el descarado ventajismo y desproporción de recursos a favor del oficialismo. En segundo lugar, se esperaba una situación económica delicada en 2009 debido a la abrupta caída de los precios del petróleo en otoño de 2008, por la crisis económica internacional. De ahí que Chávez se apresurara, al celebrarse en 2010 unas importantes elecciones legislativas. En suma, cuanto más se postergara el asunto, menos probabilidades tenía de lograr que los votantes respaldaran su propuesta. Aún así, la apuesta era arriesgada porque la opinión pública no le era favorable al respecto.

Procedimiento y aprobación de la enmienda constitucional

Se utilizó el procedimiento de enmienda dada la imposibilidad de recurrir a una reforma constitucional. Los electores habían rechazado una en 2007 y, según la Constitución (artículo 345), no podía presentarse una nueva en el mismo período legislativo a la Asamblea Nacional (AN). Una lectura excesivamente literal de la Carta Magna, pareciera que no acorde con su espíritu, llevó a los chavistasa defender que la enmienda no alteraba la estructura fundamental del Estado ni entraba en contradicción con lo dispuesto para la reforma, al ser procedimientos diferentes. Tampoco cerraban la puerta a presentar la enmienda tantas veces como quisieran, al no prohibirlo el texto constitucional. Por otro lado, aunque algunas críticas enfatizaban que la enmienda era contraria al gobierno alternativo –uno de los principios fundamentales constitucionales–, el oficialismo argumentaba que la reelección indefinida no lo impedía: los ciudadanos decidirían en las urnas quienes querían que fuesen sus representantes. Si bien la propuesta en sí no era antidemocrática, hay serias dudas sobre su constitucionalidad. Y como se ha puesto de manifiesto en otros países latinoamericanos, la reelección indefinida dificulta los cambios en el poder.

La iniciativa partió del presidente. Aunque pocos días después de las elecciones regionales algún cargo electo del chavismo se manifestó a favor de una enmienda para permitir la reelección indefinida, Chávez, haciendo gala de una concepción del poder muy contraria a la “democracia protagónica y participativa” que pregona, autorizo a sus seguidores, el 30 de noviembre, a poner en marcha la maquinaria para activar dicha propuesta: “Yo les doy mi autorización al PSUV y al pueblo venezolano para que inicien el debate y las acciones para lograr la enmienda constitucional y la reelección como presidente de la república”. El temor a que una iniciativa popular fuese demasiado lenta –requiere el 15% de los ciudadanos inscritos en el Registro Civil y Electoral– hizo que Chávez le encargase a la Asamblea Nacional la activación del procedimiento, dado lo factible y rápido que resultaba esta vía: se requiere el respaldo del 30% de los diputados, un porcentaje muy fácil de obtener debido a que el oficialismo controla la Asamblea desde las elecciones de 2005.

La discusión y aprobación de la enmienda se realizó en menos de un mes. La primera discusión se realizó el 18 de diciembre. El PSUV y las fuerzas aliadas, Patria Para Todos (PPT) y Partido Comunista de Venezuela (PCV), apoyaron la reelección indefinida del presidente, no sin algunas críticas. El PPT exigía la reelección continua para todos los cargos de elección popular. El partido de izquierdas Por la Democracia Social (Podemos) votó en contra por entender que los ciudadanos ya se habían manifestado en el referéndum de 2007. Esta fuerza política integraba la alianza chavista desde 2004, pero se pasó a la oposición por diferencias sobre la forma y el fondo de algunas medidas, como la reforma constitucional. También algún diputado votó en contra y varios se abstuvieron. No obstante, la propuesta salió adelante con el apoyo de una abrumadora mayoría. Con el fin de proyectar una imagen de mayor respaldo social, el chavismo presentó más de 4.700.000 firmas que avalaban la enmienda de cinco artículos de la Constitución.

La sorpresa fue que después de las Navidades se produjo un acontecimiento importante que iba a tener una incidencia notable en la suerte de la enmienda: el presidente propuso extender la reelección indefinida a todos los cargos de elección popular. Chávez había sido sensible a los argumentos de aliados como el PPT, a voces de su entorno y, cómo no, a las encuestas. En 2007, uno de los factores que influyó en la deficiente campaña a favor del “Sí” fue que algunos partidos aliados al naciente PSUV y ciertos gobernadores y alcaldes no se habían comprometido con la defensa de la reforma por falta de incentivos: la reelección atañía sólo al presidente. Éste no quiso volver a repetir el error, cuando muchas encuestas le eran desfavorables. Ampliar la reelección facilitaba cohesionar a los suyos, ganar más apoyos entre la población y enfrentarse a algunos sectores que le acusaban de querer perpetuarse en el poder. La nueva propuesta consiguió el respaldo mayoritario de los diputados en segunda discusión (14 de enero de 2009). Para escenificar el respaldo social, los chavistas recogieron 1.600.000 firmas adicionales. En total, más de 6.000.000, aunque no se produjo verificación alguna. Por otro lado, conviene subrayar la redacción confusa de la pregunta, en unos términos que permitían colegir que votando “Sí” se ampliaban los derechos políticos del elector. Ahí, el oficialismo jugó hábilmente sus cartas.

La campaña y las encuestas

La campaña electoral oficial apenas duró un mes, si bien extra-oficialmente los chavistas se pusieron en marcha a los pocos días de concluidas las elecciones regionales y locales. Partidarios y detractores se organizaron en dos bloques para defender su propuesta. Para el chavismo, el “Sí” obedecía a la necesidad de mantener y profundizar los logros del proyecto y enfatizaban que la enmienda ampliaba los derechos políticos y que serían los electores los encargados de decidir quiénes y por cuánto tiempo estarían en el poder. Como señalaba uno de los carteles de la propaganda oficialista: “Que sea el pueblo el que ponga y quite gobiernos ¡votemos por el sí! Por su parte, el Bloque del “No”, que agrupaba a un amplio y variado grupo de partidos opositores, defendió no sólo que la enmienda era inconstitucional y antidemocrática, sino que la reelección impedía la alternancia y, por consiguiente, abría la puerta a (malos) gobiernos con claros incentivos para abusar de los resortes del poder y utilizar de modo más discrecional si cabe los recursos del estado.

Deben destacarse otros aspectos. Primero, una campaña muy desequilibrada y un órgano electoral parcializado. Continuando la tendencia de las últimas campañas electorales, el chavismo dispuso sin apenas limitaciones de los recursos del Estado. Movilizó masivamente a los empleados públicos, recurriendo a incentivos o a la coacción, inducida o real. También desplegó propaganda política en muchos organismos públicos. El uso de lo público como un auténtico instrumento partidista mostró el alto grado de patrimonialización del Estado alcanzado en la actual etapa. Por su parte, la oposición acudió con las arcas casi vacías tras el esfuerzo de las elecciones de noviembre. Respecto a las actuaciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) puede destacarse su sesgo a favor del gobierno. A diferencia de lo sucedido en 2007, no otorgó esta vez financiación a los defensores de una y otra opción –la Constitución prohíbe la financiación pública de campañas, pero el CNE entendió en 2007 que era posible otorgar fondos para un referéndum, al no ser propiamente una elección–. Y si bien algunas de sus decisiones buscaron generar confianza –en particular lo referente a los aspectos organizativos el día del referéndum y las auditorías de las máquinas de votación–, otras, por el contrario, mostraron su sujeción al ejecutivo, como puso de manifiesto la celeridad con la que preparó el referéndum, incluso antes de que se hubiese aprobado formalmente la enmienda. La anuencia ante el ventajismo del oficialismo, su negativa a abrir el registro electoral para que nuevos votantes pudiesen inscribirse o la extensión del horario de votación hasta las 18 horas son otros ejemplos. La normativa electoral establece que las mesas de votación deben cerrarse a las cuatro de la tarde a menos que haya electores sin votar en la cola –la Constitución establece, además, que dicha normativa debe modificarse al menos seis meses antes de una elección–.

En tercer lugar debe mencionarse la polarización de la mayoría de los medios de comunicación. Si bien algunos canales de televisión privados (Venevisión, Televen), periódicos (Últimas Noticias) y emisoras de radio (Unión Radio) fueron proclives a un mayor equilibrio, el resto, en función de su titularidad, pública o privada, dieron una mayor cobertura a noticias y eventos a favor o en contra de la reelección indefinida. Finalmente, conviene subrayar ciertos aspectos de las estrategias de ambos bloques. El chavismo utilizó eficazmente la maquinaria del PSUV, mediante la movilización de más de 14.000 “batallones”, a la que hay que sumar las acciones de los partidos aliados. La estrategia de la defensa de la enmienda pasó por distintas etapas en las que Chávez cargó contra la oposición: “la oposición nos va a quitar todas las misiones y todo lo que hemos logrado”.

En la última fase de la campaña, el presidente recurrió, como en otras ocasiones, a la emotividad, buscó la proximidad con sus bases de apoyo y dirigió su artillería a la movilización de los chavistas abstencionistas. Los partidos de oposición no tuvieron cintura para reaccionar ante las acusaciones que lanzaban cual dardos envenenados los partidarios del “Sí”. Incluso tardaron demasiado tiempo en delinear su estrategia y movilizar a sus partidarios. Además, cedieron gran parte del protagonismo al movimiento estudiantil próximo, algunas de cuyas acciones fueron duramente reprimidas por las fuerzas de seguridad. Quizá el comportamiento de los dirigentes opositores obedeció, en gran parte, al cansancio acumulado tras las últimas elecciones, la escasez de recursos y las dificultades de reaccionar en poco tiempo ante la propuesta. Incluso pudo pesar su confianza en repetir el éxito obtenido en 2007 recurriendo a la movilización estudiantil cuando la situación política era otra.

Respecto a la opinión pública, varias encuestas mostraban desde diciembre de 2006 que la mayoría de los ciudadanos rechazaban la reelección indefinida –los porcentajes se ubican en torno al 60%-70%–. Sin embargo, tras la lectura positiva que le dieron las fuerzas chapistas a dicha cuestión, a partir de diciembre de 2008, algunas encuestadoras comenzaron a reflejar en sus estudios cambios de tendencias y un incremento sustancial de la intención de voto a favor de la propuesta presidencial. Ahora bien, no es fácil sacar conclusiones claras debido a que las empresas demoscópicas también parecen ser presa de la polarización. Los estudios de opinión mostraron resultados dispares y, en ocasiones muy amplios, a favor de una opción u otra. De las que proyectaban un triunfo del “Sí” semanas antes del referéndum –por ejemplo, Datanálisis, GIS XII e IVAD–, sólo la tercera se aproximó al resultado final en la diferencia de puntos a favor de la propuesta que ganó, no tanto en los porcentajes finales que dio (47,5% frente al 39,5%). En todo caso, en lo que sí coincidían la gran mayoría de los estudios era la popularidad del presidente, por encima del 50%.

Los resultados

El “Sí” obtuvo el 54,86% (6.319.636 votos) frente al 45,13% del “No” (5.198.006). La abstención se situó en el 30,08%, 14 puntos menos que en el referéndum constitucional de 2007 y cuatro puntos por debajo de las elecciones regionales y locales de 2008. De la alta tasa de participación se benefició el chavismo, aunque no logró la meta fijada de 7.000.000 alcanzada en las elecciones presidenciales de 2006 (7.300.080 votos). No obstante, aumentó su votación de modo significativo respecto a los procesos electorales de 2007 y 2008. Por su parte, la oposición alcanzó su mayor votación en unos comicios al conseguir unos 800.000 votos más que en el referéndum de 2007.

No es fácil comparar los resultados recientes con otras elecciones, debido a las distintas coyunturas, tipo de comicios y lo que había en juego. Si comparamos los datos de 2009 con el referéndum constitucional de 2007, se observa que el incremento significativo de la participación se decantó mayormente del lado chavista aunque ambos bloques aumentaran su votación: cerca del 45% incrementó el oficialismo frente al 15% de la oposición. Asimismo, varios estados de la zona centro-norte, fronterizos con Colombia (Miranda, Nueva Esparta, Táchira, Zulia y Mérida), fueron bastiones opositores al votar “No” en ambos referendos. Por el contrario, otros estados importantes, como Anzoátegui y Carabobo, se decantaron en esta ocasión por el “Sí”, lo que muestra las dificultades de hacer lecturas excesivamente simples del comportamiento electoral de los venezolanos. En suma, en el referéndum de 2009, el chavismoganó en 19 estados (16 en 2007) frente a los cinco obtenidos por la oposición (ocho en 2007).

Varios factores contribuyen a explicar el triunfo del “Sí”. En primer lugar, el liderazgo y carisma de Chávez. Diez años después de llegar al poder sigue teniendo una gran popularidad. Segundo, la buena organización y la elevada movilización de los chavistas, que contrasta con lo sucedido en 2007: maquinaria no tan eficaz y desunión de la alianza oficialista. Tercero, la estrategia y la campaña fueron efectivas. Chávez planteó la cuestión con presteza, cogiendo desprevenida a una oposición exhausta y sin fondos. Asimismo, la enmienda se presentó en sentido positivo –ampliación de derechos políticos– y se buscó en algunos momentos de la campaña generar dudas o temor entre los electores en caso de que ganara el “No”. Frente a ello, la oposición no supo contrarrestar los ataques ni proponer alternativas claras al mensaje oficialista. Deben tenerse en cuenta varios aspectos adicionales. Los elevados ingresos petroleros recibidos en los últimos años le han permitido al ejecutivo impulsar la actividad económica y aplicar ciertas medidas sociales que, más allá de sus problemas y limitaciones, han mejorado la situación de los sectores populares. Parte del ingreso se ha utilizado de modo profuso en la extensión de las prácticas clientelares, algo más visible en zonas del interior. Por último, y no menos importante, el uso y abuso de los recursos del Estado y la movilización de funcionarios le granjearon un número de votos nada despreciable.

Conclusiones

La ratificación por la mayoría de los venezolanos de la enmienda que permite la reelección indefinida de los cargos de elección popular muestra la alta popularidad de la que sigue gozando Hugo Chávez, quien aprovecha cada cita electoral para convertirla en un plebiscito. La victoria refuerza el control del presidente sobre el heterogéneo movimiento chavista e incrementa sus poderes en un sistema ya de por sí hiper-presidencialista, en el que no existe división de poderes, la rendición de cuentas es baja y la calidad de las elecciones se ha deteriorado notablemente. La reelección continua crea los incentivos para que aparezca una casta política en los distintos niveles de gobierno. Por otro lado, aunque se comprueba que el chavismo requiere de un líder carismático, también se ha puesto de manifiesto la necesidad de Chávez de apoyarse en una amplia variedad de fuerzas, no sólo del PSUV, en momentos críticos. Si bien los lazos afectivos entre el líder de la “revolución” y sus seguidores son clave para explicar su triunfo, no menos significativos son algunas políticas, las prácticas clientelares y el uso abusivo de los recursos del Estado. Los resultados revelan la progresiva división del país en dos bloques, con una oposición que, aunque ha realizado importantes esfuerzos y avances en los últimos tres años, todavía está muy fragmentada y carece de un liderazgo y un proyecto de cambio con los que poder alcanzar el poder. Las próximas elecciones de concejales y juntas parroquiales y las trascendentales elecciones legislativas de 2010 servirán para comprobar la evolución de la correlación de fuerzas de cara a las elecciones presidenciales de 2012.

Chávez ya se ha postulado como candidato para dichas elecciones. Si descartamos un escenario plenamente autoritario, aquél tiene a día hoy muchas posibilidades de volver a ganar y quizá mantenerse en el poder al menos hasta 2021, como en más de una ocasión ha manifestado. No obstante, quedan todavía cuatro años en los que pueden suceder muchas cosas. En particular, a corto plazo la situación es compleja: restricciones fiscales, debido a la fuerte caída del ingreso petrolero, y empeoramiento de las condiciones socioeconómicas. Dichos factores aunados a otros como la ineficacia, la improvisación, el burocratismo y la discontinuidad administrativa conspiran en contra de su popularidad y las posibilidades de radicalizar más su proyecto. Sin embargo, el ejecutivo ha optado por esto último. ¿Por qué? El presidente ha entendido los resultados como un espaldarazo a su propuesta socialista. Cuenta para ello con cierto margen de maniobra, dado que dispone de elevados fondos. El avance de la crisis económica podría desbaratar sus planes y echar al traste con sus deseos de mantenerse en el poder más allá de 2012. De ahí que, nuevamente, haya actuado con celeridad. Además de adoptar algunas medidas, infraestructuras y aparato productivo agrícola, ha realizado cambios en el gabinete ministerial.

La reorganización del ejecutivo pudiera interpretarse, en parte, como una respuesta al creciente impacto de la crisis económica y los requerimientos de una administración eficaz. Pero hay dudas de que Venezuela vaya a sortear mucho mejor los problemas sin haberse renovado a fondo el equipo económico. Quizá, en una primera fase, se pretenda controlar el gasto. Ahora bien, no parece claro que eso se vaya a producir con la fusión y desaparición de varios ministerios. De hecho, las modificaciones apuntan más hacia la concentración y la centralización del poder. En particular, el hecho de que el vicepresidente asuma también la cartera de Defensa es probable que obedezca al interés de Chávez de tener mayor control sobre la institución castrense. Otros cambios muestran la desconfianza presidencial hacia su entorno político y el ascenso de la línea “dura” en una etapa en la pudiera aumentar el malestar en la sociedad. Es probable que las recientes decisiones se complementen con el desarrollo de una agenda legislativa que permita dar soporte legal al proceso de transformaciones y con un papel más activo del PSUV como agente de transformación social. Sin embargo, a menos que aumenten sustancialmente los precios del crudo en los próximos meses, los problemas y tensiones se agravarán, poniendo a prueba el liderazgo presidencial en tiempos de escasez. De presentarse tal escenario, la oposición podría sacar partido. Sin embargo, como señalamos, tiene una ardua tarea por delante ante sus debilidades para erigirse como alternativa. Además, necesita mostrar su eficacia en gobernaciones y alcaldías en condiciones poco favorables debido a la arremetida de Chávez en contra de la descentralización después de las últimas elecciones regionales y locales.

Notas:

[1] Véase Manuel Hidalgo, “‘Por ahí no, mi Comandante’: freno en el referéndum al ‘Socialismo del Siglo XXI’”, ARI nº 3/2008, Real Instituto Elcano, http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/Elcano_es/Zonas_es/America+Latina/ARI3-2008.

ITALIA-AMÉRICA LATINA: UNA NUEVA POLÍTICA EXTERIOR DESDE 2006


Donato Di Santo

Italia redescubre América Latina

Se pueden destacar dos noticias: la primera es que la relación entre Italia y los países latinoamericanos ha entrado en un ritmo dinámico e inédito con la integración de esta zona geográfica entre las prioridades de política exterior del Gobierno presidido por Romano Prodi y con Massimo D’Alema como ministro de Asuntos Exteriores. La segunda noticia es que, después de dos años de Gobierno de centroizquierda (mayo de 2006 a mayo de 2008), el actual Gobierno de centroderecha (ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, y Enzo Scotti como subsecretario de Estado para Latinoamérica), ha decidido no desmentir esta línea, una política que no estaba demasiado claro que siguieran.

En este punto, se puede afirmar legítimamente que el relanzamiento de Italia en Latinoamérica ha pasado de política de Gobierno a política de Estado, con el ilustre y alto apoyo incluso del presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien en varias ocasiones la ha ratificado. Así ocurrió, por ejemplo, en la sede de la presidencia de la República con ocasión del solemne discurso de diciembre de 2007 ante todo el Cuerpo Diplomático acreditado en Roma, o en la visita de Estado a Chile en febrero de 2008.
Así pues, estamos ante una novedosa política exterior que marca una nueva etapa en las relaciones entre Italia –y por lo tanto Europa– y Latinoamérica. Además, hecho significativo, no sólo con aquellos países (Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela) en los que desde hace dos siglos la presencia de la emigración italiana es fortísima –se dice que la ciudad italiana más grande es São Paulo–, sino con la totalidad de los países del subcontinente americano.

Muchos sectores de la sociedad italiana, desde la cooperación para el desarrollo hasta las empresas, pasando por las universidades y el mundo sindical, evidentemente no han esperado a que la política se “despertase” para localizar en Latinoamérica una referencia propia fundamental.

A pesar del retraso que acumulaban la política y las instituciones en este sentido, ya se habían dado algunos precedentes significativos, pero carentes de continuidad. El más importante fue, sin duda alguna, la intuición política de Amintore Fanfani, por entonces ministro de Asuntos Exteriores, quien en 1965 esbozó en Ciudad de México y más tarde, en 1966, creó en Roma el Instituto Italo-Latino Americano (IILA), ese valioso organismo internacional casi único en el panorama europeo.

Y fue en 2006, con ocasión del 40 aniversario del IILA cuando, en presencia del presidente napolitano y del maestro Carlos Fuentes, se ratificó la nueva política exterior italiana hacia Latinoamérica. Como declaró D’Alema en aquella ocasión: “una política exterior auténticamente italiana (y no de ésta o de aquella vertiente política), que ve en las relaciones con Latinoamérica uno de sus pilares imperecederos”.

La decisión de asignarme la subsecretaría de Estado para Latinoamérica ad hoc en mayo de 2006 confirmaba la voluntad política de que la acción italiana adquiriese un carácter estable y no episódico. Como exponente político del entonces partido de los Demócratas de Izquierda, desde hace más de 20 años siempre me había distinguido como un estudioso y un operador político italiano que trabajaba con y para Latinoamérica. Esto ayudó a clarificar la intención de mi asignación: llenar de contenidos y hacer duradera esta nueva política exterior dirigida al subcontinente. En el desempeño de mis labores como subsecretario de Estado, breve (20 meses) pero intenso, tuve la suerte de contar con un extraordinario respaldo y orientación política por parte de Massimo D’Alema, desde siempre muy sensible y activo hacia el área latinoamericana, así como con una excelente aportación científica e intelectual gracias a la actividad del Centro de Estudios de Política Internacional (CESPI) y de su director José Luis Rhi-Sausi. Además, toda la estructura diplomática italiana protagonizó una inteligente y abnegada activación, siendo muchos los estudiosos, académicos y especialistas que me aportaron un extraordinario apoyo con sus ideas y trabajos.

Presencia en todos los países y sintonía con España

En julio de 2006, a pocas semanas de la constitución del Gobierno y en la fase de preparación de un intenso programa de viajes por todos los países del área, tuve mi primer encuentro internacional en Madrid, no por casualidad, con el secretario de Estado Bernardino León, que entonces se ocupaba también de Latinoamérica. Posteriormente, con la creación de la Secretaría de Estado para Iberoamérica, la colaboración continuó con la colega y amiga Trinidad Jiménez. ¿Por qué España? Porque pensar en una estrategia de relanzamiento de la presencia italiana en América Latina sin una fuerte y constante colaboración con este país (sean cuales sean coyunturalmente nuestros respectivos Gobiernos) resultaría sencillamente imposible.

Nuestro mensaje fue bien acogido y las dos diplomacias pudieron colaborar con gran eficacia, cuyo fruto culminó con la importante decisión de invitar a Italia a la Cumbre Iberoamericana de Montevideo en 2006: por primera vez en su historia un país europeo no “ibérico” asistía como invitado. Este gesto quedó confirmado en 2007 en Santiago y en 2008 en San Salvador. Las consultas a nivel de Secretarías de Estado también se hicieron más frecuentes y los temas latinoamericanos empezaron a protagonizar los documentos oficiales de las cumbres anuales ítalo-españolas. Tanto el subsecretario, como en ciertos casos también distintos ministros, o incluso el presidente del Gobierno, visitaron todos los países del área, con la excepción de Cuba, por razones políticas relativas a la coherencia con la posición común europea. El presidente Prodi visitó Chile, además de Brasil, país con el que firmó un Acuerdo de colaboración estratégica. De manera adicional, Italia fundó el Tavolo Brasile, consiguiendo la implicación de todos los Ministerios, las Universidades, las empresas, la sociedad civil y el mundo laboral. El ministro D’Alema realizó visitas oficiales a Perú (hacía ya 22 años desde la visita del último ministro de Asuntos Exteriores italiano, Emilio Colombo), Brasil, Venezuela y Chile. Por su parte, la ministra de la Familia, Rosy Bindi, estuvo en Argentina y el ministro de Agricultura, Paolo De Castro, también en Brasil. En un solo año, en 2007, se registró un dato absolutamente excepcional: una decena de presidentes latinoamericanos visitaron Italia. Nos hemos convertido, a la estela de España, en una intersección imprescindible en las relaciones con Europa.

Estos pocos y escuetos datos ofrecen una clara idea de la gran cantidad de relaciones que se han ido subsanando tras años, y a veces incluso decenios, de escasa presencia política e institucional de Italia en estos países.

Temas de fondo y sujetos activos

Italia ha desempeñado un papel activo en el tema de la inmigración latinoamericana, a menudo en coordinación con España. Ha favorecido la creación de estructuras de agregación destinadas a salvaguardar y revalorizar las remesas como factor de desarrollo. Ejemplo de esto es la experiencia de la asociación Juntos por los Andes, que agrupa a una veintena de organizaciones de inmigrantes andinos en Italia y que está adquiriendo un compromiso decisivo en el tema de las remesas. Además de yo mismo en representación del Gobierno italiano, también participó en la constitución del Consorcio el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga, dando muestras de una gran sensibilidad.

La defensa de los derechos humanos ha sido una brújula estable, tanto en lo que respecta a Cuba como a México, Colombia y algunos otros países. Particularmente en el caso de Cuba, sin renunciar a la crítica hacia políticas represivas contra la disidencia, hemos sido el primer país junto con España en solicitar en una sede de la Unión que se cancelaran las anacrónicas sanciones europeas.

Se ha hecho del tema de la integración un eje central de la iniciativa política italiana: integración con la UE, relanzando el diálogo negociador con respecto a los Acuerdos de Asociación (particularmente con América Central) e interviniendo con propuestas puntuales sobre contenidos económico-sociales de los mandatos de negociación; e integración entre los países latinoamericanos a nivel económico e infraestructural, a nivel territorial y transfronterizo, a nivel cultural y a nivel político, prestando especial atención a experiencias inéditas como la de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En Centroamérica hemos puesto en marcha, iniciativa completada por el Gobierno actual, la definitiva entrada italiana en el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).

Se ha favorecido la intensa actividad de cooperación interuniversitaria: en este momento existen alrededor de 1.150 acuerdos entre universidades italianas y latinoamericanas. Del mismo modo, la Universidad de Bolonia cuenta con una sede estable en Buenos Aires. Se han ido desarrollando numerosas experiencias y actividades descentralizadas respecto a Roma y Milán: un ejemplo de ellas es la Casa de América de Génova. En esta línea, se han intentado reorganizar y apoyar las numerosas actividades a favor de América Latina organizadas por las Regiones italianas (sobre todo de Emilia-Romaña, Friuli, Liguria, Lombardía, las Marcas, Piamonte, Toscana y Umbría), decenas de Provincias y miles de Ayuntamientos.

Un instrumento eficaz a este respecto ha sido la participación de las representaciones de estos organismos en las Comisiones bilaterales mixtas (económicas y de cooperación), iniciativa que ha ido ganando presencia y calidad. De manera general, hemos intentado implicar a todas las entidades organizadas y activas de la sociedad civil: desde las asociaciones internacionales hasta las ONG de cooperación para el desarrollo, tanto laicas como religiosas.

Esta implicación se ha plasmado sobre todo en un gran asunto como las políticas públicas a favor de la cohesión social y de la inclusión de los estratos más marginados, de la lucha contra la pobreza y las desigualdades, del apoyo a las políticas de ampliación de los mercados internos favoreciendo, en lo posible, el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, la cooperación triangular y la descentralizada.

Mundo económico y laboral

Según los datos del Instituto Central de Estadística italiano (ISTAT), elaborados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, en 2007 Italia se colocó en el segundo puesto, sólo superada por Alemania, en cuanto a comercio con Latinoamérica. Además, por lo que respecta a Brasil, somos su tercer proveedor más importante, por detrás de Francia y Alemania.

Se ha dedicado una atención especial al mundo empresarial y laboral. Hemos favorecido el uso de los instrumentos de internacionalización de las pequeñas y medianas empresas italianas, renovándolos incluso en ocasiones: en Brasil, con el Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (SEBRAE), así como de manera general gracias a una intensa colaboración con el Ministerio de Comercio Internacional y con organismos financieros como la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). También se ha favorecido la sinergia con organismos públicos, como Italia Lavoro y de carácter privado, aunque relacionados con el sector terciario y las cooperativas, como Obiettivo Lavoro.

A pesar de un persistente retraso en el universo bancario y financiero (sector en el que España está en la vanguardia), la fuerte actividad institucional a favor de Latinoamérica ha captado la atención y el interés de grandes grupos empresariales como: FIAT, fuertemente arraigada en Brasil y Argentina (además, desde hace años ocupa el primer puesto en Brasil, tras superar a Volkswagen); Techint, sobre todo en México y Argentina; Pirelli, en Brasil desde hace 75 años; Telecom Italia, con una presencia estratégica y comprometida en Brasil y Argentina; Benetton; grandes empresas de construcción como Astaldi, Ghella e Impregilo, presentes y arraigadas en casi todos los países latinoamericanos; ENI, que ha resuelto el contencioso con Venezuela y ha iniciado los primeros contactos con Brasil; y ENEL, líder mundial de la producción eléctrica geotérmica y de toda una gama de energías renovables (presente en los países andinos y en Centroamérica y que, con la adquisición de la española ENDESA, se convierte en un actor energético fundamental en Latinoamérica).

Al mismo tiempo que se han resuelto algunos de los problemas, han surgido algunos otros de cierta gravedad en países que han revisado y reformulado sus políticas frente a las empresas y las inversiones extranjeras, como Bolivia y Venezuela. Concretamente en Bolivia, el asunto de la nacionalización de Entel (empresa en la que Telecom Italia posee una participación mayoritaria) ha lanzado una señal negativa objetiva hacia las inversiones extranjeras pues, a pesar de no intervenir las materias primas o los hidrocarburos, ha afectado a una empresa que había sabido hacer de la innovación y de la respuesta positiva a las exigencias de un territorio muy especial, su propia tarjeta de visita. En cambio, se han superado las antiguas dificultades surgidas entre las autoridades venezolanas y la italiana ENI, ratificando en Caracas una nueva colaboración gracias a un importante acuerdo en presencia del presidente Chávez y del entonces ministro de Exteriores D’Alema.

Otro ejemplo de sinergia positiva, desde el punto de vista del “sistema Italia” (muy predicado pero poco practicado), es el que está relacionado con los impresionantes trabajos para la ampliación del canal de Panamá: una fuerte, inteligente y transparente cooperación político-institucional y empresarial. Uno de los cuatro consorcios internacionales preseleccionados para la adjudicación de estas obras es de participación italiana.

Paradójicamente, el Gobierno del salvadoreño Saca ha obstaculizado de forma especial la inversión extranjera precisamente en el campo del desarrollo de fuentes de energía renovables (geotermia). Por su composición netamente de derechas y neoliberal, nadie esperaba esta acción por parte del presidente saliente del partido ARENA, intérprete de la versión más ortodoxa de una política que podríamos definir como tardo-liberal en todos los campos menos, casualmente, en el energético-geotérmico, donde ha adoptado en cambio medidas dignas de gobiernos hiperestatalistas. Muchas son las dudas que surgen acerca del carácter desinteresado de unas medidas que rozan la nacionalización. La empresa afectada por estas medidas, muy discutibles desde el punto de vista jurídico, es ENEL, a quien no le ha quedado más opción que recurrir al arbitraje aunque, por el contrario, estaría dispuesta a negociar y acoger exigencias genuinas del país (en el que está presente desde hace muchos años) y de su población. De hecho, para esta empresa las inversiones en El Salvador tienen un carácter estratégico en el cuadro de la expansión del sector geotérmico en otros países latinoamericanos: sería una gran oportunidad de crecimiento tecnológico y económico para el propio país centroamericano. Por tanto, el tema de las garantías jurídicas recíprocas en defensa de las inversiones extranjeras y de las realidades y poblaciones locales sigue en el candelero.

Estos aspectos han vuelto a cobrar actualidad a raíz de un acontecimiento que, aun sin estar relacionado con la problemática económica, ha abierto una compleja dialéctica jurídica y política entre Italia y Brasil: la concesión del estatus de “refugiado político” a un ex terrorista italiano, culpable de varios homicidios y otros delitos realizados en Italia en los años 70.

En otra perspectiva se encuadra la antigua cuestión de los bonos argentinos. Mientras en muchos otros países afectó sobre todo a las entidades más tuteladas (las sociedades financieras y los venture capital), en Italia llevó a la desesperación precisamente a los más indefensos, es decir, a 450.000 familias. Con esto se pone de relieve la gestión bastante discutible y a veces irregular, como muchas sentencias judiciales han empezado a confirmar, de los bancos italianos. Esto no mitiga las graves responsabilidades del Estado argentino, pero aún así, este acontecimiento fue muy poco ético: arrojar a miles de personas a una acción de arbitraje ante el ICSID contra un país –Argentina– sorteando descaradamente las responsabilidades de quienes –los bancos– habían cedido esos títulos tan arriesgados no a entidades financieras apropiadas, sino a personas, a menudo completamente desprovistas de conocimientos y tutela, e incluso no siempre informándoles de los riesgos que corrían, se asemeja bastante a un uso instrumental de una “masa de maniobra” ignorante. Recordemos, en efecto, que el default argentino fue en 2001 y que los plazos de prescripción para las posibles acciones legales contra los bancos cumplen a los 10 años. Los arbitrajes en el ICSID duran mucho y el año 2011 está cerca.

El reencuentro

En el marco de este esfuerzo por construir una política exterior a nivel no sólo gubernamental, sino de sistema-país hacia América Latina, tanto la internacionalización económica como la cooperación para el desarrollo, aún con sus obvias diferencias, nos han permitido utilizar los instrumentos europeos de asistencia exterior (en una renovada sinergia con España) de una manera más eficiente que los nacionales, por otro lado escasos. Al mismo tiempo, nos han permitido hacerlo con criterios y puntos de vista innovadores, como en el caso de los proyectos de cooperación transfronteriza Fronteras Abiertas. Como declaró en Santiago de Chile el presidente Giorgio Napolitano en su discurso de febrero de 2008, en la sede de CEPAL: “La cooperación transfronteriza no es una mera opción, sino que se configura como una genuina oportunidad para reducir y eliminar los posibles focos de tensión, así como para convertir las zonas fronterizas en trincheras avanzadas de construcción de paz, crecimiento y desarrollo”. Todas estas condiciones positivas, tanto objetivas como subjetivas, han cimentado la base de un reencuentro que, evidentemente, no sólo se ha construido sobre la simpatía recíproca y genérica que nos profesamos (que también existe y sirve), sino sobre ciertos “activos” sólidos de la acción italiana. Los resultados ya han salido a la luz.

Italia decidió entrar, como segundo país europeo después de España, en el accionariado de la CAF, por lo que en 2007 se firmó un Protocolo de acuerdo que establecía una aportación de 60 millones de dólares (que el Ministerio de Economía del actual Gobierno aún no ha distribuido). Aunque también tras España, pero por delante del resto de los países europeos, en 2007 Italia fue acogida como país invitado de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, en su edición de 2008.

Estos y otros resultados han sido fruto de la originalidad de nuestro acercamiento. Un acercamiento integrador, no sólo a nivel gubernamental, sino de sistema-país, que no ha discriminado “ideológicamente” entre los distintos países latinoamericanos, marcados por un amplio espectro de gobiernos políticamente muy diversos entre sí, sino que se ha dirigido a todos ellos. Los únicos factores discriminatorios han sido el respeto mutuo y la adhesión a los valores de democracia y salvaguarda de los derechos humanos y civiles fundamentales. Y los resultados son visibles: desde la invitación a las Cumbres Iberoamericanas hasta el apoyo a la entrada italiana en el Consejo de Seguridad y en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pasando por el apoyo a la moción para la moratoria a la pena de muerte y el apoyo determinante que los países latinoamericanos han conferido a la victoria de la candidatura italiana para que Milán acoja la Expo 2015.

También en lo que respecta al G8, del que Italia forma parte, se ha recibido una señal positiva con la implantación de la costumbre de celebrar reuniones periódicas en el IILA con los embajadores latinoamericanos, a quienes hemos proporcionado una constante información actualizada.

Asimismo, otro acontecimiento menos conocido pero igualmente significativo y apreciado por los países de América Latina, ha sido la “abstención activa” italiana en el enfrentamiento que estuvo a punto de desmembrar Latinoamérica: Guatemala, respaldada por EEUU, frente a Venezuela, apoyada por Cuba, para la entrada como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Italia fue el único país europeo que no votó a favor de Guatemala. El intenso trabajo político y diplomático, dirigido por el ministro D’Alema, que se llevó a cabo durante la segunda mitad de 2006 junto con Chile, Brasil, Perú, Ecuador, Panamá, Uruguay y Argentina y siempre manteniendo un contacto leal con Guatemala y Venezuela, evitó la ruptura y condujo a la decisión autónoma de la retirada de ambos candidatos y la elección, con un apoyo amplísimo, de un tercero: Panamá. Superados los momentos de mayor tensión con EEUU, la eficacia y corrección de la iniciativa italiana fue explícitamente reconocida, en un encuentro bilateral, por el mismo subsecretario de Estado de EEUU, Tom Shannon.

Próxima Conferencia Italia-América Latina

Con la pasada tercera edición de la Conferencia Italia-América Latina de octubre de 2007, nuestro país se ha dotado de un auténtico instrumento de política exterior hacia el subcontinente y de diálogo con las Cumbres Iberoamericanas. Así lo recordó significativamente la secretaria española de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, en su importante intervención en la III Conferencia. Este encuentro ha marcado una etapa absolutamente inédita en el diálogo euro-latinoamericano, reflejada a través de distintos rasgos: la presencia de toda la Italia política e institucional, comenzando por los presidentes del Senado y de la Cámara y por el jefe de Gobierno, así como de muchos exponentes de la oposición en ese momento; una participación a un nivel altísimo de todos los países latinoamericanos, empezando por Michelle Bachelet, presidenta de Chile, el ministro de la Presidencia de Brasil, una docena de ministros de Exteriores latinoamericanos, etc.; la participación de altos cargos del CAF y de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB); y la fuerte presencia política europea, tanto de la Comisión con la representación de Benita Ferrero-Waldner, como de muchos países miembros, entre los que destacan España, Portugal, Eslovenia, Alemania y Francia. Italia ha sido percibida como un nuevo sujeto, ya maduro y en cierto modo complementario con España, en las relaciones entre los países latinoamericanos y Europa. De este modo, espero que esta complementariedad pueda confirmarse y revalorizarse tanto con ocasión de la IV Conferencia, que tendrá lugar el próximo mes de octubre en Milán y donde esperamos una importante presencia española, como en la preparación de la Presidencia española de la UE.

Concretamente, para la próxima IV Conferencia se ha elegido un tema de gran importancia y actualidad: la integración latinoamericana, entendida como integración física y económica, como integración transfronteriza para el desarrollo local, como integración cultural y social y como integración política e institucional. Esperamos que a esta edición de la Conferencia acudan exponentes de todos los gobiernos y países latinoamericanos para entablar un diálogo verdadero y profundo con Italia y Europa. Al mismo tiempo, el encuentro celebrado el pasado 15 de enero en Madrid entre el subsecretario italiano de Exteriores para Latinoamérica, Enzo Scotti, y la secretaria española de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, ha confirmado el hecho de que el diálogo ítalo-español se considerará esencial también para esta cita. Este encuentro confirma que las políticas de Estado hacia Latinoamérica no sufrirán modificaciones con los cambios de Gobierno.

Desde mi perspectiva, otra confirmación significativa procede de la decisión del actual Gobierno italiano de acoger la propuesta del ex ministro D’Alema, creando un nuevo organismo, el Comité Consultivo para las Conferencias Italia-América Latina (una especie de pequeña “SEGIB italiana”), presidido por el representante del Gobierno, Enzo Scotti, pero coordinado por un exponente de la oposición como es el ex secretario para América Latina. Esto supone la confirmación de que en “esos 20 meses” no sólo se trabajó bien, sino que los nuevos responsables de la política exterior también lo han percibido y están dispuestos a revalorizar y continuar este trabajo con el enfoque de ese sistema-Italia tan a menudo invocado pero frecuentemente ignorado. Naturalmente habrá que estar atentos para evitar “regresos al pasado”, aunque indudablemente, las primeras acciones del subsecretario Scotti confirman esta tendencia positiva.

Conclusiones

Se dan todas las condiciones para que América Latina, nuestro “Extremo Occidente”, pueda presenciar el despegue de una fuerte colaboración, complementaria y con una pizca de sana competencia positiva, entre Italia y España, en una Europa que no siempre presta atención a esta importante realidad mundial. Al mismo tiempo, esta especie de tándem, similar al de Portugal, podría contribuir a estimular los intereses similares, y no solo económicos, hacia el subcontinente americano tanto de nuestros socios europeos, comenzando por Francia, Alemania y el Reino Unido, como de la UE en su conjunto. De este modo, la América Latina con presencia en Italia (a través de sus inmigrantes) y la Italia con presencia en América Latina (la extensa comunidad italiana compuesta por entre 20 y 30 millones de descendientes) podría configurarse como uno de los ejes de esta política.