Carlos Huneeus
La Concertación por la Democracia, la coalición de centro-izquierda formada por el PDC, el PS, el partido por la Democracia (PPD) y el partido Radical Social Demócrata (PRSD), que dirigió el poder ejecutivo desde el fin del régimen militar en 1990 con cuatro presidentes consecutivos, perdió las elecciones presidenciales en el balotaje frente a Sebastián Piñera, candidato de la Coalición por el Cambio, formada por RN y la UDI, y del pequeño partido Chile Primero. Pese a que la diferencia fue estrecha, Piñera se impuso en 11 de las 16 regiones del país, incluso en la metropolitana, la más populosa, y en las del Bío-Bío y Magallanes, que tienen una larga tradición de voto de izquierda. Por primera vez desde 1958, la derecha llega a La Moneda. Entonces lo había hecho Jorge Alessandri, apoyado por liberales y conservadores, quien recibió apenas un 31,6% de los votos, siendo ratificado luego por el congreso para llegar a La Moneda. Sin las disputas del pasado entre la UDI y RN y con una hábil campaña, la oposición construyó una alternativa electoral muy potente, que le permitió este triunfo.
Piñera, un acaudalado hombre de negocios –con inversiones en diversos sectores, que incluye el control de un canal de TV, Chilevisión, es accionista mayoritario de la compañía aérea LAN y de Colo-Colo, el más popular y exitoso club de fútbol del país–, fue senador (1990-1998) y presidente de RN (2001-2004). Fue candidato presidencial en 2005, tras derrotar en la primera vuelta al postulante de la UDI, Joaquín Lavín. Éste había sido abanderado único de la oposición en 1999. Piñera fue derrotado por Michelle Bachelet en el balotaje de enero del 2006. A diferencia de los anteriores postulantes presidenciales de la derecha, Piñera no apoyó al régimen de Pinochet, votando “no” en los plebiscitos convocados para consolidar el poder del general (1978, 1980 y 1988). Esta biografía favoreció a la candidatura de la derecha, que también contaba con dirigentes que apoyaron y participaron en el régimen militar, especialmente los de la UDI.
Piñera obtuvo una cómoda posición en la primera vuelta del 13 de diciembre, mientras Frei quedó muy debilitado. Para ganar en segunda vuelta, Piñera necesita sólo seis puntos y Frei más de 20, que esperó obtener de los votos recibidos por Jorge Arrate, quien volcó su respaldo a su favor, y una gran mayoría de los obtenidos por Marco Enríquez-Ominami. Esto último era un objetivo difícil de lograr porque Enríquez-Ominami impulsó una campaña electoral extraordinariamente dura contra Frei y la Concertación. Jorge Arrate obtuvo un 6,2% de los votos. Fue presidente del PS y ex ministro de los gobiernos de Patricio Aylwin (1990-1994) y Frei Ruiz-Tagle, y tuvo un destacado papel en la renovación del PS durante el régimen militar. Enríquez-Ominami alcanzó un 20,1% y es diputado.
Este resultado ocurre después de una campaña electoral opaca en contenidos, sin debates sobre las alternativas a los grandes problemas del país, más allá de sus conocidos logros políticos y económicos, como la precariedad en el trabajo, las bajas remuneraciones de los asalariados, “las escandalosas desigualdades”, las carencias de la educación pública, incluida la superior, las deficiencias de calidad de vida de los sectores populares, y otros.
La Concertación también tuvo un mal resultado en las elecciones parlamentarias. En la cámara baja (120 diputados, elegidos en 60 distritos), que se renovó enteramente, los partidos oficialistas recibieron un 40,3%, casi 12 puntos menos que los alcanzados en los comicios de 2005 y vieron desplomada su bancada de 65 diputados a 54. La Concertación hizo un pacto con el PC para terminar con la exclusión a que lo condenaba el sistema electoral binominal, cediéndole un cupo de parlamentarios en nueve distritos, logrando elegir tres diputados: Guillermo Teillier, presidente del partido, Lautaro Carmona, secretario general, y Hugo Gutiérrez, conocido abogado de derechos humanos. Este acuerdo electoral no tuvo ventajas electorales para la Concertación, pues su lista perdió un quinto de los votos logrados por ambas coaliciones en los nueve distritos en los que hubo candidatos del PC: de los 495.489 votos obtenidos por ambas coaliciones en 2005 se bajó a 399.334 en 2009, una disminución de 96.155 electores. Tampoco se logró doblar la lista de la derecha, como indicaba previamente la suma de los votos de los dos grupos, necesarios para obtener los dos diputados de la circunscripción, demostrando que los resultados de los pactos electorales son más complejos que la suma estática de sus votantes anteriores. Este acuerdo fue empleado por Piñera y la Coalición contra la candidatura de Frei, impulsando un anticomunismo de larga tradición en Chile.
La oposición, por el contrario, aumentó su votación en más de cuatro puntos, con un 43,4%, una cifra similar a la alcanzada por su candidato presidencial, eligiendo 58 diputados, aunque sin lograr la mayoría de la cámara baja. Sin embargo, hay dos diputados independientes que pueden apoyar al nuevo gobierno. Favorecido por las divisiones en los partidos de la Concertación, la derecha evitó los seis doblajes que aquella obtuvo en las anteriores elecciones, cuando pudo elegir ambos diputados en cada uno de ellos, lo que le dio la mayoría en la cámara baja y, además, conservó el único diputado en el distrito de Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea que había conseguido desde 1993, a pesar de la postulación de un nieto del general Augusto Pinochet.
La UDI se confirmó como el principal partido, obteniendo el 24,59% de los votos en las elecciones de diputados. Eligió 40 diputados, el 33% de los escaños, y fue la lista más beneficiada por el sistema binominal en la Cámara baja, pues el PDC lo fue en el Senado. RN logró aumentar su peso electoral, favorecido por el liderazgo de Piñera. Con un 18% –un aumento de casi cuatro puntos–, eligió 18 diputados, un bajo número que debe entenderse por otros motivos, como haber cedido nueve cupos a candidatos de Chile Primero, lo que le impidió elegir más diputados.
El PDC obtuvo un 14,2% de los votos, una caída de siete puntos, obteniendo 19 diputados, recuperando los cinco perdidos por las renuncias al partido el año 2008. El PPD tiene 12,6%, con 18 diputados, incluyendo al presidente del partido. El PS, con 9,9%, eligió 11 diputados y el PRSD figura con 3,8% y cinco diputados. Dos nuevas colectividades han ingresado a la Cámara baja, cada una de las cuales eligió tres diputados: el Partido Regionalista Independiente (PRI) y el Partido Comunista (PC). El primero reeligió dos diputados que habían renunciado en 2008 al PDC, Pedro Araya y Alejandra Sepúlveda, elegidos en 2005 con una alta votación. También logró elegir al ex alcalde de Illapel, Luis Lemus (ex PS), impidiendo, además, el doblaje de la Concertación. Este es un desempeño notable porque logró superar la barrera del binominal, algo que ningún otro grupo político había conseguido antes, con la excepción en los años 90 del ex candidato presidencial Francisco Javier Errázuriz, en 1989, y la Unión de Centro Centro (UCC).
En el Senado, que se renueva por mitades –18 de 38 senadores–, la Concertación eligió un senador en cada una de las nueve circunscripciones: cuatro del PDC, tres del PPD y dos del PS. También la Coalición por el Cambio eligió nueve senadores, tres de la UDI y seis de RN, lo que compensó su menor desempeño en diputados. Las principales bancadas serán las de RN y el PDC, con nueve senadores cada una; la UDI tendrá ocho, cinco el PS, cuatro el PPD y uno el PRSD, con un senador independiente, que apoya a la Coalición, Carlos Bianchi, y otro de izquierda, que estará en la oposición, Alejandro Navarro.
Es interesante señalar que hubo un diverso nivel de competencia entre los partidos en los comicios al Senado, siendo más limitada entre los candidatos de RN y la UDI en varias circunscripciones, e ilimitada entre los de la Concertación. En cuatro circunscripciones, RN y la UDI no competieron y si lo hicieron en las otras cinco, siendo muy intensa en las dos circunscripciones de la V región (Costa y Cordillera). En una de ellas fue derrotado Joaquín Lavín (UDI), por el joven diputado Francisco Chauán (RN). Lavín fue candidato presidencial en 1999 (estuvo a 31.000 votos de derrotar a Ricardo Lagos) y en 2005. Su derrota puso de manifiesto las limitaciones del poder electoral de la organización partidaria de la UDI, que también falló en su intento de derrotar a presidente de Cámara, Rodrigo Álvarez, en un distrito de Santiago.
La competencia entre los candidatos de la Concertación tuvo un importante cambio respecto de las anteriores elecciones senatoriales, ya que se había puesto fin al pacto entre el PS/PPD/PRSD, que concurrían con un candidato común apoyado por los tres partidos para enfrentar al postulante del PDC, que luchaba solo. Este cambio benefició al PDC que logró elegir cuatro senadores. De este modo, en marzo se convertirá en la bancada más fuerte de la Cámara alta, pues ya cuenta con otros cinco senadores elegidos en 2005. El PS, por el contrario, fue perjudicado, porque perdió dos senadores que fueron a la reelección (Jaime Gazmuri y Jaime Naranjo).
Explicaciones del resultado presidencial
El resultado de las elecciones presidenciales se explica por múltiples factores, entre los que sobresale el coste de los 20 años de dirigir el poder ejecutivo en forma ininterrumpida. La alternancia de los gobiernos se produce más bien por la derrota de los partidos oficialistas y del gobierno que termina, generalización válida en este caso, sin desconocer la exitosa política de la oposición. Los costes de dirigir el gobierno tuvieron una orientación especial durante la administración de Michelle Bachelet, que privilegió el fortalecimiento de la figura de la presidenta durante el año electoral. Este objetivo tuvo éxito a corto plazo porque alcanzó en las encuestas una altísima popularidad, de hasta el 80%. Existía el convencimiento de que ello ayudaría al candidato del oficialismo y a los postulantes al Congreso. Sin embargo, tuvo consecuencias adversas para la postulación presidencial, que le costó adquirir menor visibilidad en un contexto de gran actividad presidencial. Una mayoría de los candidatos oficialistas a ambas Cámaras, incluso del PDC, privilegiaron a la presidenta en su propaganda y dejaron en segundo plano al candidato Frei. Se instaló a Bachelet en medio de la campaña, hasta el extremo de que la encuesta de la firma Imaginacción,cercana al gobierno,medía los atributos de los candidatos y de la presidenta, y ella los aventajó a todos. Bachelet privilegió la jefatura de Estado, se mantuvo alejada de la campaña, sin intervenir en los temas controvertidos y mantuvo un estilo de liderazgo despolitizado, que apeló más bien a sus atributos personales que a recursos políticos, lo que le permitió captar la simpatía de los ciudadanos, incluso de los de oposición (un 60% de los votantes de Piñera aprobaban su gestión). Desde La Moneda no se vio que ese tipo de popularidad era personal e intransferible y carecía de componentes políticos para beneficiar a Frei.
En segundo lugar, los partidos oficialistas estaban muy debilitados, con rupturas desde 2006 por conflictos internos que los dañaron, con senadores que los abandonaron, dos de los cuales se sumaron a la oposición. Las rupturas comenzaron en el PPD, cuando el senador Fernando Flores abandonó la colectividad acompañado de un diputado y algunos dirigentes y militantes en señal de protesta al considerar haber sido perjudicado en las elecciones a presidente de su partido. La Concertación perdió la mayoría en el Senado que había obtenido por primera vez en 2005. La directiva del partido expulsó a Jorge Schaulsohn, uno de sus fundadores, que fue su presidente y de la cámara de diputados. Todos ellos formaron un nuevo partido, Chileprimero, que apoyó a Piñera.
En 2007, el senador Adolfo Zaldívar, ex presidente del PDC, fue expulsado del partido y con él renunciaron cinco diputados, privando a la Concertación de la mayoría que tenía en la cámara baja desde 1990. Este hecho permitió a la oposición aprobar la acusación constitucional que había presentado contra la ministra de Educación, Yasna Provoste (PDC), por irregularidades encontradas por la Contraloría en su Ministerio, siendo luego destituida por el Senado.
En el PS la situación fue más grave, al ser el partido de la presidenta Bachelet. Ahí renunciaron dos senadores, Alejandro Navarro y Carlos Ominami, padre del diputado Enríquez-Ominami, al igual que el ex ministro y ex presidente de la colectividad, Jorge Arrate. Las divisiones en el oficialismo continuaron en las elecciones municipales de 2008, cuando el PPD, para detener la sangría de dirigentes a ChilePrimero, formó, junto al Partido Radical Social Demócrata (PRSD), una lista de candidatos a concejales separada de la lista de la Concertación, que estuvo formada por el PS y el PDC. Por primera vez la coalición acudió dividida a una elección, alentando la postulación de candidatos a alcaldes “descolgados” de la Concertación, que fueron en listas independientes, resultando varios elegidos. Pese a que la Concertación fue unida a las elecciones de alcalde (realizadas en forma separada, aunque simultáneamente a la de concejales), obtuvo un mal resultado, perdiendo ante la oposición las alcaldías de todas las ciudades que eran capitales de regiones, con excepción de dos.
En un ambiente de conflictos y divisiones se llegó a la nominación del candidato común de la Concertación, que se realizaron por primarias que fueron realizadas sin demasiado rigor. El ex presidente Ricardo Lagos declinó postular y similar decisión adoptó José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), los precandidatos de la izquierda de la Concertación. Frei lazó su postulación en 2008 en el PDC, obteniéndola y declaró su disposición a participar en las primarias de la Concertación. Tras ser proclamado por el PDC, el PS y el PPD, Frei compitió con el presidente del PRSD, el senador José Antonio Gómez, en primarias abiertas de la Concertación en dos regiones, en las cuales se impuso aquel.
En tercer lugar, el senador Frei, como candidato presidencial, cometió errores, en los que destaca haberse negado a la designación de un jefe de campaña, que le hubiera permitido dar unidad y eficacia a su comando, características que faltaron, pues hubo desorden entre los integrantes de su comando y los dirigentes de los partidos de la Concertación que trascendieron a la opinión pública. Además, Frei no cuidó la formulación de una propuesta programática de futuro, enfatizando la continuidad de las políticas impulsadas por el gobierno Bachelet, lo cual reafirmaba que su postulación miraba más al pasado, la principal crítica de la oposición por haber sido ex presidente. Y no supo enfrentarse oportunamente a la candidatura de Enríquez-Ominami, que apeló a los jóvenes y a los partidarios de la Concertación desencantados con los partidos.
La derrota de la Concertación no se explica sin la candidatura presidencial de Enríquez-Ominami, que aprovechó con habilidad el vacío de poder constituido por el mal estado en que se encontraban los partidos oficialistas. Es un joven diputado de 36 años, con una breve biografía política iniciada cuatro años antes al ganar un escaño en uno de los distritos de la circunscripción de su padre, Carlos Ominami (PS). Sin haberse destacado en el PS ni en el Congreso, su fuerza electoral surgió de su voluntad de enfrentarse a la Concertación y a Frei, contando con el apoyo económico de un conocido hombre de negocios, Max Marambio, que había pertenecido al MIR en su juventud y que formó su fortuna en la Cuba de Fidel Castro, de la prensa escrita, de lo cual se hizo eco la televisión, en la que su esposa es una destacada personalidad, y de sectores de derecha, que vieron en su postulación una manera de debilitar a Frei y beneficiar la opción de Piñera.
Conclusión
Las perspectivas
El nuevo presidente, Sebastián Piñera, que asumirá el 11 de marzo de 2010, tendrá una difícil tarea, aunque es un hombre extraordinariamente inteligente y tiene experiencia política. En primer lugar, estará en minoría en el Congreso. Esta es una situación política similar a sus cuatro antecesores, que llevó a los presidentes Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet a entenderse con la oposición, debiendo abandonar una parte de su programa. Piñera ha admitido esta realidad al sostener que impulsará una “democracia de los acuerdos”, término acuñado por RN cuando apoyó proyectos de leyes durante la administración del presidente Aylwin. El PDC y el PS han manifestado que harán una oposición constructiva, que anticipa la continuidad de la política de acuerdos entre el ejecutivo y la oposición y hacen que Chile tenga una democracia de consenso, en la nomenclatura de Arend Lijphart.
Es difícil, en segundo lugar, por la fragmentación del sistema de partidos producido en el último tiempo como consecuencia de las rupturas ocurridas en tres colectividades oficialistas y por el debilitamiento organizativo de éstas, con una menor cohesión de sus bancadas en el congreso. Las manifestaciones del debilitamiento de los partidos oficialistas son elocuentes: su afiliación se ha desplomado; no hay renovación de sus dirigentes; su presencia en el movimiento estudiantil de las principales universidades del país es baja; tampoco están presentes en el movimiento sindical; y, por último, pero no menos importante, han descuidado las ideas, sin ofrecer propuestas de solución a los principales problemas del país.
Es difícil, en tercer lugar, porque durante la campaña hizo grandes promesas, difíciles, cuando no imposibles de alcanzar, como un millón de empleos en cuatro años. Ha declarado que gobernará con una eficacia superior a sus predecesores, demostrada estos días con una frenética actividad en términos de reuniones de trabajo y encuentros con ciudadanos. Sin embargo, los desafíos que afronta Chile requieren cambios institucionales que suponen una cuidadosa elaboración, que requieren tiempo. Piñera tendrá que acostumbrarse al hecho de que los tiempos de la política son distintos a los del mundo de los negocios al que él perteneció. Los acuerdos en el congreso serán más difíciles por la fragmentación del sistema de partidos, con ocho colectividades que tienen representación, número que corresponde al pluralismo polarizado de Giovanni Sartori, aunque la distancia ideológica entre ellos es muy baja. Sin embargo, los partidos de la Concertación durante un tiempo no tendrán la cohesión para actuar con efectividad, pues deberán definir su nuevo papel de estar en la oposición después de 20 años.
Piñera ha anunciado que hará un gobierno para todos los chilenos, que indica que más allá de ser él un exitoso hombre de negocios, impulsará una agenda tomando en cuenta los intereses de todo el país. En los dos últimos gobiernos ha habido una excesiva influencia de los grandes empresarios en la agenda pública, que se puede explicar por el interés de los dos presidentes (Lagos y Bachelet) por romper las desconfianzas del mundo empresarial hacia la izquierda. Esta justificación no existe y se da un nuevo escenario y puede ocurrir que una administración de derecha y con Piñera impulse una política de menos concesiones a los grandes empresarios y más al trabajo, que le den la posibilidad de ampliar su apoyo electoral en los sectores centristas.
Los partidos de la Concertación también se enfrentan a dificultades, que pueden obstaculizar la acción del nuevo gobierno. Habrá una primera fase de recriminaciones sobre las causas de la derrota y no será fácil que definan a breve plazo una posición común que permita impulsar una oposición efectiva. Cada uno afronta severos problemas: las fuerzas centrífugas en el PS, el debilitamiento organizativo y programático del PDC, la fragilidad organizativa y la alta personalización en el PPD y la baja presencia electoral del PRSD. La renovación de sus directivas requerirá que den un paso al lado quienes han estado en posiciones de gobierno, en el congreso o en sus direcciones, lo que será complejo. Porque fue una coalición formada para restablecer la democracia y apoyar al gobierno, en la oposición deberá encontrar otras fuentes que le den legitimidad para actuar. La definición de una política común que le dé continuidad está facilitada por dos fuertes incentivos institucionales: el sistema electoral binominal, que presiona por la cooperación entre los partidos en las elecciones parlamentarias, y el balotaje, que obliga al acuerdo en la competencia presidencial. Los partidos de la Concertación tienen una larga historia y una importante base electoral que les permitirá seguir teniendo un enorme poder e influencia en el sistema político. Y si quieren ser una alternativa de poder, tendrán que buscar una política que combine los intereses de cada uno (su diversidad, que fue el arco iris), con una estrategia común, que atienda a otros objetivos, desarrollando una oposición inteligente con el nuevo gobierno.
La Concertación por la Democracia, la coalición de centro-izquierda formada por el PDC, el PS, el partido por la Democracia (PPD) y el partido Radical Social Demócrata (PRSD), que dirigió el poder ejecutivo desde el fin del régimen militar en 1990 con cuatro presidentes consecutivos, perdió las elecciones presidenciales en el balotaje frente a Sebastián Piñera, candidato de la Coalición por el Cambio, formada por RN y la UDI, y del pequeño partido Chile Primero. Pese a que la diferencia fue estrecha, Piñera se impuso en 11 de las 16 regiones del país, incluso en la metropolitana, la más populosa, y en las del Bío-Bío y Magallanes, que tienen una larga tradición de voto de izquierda. Por primera vez desde 1958, la derecha llega a La Moneda. Entonces lo había hecho Jorge Alessandri, apoyado por liberales y conservadores, quien recibió apenas un 31,6% de los votos, siendo ratificado luego por el congreso para llegar a La Moneda. Sin las disputas del pasado entre la UDI y RN y con una hábil campaña, la oposición construyó una alternativa electoral muy potente, que le permitió este triunfo.
Piñera, un acaudalado hombre de negocios –con inversiones en diversos sectores, que incluye el control de un canal de TV, Chilevisión, es accionista mayoritario de la compañía aérea LAN y de Colo-Colo, el más popular y exitoso club de fútbol del país–, fue senador (1990-1998) y presidente de RN (2001-2004). Fue candidato presidencial en 2005, tras derrotar en la primera vuelta al postulante de la UDI, Joaquín Lavín. Éste había sido abanderado único de la oposición en 1999. Piñera fue derrotado por Michelle Bachelet en el balotaje de enero del 2006. A diferencia de los anteriores postulantes presidenciales de la derecha, Piñera no apoyó al régimen de Pinochet, votando “no” en los plebiscitos convocados para consolidar el poder del general (1978, 1980 y 1988). Esta biografía favoreció a la candidatura de la derecha, que también contaba con dirigentes que apoyaron y participaron en el régimen militar, especialmente los de la UDI.
Piñera obtuvo una cómoda posición en la primera vuelta del 13 de diciembre, mientras Frei quedó muy debilitado. Para ganar en segunda vuelta, Piñera necesita sólo seis puntos y Frei más de 20, que esperó obtener de los votos recibidos por Jorge Arrate, quien volcó su respaldo a su favor, y una gran mayoría de los obtenidos por Marco Enríquez-Ominami. Esto último era un objetivo difícil de lograr porque Enríquez-Ominami impulsó una campaña electoral extraordinariamente dura contra Frei y la Concertación. Jorge Arrate obtuvo un 6,2% de los votos. Fue presidente del PS y ex ministro de los gobiernos de Patricio Aylwin (1990-1994) y Frei Ruiz-Tagle, y tuvo un destacado papel en la renovación del PS durante el régimen militar. Enríquez-Ominami alcanzó un 20,1% y es diputado.
Este resultado ocurre después de una campaña electoral opaca en contenidos, sin debates sobre las alternativas a los grandes problemas del país, más allá de sus conocidos logros políticos y económicos, como la precariedad en el trabajo, las bajas remuneraciones de los asalariados, “las escandalosas desigualdades”, las carencias de la educación pública, incluida la superior, las deficiencias de calidad de vida de los sectores populares, y otros.
La Concertación también tuvo un mal resultado en las elecciones parlamentarias. En la cámara baja (120 diputados, elegidos en 60 distritos), que se renovó enteramente, los partidos oficialistas recibieron un 40,3%, casi 12 puntos menos que los alcanzados en los comicios de 2005 y vieron desplomada su bancada de 65 diputados a 54. La Concertación hizo un pacto con el PC para terminar con la exclusión a que lo condenaba el sistema electoral binominal, cediéndole un cupo de parlamentarios en nueve distritos, logrando elegir tres diputados: Guillermo Teillier, presidente del partido, Lautaro Carmona, secretario general, y Hugo Gutiérrez, conocido abogado de derechos humanos. Este acuerdo electoral no tuvo ventajas electorales para la Concertación, pues su lista perdió un quinto de los votos logrados por ambas coaliciones en los nueve distritos en los que hubo candidatos del PC: de los 495.489 votos obtenidos por ambas coaliciones en 2005 se bajó a 399.334 en 2009, una disminución de 96.155 electores. Tampoco se logró doblar la lista de la derecha, como indicaba previamente la suma de los votos de los dos grupos, necesarios para obtener los dos diputados de la circunscripción, demostrando que los resultados de los pactos electorales son más complejos que la suma estática de sus votantes anteriores. Este acuerdo fue empleado por Piñera y la Coalición contra la candidatura de Frei, impulsando un anticomunismo de larga tradición en Chile.
La oposición, por el contrario, aumentó su votación en más de cuatro puntos, con un 43,4%, una cifra similar a la alcanzada por su candidato presidencial, eligiendo 58 diputados, aunque sin lograr la mayoría de la cámara baja. Sin embargo, hay dos diputados independientes que pueden apoyar al nuevo gobierno. Favorecido por las divisiones en los partidos de la Concertación, la derecha evitó los seis doblajes que aquella obtuvo en las anteriores elecciones, cuando pudo elegir ambos diputados en cada uno de ellos, lo que le dio la mayoría en la cámara baja y, además, conservó el único diputado en el distrito de Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea que había conseguido desde 1993, a pesar de la postulación de un nieto del general Augusto Pinochet.
La UDI se confirmó como el principal partido, obteniendo el 24,59% de los votos en las elecciones de diputados. Eligió 40 diputados, el 33% de los escaños, y fue la lista más beneficiada por el sistema binominal en la Cámara baja, pues el PDC lo fue en el Senado. RN logró aumentar su peso electoral, favorecido por el liderazgo de Piñera. Con un 18% –un aumento de casi cuatro puntos–, eligió 18 diputados, un bajo número que debe entenderse por otros motivos, como haber cedido nueve cupos a candidatos de Chile Primero, lo que le impidió elegir más diputados.
El PDC obtuvo un 14,2% de los votos, una caída de siete puntos, obteniendo 19 diputados, recuperando los cinco perdidos por las renuncias al partido el año 2008. El PPD tiene 12,6%, con 18 diputados, incluyendo al presidente del partido. El PS, con 9,9%, eligió 11 diputados y el PRSD figura con 3,8% y cinco diputados. Dos nuevas colectividades han ingresado a la Cámara baja, cada una de las cuales eligió tres diputados: el Partido Regionalista Independiente (PRI) y el Partido Comunista (PC). El primero reeligió dos diputados que habían renunciado en 2008 al PDC, Pedro Araya y Alejandra Sepúlveda, elegidos en 2005 con una alta votación. También logró elegir al ex alcalde de Illapel, Luis Lemus (ex PS), impidiendo, además, el doblaje de la Concertación. Este es un desempeño notable porque logró superar la barrera del binominal, algo que ningún otro grupo político había conseguido antes, con la excepción en los años 90 del ex candidato presidencial Francisco Javier Errázuriz, en 1989, y la Unión de Centro Centro (UCC).
En el Senado, que se renueva por mitades –18 de 38 senadores–, la Concertación eligió un senador en cada una de las nueve circunscripciones: cuatro del PDC, tres del PPD y dos del PS. También la Coalición por el Cambio eligió nueve senadores, tres de la UDI y seis de RN, lo que compensó su menor desempeño en diputados. Las principales bancadas serán las de RN y el PDC, con nueve senadores cada una; la UDI tendrá ocho, cinco el PS, cuatro el PPD y uno el PRSD, con un senador independiente, que apoya a la Coalición, Carlos Bianchi, y otro de izquierda, que estará en la oposición, Alejandro Navarro.
Es interesante señalar que hubo un diverso nivel de competencia entre los partidos en los comicios al Senado, siendo más limitada entre los candidatos de RN y la UDI en varias circunscripciones, e ilimitada entre los de la Concertación. En cuatro circunscripciones, RN y la UDI no competieron y si lo hicieron en las otras cinco, siendo muy intensa en las dos circunscripciones de la V región (Costa y Cordillera). En una de ellas fue derrotado Joaquín Lavín (UDI), por el joven diputado Francisco Chauán (RN). Lavín fue candidato presidencial en 1999 (estuvo a 31.000 votos de derrotar a Ricardo Lagos) y en 2005. Su derrota puso de manifiesto las limitaciones del poder electoral de la organización partidaria de la UDI, que también falló en su intento de derrotar a presidente de Cámara, Rodrigo Álvarez, en un distrito de Santiago.
La competencia entre los candidatos de la Concertación tuvo un importante cambio respecto de las anteriores elecciones senatoriales, ya que se había puesto fin al pacto entre el PS/PPD/PRSD, que concurrían con un candidato común apoyado por los tres partidos para enfrentar al postulante del PDC, que luchaba solo. Este cambio benefició al PDC que logró elegir cuatro senadores. De este modo, en marzo se convertirá en la bancada más fuerte de la Cámara alta, pues ya cuenta con otros cinco senadores elegidos en 2005. El PS, por el contrario, fue perjudicado, porque perdió dos senadores que fueron a la reelección (Jaime Gazmuri y Jaime Naranjo).
Explicaciones del resultado presidencial
El resultado de las elecciones presidenciales se explica por múltiples factores, entre los que sobresale el coste de los 20 años de dirigir el poder ejecutivo en forma ininterrumpida. La alternancia de los gobiernos se produce más bien por la derrota de los partidos oficialistas y del gobierno que termina, generalización válida en este caso, sin desconocer la exitosa política de la oposición. Los costes de dirigir el gobierno tuvieron una orientación especial durante la administración de Michelle Bachelet, que privilegió el fortalecimiento de la figura de la presidenta durante el año electoral. Este objetivo tuvo éxito a corto plazo porque alcanzó en las encuestas una altísima popularidad, de hasta el 80%. Existía el convencimiento de que ello ayudaría al candidato del oficialismo y a los postulantes al Congreso. Sin embargo, tuvo consecuencias adversas para la postulación presidencial, que le costó adquirir menor visibilidad en un contexto de gran actividad presidencial. Una mayoría de los candidatos oficialistas a ambas Cámaras, incluso del PDC, privilegiaron a la presidenta en su propaganda y dejaron en segundo plano al candidato Frei. Se instaló a Bachelet en medio de la campaña, hasta el extremo de que la encuesta de la firma Imaginacción,cercana al gobierno,medía los atributos de los candidatos y de la presidenta, y ella los aventajó a todos. Bachelet privilegió la jefatura de Estado, se mantuvo alejada de la campaña, sin intervenir en los temas controvertidos y mantuvo un estilo de liderazgo despolitizado, que apeló más bien a sus atributos personales que a recursos políticos, lo que le permitió captar la simpatía de los ciudadanos, incluso de los de oposición (un 60% de los votantes de Piñera aprobaban su gestión). Desde La Moneda no se vio que ese tipo de popularidad era personal e intransferible y carecía de componentes políticos para beneficiar a Frei.
En segundo lugar, los partidos oficialistas estaban muy debilitados, con rupturas desde 2006 por conflictos internos que los dañaron, con senadores que los abandonaron, dos de los cuales se sumaron a la oposición. Las rupturas comenzaron en el PPD, cuando el senador Fernando Flores abandonó la colectividad acompañado de un diputado y algunos dirigentes y militantes en señal de protesta al considerar haber sido perjudicado en las elecciones a presidente de su partido. La Concertación perdió la mayoría en el Senado que había obtenido por primera vez en 2005. La directiva del partido expulsó a Jorge Schaulsohn, uno de sus fundadores, que fue su presidente y de la cámara de diputados. Todos ellos formaron un nuevo partido, Chileprimero, que apoyó a Piñera.
En 2007, el senador Adolfo Zaldívar, ex presidente del PDC, fue expulsado del partido y con él renunciaron cinco diputados, privando a la Concertación de la mayoría que tenía en la cámara baja desde 1990. Este hecho permitió a la oposición aprobar la acusación constitucional que había presentado contra la ministra de Educación, Yasna Provoste (PDC), por irregularidades encontradas por la Contraloría en su Ministerio, siendo luego destituida por el Senado.
En el PS la situación fue más grave, al ser el partido de la presidenta Bachelet. Ahí renunciaron dos senadores, Alejandro Navarro y Carlos Ominami, padre del diputado Enríquez-Ominami, al igual que el ex ministro y ex presidente de la colectividad, Jorge Arrate. Las divisiones en el oficialismo continuaron en las elecciones municipales de 2008, cuando el PPD, para detener la sangría de dirigentes a ChilePrimero, formó, junto al Partido Radical Social Demócrata (PRSD), una lista de candidatos a concejales separada de la lista de la Concertación, que estuvo formada por el PS y el PDC. Por primera vez la coalición acudió dividida a una elección, alentando la postulación de candidatos a alcaldes “descolgados” de la Concertación, que fueron en listas independientes, resultando varios elegidos. Pese a que la Concertación fue unida a las elecciones de alcalde (realizadas en forma separada, aunque simultáneamente a la de concejales), obtuvo un mal resultado, perdiendo ante la oposición las alcaldías de todas las ciudades que eran capitales de regiones, con excepción de dos.
En un ambiente de conflictos y divisiones se llegó a la nominación del candidato común de la Concertación, que se realizaron por primarias que fueron realizadas sin demasiado rigor. El ex presidente Ricardo Lagos declinó postular y similar decisión adoptó José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), los precandidatos de la izquierda de la Concertación. Frei lazó su postulación en 2008 en el PDC, obteniéndola y declaró su disposición a participar en las primarias de la Concertación. Tras ser proclamado por el PDC, el PS y el PPD, Frei compitió con el presidente del PRSD, el senador José Antonio Gómez, en primarias abiertas de la Concertación en dos regiones, en las cuales se impuso aquel.
En tercer lugar, el senador Frei, como candidato presidencial, cometió errores, en los que destaca haberse negado a la designación de un jefe de campaña, que le hubiera permitido dar unidad y eficacia a su comando, características que faltaron, pues hubo desorden entre los integrantes de su comando y los dirigentes de los partidos de la Concertación que trascendieron a la opinión pública. Además, Frei no cuidó la formulación de una propuesta programática de futuro, enfatizando la continuidad de las políticas impulsadas por el gobierno Bachelet, lo cual reafirmaba que su postulación miraba más al pasado, la principal crítica de la oposición por haber sido ex presidente. Y no supo enfrentarse oportunamente a la candidatura de Enríquez-Ominami, que apeló a los jóvenes y a los partidarios de la Concertación desencantados con los partidos.
La derrota de la Concertación no se explica sin la candidatura presidencial de Enríquez-Ominami, que aprovechó con habilidad el vacío de poder constituido por el mal estado en que se encontraban los partidos oficialistas. Es un joven diputado de 36 años, con una breve biografía política iniciada cuatro años antes al ganar un escaño en uno de los distritos de la circunscripción de su padre, Carlos Ominami (PS). Sin haberse destacado en el PS ni en el Congreso, su fuerza electoral surgió de su voluntad de enfrentarse a la Concertación y a Frei, contando con el apoyo económico de un conocido hombre de negocios, Max Marambio, que había pertenecido al MIR en su juventud y que formó su fortuna en la Cuba de Fidel Castro, de la prensa escrita, de lo cual se hizo eco la televisión, en la que su esposa es una destacada personalidad, y de sectores de derecha, que vieron en su postulación una manera de debilitar a Frei y beneficiar la opción de Piñera.
Conclusión
Las perspectivas
El nuevo presidente, Sebastián Piñera, que asumirá el 11 de marzo de 2010, tendrá una difícil tarea, aunque es un hombre extraordinariamente inteligente y tiene experiencia política. En primer lugar, estará en minoría en el Congreso. Esta es una situación política similar a sus cuatro antecesores, que llevó a los presidentes Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet a entenderse con la oposición, debiendo abandonar una parte de su programa. Piñera ha admitido esta realidad al sostener que impulsará una “democracia de los acuerdos”, término acuñado por RN cuando apoyó proyectos de leyes durante la administración del presidente Aylwin. El PDC y el PS han manifestado que harán una oposición constructiva, que anticipa la continuidad de la política de acuerdos entre el ejecutivo y la oposición y hacen que Chile tenga una democracia de consenso, en la nomenclatura de Arend Lijphart.
Es difícil, en segundo lugar, por la fragmentación del sistema de partidos producido en el último tiempo como consecuencia de las rupturas ocurridas en tres colectividades oficialistas y por el debilitamiento organizativo de éstas, con una menor cohesión de sus bancadas en el congreso. Las manifestaciones del debilitamiento de los partidos oficialistas son elocuentes: su afiliación se ha desplomado; no hay renovación de sus dirigentes; su presencia en el movimiento estudiantil de las principales universidades del país es baja; tampoco están presentes en el movimiento sindical; y, por último, pero no menos importante, han descuidado las ideas, sin ofrecer propuestas de solución a los principales problemas del país.
Es difícil, en tercer lugar, porque durante la campaña hizo grandes promesas, difíciles, cuando no imposibles de alcanzar, como un millón de empleos en cuatro años. Ha declarado que gobernará con una eficacia superior a sus predecesores, demostrada estos días con una frenética actividad en términos de reuniones de trabajo y encuentros con ciudadanos. Sin embargo, los desafíos que afronta Chile requieren cambios institucionales que suponen una cuidadosa elaboración, que requieren tiempo. Piñera tendrá que acostumbrarse al hecho de que los tiempos de la política son distintos a los del mundo de los negocios al que él perteneció. Los acuerdos en el congreso serán más difíciles por la fragmentación del sistema de partidos, con ocho colectividades que tienen representación, número que corresponde al pluralismo polarizado de Giovanni Sartori, aunque la distancia ideológica entre ellos es muy baja. Sin embargo, los partidos de la Concertación durante un tiempo no tendrán la cohesión para actuar con efectividad, pues deberán definir su nuevo papel de estar en la oposición después de 20 años.
Piñera ha anunciado que hará un gobierno para todos los chilenos, que indica que más allá de ser él un exitoso hombre de negocios, impulsará una agenda tomando en cuenta los intereses de todo el país. En los dos últimos gobiernos ha habido una excesiva influencia de los grandes empresarios en la agenda pública, que se puede explicar por el interés de los dos presidentes (Lagos y Bachelet) por romper las desconfianzas del mundo empresarial hacia la izquierda. Esta justificación no existe y se da un nuevo escenario y puede ocurrir que una administración de derecha y con Piñera impulse una política de menos concesiones a los grandes empresarios y más al trabajo, que le den la posibilidad de ampliar su apoyo electoral en los sectores centristas.
Los partidos de la Concertación también se enfrentan a dificultades, que pueden obstaculizar la acción del nuevo gobierno. Habrá una primera fase de recriminaciones sobre las causas de la derrota y no será fácil que definan a breve plazo una posición común que permita impulsar una oposición efectiva. Cada uno afronta severos problemas: las fuerzas centrífugas en el PS, el debilitamiento organizativo y programático del PDC, la fragilidad organizativa y la alta personalización en el PPD y la baja presencia electoral del PRSD. La renovación de sus directivas requerirá que den un paso al lado quienes han estado en posiciones de gobierno, en el congreso o en sus direcciones, lo que será complejo. Porque fue una coalición formada para restablecer la democracia y apoyar al gobierno, en la oposición deberá encontrar otras fuentes que le den legitimidad para actuar. La definición de una política común que le dé continuidad está facilitada por dos fuertes incentivos institucionales: el sistema electoral binominal, que presiona por la cooperación entre los partidos en las elecciones parlamentarias, y el balotaje, que obliga al acuerdo en la competencia presidencial. Los partidos de la Concertación tienen una larga historia y una importante base electoral que les permitirá seguir teniendo un enorme poder e influencia en el sistema político. Y si quieren ser una alternativa de poder, tendrán que buscar una política que combine los intereses de cada uno (su diversidad, que fue el arco iris), con una estrategia común, que atienda a otros objetivos, desarrollando una oposición inteligente con el nuevo gobierno.
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