Paul Isbell
La nueva amenaza: caída de la inversión y de los niveles de producción
El Gobierno de Chávez mantiene que Venezuela ha recuperado los niveles máximos de producción previos a la huelga (de 2002-2003), en torno a 3mbd, pero otras estimaciones independientes sitúan el nivel actual más bien en 2,5mbd. La Agencia Internacional para la Energía (AIE) estima que la producción venezolana cayó un 27%, desde un reciente nivel máximo de 3,3mbd en 1997 a 2,4mbd en julio de 2006, mientras que el Centre for Global Energy Studies (CGES) de Londres estimaba la producción venezolana en agosto de este año en alrededor de 2,5mbd. Otras estimaciones independientes hacen hincapié en el hecho de que la producción de PdVSA (estimada ahora en 1,5mbd) sigue cayendo, pero con una producción por parte de las empresas internacionales (actualmente de 1,1mbd aproximadamente) que ha aumentado ligeramente para compensar las pérdidas de PdVSA. La gran incógnita es si las empresas privadas seguirán invirtiendo en nueva producción en un ambiente empresarial caracterizado cada vez más por su relativa inseguridad jurídica.
La pérdida de gran parte de la capacidad técnica de PdVSA, debido a la huelga y a la respuesta gubernamental, ha resultado en el abandono de muchos pozos marginales y la interrupción del esfuerzo, anteriormente mencionado como parte esencial de la “apertura petrolera”, de aumentar el grado de recuperación de los pozos, muchos de los cuales han sido dañados por la extrema rapidez con que PdVSA intentó aumentar la producción después de la gran huelga sin haber hecho anteriormente la inversión suficiente. Una gran cantidad de los pozos de Venezuela están ya en fase de madurez y necesitan un considerable esfuerzo de mantenimiento (la mayoría registra una ratio de declive del 25% anual). Los que están en la parte occidental del país, que ya llevan ocho décadas de producción, están en declive: más del 90% requieren inyecciones de gas o agua para mantener la presión necesaria para la producción. En la actualidad hay 21.000 pozos de PdVSA cerrados por falta de mantenimiento y reparaciones, mientras que sólo 14.000 continúan en producción. Esta situación de falta de capacidad técnica, junto con un insuficiente nivel de inversión por parte de PdVSA, puede haber resultado en una pérdida permanente de 400.000bd de capacidad productiva y fácilmente podría explicar la discrepancia de más o menos 0,5mbd entre las cifras oficiales del Gobierno venezolano respecto a la producción y las diferentes estimaciones independientes. A estas alturas, PdVSA se enfrenta a un dilema entre costes crecientes por la madurez de sus activos y la necesidad de invertir mucho más que en el pasado para aumentar los ratios de recuperación, y esto en una época en que el Estado está exigiendo una proporción cada vez mayor de sus ingresos.
Incluso los modestos niveles actuales de producción están en peligro a causa de la politización de PdVSA y su uso casi exclusivo como fuente de financiación de todas las políticas de Chávez, tanto domésticas como internacionales. Sin nuevos aumentos en el nivel de inversión, la producción caerá un 20% cada año. Para mantener los niveles actuales, hacen falta por lo menos 2.000 millones de dólares anuales en nuevas inversiones, hechas de forma eficiente y eficaz (algunos estimaciones apuntan a que deberían ser de más de 3.000 millones de dólares). Para aumentar su nivel de producción, Venezuela tendría que gastar 4.000 millones de dólares anuales en nuevas inversiones. Aunque PdVSA ha anunciado su intención de invertir unos 26.000 millones de dólares en exploración y desarrollo entre 2004 y 2008, por sí sola la empresa estatal no está consiguiendo sus objetivos de inversión, debido principalmente a la presión sobre sus ingresos ejercida por el Gobierno para financiar sus crecientes gastos sociales. Algunas fuentes independientes indican que en la actualidad PdVSA inyecta más dinero en gastos sociales que en sus propias inversiones.
No obstante, la dirección actual de PdVSA ya tiene su propio “Plan Siembra Petrolera”, una rearticulación de la anterior “apertura petrolera” (pero basada en principios distintos) que tiene como objetivo aumentar la producción a 5,8mbd en 2012 sobre la base de nuevas inversiones que ascenderán a 56.000 millones de dólares (o casi 6.000 millones de dólares anuales hasta 2012). Esta cantidad, de todas formas, es bastante menor que la que fue necesaria para conseguir un aumento menos significativo en la capacidad de producción durante los años 90, cuando las condiciones para los intereses privados eran mucho mejores que ahora. Pero lo más dudoso de estas metas es el hecho de que se prevé que más del 30% de las nuevas inversiones provengan de las empresas privadas internacionales que aun operan en Venezuela. Estas expectativas del Gobierno son cuando menos cuestionables, ya que la percepción de seguridad jurídica sigue en deterioro.
Estas mismas empresas privadas –que desde la “apertura” han invertido aproximadamente 26.000 millones de dólares– han paralizado casi por completo sus nuevos planes de inversión tras los recientes cambios a la Ley de Hidrocarburos, anunciados por Rafael Ramírez, ministro de Energía y Petróleo (y máximo responsable de PdVSA), en marzo de 2006. Estas modificaciones legislativas han forzado a dichas empresas a aceptar la revocación de sus contratos anteriores para participar en empresas mixtas como socios minoritarios de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP), una filial de PdVSA, en todas las actividades del petróleo convencional. En la mayoría de los casos, la empresa estatal tendrá una participación del 60% y las compañías extranjeras no pueden contabilizar las reservas de estas empresas mixtas. Con la victoria electoral de Chávez en diciembre de 2006, el presidente anunció, por un lado, la nacionalización del sector del gas y, por otro, que el Estado también exigirá participaciones mayoritarias en las asociaciones estratégicas que explotan los petróleos super-pesados de la Faja del Orinoco. Lo que es más, un nuevo aumento en los impuestos sobre la producción de los hidrocarburos (hasta el 50%) y en las regalías del Estado (hasta el 33%) han empeorado incluso más el ambiente inversor. Al fin y al cabo, a partir de ahora el Gobierno venezolano tomará las decisiones clave del sector en su conjunto respecto a los niveles de producción, planes de operación y presupuestos anuales.
Debido al alto precio del petróleo y al hecho de que Venezuela por lo menos les ofrece la posibilidad real –aunque cada vez menos atractiva– de participar en uno de los pocos sectores nacionales que sigue teniendo grandes reservas, las 22 empresas extranjeras que trabajan en el sector venezolano tienen aun incentivos suficientes para quedarse a pesar del reciente deterioro del marco legal. Prueba de esto es que sólo ExxonMobil haya decidido abandonar el escenario. Pero de ahí a esperar que el sector privado vaya a seguir invirtiendo al mismo ritmo que durante los últimos 10 años es muy dudoso. Lo más probable es que si no todo, por lo menos gran parte del esfuerzo inversor necesario para simplemente mantener la producción actual –sin mencionar la posibilidad de incrementos significativos– vaya a caer sobre los hombros de PdVSA, la misma empresa estatal que hace poco perdió casi todos sus recursos humanos técnicos y que –más que una empresa petrolera– es un rehén financiero para los objetivos políticos de Hugo Chávez. En este contexto, esperar 4.000 millones de dólares anuales en nuevas inversiones para aumentar el nivel de producción venezolano es excesivamente optimista; ni siquiera parecen garantizados los 2.000 millones de dólares anuales necesarios para mantener los niveles actuales.
Esta situación, con un sector petrolero venezolano más bien precario y muy vulnerable a cualquier otro cambio negativo en el marco legal, es lo que ofrece el escenario actual, con precios de los crudos de referencia (WTI y Brent) justo por debajo de 60 dólares por barril. Si los precios siguen bajando, como prevén varios analistas, y si la OPEP es incapaz de diseñar y efectuar un plan de recortes nuevo y creíble y de distribuir eficazmente las nuevas cuotas, es muy posible que la producción venezolana caiga por debajo de los 2mbd.
Los juegos geopolíticos de Chávez
Mientras la industria venezolana está en peligro de declive, y su infraestructura física y humana al borde del colapso, Chávez propone grandes inversiones en proyectos internacionales, frecuentemente a través de subsidios venezolanos a otros países (como las ventas subvencionadas de petróleo a Cuba –casi 100.000 barriles diarios– y Jamaica –más de 20.000bd– y otros países caribeños –a través de los Acuerdos San José y Petrocaribe, con otros 72.000 bd– y de gasolina a consumidores en ciertos estados de EEUU). Pero más allá de estos proyectos de colaboración y de subvención, uno de las “petro-políticas” más mediáticas que Chávez está persiguiendo es el proyecto de desviar la mayor parte de sus exportaciones de petróleo –que actualmente van al mercado estadounidense– a China.
China frente a EEUU
Venezuela actualmente exporta casi 1,5mbd de su producción (el 60% del total) a EEUU. Esta cantidad equivale a entre el 10% y el 15% de todas las importaciones de petróleo de EEUU, haciendo a Venezuela uno de sus proveedores más importantes. De hecho, Venezuela siempre ha sido un proveedor estratégico para EEUU, dada su cercanía a los puertos y refinerías del Golfo de México y de la costa del este (el crudo venezolano sólo tarda cinco días en llegar a EEUU, comparado con las cuatro o cinco semanas que tarda en llegar a EEUU el crudo de Oriente Medio). La mayor parte de estas importaciones estadounidenses se efectúan a través de Citgo, una filial de PdVSA que tiene cinco refinerías (y participaciones en tres más) en EEUU, todas especializadas en procesar los crudos pesados y de alto contenido en azufre de Venezuela.
Pero recientemente, durante una gira mundial por muchos países parias o claves en el escenario energético (como, por ejemplo, Irán y Rusia), Chávez realizó su cuarta visita oficial a China, tras la cual reveló más detalles acerca de su estrategia a largo plazo (reflejado en 18 acuerdos firmados con China) de desviar hacia China las exportaciones de petróleo que actualmente se envían a EEUU. Hoy en día las exportaciones venezolanas a China ascienden a menos de 75.000bd, pero el objetivo es aumentarlas a 1,0mbd en cinco años.
Sin embargo, para que este objetivo se cumpla, se tendrán que despejar varias dudas. Primero, el crudo relativamente pesado que constituye la gran mayoría de las exportaciones de Venezuela requiere ser procesado por refinerías especializadas como las que tiene Citgo en EEUU. Toda la capacidad de refino que China ya tiene instalada en su costa del Pacífico está orientada para recibir los crudos ligeros y dulces del Golfo Pérsico. Para que China pueda importar 1mbd de crudo venezolano, pesado y con alto contenido de azufre, tendrá que invertir varios miles de millones de dólares en nuevas refinerías especializadas. No está claro que esto vaya a pasar, por lo menos, en el corto plazo.
Asimismo, la propia Venezuela tendrá que realizar inversiones significativas en un nuevo oleoducto (que probablemente tendrá que pasar por su vecino colombiano, con quien tiene relaciones a veces tensas) para transportar el crudo a la costa del Pacífico de América Central, donde comenzaría su viaje en barco hacia Asia. La alternativa, empleada actualmente, sería mandar el petróleo en barco a través del Canal de Panamá (lo cual, dado el incremento en el volumen, no será factible hasta que se haya ampliado la capacidad del Canal dentro de unos años), o alrededor del Cono Sur (lo que aumentaría demasiado el coste del transporte). Actualmente los costes de transporte para el petróleo venezolano a China alcanzan los 12 dólares por barril, comparado con sólo 2,50 dólares por barril para transportar el crudo a las refinerías de EEUU. No está claro quién irá a absorber este mayor coste: ¿China o Venezuela? El hecho de que Venezuela acaba de solicitar a China 18 barcos petroleros sugiere que PdVSA entregará el crudo directamente a las refinerías chinas, absorbiendo así un coste adicional de casi 10 dólares por barril.
Incluso si este no es el caso, no parece que merezcan la pena todos estos malabarismos geopolíticos. Aunque Venezuela tenga éxito en su empeño de desviar sus ventas de EEUU a China, esto no supondrá ninguna inconveniencia excesiva para EEUU. Dado que el petróleo es un producto “fungible” que se comercia en un mercado global, las exportaciones venezolanas que vayan a China simplemente sustituirían a otras cantidades de petróleo del Oriente Medio que ahora no tendrán que ir a China y que por eso podrán dirigirse a EEUU. Dado que una porción creciente del petróleo que sale de Oriente Medio es cada vez más pesado, será posible refinarlo en las refinerías de petróleo pesado en EEUU. Citgo tendrá la opción de refinarlo, vender sus refinerías o abandonarlas y así renunciar a miles de millones de dólares en valor comercial. Y si EEUU acaba pagando más por su gasolina a corto plazo como resultado –bien por aumentos del coste de transporte, bien por falta de capacidad de refino especializado–, Venezuela acabará pagando más también. Ya que los costes de energía son mucho menos importantes para la economía estadounidense que para la economía venezolana, no parece que sea una estrategia viable utilizar el arma petrolífera contra EEUU, más allá del muy corto plazo o como una herramienta puramente propagandística.
El gas venezolano y el “Gran Gasoducto del Sur”
Si el poder político de manipular el mercado del petróleo es siempre menor de lo que supone el gran público (más allá de provocar cambios temporales en el precio de mercado), el poder político en el terreno del gas sí es importante, particularmente cuando se transporta el gas por gasoducto de un país específico de origen a otro país específico de destino. En este sentido, el Gobierno de Chávez está proponiendo un gran proyecto de integración energética regional que vincularía todos los consumidores e importadores netos de gas en el Cono Sur (Brasil, Argentina, Uruguay e –indirectamente– Paraguay y Chile) con Venezuela, el gran exportador de gas del futuro (y posiblemente, también, con su aliado, el exportador Bolivia). Este proyecto, el “Gran Gasoducto del Sur” no sólo abastecería el Cono Sur con gas, sino que también aumentaría sustancialmente la influencia política de Venezuela en todo el continente, pero particularmente en los grandes países que, simplemente por participar en este proyecto, tendrán por primera vez una gran dependencia de Venezuela para su abastecimiento esencial de gas.
No obstante, no será un proyecto fácil de llevar a cabo. De hecho, la mayoría de los analistas no cree que se realizará nunca. En primer lugar, costará por lo menos 20.000 millones de dólares (o 134 dólares por barril de petróleo equivalente), un cantidad tan grande que para ser financiada por el mercado tendrá que ofrecer la garantía de un suministro estable de gas durante un largo período de tiempo. También tendrá que cruzar más de 8.000 km del continente, desde la costa caribeña de Venezuela hasta Buenos Aires, pasando por miles de ríos y por la selva tropical del Amazonas, en donde la época de lluvias dura más o menos ocho meses. Dado que el proyecto todavía no cuenta con estudios técnicos suficientes, el proyecto estará plagado, en el mejor de los casos, de múltiples dificultades de construcción, sin mencionar el continuo trabajo posterior de mantenimiento. Para colmo, es casi seguro que el proyecto se enfrentará a un sin fin de protestas ecologistas. En el mejor de los casos –si los costes se limitan a las estimaciones provisionales–, el gas sería de todas formas mucho más caro que el que Brasil y Argentina podrían seguir importando de Bolivia (incluso tras las renegociaciones de Evo Morales) o el que podrían importar en el futuro en forma licuada (tras invertir las grandes cantidades necesarias para infraestructuras de gas licuado). Pero Chávez ya ha anunciado, sin más, que Venezuela venderá el gas transportado por este gran gasoducto por un precio subvencionado de 1,00 dólar por Mbtu, muy por debajo del precio de 4,00 dólares por Mbtu (y el actual precio de más de 5,00 dólares) para el gas boliviano en Argentina.
La gran ironía de esta situación está en el hecho de que, actualmente, el sector del gas en Venezuela está relativamente subdesarrollado, especialmente si se compara con el petróleo. Solo produce 28.900 millones de metros cúbicos (bcm) –un mero 1% de la producción mundial–, por detrás de los 45,6 bcm de Argentina y los 29 bcm de Trinidad y Tobado. Sin embargo, Venezuela consume la misma cantidad internamente y tendrá que importar gas de Colombia durante siete años a través del gasoducto “Transguajiro” para abastecer la región occidental del país, donde hay escasez de gas. Existen planes para aumentar la producción de gas en otros 22 bcm antes de 2012, y de construir un gasoducto este-oeste para eventualmente eliminar la necesidad de importar gas desde Colombia, pero no está claro que se vayan a realizar las inversiones necesarias para este fin.
De todas formas, en teoría, por lo menos, Venezuela podría ser el gigante del sector gasífero de América Latina. Tiene las mayores reservas de gas –152,3 billones de pies cúbicos (tcf), es decir, 4,32 billones de metros cúbicos (tcm)– de toda América Latina, cinco veces mayores que las de Bolivia (las segundas de la región) y equivalentes al 2,3% de las reservas mundiales. Pero más del 90% de las reservas venezolanas de gas están en yacimientos petrolíferos y el 70% se emplean en estos mismos pozos para inyectar la presión necesaria para mantener la producción. Con la actual escasez de gas en el país, la producción de petróleo en pozos maduros está cayendo por falta de gas para inyectar, y la producción de petróleos ultra-pesados, que depende en gran medida del uso del gas en su extracción y procesamiento, seguirá limitada. Tampoco hay suficiente gas para suministrar a las plantas petroquímicas. El problema es que nunca se había invertido mucho en la exploración de gas no asociado al petróleo para fines estrictamente comerciales. Si la actual exploración offshore tiene éxito (por parte de Chevron y Statoil), Venezuela tendrá más gas, pero en el mejor de los casos durante mucho tiempo sólo cubrirá el consumo interno.
Tampoco está ayudando a este escenario la política nacionalista cada vez más agresiva de Chávez, que hasta ahora sólo ha afectado al sector petrolífero pero que ya empieza a perjudicar también al sector del gas. Los proyectos de gas offshore hasta ahora habían contemplado la exportación de gas licuado a EEUU, no la exportación vía gasoducto a Sudamérica. Las modificaciones a la Ley de Hidrocarburos de este año han impuesto el control de PdVSA sobre todos los proyectos de exportación y todos los gasoductos del país. La cuestión de cómo afectará, junto con el giro radical en el futuro destino del gas venezolano, el nivel de inversión en la exploración y producción de gas todavía no está clara. Pero es más que improbable que Venezuela tenga cantidades suficientes de gas a tiempo par hacer del “Gran Gasoducto del Sur” un proyecto económicamente viable. Posiblemente, Venezuela podría financiarlo en solitario, pero este esfuerzo financiero se añadiría a todos los demás costes innecesarios que los proyectos políticos de Chávez están imponiendo a la frágil y desequilibrada economía venezolana. Pero, como en el caso de la desviación de exportaciones de EEUU a China, el “Gran Gasoducto del Sur” por lo menos sirve para una importante función retórica y propagandística.
Los petróleos ultra-pesados
Durante los últimos años, Venezuela ha calificado como nuevas reservas probables a unos 270.000 millones de barriles del petróleo ultra-pesado (con un API de menos de 10º). Estas reservas probables forman parte de un total de reservas posibles de unos 700.000 millones de barriles de petróleo ultra-pesado que se encuentran en el subsuelo de las sabanas al norte del Río Orinoco, en la llamada Faja del Orinoco. Es muy probable que, antes de 2008, PdVSA declarará unos 240.000 millones de barriles de estos petróleos ultra-pesados como un nuevo componente de las reservas probadas de Venezuela, lo que, sumando los actuales 80.000 millones de barriles, llevará las reservas probadas totales de Venezuela a casi 320.000 millones de barriles, las mayores del planeta.
Pero dados los altísimos costes de extracción, procesamiento, transporte y refinado, los precios internacionales del petróleo tendrán que estar por encima de los 40 dólares por barril durante décadas para justificar las grandes inversiones necesarias y para mantener niveles de producción significativos. Los casi 270.000 millones de barriles (casi un tercio del total posible) que se consideran recuperables con la tecnología actual podrían soportar una producción de 10mbd durante 70 años. Con avances en la tecnología, la tasa de recuperación última sería incluso mayor. Por tanto, esta es otra faceta clave de la importancia de los actuales altos precios para Venezuela.
En la actualidad hay cuatro empresas (“asociaciones estratégicas”) que producen sólo unos 600.000 bd con técnicas avanzadas de recuperación, fruto de una inversión de 1.000 millones de dólares por parte de PdVSA y otras empresas extranjeras (como Conoco-Phillips, Chevron, Exxon-Mobil, Total y Statoil) durante los años 90. Con todos sus otros desafíos actuales, PdVSA no ha empezado a invertir seriamente en los crudos ultra-pesados de la Faja, pero sí ha contratado a las grandes empresas estatales de los países que Chávez considera estratégicos y posibles aliados geopolíticos a largo plazo para medir y confirmar unos aumentos futuros en las reservas probadas de la Faja. Éstas incluyen a Petrobras de Brasil, Petrosaur de Irán, ONOC de la India, Gazprom de Rusia, CNPC de China y Enarsa de Argentina, aunque ninguna tiene experiencia previa en petróleos ultra-pesados.
Conclusión
Según Chávez, Venezuela pronto será el más poderoso productor de petróleo y contará con las mayores reservas del mundo –infladas por la inclusión de los petróleos ultra-pesados–. Para que esta visión se convierta en realidad, sería necesaria, entre otras cosas, un aumento significativo y mantenido a largo plazo de los niveles de inversión en el sector de hidrocarburos. También sería necesario contar con la capacidad técnica de las empresas privadas internacionales (IOC), ya que la purga de PdVSA en 2002 y 2003 ha dejado la empresa estatal con muy poca capacidad técnica y científica (y gran parte de la que le queda está comprometida en los proyectos de Chávez en el exterior, como la ayuda que está prestando PdVSA a Bolivia).
Para bien o para mal, parece que el comportamiento del Gobierno de Chávez, que sigue gastando sin control, no va a permitir un aumento significativo en las inversiones de PdVSA. Según Norman Gall, PdVSA ha transferido tanto dinero al Gobierno en los últimos años que, a pesar de los elevados precios, la empresa estatal tiene un déficit de 5,3 billones de dólares en su flujo de caja para 2006 (no sorprende, pues, que PdVSA tenga planes de emitir más de 5.000 millones de bonos corporativos en los mercados privados). Mientras tanto, el Gobierno de Chávez ha anunciado planes para gastar 38.000 millones de dólares solo en julio de este año (más de dos tercios de los ingresos de PdVSA para todo el año) y más de dos veces sus ingresos anuales durante la primera mitad de 2006.
Según fuentes del sector, debido a la caída en la producción en muchas zonas maduras y en pozos que se cierren por falta de mantenimiento, Venezuela tendrá que añadir 400.000bd en nueva capacidad de producción cada año –y durante muchos años– simplemente para estabilizar su producción a los niveles actuales. Pero el presupuesto actual de PdVSA propone gastos en programas sociales de 8.200 millones de dólares, un 67% más que en inversión en exploración y producción. Y no ha habido ningún descubrimiento significativo en el sector petrolífero venezolano durante los últimos años.
Aunque Chávez no es el diablo que describen en tonos apocalípticos tanto los estrategas norteamericanos como los ejecutivos del sector petrolífero internacional, tampoco muestra señales de actuar con la prudencia y astucia mencionada por Adrián Lajous (en la cita al principio de este análisis) como esencial para que los países productores aprovechen el nuevo contexto del mercado petrolífero internacional y el aumento de influencia que este cambio les proporciona. Sin un cambio significativo en el rumbo de PdVSA y en la política petrolera del Gobierno venezolano, la apuesta prudente por parte de un observador externo sería la de esperar una caída –más rápida o más lenta– en los niveles de producción del país.
Este eventual resultado de la evolución actual del sector sería mucho más grave para el mundo que cualquier hipotética desviación del petróleo venezolano hacia China o cualquier hipotética imposición geopolítica en América Latina por parte de Chávez a través del soñado “Gran Gasoducto del Sur”. Más reducciones en la producción venezolana podrían contribuir significativamente a la inestabilidad del mercado petrolífero mundial, donde hay muy poca capacidad ociosa y donde también hay una carencia de inversión suficiente para aumentar la producción mundial de forma adecuada para satisfacer la demanda proyectada en los años futuros.
La nueva amenaza: caída de la inversión y de los niveles de producción
El Gobierno de Chávez mantiene que Venezuela ha recuperado los niveles máximos de producción previos a la huelga (de 2002-2003), en torno a 3mbd, pero otras estimaciones independientes sitúan el nivel actual más bien en 2,5mbd. La Agencia Internacional para la Energía (AIE) estima que la producción venezolana cayó un 27%, desde un reciente nivel máximo de 3,3mbd en 1997 a 2,4mbd en julio de 2006, mientras que el Centre for Global Energy Studies (CGES) de Londres estimaba la producción venezolana en agosto de este año en alrededor de 2,5mbd. Otras estimaciones independientes hacen hincapié en el hecho de que la producción de PdVSA (estimada ahora en 1,5mbd) sigue cayendo, pero con una producción por parte de las empresas internacionales (actualmente de 1,1mbd aproximadamente) que ha aumentado ligeramente para compensar las pérdidas de PdVSA. La gran incógnita es si las empresas privadas seguirán invirtiendo en nueva producción en un ambiente empresarial caracterizado cada vez más por su relativa inseguridad jurídica.
La pérdida de gran parte de la capacidad técnica de PdVSA, debido a la huelga y a la respuesta gubernamental, ha resultado en el abandono de muchos pozos marginales y la interrupción del esfuerzo, anteriormente mencionado como parte esencial de la “apertura petrolera”, de aumentar el grado de recuperación de los pozos, muchos de los cuales han sido dañados por la extrema rapidez con que PdVSA intentó aumentar la producción después de la gran huelga sin haber hecho anteriormente la inversión suficiente. Una gran cantidad de los pozos de Venezuela están ya en fase de madurez y necesitan un considerable esfuerzo de mantenimiento (la mayoría registra una ratio de declive del 25% anual). Los que están en la parte occidental del país, que ya llevan ocho décadas de producción, están en declive: más del 90% requieren inyecciones de gas o agua para mantener la presión necesaria para la producción. En la actualidad hay 21.000 pozos de PdVSA cerrados por falta de mantenimiento y reparaciones, mientras que sólo 14.000 continúan en producción. Esta situación de falta de capacidad técnica, junto con un insuficiente nivel de inversión por parte de PdVSA, puede haber resultado en una pérdida permanente de 400.000bd de capacidad productiva y fácilmente podría explicar la discrepancia de más o menos 0,5mbd entre las cifras oficiales del Gobierno venezolano respecto a la producción y las diferentes estimaciones independientes. A estas alturas, PdVSA se enfrenta a un dilema entre costes crecientes por la madurez de sus activos y la necesidad de invertir mucho más que en el pasado para aumentar los ratios de recuperación, y esto en una época en que el Estado está exigiendo una proporción cada vez mayor de sus ingresos.
Incluso los modestos niveles actuales de producción están en peligro a causa de la politización de PdVSA y su uso casi exclusivo como fuente de financiación de todas las políticas de Chávez, tanto domésticas como internacionales. Sin nuevos aumentos en el nivel de inversión, la producción caerá un 20% cada año. Para mantener los niveles actuales, hacen falta por lo menos 2.000 millones de dólares anuales en nuevas inversiones, hechas de forma eficiente y eficaz (algunos estimaciones apuntan a que deberían ser de más de 3.000 millones de dólares). Para aumentar su nivel de producción, Venezuela tendría que gastar 4.000 millones de dólares anuales en nuevas inversiones. Aunque PdVSA ha anunciado su intención de invertir unos 26.000 millones de dólares en exploración y desarrollo entre 2004 y 2008, por sí sola la empresa estatal no está consiguiendo sus objetivos de inversión, debido principalmente a la presión sobre sus ingresos ejercida por el Gobierno para financiar sus crecientes gastos sociales. Algunas fuentes independientes indican que en la actualidad PdVSA inyecta más dinero en gastos sociales que en sus propias inversiones.
No obstante, la dirección actual de PdVSA ya tiene su propio “Plan Siembra Petrolera”, una rearticulación de la anterior “apertura petrolera” (pero basada en principios distintos) que tiene como objetivo aumentar la producción a 5,8mbd en 2012 sobre la base de nuevas inversiones que ascenderán a 56.000 millones de dólares (o casi 6.000 millones de dólares anuales hasta 2012). Esta cantidad, de todas formas, es bastante menor que la que fue necesaria para conseguir un aumento menos significativo en la capacidad de producción durante los años 90, cuando las condiciones para los intereses privados eran mucho mejores que ahora. Pero lo más dudoso de estas metas es el hecho de que se prevé que más del 30% de las nuevas inversiones provengan de las empresas privadas internacionales que aun operan en Venezuela. Estas expectativas del Gobierno son cuando menos cuestionables, ya que la percepción de seguridad jurídica sigue en deterioro.
Estas mismas empresas privadas –que desde la “apertura” han invertido aproximadamente 26.000 millones de dólares– han paralizado casi por completo sus nuevos planes de inversión tras los recientes cambios a la Ley de Hidrocarburos, anunciados por Rafael Ramírez, ministro de Energía y Petróleo (y máximo responsable de PdVSA), en marzo de 2006. Estas modificaciones legislativas han forzado a dichas empresas a aceptar la revocación de sus contratos anteriores para participar en empresas mixtas como socios minoritarios de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP), una filial de PdVSA, en todas las actividades del petróleo convencional. En la mayoría de los casos, la empresa estatal tendrá una participación del 60% y las compañías extranjeras no pueden contabilizar las reservas de estas empresas mixtas. Con la victoria electoral de Chávez en diciembre de 2006, el presidente anunció, por un lado, la nacionalización del sector del gas y, por otro, que el Estado también exigirá participaciones mayoritarias en las asociaciones estratégicas que explotan los petróleos super-pesados de la Faja del Orinoco. Lo que es más, un nuevo aumento en los impuestos sobre la producción de los hidrocarburos (hasta el 50%) y en las regalías del Estado (hasta el 33%) han empeorado incluso más el ambiente inversor. Al fin y al cabo, a partir de ahora el Gobierno venezolano tomará las decisiones clave del sector en su conjunto respecto a los niveles de producción, planes de operación y presupuestos anuales.
Debido al alto precio del petróleo y al hecho de que Venezuela por lo menos les ofrece la posibilidad real –aunque cada vez menos atractiva– de participar en uno de los pocos sectores nacionales que sigue teniendo grandes reservas, las 22 empresas extranjeras que trabajan en el sector venezolano tienen aun incentivos suficientes para quedarse a pesar del reciente deterioro del marco legal. Prueba de esto es que sólo ExxonMobil haya decidido abandonar el escenario. Pero de ahí a esperar que el sector privado vaya a seguir invirtiendo al mismo ritmo que durante los últimos 10 años es muy dudoso. Lo más probable es que si no todo, por lo menos gran parte del esfuerzo inversor necesario para simplemente mantener la producción actual –sin mencionar la posibilidad de incrementos significativos– vaya a caer sobre los hombros de PdVSA, la misma empresa estatal que hace poco perdió casi todos sus recursos humanos técnicos y que –más que una empresa petrolera– es un rehén financiero para los objetivos políticos de Hugo Chávez. En este contexto, esperar 4.000 millones de dólares anuales en nuevas inversiones para aumentar el nivel de producción venezolano es excesivamente optimista; ni siquiera parecen garantizados los 2.000 millones de dólares anuales necesarios para mantener los niveles actuales.
Esta situación, con un sector petrolero venezolano más bien precario y muy vulnerable a cualquier otro cambio negativo en el marco legal, es lo que ofrece el escenario actual, con precios de los crudos de referencia (WTI y Brent) justo por debajo de 60 dólares por barril. Si los precios siguen bajando, como prevén varios analistas, y si la OPEP es incapaz de diseñar y efectuar un plan de recortes nuevo y creíble y de distribuir eficazmente las nuevas cuotas, es muy posible que la producción venezolana caiga por debajo de los 2mbd.
Los juegos geopolíticos de Chávez
Mientras la industria venezolana está en peligro de declive, y su infraestructura física y humana al borde del colapso, Chávez propone grandes inversiones en proyectos internacionales, frecuentemente a través de subsidios venezolanos a otros países (como las ventas subvencionadas de petróleo a Cuba –casi 100.000 barriles diarios– y Jamaica –más de 20.000bd– y otros países caribeños –a través de los Acuerdos San José y Petrocaribe, con otros 72.000 bd– y de gasolina a consumidores en ciertos estados de EEUU). Pero más allá de estos proyectos de colaboración y de subvención, uno de las “petro-políticas” más mediáticas que Chávez está persiguiendo es el proyecto de desviar la mayor parte de sus exportaciones de petróleo –que actualmente van al mercado estadounidense– a China.
China frente a EEUU
Venezuela actualmente exporta casi 1,5mbd de su producción (el 60% del total) a EEUU. Esta cantidad equivale a entre el 10% y el 15% de todas las importaciones de petróleo de EEUU, haciendo a Venezuela uno de sus proveedores más importantes. De hecho, Venezuela siempre ha sido un proveedor estratégico para EEUU, dada su cercanía a los puertos y refinerías del Golfo de México y de la costa del este (el crudo venezolano sólo tarda cinco días en llegar a EEUU, comparado con las cuatro o cinco semanas que tarda en llegar a EEUU el crudo de Oriente Medio). La mayor parte de estas importaciones estadounidenses se efectúan a través de Citgo, una filial de PdVSA que tiene cinco refinerías (y participaciones en tres más) en EEUU, todas especializadas en procesar los crudos pesados y de alto contenido en azufre de Venezuela.
Pero recientemente, durante una gira mundial por muchos países parias o claves en el escenario energético (como, por ejemplo, Irán y Rusia), Chávez realizó su cuarta visita oficial a China, tras la cual reveló más detalles acerca de su estrategia a largo plazo (reflejado en 18 acuerdos firmados con China) de desviar hacia China las exportaciones de petróleo que actualmente se envían a EEUU. Hoy en día las exportaciones venezolanas a China ascienden a menos de 75.000bd, pero el objetivo es aumentarlas a 1,0mbd en cinco años.
Sin embargo, para que este objetivo se cumpla, se tendrán que despejar varias dudas. Primero, el crudo relativamente pesado que constituye la gran mayoría de las exportaciones de Venezuela requiere ser procesado por refinerías especializadas como las que tiene Citgo en EEUU. Toda la capacidad de refino que China ya tiene instalada en su costa del Pacífico está orientada para recibir los crudos ligeros y dulces del Golfo Pérsico. Para que China pueda importar 1mbd de crudo venezolano, pesado y con alto contenido de azufre, tendrá que invertir varios miles de millones de dólares en nuevas refinerías especializadas. No está claro que esto vaya a pasar, por lo menos, en el corto plazo.
Asimismo, la propia Venezuela tendrá que realizar inversiones significativas en un nuevo oleoducto (que probablemente tendrá que pasar por su vecino colombiano, con quien tiene relaciones a veces tensas) para transportar el crudo a la costa del Pacífico de América Central, donde comenzaría su viaje en barco hacia Asia. La alternativa, empleada actualmente, sería mandar el petróleo en barco a través del Canal de Panamá (lo cual, dado el incremento en el volumen, no será factible hasta que se haya ampliado la capacidad del Canal dentro de unos años), o alrededor del Cono Sur (lo que aumentaría demasiado el coste del transporte). Actualmente los costes de transporte para el petróleo venezolano a China alcanzan los 12 dólares por barril, comparado con sólo 2,50 dólares por barril para transportar el crudo a las refinerías de EEUU. No está claro quién irá a absorber este mayor coste: ¿China o Venezuela? El hecho de que Venezuela acaba de solicitar a China 18 barcos petroleros sugiere que PdVSA entregará el crudo directamente a las refinerías chinas, absorbiendo así un coste adicional de casi 10 dólares por barril.
Incluso si este no es el caso, no parece que merezcan la pena todos estos malabarismos geopolíticos. Aunque Venezuela tenga éxito en su empeño de desviar sus ventas de EEUU a China, esto no supondrá ninguna inconveniencia excesiva para EEUU. Dado que el petróleo es un producto “fungible” que se comercia en un mercado global, las exportaciones venezolanas que vayan a China simplemente sustituirían a otras cantidades de petróleo del Oriente Medio que ahora no tendrán que ir a China y que por eso podrán dirigirse a EEUU. Dado que una porción creciente del petróleo que sale de Oriente Medio es cada vez más pesado, será posible refinarlo en las refinerías de petróleo pesado en EEUU. Citgo tendrá la opción de refinarlo, vender sus refinerías o abandonarlas y así renunciar a miles de millones de dólares en valor comercial. Y si EEUU acaba pagando más por su gasolina a corto plazo como resultado –bien por aumentos del coste de transporte, bien por falta de capacidad de refino especializado–, Venezuela acabará pagando más también. Ya que los costes de energía son mucho menos importantes para la economía estadounidense que para la economía venezolana, no parece que sea una estrategia viable utilizar el arma petrolífera contra EEUU, más allá del muy corto plazo o como una herramienta puramente propagandística.
El gas venezolano y el “Gran Gasoducto del Sur”
Si el poder político de manipular el mercado del petróleo es siempre menor de lo que supone el gran público (más allá de provocar cambios temporales en el precio de mercado), el poder político en el terreno del gas sí es importante, particularmente cuando se transporta el gas por gasoducto de un país específico de origen a otro país específico de destino. En este sentido, el Gobierno de Chávez está proponiendo un gran proyecto de integración energética regional que vincularía todos los consumidores e importadores netos de gas en el Cono Sur (Brasil, Argentina, Uruguay e –indirectamente– Paraguay y Chile) con Venezuela, el gran exportador de gas del futuro (y posiblemente, también, con su aliado, el exportador Bolivia). Este proyecto, el “Gran Gasoducto del Sur” no sólo abastecería el Cono Sur con gas, sino que también aumentaría sustancialmente la influencia política de Venezuela en todo el continente, pero particularmente en los grandes países que, simplemente por participar en este proyecto, tendrán por primera vez una gran dependencia de Venezuela para su abastecimiento esencial de gas.
No obstante, no será un proyecto fácil de llevar a cabo. De hecho, la mayoría de los analistas no cree que se realizará nunca. En primer lugar, costará por lo menos 20.000 millones de dólares (o 134 dólares por barril de petróleo equivalente), un cantidad tan grande que para ser financiada por el mercado tendrá que ofrecer la garantía de un suministro estable de gas durante un largo período de tiempo. También tendrá que cruzar más de 8.000 km del continente, desde la costa caribeña de Venezuela hasta Buenos Aires, pasando por miles de ríos y por la selva tropical del Amazonas, en donde la época de lluvias dura más o menos ocho meses. Dado que el proyecto todavía no cuenta con estudios técnicos suficientes, el proyecto estará plagado, en el mejor de los casos, de múltiples dificultades de construcción, sin mencionar el continuo trabajo posterior de mantenimiento. Para colmo, es casi seguro que el proyecto se enfrentará a un sin fin de protestas ecologistas. En el mejor de los casos –si los costes se limitan a las estimaciones provisionales–, el gas sería de todas formas mucho más caro que el que Brasil y Argentina podrían seguir importando de Bolivia (incluso tras las renegociaciones de Evo Morales) o el que podrían importar en el futuro en forma licuada (tras invertir las grandes cantidades necesarias para infraestructuras de gas licuado). Pero Chávez ya ha anunciado, sin más, que Venezuela venderá el gas transportado por este gran gasoducto por un precio subvencionado de 1,00 dólar por Mbtu, muy por debajo del precio de 4,00 dólares por Mbtu (y el actual precio de más de 5,00 dólares) para el gas boliviano en Argentina.
La gran ironía de esta situación está en el hecho de que, actualmente, el sector del gas en Venezuela está relativamente subdesarrollado, especialmente si se compara con el petróleo. Solo produce 28.900 millones de metros cúbicos (bcm) –un mero 1% de la producción mundial–, por detrás de los 45,6 bcm de Argentina y los 29 bcm de Trinidad y Tobado. Sin embargo, Venezuela consume la misma cantidad internamente y tendrá que importar gas de Colombia durante siete años a través del gasoducto “Transguajiro” para abastecer la región occidental del país, donde hay escasez de gas. Existen planes para aumentar la producción de gas en otros 22 bcm antes de 2012, y de construir un gasoducto este-oeste para eventualmente eliminar la necesidad de importar gas desde Colombia, pero no está claro que se vayan a realizar las inversiones necesarias para este fin.
De todas formas, en teoría, por lo menos, Venezuela podría ser el gigante del sector gasífero de América Latina. Tiene las mayores reservas de gas –152,3 billones de pies cúbicos (tcf), es decir, 4,32 billones de metros cúbicos (tcm)– de toda América Latina, cinco veces mayores que las de Bolivia (las segundas de la región) y equivalentes al 2,3% de las reservas mundiales. Pero más del 90% de las reservas venezolanas de gas están en yacimientos petrolíferos y el 70% se emplean en estos mismos pozos para inyectar la presión necesaria para mantener la producción. Con la actual escasez de gas en el país, la producción de petróleo en pozos maduros está cayendo por falta de gas para inyectar, y la producción de petróleos ultra-pesados, que depende en gran medida del uso del gas en su extracción y procesamiento, seguirá limitada. Tampoco hay suficiente gas para suministrar a las plantas petroquímicas. El problema es que nunca se había invertido mucho en la exploración de gas no asociado al petróleo para fines estrictamente comerciales. Si la actual exploración offshore tiene éxito (por parte de Chevron y Statoil), Venezuela tendrá más gas, pero en el mejor de los casos durante mucho tiempo sólo cubrirá el consumo interno.
Tampoco está ayudando a este escenario la política nacionalista cada vez más agresiva de Chávez, que hasta ahora sólo ha afectado al sector petrolífero pero que ya empieza a perjudicar también al sector del gas. Los proyectos de gas offshore hasta ahora habían contemplado la exportación de gas licuado a EEUU, no la exportación vía gasoducto a Sudamérica. Las modificaciones a la Ley de Hidrocarburos de este año han impuesto el control de PdVSA sobre todos los proyectos de exportación y todos los gasoductos del país. La cuestión de cómo afectará, junto con el giro radical en el futuro destino del gas venezolano, el nivel de inversión en la exploración y producción de gas todavía no está clara. Pero es más que improbable que Venezuela tenga cantidades suficientes de gas a tiempo par hacer del “Gran Gasoducto del Sur” un proyecto económicamente viable. Posiblemente, Venezuela podría financiarlo en solitario, pero este esfuerzo financiero se añadiría a todos los demás costes innecesarios que los proyectos políticos de Chávez están imponiendo a la frágil y desequilibrada economía venezolana. Pero, como en el caso de la desviación de exportaciones de EEUU a China, el “Gran Gasoducto del Sur” por lo menos sirve para una importante función retórica y propagandística.
Los petróleos ultra-pesados
Durante los últimos años, Venezuela ha calificado como nuevas reservas probables a unos 270.000 millones de barriles del petróleo ultra-pesado (con un API de menos de 10º). Estas reservas probables forman parte de un total de reservas posibles de unos 700.000 millones de barriles de petróleo ultra-pesado que se encuentran en el subsuelo de las sabanas al norte del Río Orinoco, en la llamada Faja del Orinoco. Es muy probable que, antes de 2008, PdVSA declarará unos 240.000 millones de barriles de estos petróleos ultra-pesados como un nuevo componente de las reservas probadas de Venezuela, lo que, sumando los actuales 80.000 millones de barriles, llevará las reservas probadas totales de Venezuela a casi 320.000 millones de barriles, las mayores del planeta.
Pero dados los altísimos costes de extracción, procesamiento, transporte y refinado, los precios internacionales del petróleo tendrán que estar por encima de los 40 dólares por barril durante décadas para justificar las grandes inversiones necesarias y para mantener niveles de producción significativos. Los casi 270.000 millones de barriles (casi un tercio del total posible) que se consideran recuperables con la tecnología actual podrían soportar una producción de 10mbd durante 70 años. Con avances en la tecnología, la tasa de recuperación última sería incluso mayor. Por tanto, esta es otra faceta clave de la importancia de los actuales altos precios para Venezuela.
En la actualidad hay cuatro empresas (“asociaciones estratégicas”) que producen sólo unos 600.000 bd con técnicas avanzadas de recuperación, fruto de una inversión de 1.000 millones de dólares por parte de PdVSA y otras empresas extranjeras (como Conoco-Phillips, Chevron, Exxon-Mobil, Total y Statoil) durante los años 90. Con todos sus otros desafíos actuales, PdVSA no ha empezado a invertir seriamente en los crudos ultra-pesados de la Faja, pero sí ha contratado a las grandes empresas estatales de los países que Chávez considera estratégicos y posibles aliados geopolíticos a largo plazo para medir y confirmar unos aumentos futuros en las reservas probadas de la Faja. Éstas incluyen a Petrobras de Brasil, Petrosaur de Irán, ONOC de la India, Gazprom de Rusia, CNPC de China y Enarsa de Argentina, aunque ninguna tiene experiencia previa en petróleos ultra-pesados.
Conclusión
Según Chávez, Venezuela pronto será el más poderoso productor de petróleo y contará con las mayores reservas del mundo –infladas por la inclusión de los petróleos ultra-pesados–. Para que esta visión se convierta en realidad, sería necesaria, entre otras cosas, un aumento significativo y mantenido a largo plazo de los niveles de inversión en el sector de hidrocarburos. También sería necesario contar con la capacidad técnica de las empresas privadas internacionales (IOC), ya que la purga de PdVSA en 2002 y 2003 ha dejado la empresa estatal con muy poca capacidad técnica y científica (y gran parte de la que le queda está comprometida en los proyectos de Chávez en el exterior, como la ayuda que está prestando PdVSA a Bolivia).
Para bien o para mal, parece que el comportamiento del Gobierno de Chávez, que sigue gastando sin control, no va a permitir un aumento significativo en las inversiones de PdVSA. Según Norman Gall, PdVSA ha transferido tanto dinero al Gobierno en los últimos años que, a pesar de los elevados precios, la empresa estatal tiene un déficit de 5,3 billones de dólares en su flujo de caja para 2006 (no sorprende, pues, que PdVSA tenga planes de emitir más de 5.000 millones de bonos corporativos en los mercados privados). Mientras tanto, el Gobierno de Chávez ha anunciado planes para gastar 38.000 millones de dólares solo en julio de este año (más de dos tercios de los ingresos de PdVSA para todo el año) y más de dos veces sus ingresos anuales durante la primera mitad de 2006.
Según fuentes del sector, debido a la caída en la producción en muchas zonas maduras y en pozos que se cierren por falta de mantenimiento, Venezuela tendrá que añadir 400.000bd en nueva capacidad de producción cada año –y durante muchos años– simplemente para estabilizar su producción a los niveles actuales. Pero el presupuesto actual de PdVSA propone gastos en programas sociales de 8.200 millones de dólares, un 67% más que en inversión en exploración y producción. Y no ha habido ningún descubrimiento significativo en el sector petrolífero venezolano durante los últimos años.
Aunque Chávez no es el diablo que describen en tonos apocalípticos tanto los estrategas norteamericanos como los ejecutivos del sector petrolífero internacional, tampoco muestra señales de actuar con la prudencia y astucia mencionada por Adrián Lajous (en la cita al principio de este análisis) como esencial para que los países productores aprovechen el nuevo contexto del mercado petrolífero internacional y el aumento de influencia que este cambio les proporciona. Sin un cambio significativo en el rumbo de PdVSA y en la política petrolera del Gobierno venezolano, la apuesta prudente por parte de un observador externo sería la de esperar una caída –más rápida o más lenta– en los niveles de producción del país.
Este eventual resultado de la evolución actual del sector sería mucho más grave para el mundo que cualquier hipotética desviación del petróleo venezolano hacia China o cualquier hipotética imposición geopolítica en América Latina por parte de Chávez a través del soñado “Gran Gasoducto del Sur”. Más reducciones en la producción venezolana podrían contribuir significativamente a la inestabilidad del mercado petrolífero mundial, donde hay muy poca capacidad ociosa y donde también hay una carencia de inversión suficiente para aumentar la producción mundial de forma adecuada para satisfacer la demanda proyectada en los años futuros.
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