lunes, 1 de diciembre de 2008

¿SALDRÁN GANADORAS AMÉRICA LATINA Y ASIA DE LA ACTUAL CRISIS FINANCIERA?


Alicia García Herrero

La profundidad de la crisis financiera

La crisis financiera que viven hoy los mercados internacionales se originó en el verano de 2007 en el mercado hipotecario de EEUU tras años de aumento desenfrenado del precio de la vivienda. El primero en verse afectado fue el sector de más alto riesgo, el llamado sub-prime que también ha dado nombre a la crisis.

Desde el verano de 2007 hasta la fecha, los problemas se han extendido hacia una gran variedad de agentes, activos y mercados. Uno de los primeros en verse afectado ha sido el mercado monetario en todos los países desarrollados, que ha visto reducida drásticamente su liquidez a pesar de las medidas adoptadas por los bancos centrales correspondientes. También ha aumentado sustancialmente la prima de riesgo, especialmente de las entidades financieras –tras el reconocimiento de elevadas pérdidas patrimoniales–, por lo que han tenido que retrasar, y en algunos casos paralizar, sus emisiones de deuda o planes de aumento de capital. Igualmente, se han registrado pérdidas sustanciales en otras clases de activos más allá de los residenciales, incluyendo los bonos municipales y los préstamos apalancados, especialmente en EEUU.

En parte como consecuencia de los problemas en el sector financiero, se ha producido una fuerte desaceleración de la economía norteamericana y, en menor medida, de la europea y japonesa. En EEUU, el mercado inmobiliario continúa sin estabilizarse y contribuyendo negativamente al crecimiento, a la vez que el consumo se debilita progresivamente como consecuencia del deterioro de la confianza del consumidor y del empeoramiento del mercado laboral. Aunque las autoridades monetarias y fiscales han tomado medidas rápidas para frenar la desaceleración la situación sigue siendo difícil.

En este documento se pretende analizar por qué esta crisis financiera no parece estar afectando significativamente a las economías emergentes y si esta tónica se va a mantener en un futuro. El análisis concluye que la relativamente benévola situación actual se debería mantener, aunque existen tres riesgos principales: la inflación –común a todas las zonas emergentes pero también a los países industrializados–, un súbito aumento de la aversión al riesgo emergente y una caída brusca del precio de las materias primas en el caso particular de América Latina. Por último, se hace una reflexión sobre las oportunidades que pueden abrirse a los países emergentes en un contexto de relativa fortaleza respecto a los países industrializados.

¿Por qué un impacto moderado sobre las economías emergentes?

Ante la situación de crisis financiera internacional, parece sorprendente que las economías emergentes no se hayan visto muy afectadas en su crecimiento, como muestran los datos de la primera mitad de 2008, pero también las previsiones para 2008 y 2009.

De hecho, en anteriores ocasiones cuando el mundo desarrollado sufría una fuerte desaceleración, las economías emergentes se veían aun mas afectadas, hasta el punto de acabar en una crisis financiera en algunos casos. En otras palabras, estas economías solían amplificar los ciclos de los países desarrollados. El motivo de dicha amplificación venía claramente por el canal financiero, puesto que las restricciones de crédito en las economías emergentes eran tan importantes que cualquier aumento del coste de capital o reducción del acceso a la financiación externa les ponía en graves dificultades. Además, la denominación de pasivos en moneda fuerte aumentaba el riesgo asociado a una depreciación de la moneda local, que solía ocurrir cuando el capital extranjero se retiraba de un determinado país.

En el año que llevamos de crisis, el impacto en las economías emergentes ha sido casi nulo salvo algunas excepciones. En las dos regiones más relevantes para España –Asia, por su importancia sistémica, y América del Sur, por la inversión directa acumulada en la región–el crecimiento de los últimos trimestres ha seguido siendo muy elevado en prácticamente todos los países. Las exportaciones –que deberían ser las primeras en verse afectadas por el canal comercial–están aguantando muy bien.

En el caso de América del Sur esto se explica fácilmente por el ulterior aumento de los precios de las materias primas, que aun hoy constituyen una parte muy importante de las exportaciones totales en la mayoría de los países. También ayuda la mayor diversificación geográfica de las exportaciones, con una reducción del peso de EEUU y un aumento del de Asia, más allá del mayor comercio intrarregional.

En el caso de Asia, el fuerte crecimiento se explica por el importante aumento de los intercambios comerciales dentro de la propia región, aunque es cierto que en buena medida se trata de productos intermedios cuya demanda final sigue estando en el mundo industrializado (EEUU especialmente pero también Europa y Japón).

Más allá de la mayor resistencia de las exportaciones –que en cualquier caso debería ceder en breve, especialmente en el caso de Asia por los motivos antes descritos–, ambas regiones han acumulado fortalezas importantes desde las últimas crisis. Son estas fortalezas las que deberían evitar que el canal financiero –tan dañino en anteriores shocks–operara esta vez.

Una de las principales fortalezas es la mayor riqueza alcanzada por ambas regiones. De hecho, la renta per cápita (medida como capacidad de poder adquisitivo) se ha mas que duplicado en Asia y ha aumentado un 60% en América del Sur. Aunque América del Sur sigue siendo más rica, es cierto que las diferencias se han acortado en los últimos años a pesar del buen desempeño de las economías latinoamericanas. En cualquier caso, las diferencias con el mundo industrializado se han acortado aun más rápidamente (aunque la brecha, lógicamente, sigue siendo mucho mayor).

Mas allá de las ventajas generales derivadas de una mayor riqueza –tales como la menor necesidad de financiación externa para invertir–otra muy importante es que sirve de base para una mayor contribución de la demanda interna al crecimiento, especialmente en lo que se refiere al consumo privado. Así, el consumo privado ha aumentado su aportación al crecimiento sustancialmente en ambas regiones, y más aun en Asia. Por otro lado, la inversión también ha aumentado sustancialmente su aportación al crecimiento en América del Sur, lo que ha permitido aumentar la ratio de inversión sobre PIB a niveles comparables a los de la OECD. Asimismo, en Asia la contribución de la inversión al crecimiento se ha recuperado después de una fuerte caída tras la crisis asiática de 1997. De la misma manera, la inversión como porcentaje del PIB casi ha alcanzado ya los niveles que tenia antes de la crisis, aunque es cierto que esta evolución tan favorable se debe en una parte sustancial a los enormes esfuerzos de inversión de China.

Otra fortaleza importante es la menor dependencia de ambas regiones del capital extranjero, especialmente del capital más volátil. De hecho, Asia y América Latina han ido reduciendo su financiación con bancos internacionales en los últimos años mientras que “Europa emergente” la ha aumentado sustancialmente. El espejo de esta realidad es la muy diferente evolución de las cuentas exteriores en Asia y América Latina –con superávit importantes, especialmente en Asia –respecto a la “Europa Emergente” –con déficit crecientes–. De la misma manera, la deuda externa se ha reducido sustancialmente en Asia, del 31% de media en 2005 al 17% actualmente y, en menor medida, en América Latina (del 27% en 2005 al 21% actualmente).

La menor dependencia externa también se debe a la mayor solvencia fiscal. Esto es especialmente importante si se piensa que el elevado endeudamiento público fue la causa principal de muchas de las crisis anteriores, especialmente en América Latina. Así, de un déficit fiscal de alrededor del 4.5% del PIB en media en 1995, los países latinoamericanos han alcanzado ya el equilibrio de las cuentas públicas. En Asia la mejora ha sido menor, aunque la situación de partida era mejor (de alrededor del 1% del PIB de déficit en media en 1995 al 1% de superávit en 2007). Si se tiene en cuenta el mayor servicio de la deuda en América Latina (3.3% del PIB en media para 2007, respecto al 1.9% en Asia), el esfuerzo fiscal ha sido mayor en América Latina, como sería lógico dado el punto de partida y las consecuencias tan negativas que tuvo el excesivo endeudamiento público.

Otra de las razones por las que ha disminuido la dependencia del capital exterior es el mayor desarrollo de los mercados financieros locales. Esto es cierto para ambas regiones, aunque el tamaño de los mercados es mucho mayor en Asia y ya lo era incluso antes de las crisis de los 90. Lo importante es que el desarrollo de los mercados financieros se ha producido no solo en el sector bancario –como había sido la norma hasta ahora–sino también en los mercados de capitales. En el caso de Asia, el crecimiento se ha concentrado en los mercados bursátiles locales y en mayor medida en Hong Kong y Singapur, que se han convertido en importantes bolsas regionales. En América Latina el desarrollo en el mercado de bonos y bursátil ha sido más equilibrado.

Finalmente, la solvencia del sistema bancario también ha aumentado en ambas regiones tras las crisis que en algunos casos se originaron en el sistema bancario o bien lo arrastraron. En cualquier caso, la mejora es mucho más evidente en América Latina que en Asia, como se refleja claramente en las tasas de morosidad en los principales países. Los motivos de esta diferencia tan marcada pueden ser varios: desde la calidad de la regulación y supervisión al papel que hayan podido jugar los bancos extranjeros –mucho mas presentes en América Latina que en Asia–en mejorar las prácticas bancarias y la gestión del riesgo.

A pesar de las fortalezas anteriormente descritas, no cabe duda que existen riesgos importantes en el escenario anteriormente descrito.

El primero es la inflación, que se ha acelerado mucho más en los países emergentes que en los desarrollados. En el caso de Asia, una buena parte del aumento de la inflación se concentra en alimentos y energía, mientras que el traslado al índice general de precios ha sido mucho más evidente en América Latina, por lo que el riesgo de permanencia de presiones inflacionistas parece más evidente en este último caso.

Los bancos centrales en ambas regiones del mundo han empezado a reaccionar ante el fuerte aumento de la inflación de manera más o menos agresiva según el país, pero lo cierto es que no se trata de una reacción preventiva sino más bien reactiva. El motivo por el que la reacción ha podido ser un tanto lenta se explica por dos factores: (1) la naturaleza del shock inflacionario, fundamentalmente de oferta; y (2) el delicado contexto internacional en el que se encontraba, con la Reserva Federal bajando los tipos de interés apresuradamente para hacer frente a la crisis y con el consiguiente aumento en el diferencial de tipos y las presiones apreciatorias de sus monedas, más allá de la fuerte desaceleración de su demanda externa, al menos por el lado de las economías industrializadas.

El segundo riesgo común a todos los países emergentes es un brusco aumento de la prima de riesgo emergente. Aunque no parece probable que ocurra –especialmente tras el buen desempeño del riesgo país emergente en comparación a la deuda corporativa norteamericana considerada hasta hace bien poco un activo muy similar –podría producirse en un evento de crisis en un país emergente –especialmente si fuera sistémico– que desatara el contagio. Algunos de los países de la “Europa emergente” serían, en la actualidad, los de mayor riesgo de crisis, pero pocos de ellos podrían tener el tamaño suficiente para trasladar sus problemas a otros continentes.

Por último, América Latina tiene un importante riesgo idiosincrásico, que es el de una caída sustancial del precio de las materias primas. De hecho, tanto los superávit por cuenta corriente como la acumulación de reservas internacionales y, en algunos casos, la buena situación fiscal, se explican en gran medida por la bonanza de las materias primas. Un súbito giro en los precios podría tener consecuencias negativas, especialmente en países como Argentina y Venezuela.

La crisis como oportunidad para las economías emergentes

A pesar de los riesgos, hay motivos para pensar que Asia emergente y América Latina podrán acelerar su senda de convergencia con los países industrializados, puesto que el diferencial de crecimiento podría ser tan o más favorable como hasta ahora.

Más allá de que América Latina y Asia no se vayan a ver excesivamente afectadas por la desaceleración en el mundo desarrollado, la crisis financiera puede ser una oportunidad para mejorar su posición en el entramado empresarial mundial y, especialmente, en el sector financiero. De hecho, los fondos de riqueza soberana de Asia y Medio Oriente –receptores de una parte de la riqueza acumulada a través de los importantes superávit externos– ya han realizado inversiones de calado en algunas de las entidades financieras más castigadas durante la crisis.

Adicionalmente, en los últimos años se han ido creando multinacionales latinoamericanas y asiáticas –especialmente chinas e indias –que compiten en los mercados desarrollados. Así, compañías como Huawei y Lenovo (en China), Tata (en India), Cemex (en México) o Embraer y Vale (en Brasil) entre otras, no solo tienen posiciones dominantes en sus propios mercados sino que han salido de compras y ya son empresas globales. De hecho, ya figuran entre las 500 más grandes del mundo según la clasificación de la revista Fortune.

No cabe duda que estas empresas –que en general gozan de una buena situación financiera y, en muchos casos, cuentan con mercados internos donde financiarse –aprovecharán el empeoramiento del entorno de sus competidores para realizar nuevas adquisiciones. La fortaleza de las monedas locales, especialmente en América Latina, abaratan aun más las posibles adquisiciones. Así, y descartando un escenario terriblemente negativo en el que la crisis financiera se agudiza y se extiende geográficamente, estas adquisiciones permitirán a las empresas latinoamericanas y asiáticas beneficiarse más de la recuperación del mundo desarrollado cuando se produzca y, más generalmente, obtener ganancias de diversificación como hasta ahora lo habían hecho las multinacionales de países desarrollados. Otras ganancias importantes serán el acceso a nuevos mercados y la transferencia tecnológica y de know-how, todavía muy importante para las multinacionales emergentes.

Conclusión

A pesar del difícil momento que está atravesando la economía mundial y de algunos riesgos importantes, especialmente el de la inflación, hay razones para pensar que las economías emergentes, y en concreto América Latina y Asia, se beneficiarán de esta coyuntura.

Por un lado, parece improbable que se vean arrastradas hacia una crisis como solía ocurrir en el pasado. Este cambio estructural se debe, fundamentalmente, a las fortalezas acumuladas tras las duras lecciones de los años 90. Aunque aun persisten algunas debilidades –en especial la elevada dependencia de las materias primas en el caso de América Latina– el riesgo parece acotado en la actual coyuntura internacional.

Por otro lado, la riqueza acumulada por ambas regiones –especialmente en Asia, gracias a los recurrentes superávit externos– puede servir para que estos países adquieran entidades financieras actualmente con problemas de financiación o pérdidas patrimoniales, pero bien gestionadas. El traspaso de conocimiento, de por sí, más allá del retorno de la inversión, debería ser muy valioso para una región como la asiática, donde la gestión bancaria sigue siendo débil.

Por último, las grandes multinacionales latinoamericanas y asiáticas que se han forjado en los últimos años deberían también beneficiarse de la situación actual y comprar empresas que antes de esta crisis no estaban a su alcance. Las ganancias para las multinacionales emergentes deberían ser importantes.

ELECCIONES MUNICIPALES EN BRASIL: ENTRE LOS EFECTOS DE LA CRISIS ECONÓMICA Y LAS PRESIDENCIALES DE 2010


Bruno Ayllón

La importancia de las elecciones municipales

Más allá de la lógica de unas elecciones municipales y la preocupación del elector brasileño por la gestión de los asuntos locales, los resultados de estos comicios marcan la agenda política hasta las presidenciales de 2010. El anticipo del debate presidencial, como se le llama en Brasil, es de tal magnitud que el Congreso Nacional decreta el mes anterior a las elecciones el “receso blanco”, paralizándose prácticamente la actividad legislativa y liberando a los parlamentarios para que acudan a sus circunscripciones electorales en apoyo de sus candidatos. Esto no permite, sin embargo, afirmar que se produzca una completa nacionalización de la campaña municipal pues el elector sigue votando con la mente puesta en los problemas y necesidades de sus ciudades.

La campaña electoral y las votaciones, tanto la primera vuelta (5 de octubre), como la segunda (26 de octubre en las ciudades de más de 200.000 habitantes donde ningún candidato hubiese alcanzado el 50% de los votos), se caracterizaron por la normalidad casi absoluta. Sólo la presencia de 6.000 soldados en Río de Janeiro para garantizar la propaganda electoral y evitar las presiones y la compra de votos en las favelas puede considerarse algo anómalo para los patrones de una democracia moderna y gigante, con 128 millones de electores llamados a pulsar las teclas de las urnas electrónicas que determinarían los nombres de 5.565 alcaldes y más de 50.000 concejales.

El análisis de los resultados debe concentrarse, por su peso político y económico, en las alcaldías de las capitales de los 26 estados –el Distrito Federal no elige alcalde sino gobernador coincidiendo con las elecciones presidenciales y legislativas– especialmente las más grandes como São Paulo, Río de Janeiro, Salvador, Belo Horizonte y, en menor medida, Porto Alegre.

El tono de la campaña ha estado marcado por la maraña de alianzas locales, con el telón de fondo del apoyo de Lula y la lucha de los candidatos convertidos al lulismo por reivindicar la figura del presidente, lo que se traduce en la magnanimidad del gobierno federal en la liberación de recursos para las infraestructuras municipales o políticas sociales gestionadas desde las administraciones locales.

La baja calidad de la política brasileña se refleja en algunos indicadores preocupantes: la mitad de los candidatos a alcaldes en las capitales tienen procesos por crímenes electorales, financieros o contra el patrimonio y la administración pública. En la segunda vuelta, el 70% de los candidatos tenía causas abiertas. La divulgación de los nombres de los políticos encausados fue polémica y la Asociación de Magistrados Brasileños pidió judicialmente anular las candidaturas de los postulantes con la “ficha sucia”. El Tribunal Supremo Federal rechazó la acción alegando que sería lesiva para el principio de presunción de inocencia. Sólo en São Paulo, seis de los 11 candidatos a alcalde se enfrentaban a 106 acciones judiciales.

Una novedad en esta campaña ha sido la constitución de alianzas entre teóricos rivales. Según datos del Tribunal Supremo Electoral (TSE), el PT y el PSDB, que han polarizado la disputa presidencial desde 1994, se unieron en 1.130 ciudades en diferentes coaliciones con partidos pequeños o medianos, más del 20% de los municipios. La mayoría de las veces la alianza giraba en torno al apoyo a un candidato de un tercer partido (934 casos). El caso más peculiar ha sido el de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, el segundo mayor colegio electoral del país, donde Lula (contra el criterio del PT nacional que prohibió la alianza) y el PSDB apoyaron la candidatura del desconocido empresario Márcio Lacerda, del Partido Socialista Brasileño (PSB). Minas Gerais fue también el estado donde más pactos sellaron el PT y el PSDB, 202, auspiciados por la influencia del gobernador Aécio Neves (PSDB) con el beneplácito de Lula, que insufla ánimos a los anhelos de Neves para ser candidato presidencial, en 2010, a fin de dividir a la oposición y contrarrestar el peso de Serra entre los pesedebistas.

La “crisis económica de Bush” llega a Brasil

Como telón de fondo de la campaña electoral, aunque sin llegar a ser objeto del debate, se ha producido el contagio de la crisis financiera internacional que Lula subestimó calificándola de “pequeña marejada” o “crisis económica de Bush”. Lula se dio cuenta de la gravedad de la situación cuando percibió el efecto deletéreo que la crisis tendría en sus proyectos de poder para 2010, sobre todo si implicase la destrucción de empleo, lo que podría comprometer la buena evaluación del electorado sobre su gobierno.

Lula pretende usar el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) como tarjeta de visita de su candidata in pectore, Dilma Rousseff, la impulsora del PAC, a quién impuso una apretada agenda de participación en los comicios municipales para hacerla conocida a escala nacional. En tanto se produzca un deterioro de la economía y disminuya el ritmo de crecimiento del PIB (del 5,4% en 2008 al previsto3% en 2009), será más probable la suspensión de algunas obras muy costosas del PAC o de las empresas estatales, con un impacto negativo para las aspiraciones de Rousseff. Los analistas ya trabajan con un escenario de dilatación de los plazos de proyectos de Petrobras, de 2013 a 2020, perjudicados por la caída del precio del petróleo que no hace rentable la explotación de los yacimientos recientemente descubiertos en la llamada “capa pre-sal”, desde Río de Janeiro hasta Santos.

Pese al “optimismo de fachada” de Lula, como tituló Le Monde, parece probable que el PAC que ya venía lastrado por problemas de gestión, como paralización de obras por irregularidades administrativas o lentitud en la concesión de licencias medio-ambientales (como las resistencias de la ex ministra Marina Silva, sustituida por Carlos Minc, más “comprensivo” con las necesidades del desarrollo económico deseado por Lula), sufra ahora más demoras por los efectos de la crisis económica.

Octubre ha sido aciago para las expectativas económicas de Brasil. A la revisión a la baja del PIB en 2009, se añade la devaluación del real en un 50% respecto al dólar, si se compara con la cotización de la divisa brasileña a 1 de agosto. La defensa de su moneda le ha costado al Banco Central casi 23.000 millones de dólares, aunque el colchón de reservas (200.000 millones) otorga un buen margen de maniobra. Sin las intervenciones en el mercado de divisas, el real habría alcanzado 2,52 por dólar en vez de 2,30. El riesgo país ha llegado a 650 puntos, los batacazos del índice BOVESPA han llevado a suspender las sesiones de la bolsa de São Paulo en varias ocasiones y, por si fuera poco, la caída en el precio de los productos agrícolas disminuyó los ingresos ya mermados por la retracción de las exportaciones afectadas por una menor demanda externa.

El hecho que hizo sonar las alarmas fue la desaparición del crédito. En los 10 primeros días de octubre, la contracción crediticia alcanzó el 15% respecto al mismo período del año anterior. El Banco Central autorizó la liberación de parte del “compulsorio” de los bancos, los depósitos que están obligados a inmovilizar, y se reforzó al Banco Nacional de Desarrollo (BNDES). Además, se dispusieron líneas de crédito para la agricultura y para las empresas exportadoras. Esta situación llevó al gobierno a emitir la Medida Provisional nº 443, conocida como la MP de la estatización, que autoriza al Banco do Brasil y a la Caixa Económica Federal a comprar acciones de instituciones financieras, inmobiliarias o entidades de seguros y capitalización. La facilidad de conseguir crédito fue una de las realizaciones esgrimidas por Lula en su campaña a la reelección en 2006.

Lula ha reconocido la gravedad de la situación y va preparando a la población para posibles recortes en los presupuestos ministeriales o en la congelación de la ampliación de políticas sociales. En qué medida y con qué grado de profundidad la evolución de la coyuntura económica mundial repercutirá en la economía brasileña es todavía una incógnita. Pero es innegable que el aumento del número de parados y de personas en situación de pobreza puede suponer un revés en la popularidad de Lula y en sus deseos de ser el “gran elector” que determine tanto el nombre de su candidata a sucederle, venciendo las resistencias internas del PT, y el sentido del voto de las clases populares y de la clase media que le apoyaron masivamente en 2002 y 2006.

Los resultados de la primera vuelta

Los resultados de la primera vuelta fueron favorables en las capitales a los alcaldes –candidatos a la reelección que liquidaron el pleito en 13 de las 20 capitales en las que se presentaron o fueron a las segundas votaciones con ventaja en las siete ciudades restantes–. La bonanza económica y unos cofres públicos bien provistos para ejecutar obras y atender las necesidades de la población ha sido uno de los factores decisivos en las inclinaciones continuistas en estas ciudades.

El PT y los partidos aliados de Lula como el PSB, Partido Democrático Trabalhista (PDT) y Partido Comunista do Brasil (PCdoB), triunfaron en primera vuelta en capitales con poco peso económico y político, sobre todo en los pobres estados del norte y nordeste más dependientes de las transferencias federales y de los programas de asistencia social: João Pessoa (PSB), Aracajú (PCdoB), Recife (PT), Palmas (PT), Río Branco (PDT), Porto Velho (PT) y Fortaleza (PT). En Fortaleza, capital de Ceará, la alcaldesa reelegida, Luizianne, se enfrentó a la disimulada simpatía de Lula hacía la senadora Patricia Saboya (PDT) y la oposición de poderosos caciques regionales –Tasso Jereissati (PSDB) y Ciro Gomes (PSB)– que apoyaban a la candidata pedetista y ex mujer de Ciro. En 2004, Luizianne se enfrentó a la cúpula del PT que apoyó, con el beneplácito de Lula, al senador Inácio Arruda (PCdoB).

En los estados más industrializados, poblados y desarrollados del sur y sudeste, el PT sólo ganó en una capital secundaria, Vitória. Quedaron pendientes para la segunda vuelta los candidatos petistas en Salvador, Porto Alegre y São Paulo, así como los de tres importantes ciudades del cinturón industrial paulista: São Bernardo, dónde Lula desarrolló su militancia sindical, Guarulhos y Santo André.

El PMDB, que se confirma como el partido con más capilaridad nacional y capacidad de ganar votos, probablemente por su carácter a-ideológico y de partido “atrapa todo”, venció en primera vuelta en Goiania y Campo Grande, capitales del próspero centro-oeste, y colocó con muy buenas posibilidades para la segunda vuelta a sus candidatos en Salvador de Bahía, Río de Janeiro, Porto Alegre y Florianópolis.

La oposición a Lula, PSDB, DEM y Partido Verde (PV) ganaron en primera vuelta las elecciones en Teresina y Curitiba, donde el alcalde Beto Richa (PSDB) fue reelegido con el mayor porcentaje nacional (77%) y en Natal (PV), situando con opciones en la segunda vuelta a sus candidatos en São Paulo (DEM), Río de Janeiro (PV), São Luis y Cuiabá (PSDB). En Natal, Lula sufrió una amarga derrota al involucrarse directamente en la campaña local sin conseguir que su candidata Fatima Bezerra (PT) se impusiera a Micarla (PV), apoyada por un enemigo político del presidente, el senador José Agripino (DEM).

Según el TSE, los principales vencedores en las ciudades del llamado G-79 (las 26 capitales y las 53 ciudades con más de 200.000 electores que congregan casi 47 millones de electores, el 36% de los votantes) fueron el PT (10 alcaldes en primera vuelta y 15 en disputa en segunda), el PMDB (10 y 10) y el PSDB (9 y 10). En franca decadencia, el DEM (4 y 2) sufrió un grave revés sólo compensado por la victoria de Kassab en São Paulo.

En términos generales, el mayor número de alcaldías en la primera vuelta fue para el PMDB, con 1.180 municipios frente a 1.166 en 2004, más del 20% nacional. Le siguen el PSDB, con 772 alcaldes, y el Partido Progresista (PP), con 544. El PT aumentó el número de alcaldías, pasando de 389 en las municipales de 2004 a 537 en 2008, menos del 10% del total en disputa.

Los resultados de la segunda vuelta: Lula no da suficientes votos

En la treintena de ciudades en las que se hizo necesaria una segunda votación, los resultados confirmaron el buen desempeño del PMDB, que triunfó en cuatro de las 11 capitales en juego (Salvador, Porto Alegre, Florianópolis y Río de Janeiro). El PSDB ganó en São Luis y Cuiabá, y si bien la victoria en São Paulo correspondía nominalmente al DEM, el tanto debía apuntarse al gobernador del PSDB José Serra.

Partidos menores, como el PTB y el PDT, se hacían con las alcaldías de Belén, Manaus y Macapá, todas en el norte amazónico. En Belo Horizonte, el PSB apoyado por el PT y el PSDB, conquistaba su tercera capital. El PT no ganó ninguna capital en la segunda vuelta, siendo especialmente dolorosas las derrotas de São Paulo (Lula se empeñó personalmente), Porto Alegre (Dilma Rousseff integró el batallón de choque del PT a favor de la candidata María do Rosario) y Salvador de Bahía (el apoyo del gobernador petista Jacques Wagner no fue suficiente para impulsar a Walter Pinheiro). El PT quedó relegado a un plano secundario en los centros del poder político y económico de Brasil. En las otras 19 ciudades del G-79 llamadas a una nueva votación, el PT conquistó ocho alcaldías, destacando Guarulhos y São Bernardo do Campo en el cinturón industrial de São Paulo (Lula participó activamente en ésta última en apoyo del ex ministro Luiz Marinho). El PMDB eligió cuatro alcaldes, el PSDB dos y el DEM ninguno.

Al término de la segunda vuelta, el cómputo total de alcaldías situaba al PMDB en primer lugar (1.201 alcaldes), seguido del PSDB (786), PT (559), PP (555) y DEM (500) cerrando el grupo de los cinco partidos con mayor representación municipal.

La batalla por São Paulo

De todas las ciudades en liza, São Paulo representa la victoria más codiciada por los partidos, no sólo por su poder económico y por su población. El hecho de que la polarización política entre el PT y el PSDB, que se prolongará en las elecciones presidenciales de 2010, tenga como escenario la contienda en esta gran urbe, hizo de la disputa por la alcaldía el plato fuerte de la campaña. La implicación personal de Lula en apoyo de Marta Suplicy (PT) le daba más morbo y suponía la prueba para dilucidar si la popularidad de Lula se transformaba en votos en el mayor colegio electoral del país.

São Paulo es además el feudo electoral de la oposición del PSDB, que tiene en José Serra, derrotado por Lula en 2002, y actualmente gobernador del estado, su principal baza para recuperar el poder federal. Para concurrir a las elecciones a gobernador, en 2006, Serra debió abandonar la alcaldía de São Paulo, conquistada en 2004, y fue reemplazado por el vice-alcalde Gilberto Kassab (DEM) que siguió todas las orientaciones políticas y los programas ejecutados por su mentor. El buen desempeño en las evaluaciones de los ciudadanos sobre la gestión de Kassab convenció a Serra de que éste debería postularse a la “reelección”, sellándose así una alianza PSDB-DEM a la que se unió el PMDB local y una constelación de pequeños partidos, en lo que sería el primer paso para aglutinar apoyos a su candidatura presidencial en 2010.

Contra el criterio de Serra, el ex gobernador Geraldo Alckmin (PSDB), derrotado en las presidenciales de 2006, forzó a su partido a aceptar su candidatura generando el dilema de una división entre un candidato del partido (Alckmin) y un candidato del gobierno del estado y de la alcaldía. (Kassab). Después de un comienzo prometedor, la campaña de Alckmin se fue desinflando como consecuencia del apoyo encubierto del PSDB a Kassab y del peso de Serra.

A pesar de ocupar en las encuestas las preferencias de los electores, Marta Suplicy debió conformarse en la primera vuelta con el segundo puesto (33%) y fue superada por un Kassab (34%) en trayectoria ascendente. El candidato del PSDB, Alckmin, sin el apoyo del sector serrista del partido, quedó fuera de la disputa y es un valor político a la baja, aunque no se descarta que pueda presentarse como gobernador en 2010.

La segunda vuelta es una nueva elección, donde las fuerzas políticas se recomponen en función del resultado, permitiendo además una comparación entre las gestiones. El énfasis en esta comparación (Suplicy fue alcaldesa en 2000) fue la estrategia diseñada por el PT, intentando vincular la figura de Lula a la de Marta Suplicy, asociando así futuras transferencias de recursos federales a la ciudad si la candidata petista vencía. Pero las encuestas mostraban que la candidata del PT se había estancado en el 40% de los votos, mientras que Kassab (60%) aglutinaba el voto anti-Marta, cuyos índices de rechazo entre la población eran altísimos.

Ni los intentos por asociar a Kassab al ex alcalde Paulo Maluf (conocido por su implicación en casos de corrupción), ni las insinuaciones divulgadas en la televisión por el PT sobre la orientación sexual del candidato de Serra –o exactamente por ser Marta Suplicy, sexóloga y defensora de los derechos de los homosexuales la que levantaba la sombra de la sospecha– hicieron mella en unos electores que castigaron a la candidata apoyada por Lula.

El resultado de las elecciones en São Paulo ha tenido como efecto colateral disminuir las opciones de Suplicy como candidata del PT y de Lula a la presidencia de la República. Una victoria de Marta Suplicy, espoleada por el caudal de votos que habría conquistado, fortalecería su posición frente a Dilma Rousseff y, posiblemente, haría recapacitar a Lula sobre la mejor opción para enfrentar a José Serra.

Conclusiones

Mirando a 2010: Lula, el gran elector

Las elecciones municipales de 2008 han sido un test para comprobar la fuerza de Lula, que no las tendrá todas consigo en su papel de gran elector en 2010. En Brasil circulaba hasta hace pocos meses la frase de que Lula sería capaz de elegir como su sucesor hasta un poste. Sin subestimar su inmenso capital político, su capacidad de comunicación con las clases populares o, aún, la innegable influencia que ejercerá en las próximas elecciones presidenciales, queda un largo y tortuoso camino por recorrer hasta 2010.

Las elecciones han consolidado al PMDB como el gran partido nacional, en el ámbito federal, de los estados y de los municipios. El que mejor corteje a esta formación política habrá dado un paso de gigante pues las peculiaridades del sistema político brasileño sólo permiten gobernar con amplias coaliciones. Así fue con Cardoso (1995-2002), que consiguió formar una alianza de centro-derecha constituida por PSDB, PMDB y PFL, actualmente DEM. Esa fue la lógica seguida por Lula en 2002 y 2006 al vencer al PSDB, creando una coalición con el PT como protagonista que atrajo a parte del PMDB y sustituyó al PFL por pequeños partidos de izquierda y por las peligrosas amistades de agrupaciones que hicieron explotar el escándalo de las mensualidades en 2005.

Mirando hacia 2010, existen incógnitas relacionadas con el impacto de la crisis económica en la popularidad de Lula y con la evolución del proceso de elección del candidato en las filas del opositor PSDB. Serra lidera a día de hoy todas las encuestas de intención de voto para las presidenciales de 2010. Sin Lula en la contienda, imposibilitado por la Constitución de presentarse a un tercer mandato seguido, el gobernador de São Paulo aglutina en este momento las preferencias de los electores.

Lula jugará todas sus cartas a una alianza PT-PMDB (Dilma/Cabral), que puede ser bombardeada por ambos partidos o que puede fructificar. La inteligencia política de Lula le moverá a seguir incitando la candidatura de Aécio Neves, minando así el camino de Serra hacia Brasilia. Para las aspiraciones de Serra, el factor clave para ganar las elecciones en 2010 pasa por atraer al electorado y a parte de las fuerzas políticas que forman hoy la base de apoyo de Lula. Conseguir el apoyo del PMDB, o por lo menos de una parte del principal partido brasileño, es fundamental.

Al mismo tiempo, Serra tendrá que dejar en la cuneta sin crear resentimientos a sus adversarios internos. Alckmin, después del fracaso de su candidatura en la alcaldía de São Paulo, parece resignado a concentrar sus aspiraciones en la política regional. Aécio Neves será un hueso duro de roer pero juega a favor de Serra la juventud del político mineiro, de 48 años. En contra, el hecho de que probablemente Lula quiera volver a la presidencia en 2014, pudiendo ser paradójicamente Neves su contrincante. Eso si sus ambiciones políticas no le llevan antes a abandonar el PSDB e intentar presentarse por el PMDB, el partido por el que su abuelo Tancredo fue elegido presidente en 1984.

La tesis de Aécio es que debe evitarse el radicalismo y la confrontación nacional entre el PT y el PSDB, que en buena parte es el resultado de la extensión del conflicto entre los partidos en São Paulo. La experiencia municipal de Belo Horizonte, con el apoyo a un candidato de un tercer partido, refrendado por Lula, Aécio y el actual alcalde, Fernando Pimentel (PT), demostraría que es posible la aproximación a partir de un proyecto conjunto. Los factores que permitirían esta construcción de una alianza PT-PSDB serían la ausencia de un contencioso ideológico entre los partidos, claramente en la senda de la socialdemocracia, y el giro económico del PT en el gobierno Lula que mantuvo el rumbo de los gobiernos de Cardoso. Aécio se presentaría así como un candidato post-Lula y no como un candidato anti-Lula, reconociendo los méritos del pragmatismo del presidente.

Dilma Rousseff, que nunca se ha enfrentado al test de las urnas, deberá trabajar con sus asesores de marketing su poca simpatía personal, que comparte como rasgo característico con Serra. Un debate televisado Dilma/Serra promete fuertes emociones. Aunque Lula explotará el discurso de la necesidad histórica de que por primera vez en Brasil una mujer sea presidente, Dilma Rousseff tendrá que vencer el desconocimiento que se tiene de ella en las regiones norte y nordeste, exactamente donde la fuerza de Lula es mayor.

EL IMPACTO DE LA CRISIS DE LOS ALIMENTOS EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE


Juan Carlos García Cebolla

Una crisis de precios

El alza de los precios de los alimentos, junto al petróleo y otras materias primas, ha emergido durante 2008 como uno de los temas de mayor relevancia en la agenda internacional. Hablamos de crisis alimentaria, aunque padecemos una crisis por los precios de los alimentos, no por la disponibilidad global de los mismos.

A pesar de que América Latina y el Caribe es, en su conjunto, una gran zona productora y exportadora de alimentos, una proporción importante de la población se vio afectada por su encarecimiento, al punto de deteriorar sus niveles de vida y nutricionales, que ya eran precarios. Si bien hay un importante grupo de países que dependen de las importaciones para su abastecimiento y que en determinados momentos y lugares se presentan problemas de disponibilidad, el problema del hambre en la región es básicamente un problema de equidad: un porcentaje significativo de la población no tiene acceso adecuado a los medios económicos, al punto de padecer subnutrición, una ingesta inferior a la que satisface las necesidades de energía alimentaria, situación que en América Latina y el Caribe alcanzó en 2005 a 45 millones de personas (FAO).

Un cambio de tendencia y una crisis

Tras varias décadas en que los precios de las materias primas alimentarias mantenían una tendencia a la baja, podríamos estar ante un cambio de tendencia que implicará precios al alza durante un período prolongado y, en todo caso, precios promedio sensiblemente superiores a los de la década de 1990. Esa posibilidad no había sido considerada de un modo serio hasta que la aceleración y la volatilidad de los precios desde 2006 (en especial en 2007 y la primera mitad de 2008) comenzaron a poner en graves dificultades a casi todo el mundo, incluso a países productores y exportadores de materias primas alimentarias.

El análisis de las causas tuvo un primer momento en que se impuso la búsqueda de culpables. Se planteó el análisis en términos morales que añadían resonancia al debate pero no aclaraban lo sustancial y dejaban de lado aspectos relevantes. Incluso algunas llamadas a los términos morales son poco consistentes y cuestionan los usos no alimentarios (biocombustibles) sin reparar en otras contradicciones, como el cultivo del tabaco que ocupa varios millones de hectáreas.

Progresivamente vamos encontrando análisis cada vez más ricos y más ponderados que permiten ir comprendiendo mejor lo sucedido y pensar en políticas que ataquen a los problemas de un modo efectivo.

Los ciclos de alzas de precios de las materias primas agrícolas, normalmente seguidos por períodos de bajas, son eventos recurrentes en el comercio internacional alimentario. El actual período inflacionario de los alimentos no constituye en sí mismo una situación inédita. De hecho, en términos reales, el ciclo de alzas de mediados de la década de 1970 alcanzó niveles mayores que en el presente.

Tras las alzas hay factores propios del comercio internacional de productos agrícolas (oferta y demanda) y factores de índole monetaria y financiera. Va existiendo un consenso bastante amplio a nivel internacional acerca de cuáles son los factores, pero todavía falta un conocimiento mejor fundado respecto a las jerarquías e interacciones de esos factores. Respecto a la oferta y la demanda de productos agrícolas, se observa desde hace varios años un rezago de la oferta internacional de varios alimentos frente a una demanda fuertemente expansiva, dando lugar a una disminución progresiva de las existencias a nivel internacional, especialmente de granos.

La demanda internacional se ha expandido fuertemente desde la década de 1990 como consecuencia de las altas tasas de crecimiento de los países emergentes, especialmente de Asia. En la década actual, la demanda de la industria de los biocombustibles, particularmente el maíz para etanol en EEUU, y la colza y/u otros aceites vegetales para biodiesel en la UE, han incidido en la demanda, en ambos casos impulsados y regulados mediante sendas normativas legales.

Por el lado de la producción, más allá de situaciones coyunturales que incidieron en menores cosechas de granos en temporadas anteriores (sequía en Australia y Canadá), el hecho más relevante ha sido el fuerte aumento de los costes, en gran medida como efecto directo de las alzas de los combustibles, y también de los fertilizantes (potásicos y fosforados), en ese caso por una insuficiente oferta.

En el ámbito monetario diversos autores han señalado el papel de las políticas monetarias ligadas al dólar y su fuerte devaluación. Hubo un claro efecto del deterioro de la relación real de intercambio del dólar respecto de los precios internacionales de las materias primas, entre ellas las alimentarias.

Dos sospechosos habituales

La producción de agro o biocombustibles tiene un efecto en la distribución total de recursos (tierra, agua, insumos) y en la producción total y el precio de las materias primas alimentarias, pero en lo que se refiere al fuerte aumento y a la volatilidad de los precios acontecidos en los últimos años y más claramente en 2007 y 2008 el papel de cada uno de los cultivos y de los diferentes actores ha sido distinto.

En el caso del maíz,2 la producción de EEUU y sus exportaciones constituyen una proporción relevante del mercado mundial. La fracción de la producción de maíz destinada a la producción de etanol de 2002 a 2007 ha supuesto el 30% del incremento del consumo mundial de cereales, excluido el arroz, en ese período. Otros casos, como las grasas derivadas a la producción de biodiesel, no parece que hayan tenido una influencia directa tan fuerte, y la caña de azúcar no parece haber tenido un efecto coyuntural.

Las regulaciones que pretenden expandir artificialmente el uso de biocombustibles para el transporte en EEUU y la UE tienen el efecto de crear una expectativa de precios altos. Es este aspecto el que liga mercados de futuros y biocombustibles ayudando a que ambos pasen, de un modo desproporcionado, a la primera página como culpables del alza de precios, para tranquilidad de muchos de los que no hicieron bien su trabajo.

Faltan estudios profundos que muestren como los futuros pueden transmitir directamente el precio a los productos cuando los contratos de futuros en su mayor parte se liquidan sin comercio físico del producto, máxime cuando no se detecta un acaparamiento y su correspondiente aumento de inventarios y sin embargo se producen frecuentes e importantes desacoples entre el precio de liquidación de contratos de futuros y los precios en los mercados con presencia de mercancía.

El arroz parece indicar que las restricciones a la exportación en unos casos y las compras masivas por algunos gobiernos han sido causas principales del brusco y acelerado encarecimiento de ese producto a fines de 2007 y 2008.3 En el lado micro, podemos encontrar que una comunicación poco matizada, que en marzo y abril de 2008 saturó los medios de comunicación, dio lugar a fenómenos de acaparamiento, con familias comprando en una semana el arroz que consumen en dos años. Podemos ahí encontrar a un par de grupos de especuladores bienintencionados que parece tuvieron mucho que ver con el tramo último del alza de precios, unos afectando a los precios de los mercados internacionales y otros incidiendo en los precios minoristas de los alimentos.

La crisis

Ese cambio de tendencia, si no hubiera venido acompañado de otros fenómenos más peligrosos, nos hubiera planteado un escenario mixto de problemas y oportunidades que de un modo simplificado se podría resumir en un incremento de dificultades en las áreas urbanas con pobreza, impactos positivos sobre zonas y grupos rurales mejor situados y conectados al mercado, ventana de oportunidades para los productores agrarios menos conectados a mercados e impactos negativos para los grupos rurales de consumidores netos de alimentos.

El cambio de tendencia viene acompañado de dos factores que amenazan con crear amplios impactos: (1) una inflación elevada que deja sin posibilidad de reacción a los mas pobres; y (2) una volatilidad que desestabiliza las economías de los países y las familias, tanto porque la volatilidad agregada tiene efectos rápidos en la inequidad de los ingresos (erosión del poder adquisitivo más acusada para los más pobres), como por la destrucción o pérdidas de activos que acompañan a la volatilidad (ganado que debe ser sacrificado o vendido) que tienen efectos sobre la distribución de ingresos y, en consecuencia, sobre el futuro acceso a bienes y servicios por parte de los pobres.

La subida de precios de los alimentos afecta más a los más pobres por dos razones. Primero, por dedicar gran parte de sus recursos a la alimentación, de modo que el peso del alza de los alimentos tiene un efecto muy superior al del IPC. Segundo, los más pobres compran alimentos poco o nada elaborados, cuyo precio está más influido por el precio de la materia prima, de modo que en coyunturas como la actual sufren más por el alza de precios (en términos porcentuales) que otros grupos con más capacidad de pago.

Efectos en la población

En términos de lucha contra el hambre y la malnutrición hubo un retroceso importante. La FAO estima que en 2007 la población subnutrida se incrementó en 6 millones de personas respecto a 2005, en lo que se refiere a América Latina y el Caribe (ALC), alcanzando los 51 millones de personas. Como la subida de precios continuó siendo fuerte durante la primera parte de 2008, cabe temer que esa cifra haya seguido aumentando y que al presente hayamos retrocedido a la situación de 1990, con 53 millones de personas subnutridas en ALC.

Esto no significa que se hayan perdido dos décadas. Sin el trabajo de la última, el impacto hubiera sido mayor, pues las políticas implantadas (transferencias de rentas, programas de alimentación escolar, mejoras de los programas de salud materno-infantil, etc.) han ayudado a que el efecto de esta crisis no sea tan acusado en términos de fuertes brotes de desnutrición aguda o que sea posible evitar o reducir su incidencia adicional sobre la desnutrición crónica infantil. Estos programas han permitido no sólo que una parte de la población tuviera cierta protección, sino también ampliar esa protección en muchos casos a otros grupos y/o canalizar recursos adicionales para amortiguar el impacto del primer golpe. Pero hemos retrocedido dos décadas en la erradicación del hambre y seguimos teniendo que crear mecanismos que aseguren el derecho a la alimentación para más de 50 millones de personas en la región, como en 1990. Y esto en una región que es la principal exportadora de alimentos.

De los resultados preliminares de un estudio de la FAO en Perú usando la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) se desprende que las familias usan activamente la sustitución de alimentos para evitar una caída más drástica en el consumo calórico. De todos modos, el quintil más pobre ha tenido una caída del 6% en su consumo calórico. Los hogares rurales han sufrido un mayor efecto en su consumo calórico que los hogares urbanos. Igualmente, los hogares de la sierra han tenido un efecto negativo, casi el doble, que el resto de hogares del país en términos calóricos.

Las primeras aproximaciones a la evaluación del efecto del alza de precios de los alimentos, en términos de ingresos apuntan a que el numero de pobres en la región podría aumentar de manera importante, sumando 10 millones más al total de 2007 (CEPAL). El BID estima que de persistir los elevados precios de los alimentos y producirse aumentos de los mismos del orden del 30%, el numero de indigentes se incrementaría en 26 millones, casi un 5% de la población de la región, de modo que la pobreza extrema afectaría a mas del 17% de la población de ALC. La pobreza no sólo aumentaría sino que se agravaría significativamente.

Los pobres rurales se ven en su mayor parte golpeados por el efecto de pérdida de capacidad adquisitiva, pues la mayoría son compradores netos de productos alimentarios. Entre la población en extrema pobreza (los que viven con menos de un dólar diario) dominan los compradores netos de alimentos, tanto en áreas urbanas como rurales. En Nicaragua son el 79% de los indigentes, y en Guatemala el 83,1%. Cifras que, cuando se habla de los indigentes rurales, sólo son ligeramente menores: 73% y 82,2%, respectivamente.

Los análisis de impacto realizados por la División de Economía del Desarrollo Agrícola de FAO muestran que hay una relación con el acceso a la tierra y la cantidad de tierra disponible y modo de acceso para aquellos que ya lo tienen. Los que no lo tienen o lo tienen de modo muy precario se ven más afectados por esta crisis, como una gran parte de los asalariados rurales (agrícolas o no), una proporción importante de la población en zonas tradicionalmente vulnerables del trópico seco centroamericano. Igualmente, se ven más afectados los productores que no tienen acceso al crédito, insumos adecuados y en general los que por diferentes razones quedan excluidos de modos de producción tecnificados. Los hogares encabezados por mujeres se ven más afectados, pero existen excepciones, como el grupo de hogares urbanos encabezados por mujeres en Nicaragua que en conjunto tendrían un pequeño impacto positivo, posiblemente por su fuerte peso en el comercio minorista de alimentos.

Otros efectos menos escandalosos pero importantes, que afectarán a grupos de población en situación de pobreza y a estratos económicamente intermedios, vendrán dados por el deterioro de la capacidad adquisitiva que significará un ajuste importante en el gasto en comida y provocará una disminución de la calidad nutricional de los alimentos consumidos (menor variedad, menor contenido de vitaminas y oligoelementos, menos proteína) y repuntes en enfermedades ligadas a déficit de micro-nutrientes, anemia, e incremento de la vulnerabilidad frente a desastres o pérdidas adicionales de ingresos. En los grupos situados en la frontera de la pobreza asistiremos a un incremento de un fenómeno que ya presentaba un fuerte crecimiento: la obesidad como signo de pobreza o conviviendo con la pobreza, afectando también a la infancia, consecuencia de dietas pobres en proteínas, frutas y verduras, desquilibradas pero que sacian a un precio relativamente barato, esta vez impulsadas por la crisis en lugar de por el paradigma de consumo que promueve la modernidad.

No obstante, aunque esta crisis ha sido en parte amortiguada mediante políticas públicas instrumentadas en la última década, ese efecto no será igual en toda la región. No todos los países tienen los mismos niveles de cobertura y calidad de la selección de participantes (focalización) de las intervenciones con capacidad de incidir: programas de alimentación de grupos vulnerables (escolares, gestantes, neonatos y tercera edad), transferencias condicionadas o programas de complementos de nutrición Los países con programas de alimentación para grupos vulnerables y/o programas de transferencias de rentas con una trayectoria más larga (México, Colombia, Chile y Brasil) en el corto plazo cuentan con mayores posibilidades de limitar los efectos de la crisis de precios alimentarios sobre la seguridad alimentaria y nutricional. Aquellos que no disponían de estos programas al inicio de la crisis o estaban en fase de implantarlos o extenderlos (Paraguay, Bolivia, Ecuador y la mayor parte de Centroamérica) tendrán mayores dificultades y podrían sufrir efectos más marcados. Como en la mayor parte de los casos el grado de cobertura y el nivel de calidad de operación de los programas suele ser mayor en los ámbitos urbanos que en los rurales, su efecto de amortiguamiento en las áreas rurales posiblemente sea muy limitado.

Oportunidades y riesgos a medio plazo para los pequeños productores

Un escenario de precios de los alimentos más elevados que en la década anterior y un cambio en la demanda alimentaria de amplios sectores de los países en desarrollo significarán un mejor nivel de precios para las producciones de alimentos en general, que se hará más patente en la medida que los precios de las materias primas alimentarias básicas pierdan volatilidad, lo cual no parece que vaya a ocurrir con facilidad. Los precios internacionales de estas materias primas están descendiendo en el segundo semestre de 2008, manteniéndose altos respecto a 2005-2006. Mientras los precios caen, los costes de los insumos –especialmente los fertilizantes fosforados y potásicos– siguen altos. Aunque puedan descender por una menor demanda o por la caída del precio del petróleo, muy posiblemente continúen con precios relativamente altos en los próximos tres o cuatro años. Adicionalmente, la crisis financiera está dejando sin financiación no ya al pequeño productor que, en América Latina, se quedó sin mecanismos de financiación adecuados hace décadas, sino también a la agricultura comercial y en general a todos los actores económicos. Los operadores comerciales de materias primas y la gran industria agroalimentaria están viendo reducida su liquidez y los instrumentos de financiación del comercio exterior. Esto conforma un escenario que amenaza con mantener elevada la volatilidad de los precios agrícolas internacionales en los próximos años.

Para que esas oportunidades lleguen a un número amplio de productores y mejoren las condiciones de vida de la población rural hay que disponer de instrumentos de intervención y políticas específicas. Sin esos elementos que permitan tecnificar la producción de la agricultura familiar, de un modo accesible, con un nivel de costes que no erosione el margen bruto de los pequeños productores, así como acceso a instrumentos de financiación ágiles y de bajo coste de operación, sistemas de información relevantes y accesibles para los productores e infraestructuras adecuadas, no será posible realizar esos potenciales.

Esta oportunidad posiblemente no será aprovechada en la mayoría de los países, especialmente los más vulnerables, pues esas políticas no fueron centrales en la década pasada, aunque algunos países (Brasil, Argentina, Uruguay y Chile) hayan mostrado un mayor interés en la agricultura familiar. Incluso si se priorizan estas políticas, sería necesario, en primer lugar, construir unas redes mínimas que permitan a los gobiernos poner en marcha programas y cubrir el territorio, lo que implica que los efectos de esas políticas no se notarían de un modo claro en los dos o tres primeros años. En un marco de crisis con necesidades presupuestarias crecientes y disponibilidades de recursos menguantes (entre otras razones por las medidas adoptadas para reducir el impacto del alza de precios de los alimentos) resulta difícil creer que esto vaya a ocurrir. Para ejemplificar la tendencia, cabe considerar lo acontecido entre 2007 y 2008: en un contexto de precios altos, la producción de granos básicos creció un 11% en los países desarrollados y un 0,9% en los países en desarrollo. Si excluimos Brasil, la India y China, en el resto de países en desarrollo la producción cayó un 1,6%.

Oportunidades y riesgos a medio plazo para la integración regional

Otro efecto de la crisis es un avance en los procesos de integración regional. Esto es más probable en Centroamérica, que ha dado pasos en ese sentido. Por otra parte, la estrategia de Venezuela de ligar su abastecimiento alimentario y la comercialización de su petróleo con facilidades crediticias e iniciativas especificas, puede ser un factor positivo de desarrollo para sus socios, si bien para que tenga impacto en la pequeña agricultura habría que fortalecer los instrumentos necesarios para que los pequeños productores aprovechen estas oportunidades. Otro elemento a considerar es que una vinculación del pago de la factura energética con exportaciones de alimentos pueda dar lugar a tensiones importantes y riesgos para la seguridad alimentaria en la zona si no se considera el efecto que ello puede tener en el abastecimiento de las áreas deficitarias con escaso poder de pago.

En otras zonas con mayor heterogeneidad de intereses, como América del Sur, aunque es pronto para evaluar los efectos de fondo, la crisis tendrá un efecto sobre los procesos de integración regional o sub-regional que si en lo político puede ser de impulso, en lo técnico puede ser de dificultades añadidas pues el interés renovado por aumentar niveles de autosuficiencia alimentaria y la proliferación de medidas ad hoc para responder a la crisis dificultará los procesos técnicos de integración.

Un efecto adicional de la crisis de precios de los alimentos es el impulso a determinadas visiones y propuestas orientadas a la autosuficiencia alimentaria. La corriente que propone la denominada “Soberanía Alimentaria” ha salido reforzada, ya que un número creciente de países y políticos aluden al mismo en sus normas o en las propuestas de nuevas normas. No existe un concepto universalmente aceptado de soberanía alimentaria y no todas las visiones tienen las mismas implicaciones, pero las versiones fuertemente dogmáticas que sostienen algunos sectores podrían implicar una deriva hacia políticas crecientemente intervencionistas y proteccionistas que no necesariamente aumentarían la protección del derecho a la alimentación de la población más vulnerable.

La vuelta al primer plano de la seguridad alimentaria como elemento estratégico en términos económicos y de defensa, que se muestra en la creciente consideración del concepto de Soberanía Alimentaria, ha tenido ya implicaciones prácticas relevantes. La adopción de esas visiones por grandes exportadores de América del Sur, no en términos retóricos sino con medidas de restricción de las exportaciones durante la crisis de 2008, supone un importante cambio de mensaje por algunos países que han participado en el grupo Cairns, lo cual a largo plazo tendrá efectos fuera de la región, pero también para los importadores netos de alimentos da América Latina y el Caribe.

Conclusiones

La existencia de políticas sociales y la instrumentación de medidas para paliar sus efectos en la población más vulnerable ha determinado que los efectos de la crisis hayan sido parcialmente amortiguados, pero esas medidas tienen costes, en algunos casos muy elevados. Simultáneamente los países han recurrido a reducciones de tasas e impuestos que afectan a los precios pero también a sus ingresos, también erosionados por la contracción económica derivada de la crisis financiera internacional, en una región donde en 2007 la recaudación del sector público (incluidas las contribuciones sociales) no superó en promedio el 18% del PIB. En los próximos años se producirán importantes retos para las haciendas públicas. En especial en América Central y el Caribe, que dependen mayoritariamente de las importaciones de alimentos y petróleo, difícilmente se podrán sostener los programas de inversión social contra la desnutrición y la pobreza y afrontar las necesidades de inversión en capital físico, incluso sin que se produzca ninguna catástrofe extraordinaria. La sostenibilidad de esas políticas, que han reducido el impacto de la crisis y tienen alta rentabilidad social si se mantienen en el largo plazo, requerirá del cumplimiento de los compromisos de la comunidad internacional y de la aplicación de mecanismos de financiación que fortalezcan lo ya construido.

Con un escenario de precios más altos, habrá también una mayor dificultad para las respuestas a catástrofes y emergencias, que se agravará si persisten las condiciones de volatilidad de los precios. La reducción de la volatilidad, la introducción de mecanismos de financiación y/o aseguramiento que den sostenibilidad a los programas públicos frente a crisis y emergencias y el desarrollo de mecanismos de rehabilitación más eficaces y rápidos serán los aspectos prioritarios para afrontar las futuras crisis y emergencias que no sólo se harán mas frecuentes por el cambio climático, sino también por los efectos de los cambios de usos del suelo, la urbanización y una mayor antropización del territorio. Esto es de especial relevancia en una región con una elevada incidencia de emergencias e impactos por factores climáticos y geológicos.

Igualmente, un escenario de precios altos, con volatilidad, creará una presión creciente de la población rural sin tierra por el acceso a la misma, lo que supondrá una dificultad adicional para aprovechar las oportunidades. Previsiblemente también se incrementará la presión sobre las áreas de selva que todavía no han sido colonizadas.

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1 Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de la Organización.

2 Si bien el consumo de maíz para producir etanol en EEUU crecía desde años anteriores, es notable la coincidencia de la aprobación en 2005 de una norma que establece un objetivo de 7.500 millones de galones (28.390 millones de litros) para 2012 con el inicio de un crecimiento acelerado de este uso, que con el apoyo de la aprobación de otra norma en 2007 que fija el objetivo para 2022 en 36.000 millones de galones (136.275 millones de litros), supuso que entre 2005 y 2008 el porcentaje del maíz consumido en EEUU para producir de etanol pase del 14% al 32%.