Donato Di Santo
Italia redescubre América Latina
Se pueden destacar dos noticias: la primera es que la relación entre Italia y los países latinoamericanos ha entrado en un ritmo dinámico e inédito con la integración de esta zona geográfica entre las prioridades de política exterior del Gobierno presidido por Romano Prodi y con Massimo D’Alema como ministro de Asuntos Exteriores. La segunda noticia es que, después de dos años de Gobierno de centroizquierda (mayo de 2006 a mayo de 2008), el actual Gobierno de centroderecha (ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, y Enzo Scotti como subsecretario de Estado para Latinoamérica), ha decidido no desmentir esta línea, una política que no estaba demasiado claro que siguieran.
En este punto, se puede afirmar legítimamente que el relanzamiento de Italia en Latinoamérica ha pasado de política de Gobierno a política de Estado, con el ilustre y alto apoyo incluso del presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien en varias ocasiones la ha ratificado. Así ocurrió, por ejemplo, en la sede de la presidencia de la República con ocasión del solemne discurso de diciembre de 2007 ante todo el Cuerpo Diplomático acreditado en Roma, o en la visita de Estado a Chile en febrero de 2008.
Así pues, estamos ante una novedosa política exterior que marca una nueva etapa en las relaciones entre Italia –y por lo tanto Europa– y Latinoamérica. Además, hecho significativo, no sólo con aquellos países (Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela) en los que desde hace dos siglos la presencia de la emigración italiana es fortísima –se dice que la ciudad italiana más grande es São Paulo–, sino con la totalidad de los países del subcontinente americano.
Muchos sectores de la sociedad italiana, desde la cooperación para el desarrollo hasta las empresas, pasando por las universidades y el mundo sindical, evidentemente no han esperado a que la política se “despertase” para localizar en Latinoamérica una referencia propia fundamental.
A pesar del retraso que acumulaban la política y las instituciones en este sentido, ya se habían dado algunos precedentes significativos, pero carentes de continuidad. El más importante fue, sin duda alguna, la intuición política de Amintore Fanfani, por entonces ministro de Asuntos Exteriores, quien en 1965 esbozó en Ciudad de México y más tarde, en 1966, creó en Roma el Instituto Italo-Latino Americano (IILA), ese valioso organismo internacional casi único en el panorama europeo.
Y fue en 2006, con ocasión del 40 aniversario del IILA cuando, en presencia del presidente napolitano y del maestro Carlos Fuentes, se ratificó la nueva política exterior italiana hacia Latinoamérica. Como declaró D’Alema en aquella ocasión: “una política exterior auténticamente italiana (y no de ésta o de aquella vertiente política), que ve en las relaciones con Latinoamérica uno de sus pilares imperecederos”.
La decisión de asignarme la subsecretaría de Estado para Latinoamérica ad hoc en mayo de 2006 confirmaba la voluntad política de que la acción italiana adquiriese un carácter estable y no episódico. Como exponente político del entonces partido de los Demócratas de Izquierda, desde hace más de 20 años siempre me había distinguido como un estudioso y un operador político italiano que trabajaba con y para Latinoamérica. Esto ayudó a clarificar la intención de mi asignación: llenar de contenidos y hacer duradera esta nueva política exterior dirigida al subcontinente. En el desempeño de mis labores como subsecretario de Estado, breve (20 meses) pero intenso, tuve la suerte de contar con un extraordinario respaldo y orientación política por parte de Massimo D’Alema, desde siempre muy sensible y activo hacia el área latinoamericana, así como con una excelente aportación científica e intelectual gracias a la actividad del Centro de Estudios de Política Internacional (CESPI) y de su director José Luis Rhi-Sausi. Además, toda la estructura diplomática italiana protagonizó una inteligente y abnegada activación, siendo muchos los estudiosos, académicos y especialistas que me aportaron un extraordinario apoyo con sus ideas y trabajos.
Presencia en todos los países y sintonía con España
En julio de 2006, a pocas semanas de la constitución del Gobierno y en la fase de preparación de un intenso programa de viajes por todos los países del área, tuve mi primer encuentro internacional en Madrid, no por casualidad, con el secretario de Estado Bernardino León, que entonces se ocupaba también de Latinoamérica. Posteriormente, con la creación de la Secretaría de Estado para Iberoamérica, la colaboración continuó con la colega y amiga Trinidad Jiménez. ¿Por qué España? Porque pensar en una estrategia de relanzamiento de la presencia italiana en América Latina sin una fuerte y constante colaboración con este país (sean cuales sean coyunturalmente nuestros respectivos Gobiernos) resultaría sencillamente imposible.
Nuestro mensaje fue bien acogido y las dos diplomacias pudieron colaborar con gran eficacia, cuyo fruto culminó con la importante decisión de invitar a Italia a la Cumbre Iberoamericana de Montevideo en 2006: por primera vez en su historia un país europeo no “ibérico” asistía como invitado. Este gesto quedó confirmado en 2007 en Santiago y en 2008 en San Salvador. Las consultas a nivel de Secretarías de Estado también se hicieron más frecuentes y los temas latinoamericanos empezaron a protagonizar los documentos oficiales de las cumbres anuales ítalo-españolas. Tanto el subsecretario, como en ciertos casos también distintos ministros, o incluso el presidente del Gobierno, visitaron todos los países del área, con la excepción de Cuba, por razones políticas relativas a la coherencia con la posición común europea. El presidente Prodi visitó Chile, además de Brasil, país con el que firmó un Acuerdo de colaboración estratégica. De manera adicional, Italia fundó el Tavolo Brasile, consiguiendo la implicación de todos los Ministerios, las Universidades, las empresas, la sociedad civil y el mundo laboral. El ministro D’Alema realizó visitas oficiales a Perú (hacía ya 22 años desde la visita del último ministro de Asuntos Exteriores italiano, Emilio Colombo), Brasil, Venezuela y Chile. Por su parte, la ministra de la Familia, Rosy Bindi, estuvo en Argentina y el ministro de Agricultura, Paolo De Castro, también en Brasil. En un solo año, en 2007, se registró un dato absolutamente excepcional: una decena de presidentes latinoamericanos visitaron Italia. Nos hemos convertido, a la estela de España, en una intersección imprescindible en las relaciones con Europa.
Estos pocos y escuetos datos ofrecen una clara idea de la gran cantidad de relaciones que se han ido subsanando tras años, y a veces incluso decenios, de escasa presencia política e institucional de Italia en estos países.
Temas de fondo y sujetos activos
Italia ha desempeñado un papel activo en el tema de la inmigración latinoamericana, a menudo en coordinación con España. Ha favorecido la creación de estructuras de agregación destinadas a salvaguardar y revalorizar las remesas como factor de desarrollo. Ejemplo de esto es la experiencia de la asociación Juntos por los Andes, que agrupa a una veintena de organizaciones de inmigrantes andinos en Italia y que está adquiriendo un compromiso decisivo en el tema de las remesas. Además de yo mismo en representación del Gobierno italiano, también participó en la constitución del Consorcio el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga, dando muestras de una gran sensibilidad.
La defensa de los derechos humanos ha sido una brújula estable, tanto en lo que respecta a Cuba como a México, Colombia y algunos otros países. Particularmente en el caso de Cuba, sin renunciar a la crítica hacia políticas represivas contra la disidencia, hemos sido el primer país junto con España en solicitar en una sede de la Unión que se cancelaran las anacrónicas sanciones europeas.
Se ha hecho del tema de la integración un eje central de la iniciativa política italiana: integración con la UE, relanzando el diálogo negociador con respecto a los Acuerdos de Asociación (particularmente con América Central) e interviniendo con propuestas puntuales sobre contenidos económico-sociales de los mandatos de negociación; e integración entre los países latinoamericanos a nivel económico e infraestructural, a nivel territorial y transfronterizo, a nivel cultural y a nivel político, prestando especial atención a experiencias inéditas como la de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En Centroamérica hemos puesto en marcha, iniciativa completada por el Gobierno actual, la definitiva entrada italiana en el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).
Se ha favorecido la intensa actividad de cooperación interuniversitaria: en este momento existen alrededor de 1.150 acuerdos entre universidades italianas y latinoamericanas. Del mismo modo, la Universidad de Bolonia cuenta con una sede estable en Buenos Aires. Se han ido desarrollando numerosas experiencias y actividades descentralizadas respecto a Roma y Milán: un ejemplo de ellas es la Casa de América de Génova. En esta línea, se han intentado reorganizar y apoyar las numerosas actividades a favor de América Latina organizadas por las Regiones italianas (sobre todo de Emilia-Romaña, Friuli, Liguria, Lombardía, las Marcas, Piamonte, Toscana y Umbría), decenas de Provincias y miles de Ayuntamientos.
Un instrumento eficaz a este respecto ha sido la participación de las representaciones de estos organismos en las Comisiones bilaterales mixtas (económicas y de cooperación), iniciativa que ha ido ganando presencia y calidad. De manera general, hemos intentado implicar a todas las entidades organizadas y activas de la sociedad civil: desde las asociaciones internacionales hasta las ONG de cooperación para el desarrollo, tanto laicas como religiosas.
Esta implicación se ha plasmado sobre todo en un gran asunto como las políticas públicas a favor de la cohesión social y de la inclusión de los estratos más marginados, de la lucha contra la pobreza y las desigualdades, del apoyo a las políticas de ampliación de los mercados internos favoreciendo, en lo posible, el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, la cooperación triangular y la descentralizada.
Mundo económico y laboral
Según los datos del Instituto Central de Estadística italiano (ISTAT), elaborados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, en 2007 Italia se colocó en el segundo puesto, sólo superada por Alemania, en cuanto a comercio con Latinoamérica. Además, por lo que respecta a Brasil, somos su tercer proveedor más importante, por detrás de Francia y Alemania.
Se ha dedicado una atención especial al mundo empresarial y laboral. Hemos favorecido el uso de los instrumentos de internacionalización de las pequeñas y medianas empresas italianas, renovándolos incluso en ocasiones: en Brasil, con el Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (SEBRAE), así como de manera general gracias a una intensa colaboración con el Ministerio de Comercio Internacional y con organismos financieros como la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). También se ha favorecido la sinergia con organismos públicos, como Italia Lavoro y de carácter privado, aunque relacionados con el sector terciario y las cooperativas, como Obiettivo Lavoro.
A pesar de un persistente retraso en el universo bancario y financiero (sector en el que España está en la vanguardia), la fuerte actividad institucional a favor de Latinoamérica ha captado la atención y el interés de grandes grupos empresariales como: FIAT, fuertemente arraigada en Brasil y Argentina (además, desde hace años ocupa el primer puesto en Brasil, tras superar a Volkswagen); Techint, sobre todo en México y Argentina; Pirelli, en Brasil desde hace 75 años; Telecom Italia, con una presencia estratégica y comprometida en Brasil y Argentina; Benetton; grandes empresas de construcción como Astaldi, Ghella e Impregilo, presentes y arraigadas en casi todos los países latinoamericanos; ENI, que ha resuelto el contencioso con Venezuela y ha iniciado los primeros contactos con Brasil; y ENEL, líder mundial de la producción eléctrica geotérmica y de toda una gama de energías renovables (presente en los países andinos y en Centroamérica y que, con la adquisición de la española ENDESA, se convierte en un actor energético fundamental en Latinoamérica).
Al mismo tiempo que se han resuelto algunos de los problemas, han surgido algunos otros de cierta gravedad en países que han revisado y reformulado sus políticas frente a las empresas y las inversiones extranjeras, como Bolivia y Venezuela. Concretamente en Bolivia, el asunto de la nacionalización de Entel (empresa en la que Telecom Italia posee una participación mayoritaria) ha lanzado una señal negativa objetiva hacia las inversiones extranjeras pues, a pesar de no intervenir las materias primas o los hidrocarburos, ha afectado a una empresa que había sabido hacer de la innovación y de la respuesta positiva a las exigencias de un territorio muy especial, su propia tarjeta de visita. En cambio, se han superado las antiguas dificultades surgidas entre las autoridades venezolanas y la italiana ENI, ratificando en Caracas una nueva colaboración gracias a un importante acuerdo en presencia del presidente Chávez y del entonces ministro de Exteriores D’Alema.
Otro ejemplo de sinergia positiva, desde el punto de vista del “sistema Italia” (muy predicado pero poco practicado), es el que está relacionado con los impresionantes trabajos para la ampliación del canal de Panamá: una fuerte, inteligente y transparente cooperación político-institucional y empresarial. Uno de los cuatro consorcios internacionales preseleccionados para la adjudicación de estas obras es de participación italiana.
Paradójicamente, el Gobierno del salvadoreño Saca ha obstaculizado de forma especial la inversión extranjera precisamente en el campo del desarrollo de fuentes de energía renovables (geotermia). Por su composición netamente de derechas y neoliberal, nadie esperaba esta acción por parte del presidente saliente del partido ARENA, intérprete de la versión más ortodoxa de una política que podríamos definir como tardo-liberal en todos los campos menos, casualmente, en el energético-geotérmico, donde ha adoptado en cambio medidas dignas de gobiernos hiperestatalistas. Muchas son las dudas que surgen acerca del carácter desinteresado de unas medidas que rozan la nacionalización. La empresa afectada por estas medidas, muy discutibles desde el punto de vista jurídico, es ENEL, a quien no le ha quedado más opción que recurrir al arbitraje aunque, por el contrario, estaría dispuesta a negociar y acoger exigencias genuinas del país (en el que está presente desde hace muchos años) y de su población. De hecho, para esta empresa las inversiones en El Salvador tienen un carácter estratégico en el cuadro de la expansión del sector geotérmico en otros países latinoamericanos: sería una gran oportunidad de crecimiento tecnológico y económico para el propio país centroamericano. Por tanto, el tema de las garantías jurídicas recíprocas en defensa de las inversiones extranjeras y de las realidades y poblaciones locales sigue en el candelero.
Estos aspectos han vuelto a cobrar actualidad a raíz de un acontecimiento que, aun sin estar relacionado con la problemática económica, ha abierto una compleja dialéctica jurídica y política entre Italia y Brasil: la concesión del estatus de “refugiado político” a un ex terrorista italiano, culpable de varios homicidios y otros delitos realizados en Italia en los años 70.
En otra perspectiva se encuadra la antigua cuestión de los bonos argentinos. Mientras en muchos otros países afectó sobre todo a las entidades más tuteladas (las sociedades financieras y los venture capital), en Italia llevó a la desesperación precisamente a los más indefensos, es decir, a 450.000 familias. Con esto se pone de relieve la gestión bastante discutible y a veces irregular, como muchas sentencias judiciales han empezado a confirmar, de los bancos italianos. Esto no mitiga las graves responsabilidades del Estado argentino, pero aún así, este acontecimiento fue muy poco ético: arrojar a miles de personas a una acción de arbitraje ante el ICSID contra un país –Argentina– sorteando descaradamente las responsabilidades de quienes –los bancos– habían cedido esos títulos tan arriesgados no a entidades financieras apropiadas, sino a personas, a menudo completamente desprovistas de conocimientos y tutela, e incluso no siempre informándoles de los riesgos que corrían, se asemeja bastante a un uso instrumental de una “masa de maniobra” ignorante. Recordemos, en efecto, que el default argentino fue en 2001 y que los plazos de prescripción para las posibles acciones legales contra los bancos cumplen a los 10 años. Los arbitrajes en el ICSID duran mucho y el año 2011 está cerca.
El reencuentro
En el marco de este esfuerzo por construir una política exterior a nivel no sólo gubernamental, sino de sistema-país hacia América Latina, tanto la internacionalización económica como la cooperación para el desarrollo, aún con sus obvias diferencias, nos han permitido utilizar los instrumentos europeos de asistencia exterior (en una renovada sinergia con España) de una manera más eficiente que los nacionales, por otro lado escasos. Al mismo tiempo, nos han permitido hacerlo con criterios y puntos de vista innovadores, como en el caso de los proyectos de cooperación transfronteriza Fronteras Abiertas. Como declaró en Santiago de Chile el presidente Giorgio Napolitano en su discurso de febrero de 2008, en la sede de CEPAL: “La cooperación transfronteriza no es una mera opción, sino que se configura como una genuina oportunidad para reducir y eliminar los posibles focos de tensión, así como para convertir las zonas fronterizas en trincheras avanzadas de construcción de paz, crecimiento y desarrollo”. Todas estas condiciones positivas, tanto objetivas como subjetivas, han cimentado la base de un reencuentro que, evidentemente, no sólo se ha construido sobre la simpatía recíproca y genérica que nos profesamos (que también existe y sirve), sino sobre ciertos “activos” sólidos de la acción italiana. Los resultados ya han salido a la luz.
Italia decidió entrar, como segundo país europeo después de España, en el accionariado de la CAF, por lo que en 2007 se firmó un Protocolo de acuerdo que establecía una aportación de 60 millones de dólares (que el Ministerio de Economía del actual Gobierno aún no ha distribuido). Aunque también tras España, pero por delante del resto de los países europeos, en 2007 Italia fue acogida como país invitado de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, en su edición de 2008.
Estos y otros resultados han sido fruto de la originalidad de nuestro acercamiento. Un acercamiento integrador, no sólo a nivel gubernamental, sino de sistema-país, que no ha discriminado “ideológicamente” entre los distintos países latinoamericanos, marcados por un amplio espectro de gobiernos políticamente muy diversos entre sí, sino que se ha dirigido a todos ellos. Los únicos factores discriminatorios han sido el respeto mutuo y la adhesión a los valores de democracia y salvaguarda de los derechos humanos y civiles fundamentales. Y los resultados son visibles: desde la invitación a las Cumbres Iberoamericanas hasta el apoyo a la entrada italiana en el Consejo de Seguridad y en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pasando por el apoyo a la moción para la moratoria a la pena de muerte y el apoyo determinante que los países latinoamericanos han conferido a la victoria de la candidatura italiana para que Milán acoja la Expo 2015.
También en lo que respecta al G8, del que Italia forma parte, se ha recibido una señal positiva con la implantación de la costumbre de celebrar reuniones periódicas en el IILA con los embajadores latinoamericanos, a quienes hemos proporcionado una constante información actualizada.
Asimismo, otro acontecimiento menos conocido pero igualmente significativo y apreciado por los países de América Latina, ha sido la “abstención activa” italiana en el enfrentamiento que estuvo a punto de desmembrar Latinoamérica: Guatemala, respaldada por EEUU, frente a Venezuela, apoyada por Cuba, para la entrada como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Italia fue el único país europeo que no votó a favor de Guatemala. El intenso trabajo político y diplomático, dirigido por el ministro D’Alema, que se llevó a cabo durante la segunda mitad de 2006 junto con Chile, Brasil, Perú, Ecuador, Panamá, Uruguay y Argentina y siempre manteniendo un contacto leal con Guatemala y Venezuela, evitó la ruptura y condujo a la decisión autónoma de la retirada de ambos candidatos y la elección, con un apoyo amplísimo, de un tercero: Panamá. Superados los momentos de mayor tensión con EEUU, la eficacia y corrección de la iniciativa italiana fue explícitamente reconocida, en un encuentro bilateral, por el mismo subsecretario de Estado de EEUU, Tom Shannon.
Próxima Conferencia Italia-América Latina
Con la pasada tercera edición de la Conferencia Italia-América Latina de octubre de 2007, nuestro país se ha dotado de un auténtico instrumento de política exterior hacia el subcontinente y de diálogo con las Cumbres Iberoamericanas. Así lo recordó significativamente la secretaria española de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, en su importante intervención en la III Conferencia. Este encuentro ha marcado una etapa absolutamente inédita en el diálogo euro-latinoamericano, reflejada a través de distintos rasgos: la presencia de toda la Italia política e institucional, comenzando por los presidentes del Senado y de la Cámara y por el jefe de Gobierno, así como de muchos exponentes de la oposición en ese momento; una participación a un nivel altísimo de todos los países latinoamericanos, empezando por Michelle Bachelet, presidenta de Chile, el ministro de la Presidencia de Brasil, una docena de ministros de Exteriores latinoamericanos, etc.; la participación de altos cargos del CAF y de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB); y la fuerte presencia política europea, tanto de la Comisión con la representación de Benita Ferrero-Waldner, como de muchos países miembros, entre los que destacan España, Portugal, Eslovenia, Alemania y Francia. Italia ha sido percibida como un nuevo sujeto, ya maduro y en cierto modo complementario con España, en las relaciones entre los países latinoamericanos y Europa. De este modo, espero que esta complementariedad pueda confirmarse y revalorizarse tanto con ocasión de la IV Conferencia, que tendrá lugar el próximo mes de octubre en Milán y donde esperamos una importante presencia española, como en la preparación de la Presidencia española de la UE.
Concretamente, para la próxima IV Conferencia se ha elegido un tema de gran importancia y actualidad: la integración latinoamericana, entendida como integración física y económica, como integración transfronteriza para el desarrollo local, como integración cultural y social y como integración política e institucional. Esperamos que a esta edición de la Conferencia acudan exponentes de todos los gobiernos y países latinoamericanos para entablar un diálogo verdadero y profundo con Italia y Europa. Al mismo tiempo, el encuentro celebrado el pasado 15 de enero en Madrid entre el subsecretario italiano de Exteriores para Latinoamérica, Enzo Scotti, y la secretaria española de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, ha confirmado el hecho de que el diálogo ítalo-español se considerará esencial también para esta cita. Este encuentro confirma que las políticas de Estado hacia Latinoamérica no sufrirán modificaciones con los cambios de Gobierno.
Desde mi perspectiva, otra confirmación significativa procede de la decisión del actual Gobierno italiano de acoger la propuesta del ex ministro D’Alema, creando un nuevo organismo, el Comité Consultivo para las Conferencias Italia-América Latina (una especie de pequeña “SEGIB italiana”), presidido por el representante del Gobierno, Enzo Scotti, pero coordinado por un exponente de la oposición como es el ex secretario para América Latina. Esto supone la confirmación de que en “esos 20 meses” no sólo se trabajó bien, sino que los nuevos responsables de la política exterior también lo han percibido y están dispuestos a revalorizar y continuar este trabajo con el enfoque de ese sistema-Italia tan a menudo invocado pero frecuentemente ignorado. Naturalmente habrá que estar atentos para evitar “regresos al pasado”, aunque indudablemente, las primeras acciones del subsecretario Scotti confirman esta tendencia positiva.
Conclusiones
Se dan todas las condiciones para que América Latina, nuestro “Extremo Occidente”, pueda presenciar el despegue de una fuerte colaboración, complementaria y con una pizca de sana competencia positiva, entre Italia y España, en una Europa que no siempre presta atención a esta importante realidad mundial. Al mismo tiempo, esta especie de tándem, similar al de Portugal, podría contribuir a estimular los intereses similares, y no solo económicos, hacia el subcontinente americano tanto de nuestros socios europeos, comenzando por Francia, Alemania y el Reino Unido, como de la UE en su conjunto. De este modo, la América Latina con presencia en Italia (a través de sus inmigrantes) y la Italia con presencia en América Latina (la extensa comunidad italiana compuesta por entre 20 y 30 millones de descendientes) podría configurarse como uno de los ejes de esta política.
Italia redescubre América Latina
Se pueden destacar dos noticias: la primera es que la relación entre Italia y los países latinoamericanos ha entrado en un ritmo dinámico e inédito con la integración de esta zona geográfica entre las prioridades de política exterior del Gobierno presidido por Romano Prodi y con Massimo D’Alema como ministro de Asuntos Exteriores. La segunda noticia es que, después de dos años de Gobierno de centroizquierda (mayo de 2006 a mayo de 2008), el actual Gobierno de centroderecha (ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, y Enzo Scotti como subsecretario de Estado para Latinoamérica), ha decidido no desmentir esta línea, una política que no estaba demasiado claro que siguieran.
En este punto, se puede afirmar legítimamente que el relanzamiento de Italia en Latinoamérica ha pasado de política de Gobierno a política de Estado, con el ilustre y alto apoyo incluso del presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien en varias ocasiones la ha ratificado. Así ocurrió, por ejemplo, en la sede de la presidencia de la República con ocasión del solemne discurso de diciembre de 2007 ante todo el Cuerpo Diplomático acreditado en Roma, o en la visita de Estado a Chile en febrero de 2008.
Así pues, estamos ante una novedosa política exterior que marca una nueva etapa en las relaciones entre Italia –y por lo tanto Europa– y Latinoamérica. Además, hecho significativo, no sólo con aquellos países (Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela) en los que desde hace dos siglos la presencia de la emigración italiana es fortísima –se dice que la ciudad italiana más grande es São Paulo–, sino con la totalidad de los países del subcontinente americano.
Muchos sectores de la sociedad italiana, desde la cooperación para el desarrollo hasta las empresas, pasando por las universidades y el mundo sindical, evidentemente no han esperado a que la política se “despertase” para localizar en Latinoamérica una referencia propia fundamental.
A pesar del retraso que acumulaban la política y las instituciones en este sentido, ya se habían dado algunos precedentes significativos, pero carentes de continuidad. El más importante fue, sin duda alguna, la intuición política de Amintore Fanfani, por entonces ministro de Asuntos Exteriores, quien en 1965 esbozó en Ciudad de México y más tarde, en 1966, creó en Roma el Instituto Italo-Latino Americano (IILA), ese valioso organismo internacional casi único en el panorama europeo.
Y fue en 2006, con ocasión del 40 aniversario del IILA cuando, en presencia del presidente napolitano y del maestro Carlos Fuentes, se ratificó la nueva política exterior italiana hacia Latinoamérica. Como declaró D’Alema en aquella ocasión: “una política exterior auténticamente italiana (y no de ésta o de aquella vertiente política), que ve en las relaciones con Latinoamérica uno de sus pilares imperecederos”.
La decisión de asignarme la subsecretaría de Estado para Latinoamérica ad hoc en mayo de 2006 confirmaba la voluntad política de que la acción italiana adquiriese un carácter estable y no episódico. Como exponente político del entonces partido de los Demócratas de Izquierda, desde hace más de 20 años siempre me había distinguido como un estudioso y un operador político italiano que trabajaba con y para Latinoamérica. Esto ayudó a clarificar la intención de mi asignación: llenar de contenidos y hacer duradera esta nueva política exterior dirigida al subcontinente. En el desempeño de mis labores como subsecretario de Estado, breve (20 meses) pero intenso, tuve la suerte de contar con un extraordinario respaldo y orientación política por parte de Massimo D’Alema, desde siempre muy sensible y activo hacia el área latinoamericana, así como con una excelente aportación científica e intelectual gracias a la actividad del Centro de Estudios de Política Internacional (CESPI) y de su director José Luis Rhi-Sausi. Además, toda la estructura diplomática italiana protagonizó una inteligente y abnegada activación, siendo muchos los estudiosos, académicos y especialistas que me aportaron un extraordinario apoyo con sus ideas y trabajos.
Presencia en todos los países y sintonía con España
En julio de 2006, a pocas semanas de la constitución del Gobierno y en la fase de preparación de un intenso programa de viajes por todos los países del área, tuve mi primer encuentro internacional en Madrid, no por casualidad, con el secretario de Estado Bernardino León, que entonces se ocupaba también de Latinoamérica. Posteriormente, con la creación de la Secretaría de Estado para Iberoamérica, la colaboración continuó con la colega y amiga Trinidad Jiménez. ¿Por qué España? Porque pensar en una estrategia de relanzamiento de la presencia italiana en América Latina sin una fuerte y constante colaboración con este país (sean cuales sean coyunturalmente nuestros respectivos Gobiernos) resultaría sencillamente imposible.
Nuestro mensaje fue bien acogido y las dos diplomacias pudieron colaborar con gran eficacia, cuyo fruto culminó con la importante decisión de invitar a Italia a la Cumbre Iberoamericana de Montevideo en 2006: por primera vez en su historia un país europeo no “ibérico” asistía como invitado. Este gesto quedó confirmado en 2007 en Santiago y en 2008 en San Salvador. Las consultas a nivel de Secretarías de Estado también se hicieron más frecuentes y los temas latinoamericanos empezaron a protagonizar los documentos oficiales de las cumbres anuales ítalo-españolas. Tanto el subsecretario, como en ciertos casos también distintos ministros, o incluso el presidente del Gobierno, visitaron todos los países del área, con la excepción de Cuba, por razones políticas relativas a la coherencia con la posición común europea. El presidente Prodi visitó Chile, además de Brasil, país con el que firmó un Acuerdo de colaboración estratégica. De manera adicional, Italia fundó el Tavolo Brasile, consiguiendo la implicación de todos los Ministerios, las Universidades, las empresas, la sociedad civil y el mundo laboral. El ministro D’Alema realizó visitas oficiales a Perú (hacía ya 22 años desde la visita del último ministro de Asuntos Exteriores italiano, Emilio Colombo), Brasil, Venezuela y Chile. Por su parte, la ministra de la Familia, Rosy Bindi, estuvo en Argentina y el ministro de Agricultura, Paolo De Castro, también en Brasil. En un solo año, en 2007, se registró un dato absolutamente excepcional: una decena de presidentes latinoamericanos visitaron Italia. Nos hemos convertido, a la estela de España, en una intersección imprescindible en las relaciones con Europa.
Estos pocos y escuetos datos ofrecen una clara idea de la gran cantidad de relaciones que se han ido subsanando tras años, y a veces incluso decenios, de escasa presencia política e institucional de Italia en estos países.
Temas de fondo y sujetos activos
Italia ha desempeñado un papel activo en el tema de la inmigración latinoamericana, a menudo en coordinación con España. Ha favorecido la creación de estructuras de agregación destinadas a salvaguardar y revalorizar las remesas como factor de desarrollo. Ejemplo de esto es la experiencia de la asociación Juntos por los Andes, que agrupa a una veintena de organizaciones de inmigrantes andinos en Italia y que está adquiriendo un compromiso decisivo en el tema de las remesas. Además de yo mismo en representación del Gobierno italiano, también participó en la constitución del Consorcio el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga, dando muestras de una gran sensibilidad.
La defensa de los derechos humanos ha sido una brújula estable, tanto en lo que respecta a Cuba como a México, Colombia y algunos otros países. Particularmente en el caso de Cuba, sin renunciar a la crítica hacia políticas represivas contra la disidencia, hemos sido el primer país junto con España en solicitar en una sede de la Unión que se cancelaran las anacrónicas sanciones europeas.
Se ha hecho del tema de la integración un eje central de la iniciativa política italiana: integración con la UE, relanzando el diálogo negociador con respecto a los Acuerdos de Asociación (particularmente con América Central) e interviniendo con propuestas puntuales sobre contenidos económico-sociales de los mandatos de negociación; e integración entre los países latinoamericanos a nivel económico e infraestructural, a nivel territorial y transfronterizo, a nivel cultural y a nivel político, prestando especial atención a experiencias inéditas como la de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En Centroamérica hemos puesto en marcha, iniciativa completada por el Gobierno actual, la definitiva entrada italiana en el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).
Se ha favorecido la intensa actividad de cooperación interuniversitaria: en este momento existen alrededor de 1.150 acuerdos entre universidades italianas y latinoamericanas. Del mismo modo, la Universidad de Bolonia cuenta con una sede estable en Buenos Aires. Se han ido desarrollando numerosas experiencias y actividades descentralizadas respecto a Roma y Milán: un ejemplo de ellas es la Casa de América de Génova. En esta línea, se han intentado reorganizar y apoyar las numerosas actividades a favor de América Latina organizadas por las Regiones italianas (sobre todo de Emilia-Romaña, Friuli, Liguria, Lombardía, las Marcas, Piamonte, Toscana y Umbría), decenas de Provincias y miles de Ayuntamientos.
Un instrumento eficaz a este respecto ha sido la participación de las representaciones de estos organismos en las Comisiones bilaterales mixtas (económicas y de cooperación), iniciativa que ha ido ganando presencia y calidad. De manera general, hemos intentado implicar a todas las entidades organizadas y activas de la sociedad civil: desde las asociaciones internacionales hasta las ONG de cooperación para el desarrollo, tanto laicas como religiosas.
Esta implicación se ha plasmado sobre todo en un gran asunto como las políticas públicas a favor de la cohesión social y de la inclusión de los estratos más marginados, de la lucha contra la pobreza y las desigualdades, del apoyo a las políticas de ampliación de los mercados internos favoreciendo, en lo posible, el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, la cooperación triangular y la descentralizada.
Mundo económico y laboral
Según los datos del Instituto Central de Estadística italiano (ISTAT), elaborados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, en 2007 Italia se colocó en el segundo puesto, sólo superada por Alemania, en cuanto a comercio con Latinoamérica. Además, por lo que respecta a Brasil, somos su tercer proveedor más importante, por detrás de Francia y Alemania.
Se ha dedicado una atención especial al mundo empresarial y laboral. Hemos favorecido el uso de los instrumentos de internacionalización de las pequeñas y medianas empresas italianas, renovándolos incluso en ocasiones: en Brasil, con el Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (SEBRAE), así como de manera general gracias a una intensa colaboración con el Ministerio de Comercio Internacional y con organismos financieros como la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). También se ha favorecido la sinergia con organismos públicos, como Italia Lavoro y de carácter privado, aunque relacionados con el sector terciario y las cooperativas, como Obiettivo Lavoro.
A pesar de un persistente retraso en el universo bancario y financiero (sector en el que España está en la vanguardia), la fuerte actividad institucional a favor de Latinoamérica ha captado la atención y el interés de grandes grupos empresariales como: FIAT, fuertemente arraigada en Brasil y Argentina (además, desde hace años ocupa el primer puesto en Brasil, tras superar a Volkswagen); Techint, sobre todo en México y Argentina; Pirelli, en Brasil desde hace 75 años; Telecom Italia, con una presencia estratégica y comprometida en Brasil y Argentina; Benetton; grandes empresas de construcción como Astaldi, Ghella e Impregilo, presentes y arraigadas en casi todos los países latinoamericanos; ENI, que ha resuelto el contencioso con Venezuela y ha iniciado los primeros contactos con Brasil; y ENEL, líder mundial de la producción eléctrica geotérmica y de toda una gama de energías renovables (presente en los países andinos y en Centroamérica y que, con la adquisición de la española ENDESA, se convierte en un actor energético fundamental en Latinoamérica).
Al mismo tiempo que se han resuelto algunos de los problemas, han surgido algunos otros de cierta gravedad en países que han revisado y reformulado sus políticas frente a las empresas y las inversiones extranjeras, como Bolivia y Venezuela. Concretamente en Bolivia, el asunto de la nacionalización de Entel (empresa en la que Telecom Italia posee una participación mayoritaria) ha lanzado una señal negativa objetiva hacia las inversiones extranjeras pues, a pesar de no intervenir las materias primas o los hidrocarburos, ha afectado a una empresa que había sabido hacer de la innovación y de la respuesta positiva a las exigencias de un territorio muy especial, su propia tarjeta de visita. En cambio, se han superado las antiguas dificultades surgidas entre las autoridades venezolanas y la italiana ENI, ratificando en Caracas una nueva colaboración gracias a un importante acuerdo en presencia del presidente Chávez y del entonces ministro de Exteriores D’Alema.
Otro ejemplo de sinergia positiva, desde el punto de vista del “sistema Italia” (muy predicado pero poco practicado), es el que está relacionado con los impresionantes trabajos para la ampliación del canal de Panamá: una fuerte, inteligente y transparente cooperación político-institucional y empresarial. Uno de los cuatro consorcios internacionales preseleccionados para la adjudicación de estas obras es de participación italiana.
Paradójicamente, el Gobierno del salvadoreño Saca ha obstaculizado de forma especial la inversión extranjera precisamente en el campo del desarrollo de fuentes de energía renovables (geotermia). Por su composición netamente de derechas y neoliberal, nadie esperaba esta acción por parte del presidente saliente del partido ARENA, intérprete de la versión más ortodoxa de una política que podríamos definir como tardo-liberal en todos los campos menos, casualmente, en el energético-geotérmico, donde ha adoptado en cambio medidas dignas de gobiernos hiperestatalistas. Muchas son las dudas que surgen acerca del carácter desinteresado de unas medidas que rozan la nacionalización. La empresa afectada por estas medidas, muy discutibles desde el punto de vista jurídico, es ENEL, a quien no le ha quedado más opción que recurrir al arbitraje aunque, por el contrario, estaría dispuesta a negociar y acoger exigencias genuinas del país (en el que está presente desde hace muchos años) y de su población. De hecho, para esta empresa las inversiones en El Salvador tienen un carácter estratégico en el cuadro de la expansión del sector geotérmico en otros países latinoamericanos: sería una gran oportunidad de crecimiento tecnológico y económico para el propio país centroamericano. Por tanto, el tema de las garantías jurídicas recíprocas en defensa de las inversiones extranjeras y de las realidades y poblaciones locales sigue en el candelero.
Estos aspectos han vuelto a cobrar actualidad a raíz de un acontecimiento que, aun sin estar relacionado con la problemática económica, ha abierto una compleja dialéctica jurídica y política entre Italia y Brasil: la concesión del estatus de “refugiado político” a un ex terrorista italiano, culpable de varios homicidios y otros delitos realizados en Italia en los años 70.
En otra perspectiva se encuadra la antigua cuestión de los bonos argentinos. Mientras en muchos otros países afectó sobre todo a las entidades más tuteladas (las sociedades financieras y los venture capital), en Italia llevó a la desesperación precisamente a los más indefensos, es decir, a 450.000 familias. Con esto se pone de relieve la gestión bastante discutible y a veces irregular, como muchas sentencias judiciales han empezado a confirmar, de los bancos italianos. Esto no mitiga las graves responsabilidades del Estado argentino, pero aún así, este acontecimiento fue muy poco ético: arrojar a miles de personas a una acción de arbitraje ante el ICSID contra un país –Argentina– sorteando descaradamente las responsabilidades de quienes –los bancos– habían cedido esos títulos tan arriesgados no a entidades financieras apropiadas, sino a personas, a menudo completamente desprovistas de conocimientos y tutela, e incluso no siempre informándoles de los riesgos que corrían, se asemeja bastante a un uso instrumental de una “masa de maniobra” ignorante. Recordemos, en efecto, que el default argentino fue en 2001 y que los plazos de prescripción para las posibles acciones legales contra los bancos cumplen a los 10 años. Los arbitrajes en el ICSID duran mucho y el año 2011 está cerca.
El reencuentro
En el marco de este esfuerzo por construir una política exterior a nivel no sólo gubernamental, sino de sistema-país hacia América Latina, tanto la internacionalización económica como la cooperación para el desarrollo, aún con sus obvias diferencias, nos han permitido utilizar los instrumentos europeos de asistencia exterior (en una renovada sinergia con España) de una manera más eficiente que los nacionales, por otro lado escasos. Al mismo tiempo, nos han permitido hacerlo con criterios y puntos de vista innovadores, como en el caso de los proyectos de cooperación transfronteriza Fronteras Abiertas. Como declaró en Santiago de Chile el presidente Giorgio Napolitano en su discurso de febrero de 2008, en la sede de CEPAL: “La cooperación transfronteriza no es una mera opción, sino que se configura como una genuina oportunidad para reducir y eliminar los posibles focos de tensión, así como para convertir las zonas fronterizas en trincheras avanzadas de construcción de paz, crecimiento y desarrollo”. Todas estas condiciones positivas, tanto objetivas como subjetivas, han cimentado la base de un reencuentro que, evidentemente, no sólo se ha construido sobre la simpatía recíproca y genérica que nos profesamos (que también existe y sirve), sino sobre ciertos “activos” sólidos de la acción italiana. Los resultados ya han salido a la luz.
Italia decidió entrar, como segundo país europeo después de España, en el accionariado de la CAF, por lo que en 2007 se firmó un Protocolo de acuerdo que establecía una aportación de 60 millones de dólares (que el Ministerio de Economía del actual Gobierno aún no ha distribuido). Aunque también tras España, pero por delante del resto de los países europeos, en 2007 Italia fue acogida como país invitado de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, en su edición de 2008.
Estos y otros resultados han sido fruto de la originalidad de nuestro acercamiento. Un acercamiento integrador, no sólo a nivel gubernamental, sino de sistema-país, que no ha discriminado “ideológicamente” entre los distintos países latinoamericanos, marcados por un amplio espectro de gobiernos políticamente muy diversos entre sí, sino que se ha dirigido a todos ellos. Los únicos factores discriminatorios han sido el respeto mutuo y la adhesión a los valores de democracia y salvaguarda de los derechos humanos y civiles fundamentales. Y los resultados son visibles: desde la invitación a las Cumbres Iberoamericanas hasta el apoyo a la entrada italiana en el Consejo de Seguridad y en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pasando por el apoyo a la moción para la moratoria a la pena de muerte y el apoyo determinante que los países latinoamericanos han conferido a la victoria de la candidatura italiana para que Milán acoja la Expo 2015.
También en lo que respecta al G8, del que Italia forma parte, se ha recibido una señal positiva con la implantación de la costumbre de celebrar reuniones periódicas en el IILA con los embajadores latinoamericanos, a quienes hemos proporcionado una constante información actualizada.
Asimismo, otro acontecimiento menos conocido pero igualmente significativo y apreciado por los países de América Latina, ha sido la “abstención activa” italiana en el enfrentamiento que estuvo a punto de desmembrar Latinoamérica: Guatemala, respaldada por EEUU, frente a Venezuela, apoyada por Cuba, para la entrada como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Italia fue el único país europeo que no votó a favor de Guatemala. El intenso trabajo político y diplomático, dirigido por el ministro D’Alema, que se llevó a cabo durante la segunda mitad de 2006 junto con Chile, Brasil, Perú, Ecuador, Panamá, Uruguay y Argentina y siempre manteniendo un contacto leal con Guatemala y Venezuela, evitó la ruptura y condujo a la decisión autónoma de la retirada de ambos candidatos y la elección, con un apoyo amplísimo, de un tercero: Panamá. Superados los momentos de mayor tensión con EEUU, la eficacia y corrección de la iniciativa italiana fue explícitamente reconocida, en un encuentro bilateral, por el mismo subsecretario de Estado de EEUU, Tom Shannon.
Próxima Conferencia Italia-América Latina
Con la pasada tercera edición de la Conferencia Italia-América Latina de octubre de 2007, nuestro país se ha dotado de un auténtico instrumento de política exterior hacia el subcontinente y de diálogo con las Cumbres Iberoamericanas. Así lo recordó significativamente la secretaria española de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, en su importante intervención en la III Conferencia. Este encuentro ha marcado una etapa absolutamente inédita en el diálogo euro-latinoamericano, reflejada a través de distintos rasgos: la presencia de toda la Italia política e institucional, comenzando por los presidentes del Senado y de la Cámara y por el jefe de Gobierno, así como de muchos exponentes de la oposición en ese momento; una participación a un nivel altísimo de todos los países latinoamericanos, empezando por Michelle Bachelet, presidenta de Chile, el ministro de la Presidencia de Brasil, una docena de ministros de Exteriores latinoamericanos, etc.; la participación de altos cargos del CAF y de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB); y la fuerte presencia política europea, tanto de la Comisión con la representación de Benita Ferrero-Waldner, como de muchos países miembros, entre los que destacan España, Portugal, Eslovenia, Alemania y Francia. Italia ha sido percibida como un nuevo sujeto, ya maduro y en cierto modo complementario con España, en las relaciones entre los países latinoamericanos y Europa. De este modo, espero que esta complementariedad pueda confirmarse y revalorizarse tanto con ocasión de la IV Conferencia, que tendrá lugar el próximo mes de octubre en Milán y donde esperamos una importante presencia española, como en la preparación de la Presidencia española de la UE.
Concretamente, para la próxima IV Conferencia se ha elegido un tema de gran importancia y actualidad: la integración latinoamericana, entendida como integración física y económica, como integración transfronteriza para el desarrollo local, como integración cultural y social y como integración política e institucional. Esperamos que a esta edición de la Conferencia acudan exponentes de todos los gobiernos y países latinoamericanos para entablar un diálogo verdadero y profundo con Italia y Europa. Al mismo tiempo, el encuentro celebrado el pasado 15 de enero en Madrid entre el subsecretario italiano de Exteriores para Latinoamérica, Enzo Scotti, y la secretaria española de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, ha confirmado el hecho de que el diálogo ítalo-español se considerará esencial también para esta cita. Este encuentro confirma que las políticas de Estado hacia Latinoamérica no sufrirán modificaciones con los cambios de Gobierno.
Desde mi perspectiva, otra confirmación significativa procede de la decisión del actual Gobierno italiano de acoger la propuesta del ex ministro D’Alema, creando un nuevo organismo, el Comité Consultivo para las Conferencias Italia-América Latina (una especie de pequeña “SEGIB italiana”), presidido por el representante del Gobierno, Enzo Scotti, pero coordinado por un exponente de la oposición como es el ex secretario para América Latina. Esto supone la confirmación de que en “esos 20 meses” no sólo se trabajó bien, sino que los nuevos responsables de la política exterior también lo han percibido y están dispuestos a revalorizar y continuar este trabajo con el enfoque de ese sistema-Italia tan a menudo invocado pero frecuentemente ignorado. Naturalmente habrá que estar atentos para evitar “regresos al pasado”, aunque indudablemente, las primeras acciones del subsecretario Scotti confirman esta tendencia positiva.
Conclusiones
Se dan todas las condiciones para que América Latina, nuestro “Extremo Occidente”, pueda presenciar el despegue de una fuerte colaboración, complementaria y con una pizca de sana competencia positiva, entre Italia y España, en una Europa que no siempre presta atención a esta importante realidad mundial. Al mismo tiempo, esta especie de tándem, similar al de Portugal, podría contribuir a estimular los intereses similares, y no solo económicos, hacia el subcontinente americano tanto de nuestros socios europeos, comenzando por Francia, Alemania y el Reino Unido, como de la UE en su conjunto. De este modo, la América Latina con presencia en Italia (a través de sus inmigrantes) y la Italia con presencia en América Latina (la extensa comunidad italiana compuesta por entre 20 y 30 millones de descendientes) podría configurarse como uno de los ejes de esta política.
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