viernes, 1 de mayo de 2009

V CUMBRE DE LAS AMERICAS. NUEVOS PROTAGONISTAS EN UN NUEVO ESCENARIO Y UN GUIÓN POR ESCRIBIR.


Anna Ayuso

Han sido 4 años los transcurridos hasta volver a reunir en una Cumbre hemisférica a los líderes de casi todos los países de América, tras la fallida Cumbre de Mar del Plata en 2005, donde se enterró el proyecto de construir un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Pocos de los asistentes a aquel encuentro se han mantenido en el poder, unos están a punto de terminar su ciclo político y otros aspiran a perpetuarse a base de dudosas reformas constitucionales. Pero muchos, la mayoría de los protagonistas de entonces, han cambiado como también ha cambiado la coyuntura internacional. A mediados de la presente década el continente se encontraba en el ecuador de un ciclo económico benigno que proporcionó a los países exportadores de materias primas tasas de crecimiento sostenido que no se conocían desde hacia muchas décadas y que les liberó de la dependencia de la financiación externa condicionada de las instituciones financieras internacionales. Hoy una crisis económica sin precedentes obliga de nuevo a ajustar los presupuestos y hacer frente a una brusca frenada del crecimiento y un aumento de los problemas sociales.

En el 2005, además de la agenda comercial, el diálogo regional venía marcado por la prioridad que la Administración Bush dio a la agenda de seguridad y a la política de presión sobre aquellos países que se desviaban de las consignas de Washington. Esto dividió al continente en dos; los amigos de Estados Unidos, que apoyaban su doctrina política exterior, firmaban acuerdos de libre comercio para tener acceso privilegiado al mercado del Norte y recibían ayuda económica muchas veces ligada a la cooperación militar. En el otro bando se situaban los enemigos, a los que en el mejor de los casos se ignoraba y en el peor se combatia con un intervencionismo que parecía rememorar los tiempos anteriores al final de la guerra fría. El escenario ha cambiado, los actores también y eso obliga a rescribir la agenda esta vez sin un guión predeterminado y sin roles preasignados. Eso ha obligado a todos a resituarse y cada uno buscar fortalecer su posición.

La V Cumbre de las Américas, celebrada en Trinidad Tobago el 18 y 19 de abril no era una Cumbre pensada para tomar grandes decisiones. Era, en primer lugar la Cumbre de Obama, pues como ya sucedió en su gira europea nadie discutía su protagonismo. Pero era además la Cumbre de la reconciliación, en la que el principal objetivo era retomar el diálogo entre todos, solo faltaba uno y fue probablemente el mas nombrado, pero no apareció en la declaración final. Era también la ocasión de enterrar definitivamente la división entre amigos y enemigos de la versión latina del eje del bien y del mal de la Administración Bush. Obama se encargó de explicar que ni Venezuela ni los demás países que le secundan son una amenaza para los intereses de Estados Unidos y que se puede colaborar a pesar de que se mantengan las diferencias ideológicas. Este pragmatismo tiene sin embargo límites, ya que la defensa de los valores democráticos “no puede dejarse al margen” ni siquiera en el caso de Cuba.

Los países del ALBA se negaron a endosar la Declaración final de Puerto España en solidaridad con Cuba ya que, como era previsible, no se introdujo una condena del embargo a norteamericano a la isla que habían exigido como condición en la Cumbre del ALBA celebrada los días inmediatamente anteriores. Así la declaración se aprobó, a falta de impugnación, por consenso en lugar de unanimidad y solo aparece la firma del anfitrión Primer Ministro de Trinidad Tobago, Patrick Manning. En realidad no es una declaración ambiciosa pues se habían eliminado las cuestiones más conflictivas, tanto que ha llegado a ser calificada de anodina. La decisión de Obama previa a la Cumbre de eliminar las restricciones de los viajes a la isla y el envío de remesas de los cubanos residentes en Estados Unido le permitió cierto margen para probar su buena disposición al diálogo a pesar de sostener el embargo y al tiempo reconocer que la política de los Estados Unidos sobre Cuba de los últimos 50 años había fracasado. También aclaró que los cambios serán lentos y que se esperan algunas señales positivas de reformas por parte del gobierno cubano, lo que tampoco parece de momento que vaya a ser muy rápido.

El presidente venezolano Hugo Chavez regaló a Obama el libro “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano escrito en 1971 con la pretensión de recordar el peso de la historia, los siglos de expoliación que ha sufrido el continente y el papel destacado que la acción de los Estados Unidos ha tenido en las páginas más negras de regímenes corruptos y autoritarios. Obama, un presidente que con su elección ya ha hecho historia en su país, trató de reeditar las paginas más valiosas de la historia de Estados Unidos. En su discurso apeló a los valores positivos que ayudaron a construir un país que durante mucho tiempo ha sido también un referente en las luchas por las libertades y la defensa de la democracia. Recordó que América Latina también trata de reescribir su historia y mencionó la llegada a la presidencia de Bolivia del indígena Evo Morales como un hecho muy positivo.

Obama afirmó que no hay socios pequeños y socios grandes, sino socios en igualdad de condiciones. Sin embargo sus visitas previas a la Cumbre dejan bien claro que sí hay países que reciben atenciones mayores. México ya es un socio privilegiado hace años, forma parte del Tratado de Libre Comercio de las Américas y es el vecino con el que comparte la frontera sur. Obviamente va ha seguir teniendo una relación especial, pero existen temas importantes por resolver a los que Obama no va a tener fácil respuesta por resistencias internas; así el tema de la regulación de la migración (que Bush no logró sacar adelante); el combate contra el crimen y organizado que golpea a la sociedad mexicana y que está relacionado con el mercado de la droga y el tráfico de armas con el vecino del norte; o el tratamiento de las asimetrías en las relaciones comerciales que impide a México sacar un mejor provecho de la relación.

Pero sin duda el actor regional en el que Obama deberá apoyarse para lograr una mayor credibilidad en la región es Brasil. El presidente Lula, que meses antes fue anfitrión de la primera Cumbre de América Latina y Caribe celebrada en Salvador de Bahía en diciembre de 2008 (a la que no fueron invitados ni Estados Unidos ni Canadá, pero si Cuba) recordó en sus declaraciones que América Latina no es la misma que hace años, que aspira a jugar un rol importante en el concierto internacional y que en la relación con Estados Unidos ha surgido una “nueva manera de mirarnos y de vencer nuestras divergencias, de debatirlas”. Brasil, que nunca tuvo mala relación con el gobierno de Bush aspira ahora a mejorarla y consolidar su papel de líder regional venciendo las reticencias de vecinos como Argentina y Venezuela.

Obama tendrá sin duda que prestar atención también a Colombia, que ha sido durante la pasada década el principal aliado incondicional de los Estados Unidos en América del Sur y también el principal receptor de ayuda a través del Plan Colombia. La nueva administración demócrata mantendrá su apoyo a Uribe, pero tendrá que enfrentar las críticas de sectores progresistas del país que critican denuncian la falta de eficacia del Plan Colombia en la lucha contra el narcotráfico y la falta de respeto a los derechos humanos. El sostenimiento al plan de combate armado al narcotráfico y la erradicación forzosa de cultivos además complica las relaciones con vecinos especialmente sensibilizados por las consecuencias en sus territorios de esas acciones como Bolivia, Ecuador y Venezuela, que objetan la política de Seguridad del presidente colombiano Álvaro Uribe. También tiene problemas la concreción del Tratado de libre comercio que se firmó hace casi dos años entre Estados Unidos y Colombia y que es combatido por los sindicatos norteamericanos por la falta de respeto de los derechos de los trabajadores en el país andino.

Esos y otros asuntos bilaterales, algunos ya mencionados, estarán en la “Agenda Latina” de Obama, pero el gran reto es reconstruir la cooperación regional y eso pasa por redefinir y reforzar el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de las propias Cumbres. Pocos días antes de la Cumbre de Trinidad Tobago el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, hizo unas declaraciones t resaltando la importancia del momento histórico y de evitar que el tema de Cuba se convirtiera en el centro de los debates, como trataban de hacer los líderes del ALBA. Los reflejos de Obama consiguieron reducir el impacto del lobby cubano, pero la definición y concreción de la agenda hemisférica deja mucho que desear. La declaración de Puerto España encarga a la Secretaría General hacer un “informe completo acerca de las acciones y avances alcanzados en todas las reuniones interamericanas ministeriales, dirigidos a apoyar los objetivos de las Cumbres” y se propone convocar una reunión de los ministros de finanzas en 2010 para abordar cuestiones económicas y financieras regionales. Hacer un seguimiento de lo que se esta haciendo es importante para construir sobre lo que ya está asentado, pero sobre todo ha de servir para identificar las carencias y construir una nueva alianza.

No es probable que en el contexto actual Obama se lance a un gran proyecto hemisférico del estilo de sus admirados Roosevelt y Kennedy, probablemente tampoco es lo que espera América Latina que aboga por un diálogo paritario y no por una tutela paternalista. Sin embargo, reconstruir la cooperación regional requiere de impulso político y de una agenda que proporcione una hoja de ruta y eso no se improvisa. Estados Unidos tiene que observar también la creciente influencia de otros actores extra-regionales que aprovecharon la falta de atención y la coyuntura para aumentar su ascendente en la región. Y a la inversa también, Europa en general y España en particular deberán a su vez rescribir el guión.

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